Ricardo Poij Ferrari
Fernando Mané Garzón
Primer Decano uruguayo y organizador de la
nueva Facultad de Medicina de Montevideo
José Máximo Carafí
( 1853 - 1895 )
Ricardo Poli Ferrari
Fernando Mané Garzón
José Máximo Carafí
(1853 - 1895 )
Primer decano uruguayo y
ORGANIZADOR DE LA NUEVA FACULTAD
de Medicina de Montevideo
Plus-ultrA
EDICIONES
Montevideo
2013
Plus-ultrA
EDICIONES
ISBN: 978-9974-99-070-8
Primera edición - Mayo de 2013
JOSÉ MÁXIMO CARAFÍ (1853 -1895)
Primer decano uruguayo y organizador de la nueva Facultad de Medicina de Montevideo
© Ricardo Pou Ferrari / Fernando Mañé Garzón
Queda hecho el depósito que ordena la ley
Impreso en Uruguay - 2013
Tradinco S.A.
Minas 1367 - Montevideo.
Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro, por medio de cualquier proceso re-
prográfico o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset o mimeógrafo o cualquier otro
medio mecánico o electrónico, total o parcial del presente ejemplar, con o sin finalidad de lucro, sin
la autorización del autor.
Diseño de portada y armado: Augusto Giussi
Dedicatoria
A nuestros amigos y compañeros, integrantes
de la Sociedad Uruguaya de Historia de la
Medicina, grupo de valiosos investigadores, que
tanto han aportado a lo largo de cuarenta años
de vida de esta corporación.
Agradecimientos
Al Dr. Antonio Turnes, que ha tenido la gentileza de corrergir
el original, aportando sugerencias de valor.
Al Profesor Dr. José Enrique Pons, que nos ha brindado su
constante aliento y nos ha hecho el honor de escribir el Proemio.
Al Dr. Juan Ignacio Gil Pérez, que ha leído el original, su¬
mando interesantes ideas y observaciones.
A la Sra. Lecticia Oliveira, que ha contribuido a la investiga¬
ción bibliográfica y a las correcciones del manuscrito.
A los funcionarios del Departamento de Historia de la Medicina
y de las Bibliotecas de la Facultad de Medicina de Montevideo y
de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires.
A los técnicos de la Biblioteca del Sindicato Médico del Uruguay,
de la Biblioteca Nacional, del Archivo de la Curia Eclesiástica y
del Archivo general de la Nación.
A los técnicos de los Archives Nationales de France y de los Archives
de la Ville de Montpellier.
Al Sr. Augusto Giussi, que con notableprofesionalidad ha con¬
tribuido a la edición de este libro.
Proemio
Dr. Antonio Turnes
L a Facultad de Medicina de Montevideo, fundada en 1875,
comenzó con tímidos pasos, profesores y decanos extran¬
jeros, iniciando sus actividades en 1876. A 138 años de
aquel inicio, no se ha jerarquizado aún la preclara figura
de José Máximo Carafí, nuestro primer Decano oriental. Su papel
en la transformación de la Casa de Estudios no ha sido justipre¬
ciado por la historiografía médica nacional. De ahí la necesidad y
justificación de dedicarle este estudio. Fue un católico militante,
comprometido con los cambios de la modernidad, en un ambiente
dominado por el positivismo materialista, en el esplendor del libre
pensamiento, que pretendió modificar las raíces de nuestra cultura,
sobre todo en materia cívica, educativa y sanitaria.
Tan poca importancia se le brindó, que ni siquiera se hizo cons¬
tar su nombre correcto de José Máximo, confundiéndolo como José
María. Como tal figura aún en publicaciones oficiales de la propia
Facultad desde comienzos del siglo XX.
Su formación europea, realizada en Barcelona, Montpellier y
París le forjaron disciplina y metodología de trabajo que no co¬
nocía de anarquías ni renunciamientos. Estaba entre los mejores y
IX
• Proemio •
pudiendo haber tenido un destino profesional excelente en París,
eligió volver al país para contribuir con sus conocimientos al desa¬
rrollo de la Medicina nacional.
Hizo su razón de ser la enseñanza de la Medicina y el cumpli¬
miento de sus funciones como Decano e integrante de diversas cor¬
poraciones de alto servicio público, en lo educativo y en lo sanita¬
rio, renunciando a formar familia o generar patrimonio. La muerte
lo sorprendió en 1895 a los 42 años y pasarían más de 25 hasta que
comenzaran a reconocérsele sus importantes méritos.
Al frente del Decanato, como lo expresó claramente Piaggio
Garzón:
Carafípuso “orden en el caos”de ese ambiente de imprevisión
y de desorden, alentando un anhelo legítimo de grandeza y tratan¬
do de poner en acción sus mejores aptitudes. Tuvo así una certera
intuitiva visión de las futuras proyecciones de nuestra Facultad.
Fue un reformador y un orientador.
Al despedir sus restos en nombre de los Profesores de la Facultad,
Américo Ricaldoni, señaló:
[... ] Lo que la Facultad de Medicina pierde, lo dirá mil veces
mejor ese viejo edificio en el que el doctor Carafí se ha movido
hasta ayer con extraordinaria actividad. En él se encuentra su sala
de disección ante cuya puerta, el ciprés se inclinará gimiendo, -en
él se encuentran los laboratorios, los libros y las mismas Salas por él
prestigiadas... Id a esa Escuela y preguntad hoy, preguntad dentro
de cien años, desde cuándo comenzó a ser digna, la sencilla inscrip¬
ción que ostenta a su frente, y en todo momento oiréis decir, que
ha sido desde que su decanato fue ocupado por el Dr. Carafí [...]
Espíritu reformador, era un erudito, era un convencido. Se podía
discutirle, pero no se podía dejar de admirarle [...] Había algo
que daba un sello especial a su carácter, y era su cuidado en escoger
siempre el sendero más difícil y sobre él marchaba, con alientos de
gigante, buscando las espinas y alejándose de las flores, que sólo
ahora, porque ya no está en su voluntad apartarlas podrán dormir
en paz sobre su tumba.
Entre las decisiones adoptadas en el homenaje postumo de
1921, estuvo la de distinguir con su nombre una sala hospitalaria.
X
• Antonio Turnes •
Pasaron casi 90 años y todavía la resolución permanece incumpli¬
da.
En ocasión de colocarse la piedra fundamental del nuevo edi¬
ficio de la Facultad de Medicina, el 22 de octubre de 1904, en
presencia del entonces Presidente de la República don José Batlle
y Ordóñez, ministros y autoridades universitarias, manifestó el
Rector de la Universidad, Dr. Eduardo Acevedo:
Ha conquistado en buena lucha la Facultad de Medicina el
hermoso edificio cuya piedra fundamental venimos a colocar hoy
con toda solemnidad.
Fueron bien modestos sus comienzos. Nació en un rincón de
aquella vieja casa de la Iglesia de los Ejercicios, que durante medio
siglo sirvió de cuna a las más grandes intelectualidades del país en
la carrera del Derecho, la única carrera liberal que la Universidad
ofrecía a la juventud estudiosa.
Vencidas las dificultades del período de prueba en que actua¬
ron factores entusiastas como el doctor Jurkowskiy el doctor Suñer,
catedráticos de Anatomía y de Fisiología, tomó un incremento con¬
siderable bajo la organización severa e inteligente del decanato del
malogrado doctor Carafí, que continuaron más tarde los doctores
Regules y Scoseria.
La nueva Facultad se abrió rápidamente camino; su pobla¬
ción escolar aumentó fuertemente; sus clases se ensancharon con
tal energía, que después de algunos años de lucha vigorosa por el
espacio, absorbieron todo el viejo edificio de la calle Maciel, expul¬
sando a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, y a la sección
de Estudios Secundarios, que tuvieron que buscar nuevo escenario,
y convirtiendo en salas de experimentación y de trabajo el local
contiguo destinado al servicio de culto católico. [...]” 1
El testimonio de sus discípulos, manifestado veintiséis años
después de su fallecimiento, permite revelar con nitidez, cómo su
actuación fue olvidada sin brindársele el reconocimiento que su ca¬
pacidad, esfuerzo y aporte seguramente merecían.
i
La Facultad de Medicina de Montevideo: 1875-1915. Memoria presentada por el
Decano Doctor Manuel Quíntela. Montevideo, Tipografía Moderna, 1915: 106-
108 .
XI
• Proemio •
Debieron pasar más de cinco lustros de su muerte para que, en
1921, un homenaje del que participaron numerosas figuras, diera a
conocer el recuerdo de sus relevantes méritos.
Dijo en la oportunidad el Dr. José Mainginou: 2
El Consejo Nacional de Higiene consideró un deber ineludi¬
ble adherirse a este merecido homenaje —acto de justicia póstuma-
no sólo porque el doctor Carafíformó parte del antiguo Consejo de
Higiene Pública, aportando el valioso y desinteresado contingente
de su labor y de su vasta ilustración a la causa de la defensa sani¬
taria del país, sino también porque fue una figura descollante, de
relieves propios, que se destacó en su medio y en su época con los
rasgos característicos de los varones ilustres.
Véase que este orador se refiere a un acto de justicia postuma,
cuando no había parientes ni discípulos que lo reclamaran, sino
como expresión surgida de un espontáneo y libre examen de con¬
ciencia. Continuó Mainginou:
Varón benemérito, porque fue un abnegado que sacrificó su
tranquilidad y su reposo al ideal que perseguía: crear una Escuela
de Medicina digna de su país y en armonía con el desarrollo cul¬
tural de la época.
Yo, que tuve la fortuna de ser su discípulo, deformar parte del
primer grupo de estudiantes con que el doctor Carafí inaugurara
sus clases en la vieja Facultad, puedo afirmar —y con ello afirmo
una verdad que bien la conocen algunos de los que me escuchan-
que la obra realizada por el inolvidable maestro desaparecido, fue
fecunda en bienes.
A continuación brinda el fundamento de la obra de Carafí en
la reforma de la vieja Facultad de Medicina. Describe allí la realidad
que este Decano debió enfrentar:
Labor fatigosa y proficua, misión altamente patriótica, fue la
que como decano y profesor se impuso el doctor Carafí, alforjar,
con las ruinas de la vieja Facultad, una Escuela de medicina.
A fines de 1884, la Facultad de Medicina estaba en plena
bancarrota.
2 Cantón, Elíseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata, 3: 356-358.
XII
• Antonio Turnes •
Sin dirección técnica, sin orientación definida, falta de profe¬
sores, y sin medios de enseñanza.
Tal era, señores, la situación en que halló la Facultad el doctor
Carafí, cuando a ella ingresó como profesor y tomó su dirección.
Eran menester los talentos de una mentalidad superior, las
energías de un carácter inquebrantable, la firmeza de una volun¬
tad dispuesta al sacrificio y toda la abnegación de un apostolado,
para acometer, como acometió, resuelto, el doctor Carafí, su obra
redentora.
¡Cuántos esfuerzos generosos puso al servicio de su tarea ar¬
dua y enojosa! ¡Cuántos propósitos nobles impulsaron su corazón
abierto al amor y a la justicia, y movieron su alma austera y severa,
pero siempre justa! Sufrió las amarguras de la diatriba; sufrió las
ingratitudes de sus contemporáneos y gustó resignado el acíbar de
la impopularidad.
El destino ha querido así, sin duda, darnos en ese ejemplo de
una existencia tan útil como infortunada, tan pura como laboriosa
y fecunda, una lección viva que muestre de lo que es capaz el amor
a las causas grandes y “aliente, en la escabrosa senda del deber, a los
que marchan tras sus huellas luminosas [...]. ”
Labró las piedras sillares, y, más afortunado que Sísifio, al¬
canzó a llevarlas a los muros de la escuela que él creara y de la
cual había de surgir la actual Facultad de Medicina que honra
a la República por los prestigios de su ciencia y la cultura de sus
maestros.
Otro alumno directo, el Dr. Augusto Turenne, 3 en la misma
ocasión, a nombre del Sindicato Médico del Uruguay y del Club
Médico, daría también su testimonio:
El doctor Carafí, muerto oscura e injustamente, ha necesitado
casi un tercio de siglo para que se alzara la voz justiciera que le
colocará entre las figuras de un pasado borroso para los jóvenes de
hoy, pero en el que surge nimbado de luz para los que vivimos la
Edad heroica de nuestra Facultad.
Turenne, que había alcanzando las más altas distinciones aca¬
démicas, habla también de justicia. Justicia distributiva y de la voz
3 Cantón, Elíseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata, 3: 354-356.
XIII
• Proemio •
justiciera que le colocará (a Carafí) entre las figuras de un pasado
borroso. Y da las coordenadas de esa aparición de Carafí en la his¬
toria de la Facultad de Medicina fundada en 1875, cuyo Decanato
asumió nueve años después, en 1884, siendo su octavo Decano y el
primero oriental: 4
La aparición del doctor José M. Carafí en nuestro medio fue
casi un anacronismo. Inteligente, culto, poseedor de una ilustración
médica poco común y muy superior a la de sus contemporáneos
profesionales, moldeado su cerebro en esa admirable Escuela de
Montpellier, perfeccionado su saber en la entonces incomparable de
París, su vida y su acción tenían que desentonar en Montevideo.
Señorial y distinguido en sus maneras, pulcro y atildado en el
vestir, era su exterioridad fiel reflejo de una vida interior que debía
molestar a los que encubrían con desgaire que quería parecer bo¬
hemio una gran proporción de incultura y de bravia, casi salvaje,
resistencia a los halagos de la civilización.
Surgido de un ambiente de orden y refinamiento el espectá¬
culo de nuestra Facultad, debió serle doloroso y despertar en él,
con ansia patriótica, el invencible deseo de encauzar energías y
capacidades que veía perderse en el rutinario ejercicio profesional o
esterilizarse en las fáciles molicies de una vida sin freno.
Y haciendo uso de sus inclinaciones artísticas, afirma Turenne
este simbolismo:
Su ingreso a una cátedra de Facultad fue una pincelada de
luz sobre un fondo mezquinamente pardo.
4 Según informa el sitio Web de la Facultad de Medicina de la Universidad de la Repú¬
blica, los primeros Decanos fueron:
I o . Dr. Francisco Suñery Capdevila: 1876-1877.
2°. Dr. Julio Jurkowski: 1877-1878.
3 o . Dr. Antonio Serratosa: 1879-1880.
4 o . Dr. Eduardo Kemmerich: 1878-1879.
5 o . Dr. Juan Crispo Brandis: 1880-1881.
6 o . Dr. Guillermo Leopold: 1881-1882.
7 o . Dr. José Pugnalini [sic]: 1882-1883.
8 o . Dr. José Máximo Carafí: 1884-1887.
Ref.: http://www.fmed.edu.uy/institucional/rese%C3%B1a-institucional/
rese%C3%Bla-institucional (Consultada 14.02.2013).
XIV
• Antonio Turnes •
Lejos de mí la idea de empequeñecer la obra de los constructo¬
res de nuestra Facultad, su acción modesta, pero hondamente senti¬
da, su incansable fe en los destinos de la Institución apenas nacida,
sin que ninguna hada benéfica hubiera derramado venturas ni
siquiera adelantado presagios favorables en las tablas cronológicas
de su Historia.
El reconocimiento tardío a Carafí que se hace en el homenaje,
no priva a Turenne de reconocer sus méritos a los fundadores, pero
vuelve a subrayar el valor de los aportes de José Máximo Carafí.
Como algo que daba nueva luz a una Casa de Estudios que no mar¬
chaba por buen camino:
Pero el respeto, la veneración, la gratitud que debemos a nues¬
tros precursores no debe llevarnos a desconocer que casi por vez
primera con el doctor Carafí, un verdadero profesor, dictó cursos
magistrales e incorporó los resultados de su labor y de su observa¬
ción al acervo mental de sus alumnos.
Ascendiendo al alto sitial de Decano, Carafí no podía encon¬
trar sino resistencias. Ni profesores ni estudiantes estaban acostum¬
brados al orden ni preparados al respeto de las disciplinas cientí¬
ficas.
Aquel hombre, que tan a menudo hablaba de París, tenía que
chocar con los que hadan gala de un misoneísmo muy charrúa.
Dura fue la lucha e incompletos los resultados. Aún recuerdo
la violencia de la campaña que provocó la imposibilidad de su
reelección. Me sonrojo al pensar en los excesos con que mis compa¬
ñeros festejaron su victoria.
Victoria, sí, como las victorias de Pirro; esos mismos que
transmitían como tradición oral, nunca documentada, la versión
de las injusticias del Decano Carafí, llevaban en sí el germen que
su acción habrá sembrado.
Destaca este orador que los detractores serían quienes adop¬
tarían luego la orientación que este Decano había diseñado. Esa
justamente sería la distinción que le ubicaría en la Historia:
Ellos, sus más crueles detractores, serían más tarde los vectores
de una orientación que su muerte prematura le impidió realizar.
XV
• Proemio •
pero que tal vez en las horas postreras de su vida se le apareció como
el legítimo galardón que la posteridad habría de discernirle.
Y aquí aparece el señalamiento de su calidad de gran reforma¬
dor y profesional modélico:
Si como Profesor y como Decano José M. Carafífue un refor¬
mador, como profesional fue un modelo. Duros son los tiempos y
de prueba para la Etica Médica. Factores encontrados, rachas de
anarquía moral, amarguras y dificultades envuelven con demasia¬
da violencia en sus vórtices al médico de hoy.
Justo y necesario es que a menudo, con energía, con intensa
convicción de la importancia de los “imponderables”, destaquemos
en plena luz la figura noble y desinteresada de los que supieron
mantener enhiesto el penacho gallardo de la probidad profesional.
José M. Carafí fue el prototipo del médico integral; su in¬
teligencia, su cultura, su honradez acrisolada, fueron puestas al
servicio de la sociedad en la que desarrolló sus actividades con tal
altruismo, con tal abnegación, que bien podemos invocar sus ca¬
racterísticas para incorporarlo a la falange desaparecida de nues¬
tros más preclaros antecesores.
Por esta razón el Sindicato y el Club Médico se adhirieron sin
restricciones al homenaje proyectado.
El doctor José M. Carafí, al caer vencido por la muerte, me¬
reció, por su inmaculada vida, por su actuación profesoral, por el
fermento de renovación científica que aportó al país, el homenaje
unánime y espontáneo aunque tardío de sus contemporáneos.
El orador señala que el tiempo viene a remediar la injusticia,
con la distancia que permite los juicios desapasionados:
Con el alejamiento, que permite apreciar fríamente a los
hombres, con el desapasionamiento, que da base a los juicios im¬
parciales, hoy el Cuerpo Médico Nacional celebra un acto de repa¬
ración al colega desaparecido.
Respetuoso alumno del doctor Carafí, desarmado entonces y
casi solitario adversario de sus enemigos, cumplo hoy una deuda
que contraje conmigo mismo en aquellas épocas turbulentas. [...]
XVI
• Antonio Turnes •
El propio Augusto Turenne, en la conmemoración de los 60
años de la fundación de la Facultad de Medicina, 5 insistiría con
más fuerza aún en los mismos conceptos sobre Carafí, parango¬
nándolo con otros Decanos, también orientales, para valorar mejor
su influencia en el destino a largo plazo de la Casa de Estudios. 6
Habían pasado ya 40 años de la muerte de aquel Decano ilustrí-
simo. Veamos lo que afirmaba entonces Turenne, uno de nuestros
primeros historiadores de la Medicina nacional:
Alfredo Vásquez Acevedo imprimió a la organización univer¬
sitaria un sello que aún conserva y que ojalá perdure. Gran amigo
de la Facultad de Medicina y de sus hombres descollantes, le ma¬
nifestó siempre su gran simpatía y le prestó siempre el apoyo de su
indiscutible influencia.
Los Decanos a que me refiero dieron su sello personal al cargo
que desempeñaron. José María Carafí, Decano de 1884 a 1887,
era un personaje que constituía una excepción en su tiempo y para
el medio de la Facultad. Tan atildado en el vestir, como en el gesto
y la palabra, se había formado en la Facultad de Medicina de
Montpelliery había adquirido, con una robusta ciencia médica, el
culto de las Humanidades, secular en esa Facultad. Traía al país el
espíritu de orden, la noción de jerarquía, el deseo de superación y
todo eso chocó contra costumbres inveteradas, contra un bohemis-
mo que se creía inseparable de la condición de estudiante.
Merece especial señalamiento, algunas características de José
Máximo Carafí:
Su severidad — que todos llamaban injusticia — era el expo¬
nente de su mentalidad de hombre deseoso de desempeñar una fun¬
ción, no de ocupar un puesto. Su Decanato fue un período de lucha
cruenta contra los estudiantes, que no le perdonaban ni siquiera la
5 Los orígenes de la Facultad de Medicina. En: Anales de la Facilitadde Medicina, Tomo
XXI - Año 1936, Nros. 1, 2 y 3; http://www.smu.org.uy/dpmc/hmed/historia/arti-
culos/origenes_fmed.pdf (Consultada el 2.02.2013)
6 Turenne, había sido Decano, Profesor de Obstetricia, fundador del Club Médico y
del Sindicato Médico del Uruguay en 1920 y el precursor de la Obstetricia Social Cf.
Pou Ferrari, R. Su formación postgraduada en París y el hecho de ser hijo de padre
francés, brinda a su testimonio un matiz especial. A la distancia se valoran mejor las
trayectorias. Por eso en esta nueva mención, que con catorce años de distancia separa
del homenaje de 1921, se reiteran y profundizan conceptos que señalan la justicia
necesaria para corregir un olvido histórico a reparar.
XVII
• Proemio •
manera seca, pero culta, con que formulaba sus observaciones. Fue
un gran Decano, y porque quiso serlo en su época, cayó arrollado
por la injusta oposición de los estudiantes de entonces. ¡Cuántas ve¬
ces he oído, años después, apreciarlo mejor por algunos de aquellos
que le habían preparado una ruidosa despedida, verdadera broma
de gauchos! Aún le veo abandonar el Decanato entre dos filas de
estudiantes, sereno, grave, pronto, sin embargo, a la valiente reac¬
ción personal, al menor asomo de insolencia. No hubiera sido la
primera vez que demostrara su contextura moral. Los estudiantes
vociferaron... después que hubo arrancado el coche que lo alejaba
del cargo, que había honrado con su acción. ¡Anónima cobardía de
las muchedumbres!
Alzado sobre el pavés por los estudiantes, cuya simpatía se
había captado desde los tiempos de la Sociedad Universitaria y a
cuya mentalidad se acercaba más que Carafí, Elias Regules ocupó
el Decanato desde 1889 hasta 1898, después de un breve e incoloro
Decanato del Dr. Visca, epicúreo, amable y “nonchalant”, que no
dio a sus funciones lo que podía esperarse de su talento indiscutible.
Desde poco antes del Decanato de Regules, las Cátedras se multi¬
plican, empiezan a asomar los Profesores que culminarán en los al¬
bores del siglo XX: Soca, Pouey, Vidal y Fuentes, Morelli, Scoseria,
Navarro, Arrizabalaga, Etchepare, Ricaldoni, Isola, Cajfera...
Por iniciativa de Morelli y de Scoseria se obtiene en 1895
la creación del Instituto de Higiene, el primero de una serie que
sería completada más tarde y que debieron ser fecundos focos de
investigación. [...]
Entre los Decanos de la época, señala Turenne con precisión,
los que a su juicio fueron los dos más destacados, como reformado¬
res de la Facultad de Medicina: Carafí y Scoseria. Ambos con per¬
sonalidades, formaciones filosóficas y concepciones diferentes, pero
unidos por un mismo compromiso con el impulso a una Facultad
llamada a los mejores destinos.
En resumen:
Este libro es producto de una exhaustiva investigación de mu¬
chos años realizada por los autores dentro y fuera de fronteras.
Aportando algunos rasgos de la rica personalidad, médica y do¬
cente, con una producción científica excepcional para la época, de
XVIII
• Antonio Turnes •
nuestro primer Decano oriental y el octavo desde la fundación de
la Facultad de Medicina de Montevideo. Un médico que cambió
la historia de nuestra educación médica, amplificando con ello la
jerarquía de nuestra Escuela de Medicina en la región y el mundo
en las décadas siguientes. Esta prístina figura vivió breve pero inten¬
samente, dejando obra de trascendente proyección futura, general¬
mente ignorada.
Profesores y Decanos de la Facultad de Medicina han existi¬
do muchos. Algunos de ellos destacan por imprimir su sello con
cambios trascendentes: planes de estudio, brillantez de su docen¬
cia clínica, valor de sus aportes al ordenamiento en el crecimiento
e incremento de valor de la Facultad como agente cultural; pro¬
mover la construcción de edificios y organización de los mismos.
Otros lo fueron por las soluciones que aportaron para superar los
grandes desafíos de la organización. Otros aún tuvieron actuaciones
discretas o fueron producto de circunstancias políticas, figuras de
transición o transacción. Pero muy escasos fueron los que merecen
recordarse con unción y reconocimiento por la magnitud de sus
aportes y la valentía de haber encarado reformas tan fundamentales
como trascendentes.
Entre ellos, en un lugar muy destacado, se sitúa José Máximo
Carafí, nuestro primer Decano oriental. Que en tiempos fermén¬
tales supo encauzar con cimientos muy firmes el desarrollo y creci¬
miento de la Facultad de Medicina.
Como ha escrito Nicholas Murray Butler (1862-1947) 7 : “Tan
solo hay tres grupos de personas: los que hacen que las cosas pasen, los
que miran las cosas que pasan y los que preguntan qué pasó. ” José
Máximo Carafí estuvo, sin duda, entre los primeros.
Esta obra le hace justicia: queda plenamente verificado que él
fue una figura singular: esclarecido, ilustre, y digno de admiración
y respeto.
7 Nicholas Murray Butler fue un filósofo y educador, que se desempeñó como Pre¬
sidente de la Columbia University, de Nueva York, entre 1902 y 1945. Recibió el
Premio Nobel de la Paz en 1931.
XIX
Capítulo I
Introducción
[Historia es] la técnica de la conversación y la
amistad con los muertos [...] Sólo es lo que tiene
que ser cuando consigue entender a un hombre
de otro tiempo mejor que él mismo se ha enten¬
dido [...] pero no se puede lograr esto si no se
descubren los últimos supuestos desde los cuales el
antepasado vivió y en que, de puro serle eviden¬
tes, no podía reparar. Por tanto, para entenderlo
como él se entendía, no hay más remedio que
entenderlo mejor.
José Ortega y Gasset 1
C on el presente ensayo proseguimos la serie de trabajos
previos publicados a lo largo de muchos años por varios
colegas miembros de la Sociedad Uruguaya de Historia
de la Medicina, en procura de elaborar una crónica de
la Medicina nacional a punto de partida de las biografías de sus
principales figuras. Si bien es ésta sólo una de las formas posibles de
encararlo, entendemos que con ella se suman evidencias y reflexio-
1 Ortega y Gasset, J. Veldzquez (1946), Madrid, Espasa Calpe, colección Austral,
1963:52-53.
1
• José Máximo Carafí •
nes que luego, entretejidas con las provenientes de disciplinas tales
como la historia general, la sociología, la economía, etc., formarán
un cuerpo de doctrina, a la vez sólido y actual.
La biografía es siempre parcial, porta una contradicción en sí
misma: pintar el retrato de alguien a quien sólo conocemos por
referencias. Salvo que se disponga versiones directas de tipo auto¬
biográfico o epistolar, la imagen del biografiado sufre distorsiones,
lo que debe tenerse en cuenta a la hora de elaborar o estudiar este
tipo de trabajos en los cuales hay elementos de distinta fiabilidad.
Las sentencias fomuladas como verídicas están influidas por la parte
que el historiador toma en la crónica que narra. En suma, que en
historia la objetividad es, a menudo, una utopía.
Nos separa un siglo y cuarto de la muerte de Carafí. La realidad
ha cambiado radicalmente. Los datos acerca de su persona se han
ido borrando en la bruma cada vez más espesa del olvido; no dispo¬
nemos siquiera de aquellos provenientes de la tradición familiar, ya
que murió célibe y sin descendencia. Subsisten escasos testimonios
de circunstancia, muchos de los cuales se citan mutuamente (como
en un juego de espejos), por lo que más que desentrañar su efigie,
la deforman todavía más.
¿Por qué hemos considerado interesante el abordaje de esta
investigación biográfica? Detrás de Carafí está nada menos que el
inicio de la nueva Facultad de Medicina (luego del período que po¬
dríamos llamar fundacional), institución que ha dado origen, hasta
el momento, a toda la tradición nacional en la materia. Antes del
suyo, sólo hubieron esfuerzos desordenados por trasmitir un pro¬
grama de magros conocimientos a un menudo grupo de alumnos,
sin una base científica rigurosa, alejados de la realidad clínica y cu¬
yo principal propósito fue otorgar títulos de doctor en Medicina y
Cirugía, para llenar un vacío del que padecía nuestra Universidad
durante su primer cuarto de siglo de existencia, y también la cultura
uruguaya. Podría decirse que Carafí fue el verdadero organizador
de la enseñanza de la Medicina (con los matices que veremos en el
curso de la obra), quien, munido del sustento legal necesario (Ley
2
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Orgánica del 14 de julio de 1885), pudo erguirse como auténtico
Decano, aún cuando contaba apenas con treinta años de edad.
¿Qué notas hacen de Carafí un elemento de singular impor¬
tancia? Tuvo una completa formación profesional gestada en tres
capitales europeas de primera línea: Barcelona, Montpellier y París.
Fue el segundo oriental (lo precedió Pedro Visca) en desempeñarse
como Interne Titulaire des Hópitaux et des Hospices de París, modo
óptimo de asentar la teoría en el terreno firme de la realidad se¬
gún la mentalidad fisioclínica vigente. Fue el primero en elaborar
y presentar trabajos de investigación médica ante una comunidad
tan reputada y exigente como era la francesa, aportes que tuvieron
cierta repercusión internacional. En otras palabras, transplantó a
Montevideo diversos aspectos del espíritu universitario que había
abrevado en los medios europeos.
¿Cuáles fueron los rasgos que hicieron de él una excepción (casi
una rareza) en nuestro medio en la segunda mitad del siglo XIX?
3
• José Máximo Carafí •
Con la excepción de Ferreira, Vilardebó, Muñoz, Vidal, Méndez
y Visca entre los orientales y de algunos extranjeros, la que aquí
actuaba era una comunidad médica heterogénea, deficiente en
mentalidad sistemática. Eran frecuentes los enfrentamientos de sus
integrantes a través de la prensa -verdaderas guerras médicas-, las
rencillas entre grupos según sus nacionalidades, las disputas por el
liderazgo asistencial y la posición social o política. Carafí fue una
rara avis por su ya mencionada completa formación europea, por
no haber desarrollado tarea asistencial hospitalaria ni privada no¬
toria que hiciera de él un competidor de sus colegas, habiéndose
dedicado, preferente aunque no exclusivamente a acciones docentes
y administrativas; por fin, pero no lo menos importante, porque
perteneció al grupo de los laicos católicos, una minoría dentro de
los profesionales e intelectuales uruguayos.
En consecuencia, son varias las incógnitas a develar con esta
investigación, entre ellas:
¿Cuál fue el real aporte de Carafí a la reforma de la educa¬
ción médica, más allá de la que jugó dentro del impulso global que
Alfredo Vásquez Acevedo insufló al conjunto de la Universidad a
partir de 1884?
¿Hubo motivos ocultos que motivaron su alejamiento del
Decanato de la Facultad de Medicina en circunstancias harto hos¬
tiles?
¿Por qué su recuerdo quedó a tal punto opacado que casi no se
recuerda su nombre?
¿Qué papel desempeñó desde las distintas jerarquías adminis¬
trativas que ocupó? y si fueron importantes, ¿por qué nunca alcanzó
(ni siquiera como candidato) el Rectorado de la Universidad?
¿Qué importancia tuvo en la Medicina nacional, aparte del
Decanato?
¿Qué jerarquía tuvo su obra científica, que damos a conocer
por primera vez en este ensayo?
4
Capítulo II
Orígenes familiares
B ien sabemos que no puede admitirse la herencia de los
caracteres adquiridos, pero el ámbito familiar del cual al¬
guien proviene ciertamente condiciona su mentalidad en
cuanto a creencias, ambiciones, afinidades y directrices
vocacionales. Interesa por eso hacer una breve síntesis introductoria
acerca de la genealogía de Carafí. La misma contriburá a demostrar
-tal como lo ha señalado uno de nosotros (F.M.G.)- que nues¬
tros primeros médicos pertenecieron, casi todos, a familias de cier¬
to rango, aunque fueran descendientes, luego de lapsos variables,
de inmigrantes europeos. El estudio de estos últimos ha mostrado
que a veces fueron grupos de élite, -como los ha calificado Juan
A. Oddone, 2 no bien alcanzaba un cierto nivel económico, daban
prioridad a la educación de sus hijos, a quienes enviaban a Europa
para adquirir allí los conocimientos y aptitudes que pudieran hacer
de ellos futuros personajes de relieve.
José Máximo Carafí y Zás nació en Montevideo el 15 de abril
de 1853. Era hijo del matrimonio formado por el catalán Ramón
Carafí y Pey y la oriental Laura Matilde Zás Días, consagrado en la
Catedral Metropolitana el 23 de febrero de 1852. 3
La madre, oriunda de Montevideo, era hija de José Encarnación
Zás y González (Montevideo, 1814- Id., 1879), que se había des-
2 Oddone, J. A. La emancipación en el río de la Plata, Montevideo, Ed. de la Banda
oriental, 1966.
3 Ver Partida de Nacimiento en Anexo Documental N°1.
5
• José Máximo Carafí •
empeñado como Oficial Mayor, secretario de la Comisión de
Caridad, Diputado, Alcalde Ordinario de Montevideo y miembro
de la Asamblea de Notables (durante el Sitio Grande). En 1836 ha¬
bía casado con Manuela Guiomar Días Noble (o Nobre), oriunda
de Cerro Largo e hija del portugués Joaquín Ignacio Días y de la
oriental Isabel María Noble (o Nobre). José Encarnación era hijo, a
su vez, de José Encarnación de Zás y Pérez (Montevideo, 1797-Id.,
1866), único oriental de los siete hijos (los demás eran españoles) de
Buenaventura de Zás y Carbia (£ Montevideo, 1837), oriundo de
Vedra (La Coruña, España), llegado a esta capital en 1794 tras ser
convocado por su padre, Gabriel de Zás y de Villa, de igual proce¬
dencia, establecido en Montevideo con anterioridad a 1782 y donde
falleció en 1806. Este último era casado con Benita Pérez, también
nacida en Vedra 4 y alcanzó una holgada posición económica.
El padre, Ramón Carafí y Pey era natural de Barcelona, hijo de
Gaspar Carafí Tórrelas (hijo de José Carafí Tarrida y de Francisca
Tórrelas Madrides) y de la también catalana Antonia Pey Escriú (hija
de José Pey Plá y Margarita Escriú Torradelas). Emigró a Montevideo
en 1842, por invitación de sus tíos, ambos solteros, los comerciantes
José y Ramón Carafí Tórrelas, quienes vivieron primero en Buenos
Aires, pero que figuran asentados ya en Montevideo en el censo de
1823. 5 6 7 8 9 El recién llegado formó parte del Ejército Nacional: el 18
de julio de 1844 (durante la Guerra y el Sitio Grande) fue ascen¬
dido de Ayudante 2 o a Teniente 1 ° de la Compañía de Volteadores.
6 Más tarde fundó en Montevideo un Instituto hidro-aéreo-terápico,
en la calle Cerrito entre Maciel y Pérez Castellano (distante una
cuadra y media del Hospital de Caridad). Dicho centro se asoció
posteriormente al Instituto Dosimétrico de París. 7 8 9 Esa modalidad
4 Goldaracena, R. El libro de los Linajes, Montevideo, 2: 277-286 y Basso Hansen,
Lucía En respuesta a Felicia Elilaria, Montevideo, 1992.
5 Censo de Montevideo del año 1823, Tesis de la Facultad de Humanidades, 2010.
6 Estado Mayor General del Ejército. Sección “Historia y Archivo”. Historia del Ejérci¬
to Nacional, Boletín Histórico, Mayo-agosto, 1952, n° 54-55: 147.
7 Brazeiro Diez, H. Historia de la Hidroterapia en el Uruguay , S.S.U.H.M, 1980; 2: 40.
8 Burggraeve, A. Livre d’or de la Médecine Dosimétrique, Paris, Ed. á l’Institut dosimé-
trique, 1886: figura una adhesión de Ramón Carafí y una carta de Francisco Antoni-
no Vidal.
9 En 1888, el empresario y abogado español Emilio Reus (1848-1891) comenzó la
construcción de un edificio, actualmente sede del Museo de Arte Precolombino e
Indígena, sito en 25 de mayo 279, con la finalidad de albergar un establecimiento
6
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
terapéutica se había puesto muy en boga en Europa durante el si¬
glo XIX. Quienes la practicaban no eran por lo general médicos
sino que actuaban en vinculación con estos profesionales quienes
los proveían de enfermos. En algunos casos los responsables practi¬
caban también la homeopatía, de la que había brotado la medicina
dosimétrica en el siglo XIX. El principal representante de ésta úl¬
tima doctrina fue el belga Adolphe Burggraeve (1806-1901), que
la difundió a través de institutos, conferencias y revistas. Tenía por
principio utilizar los simples en pequeñas dosis repetidas (general¬
mente como gránulos). Entre los montevideanos que adoptaron la
homeopatía -exclusiva o conjuntamente con la alopatía- estaban
Florentino Ortega (graduado de Médico en París en 1876), Víctor
Rappaz (de nacionalidad suiza) y Ramón Valdez García, el único
catedrático de Homeopatía en la Facultad, designado en febrero de
1882, que no ejerció su docencia más que por espacio de algunas
clases a causa de los desórdenes protagonizados por los alumnos, 10
hasta que finalmente la cátedra fue suprimida. 11 Otra figura contro¬
vertida pero de gran notoriedad fue Monseñor Santiago Estrázulas
y Lamas, quien aparte de presbítero, político y masón, practicó la
homeopatía, razón por la que fue acusado de ejercicio ilegal de la
Medicina. Ramón Carafí, sin duda un médico frustrado, publicó
en Buenos Aires un artículo (que más tarde reeditó en Montevideo)
acerca de la absorción cutánea . 12 Dicho trabajo pone en evidencia el
nivel de preparación del autor, que fue un estudioso autodidacta; al
mismo tiempo, su lectura resulta interesante porque versa sobre un
tema de real interés fisiológico y terapéutico.
médico hidro-termo-terápico. Fue proyectado por los arquitectos-ingenieros alema¬
nes Parcus y Siegerist, contando con una gran piscina de aguas calientes, biblioteca,
salón de fumar y restorante, entre otras comodidades. Quedó casi concluido en 1893,
pero nunca llegó a inaugurarse debido a la crisis financiera del 90.
10 Turenne, A. Historia de la Facultad de Medicina de Montevideo. Vida, pasión y
muerte de la cátedra de homeopatía. Arch UrugMed CirEsp, 1946, 28 (1-2): 425-455
y 576-597.
11 Buño, W. La cátedra de Homeopatía de la Facultad de Medicina, Noticias, SMU
1975; 116-117: 4y 118-119: 6.
12 Carafí, Ramón. La absorción cutánea. Rev Med Quir Buenos Aires, 1875; 12: 276-
283.
7
• José Máximo Carafí •
ABSORCION CUTANEA
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itirMf U Wi o i-.s i' • 4e f t nm turki». »»j*k»»i*
En 1892, junto con Joaquín Canabal, redactó un Manual de
Termometría Médica, 13 destinado a la divulgación.
Los hijos del matrimonio Carafí-Zás fueron: Arcadio (casado
con Concepción Areta Platero), José Máximo (soltero), Arturo (sol¬
tero), Ramón (casado con Sara Arredondo Areoso), Consuelo (ca¬
sada con Juan F. Furtado) y Laura (casada con Juan Miguel Castells
Montestruch). Las vinculaciones con otros linajes uruguayos, tanto
por los antepasados Zás como por los descendientes del matrimo¬
nio, fueron numerosas. 14
13 Carafí, R. y Canabal, J. Manual de Termometría médica o guía para las familias en la
asistencia de los enfermos febriles, Montevideo, 1882.
14 La esposa de Gabriel de Zás y González era sobrina de Juana Grandal, esposa de
Antonio Lenguas; Manuela Guiomar Días era hermana de Juana, esposa de Fran¬
cisco Araúcho (1794-1863); Laura Matilde Zás era cuñada de Gustavo Jacobsen (el
sueco cuyo sonado sepelio determinó la secularización de los cementerios durante
el gobierno de Bernardo P. Berro), de Salvador Ramos (uno de los fundadores de la
Asociación Rural), de José Alvarez de Navía y Durán de la Calle (emparentado con
los Tomkinson-Navía, uno de ellos casado con una Lafone Quevedo) y de Marceli¬
na Martínez Durán (de quien descienden los Zás-Penino, Zás-Allende, Zás-Thode,
Larravide-Zás, Zás-Paz, Hughes-Zás, etc.).
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Laura Carafí Zás de Castells
9
Capítulo III
Infancia y juventud
Primera intervención médica del joven Carafí como
PRACTICANTE DURANTE LA REVOLUCIÓN DE LAS LANZAS
P or lo que acabamos de reseñar, es de suponer que las dos
ramas familiares estuvieron relacionadas al gobierno de la
Defensa y al Partido Colorado. 15 Sin embargo, no existen
documentos que permitan asegurar la adhesión de nuestro
biografiado a dicha ideología política, dentro de la cual surgieron
y desaparecieron, en el curso de pocos años, varias tendencias, por
lo que no es fácil seguir los complicados meandros de su evolución
histórica ni la de sus participantes. Los Carafí-Zás formaban parte
del incipiente patriciado uruguayo, ya que si bien el padre era inmi¬
grante catalán, su familia, lo mismo que la de su esposa, integraron
el grupo más notorio de nuestra población, tanto económica como
culturalmente, desde tiempos previos a la independencia.
15 Caso similar fue el de Francisco Bauzá (1849-1899), coetáneo e ideológicamente muy
próximo a José Máximo, nacido durante el Sitio Grande, de familia también colorada
y católica y que, años después, se incorporó al laicado militante de esta confesión.
11
• José Máximo Carafí •
Dice el médico historiador de la Medicina Walter Piaggio
Garzón:
Carafí se educó en un hogar de heredado señorío, vaciado en
el molde antiguo y creció bajo la disciplina austera de sus padres en
un ambiente cristiano. Poco es lo que podríamos aportar sobre sus
años jóvenes a no ser, la preferencia por los estudios bio-filosóficos
y de humanidades . 16
Recibió su formación primaria y secundaria en el Colegio de los
Padres Escolapios, fundado en Montevideo en 1836 por el Presbítero
Pedro Giralt (Cataluña, 1799- Montevideo, 1879), quien había
integrado a esa empresa pedagógica a sus colegas Francisco Mata,
Santiago Llobeteras y Antonio Masramón, todos ellos catalanes.
Este centro de enseñanza alcanzó gran prestigio y en él se educaron
los hijos de las principales familias uruguayas. Giralt tuvo una larga
trayectoria docente e ideológica. Fue profesor de latín y adjunto de
teología en la Universidad Mayor, más tarde se aproximó al positi¬
vismo, participando de la fundación del Club Universitario (1868)
y del Ateneo del Uruguay (1877); finalmente dejó el sacerdocio y se
afilió a la masonería. No perteneció Carafí a ninguna de las insti¬
tuciones que acabamos de mencionar, ni tampoco se involucró -al
menos durante su juventud- en las encendidas discusiones entre
espiritualistas, católicos y positivistas, iniciadas hacia 1870 y que
duraron por espacio de casi dos décadas. 17
José Máximo finalizó el primer año de bachillerado en agosto de
1869. 18 Desconocemos por qué no lo completó en Montevideo, ha¬
ciendo un paréntesis de más de un semestre previo a su viaje. Sintió
una precoz inclinación por la medicina y fue así que 1870, con 17
años, formó parte en calidad de practicante del grupo médico que
respaldaba al Ejército gubernista, en ocasión del levantamiento ar-
16 Piaggio Garzón, W. Nuestra Facultad de Medicina en su primera época. Los ini¬
ciadores. Evocación de la gran figura médica del Profesor Carafí, El Día Med Urug,
1946; 159: 467, 469, 487, 489-492. En: S. Burgués Roca y J. Gil Pérez (eds): Walter
Piaggio Garzón (1889-1954). Pediatra, docente universitario y escritor. Ses. Soc Urug
Hist Med 1989; 11: 1-86.
17 Ardao, Arturo. Esplritualismo y positivismo en el Uruguay, Montevideo, Asoc Est De¬
recho ed, 1950.
18 Ver: Certificado del 6.IX.869, que figura en la ficha de inscripción en la Facultad de
Medicina de París; Capítulo VII y Anexo Documental N° 4.
12
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
mado del General Timoteo Aparicio (1814-1882) contra el gobier¬
no constitucional de su colega el Presidente General Lorenzo Batlle
y Grau (1810-1887), iniciado en marzo de 1870. Esta contienda
duró hasta 1872 (para entonces Carafí hacía más de un año que
estaba en Europa). Es conocida como la Revolución de las Lanzas ,
ya que fue el último enfrentamiento armado al estilo de los que ha¬
bían tenido lugar durante la patria vieja , antes que se introdujeran
los rifles Remington o similares. Si bien no existía una Sanidad del
Ejército, el Cirujano Mayor, Germán Segura Villademoros (1839-
1901), designado como tal el año anterior cuando recién retornaba
de Buenos Aires con el título obtenido en la Facultad de Medicina
de dicha ciudad, sólo hizo espaciadas salidas a campaña como par¬
te de la escolta presidencial, siendo reemplazado en oportunidades
por el doctor Eusebio Gerona. 19 20 En alguna de esas expediciones,
así como en las salas del Hospital de Caridad, asistiría Carafí a los
heridos y ayudaría a los cirujanos cuando efectuaban curaciones,
amputaciones, etc.
19 Eusebio Gerona y Boy actuó luego como Médico de Policía en Salto, sucediendo
a Apollon de Mirbeck y más tarde en Maldonado, departamento en el cual la to¬
ponimia recuerda su nombre: Paso Gerona. Había nacido en Mallorca, estudió en
Barcelona y Madrid, revalidando su título ante el Consejo de Higiene Pública el 22 de
febrero de 1853 (Fernando Mañé Garzón: Apollon de Mirbeck [1808-1891]),
20 El Ejército revolucionario tuvo como Cirujano al Doctor Pedro Capdehourat (1803-
1880).
13
Capítulo IV
Viaje a Barcelona y
CULMINACIÓN DEL BACHILLERATO
E n febrero de 1871, Carafí partió rumbo a la Ciudad Condal
para proseguir sus estudios. Su contemporáneo y amigo,
Joaquín de Salterain (1856-1926) había emprendido viaje
el año anterior con el mismo destino y propósito, pero
pronto debió regresar por motivos de salud. También en 1871, re¬
tornaba al Uruguay Pedro Visca (1840-1912), procedente de París,
donde había obtenido el doctorado en Medicina y Cirugía. 21
Auspiciando ese viaje, los padres de Carafí pretendían ofrecerle
la garantía de una buena formación académica, en premio a su pre¬
cocidad y diligencia, al par que evitarle riesgos -que de hecho ya ha¬
bía corrido-, a consecuencia de la inestable situación socio política
que vivía nuestro país. La misma trayectoria que ahora emprendía
Carafí la había recorrido, medio siglo antes, Teodoro M. Vilardebó
(1803-1857), 22 también hijo de un catalán. Con destino similar
irían posteriormente otros jóvenes retoños de inmigrantes de buena
posición. Podemos conjeturar que el padre de José Máximo con-
21 Mañé Garzón, F. Pedro Visca. Fundador de la Clínica médica en el Uruguay , Montevi¬
deo, 1983.
22 Mañé Garzón, F. Teodoro M. Vilardebó. Primer médico uruguayo. Montevideo, Acad
Nac Med, 1989.
15
• José Máximo Carafí •
servara vinculaciones familiares y de amistad en Barcelona, las que
habrán brindado acogida al joven estudiante.
Luego del derrocamiento de la reina Isabel II (1833-1904) en
1868 se convocaron las Cortes constituyentes , reunidas a partir del
15 de enero del año siguiente. El texto Constitucional por éstas
elaborado es tenido por muchos historiadores como la primera
Constitución democrática del Reino de España que consagraba el su¬
fragio universal, el derecho de reunión, la libertad de imprenta y de
culto, al tiempo que proclamaba la soberanía nacional, indicando
que todos los poderes del Estado surgían de la Nación española, cu¬
ya forma de gobierno sería la monarquía parlamentaria , dando un
gran papel a las Cortes, auténticas representantes del pueblo. Esta
Ley fundamental estuvo en vigencia hasta 1876.
Se iniciaba así el conocido como sexenio liberal , período en que
florecieron, impulsadas por dicha ideología, ciencias y artes, lo que
dio lugar a la fundación de Academias, Escuelas y Facultades de
diferente jerarquía. Amadeo I de Saboya (1845-1890), apodado el
Rey Caballero , ocupó el trono de España en enero 1871 por elección
parlamentaria, del que fue depuesto en febrero 1873. Entretanto, en
1872 estallaba la tercera guerra carlista que se prolongó hasta 1876, a
raíz de la cual ocurrieron enfrentamientos con participación de mi¬
litares, trabajadores, intelectuales y estudiantes, a los que Barcelona
no fue ajena. En febrero de 1873 se instauró la Primera República
Española , que perduró hasta el golpe de Estado del General Manuel
Pavía (1827-1895), perpetrado el 3 de enero de 1874 y que con¬
dujo a la restauración borbónica con el ascenso al trono de Alfonso
XII (1857-1885). La usurpación del poder por la fuerza fue seguida
de una feroz persecución, razón por la cual los más comprometidos
de los republicanos debieron emigrar a América. Fue así que desem¬
barcaron en Uruguay algunos de notoria jerarquía intelectual, co¬
mo fue el caso del médico catalán Dr. Francisco Suñer y Capdevila
(1842-1916), que en 1876 sería el primer Decano y Profesor de
Fisiología de la Facultad de Medicina de Montevideo. 23
23 También arribaron al Uruguay en esas condiciones, el bisabuelo de R.P.F., don Juan
Pou y Cardoner, Licenciado en Letras en Gerona y su hermano José, Licenciado en
16
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Esta circunstancia harto difícil que se vivía en España pudo
haber sido una de las razones para que Carafí decidiera proseguir
sus estudios en Montpellier, sin perjuicio que también lo atrajera el
gran prestigio de las instituciones de enseñanza médica francesas.
El Instituto de Segunda Enseñanza de Barcelona donde Carafí
cursó el fin de su Bachillerato (conocido como Instituto Jaime
Balmes ) fue fundado en 1845 bajo la égida de la Iglesia Católica.
Como sucedió en casi todas las provincias españolas, los primeros
de tales colegios fueron naciendo, en el período entre 1836 y 1857,
sobre la base de escuelas o seminarios preexistentes, mucho más an¬
tiguos. En ese último año se promulgó la llamada Ley Moyano , que
sentó las bases administrativas de dichos centros de educación.
Para tener una idea de la importancia del Instituto Balmes, con¬
signamos que el número de sus alumnos superaba los 350 y que
prestigiosos intelectuales integraban su elenco profesoral.
Como se aprecia en el texto que inmediatamente comentaremos,
el Bachillerato constaba de dos años, de los que Carafí cursó sólo el
último. De acuerdo al programa vigente, no había diferencia según
la orientación del estudiante en caso de ingresar a la Universidad.
Incluía tanto humanidades (latinidad, poética y retórica, psicología,
lógica y ética, historia universal y española, idioma francés) como
ciencias (matemáticas, ciencias naturales, geografía, fisiología e hi¬
giene), con un franco predominio de las primeras. No se enseñaba
religión, a consecuencia del liberalismo imperante en esa época, que
fue ganando la mentalidad de la élite intelectual española.
Vayamos a la versión del periódico barcelonés La Imprenta, del
3 de octubre de 1871:
El domingo último [primero de octubre] tuvo lugar el acto
de inaugurar solemnemente la apertura del curso escolar de 1871
a 1872 [en el Instituto de Segunda Enseñanza]. Para esta cere¬
monia se había habilitado una de las salas del local que ocupa el
Instituto. [En] la testera se hallaban, además del señor Director,
los Catedráticos del Instituto, el M. I. señor presidente de esta aca-
Medicina y Cirugía en la Facultad de Barcelona; ambos se radicaron en Colonia del
Sacramento.
17
• José Máximo Carafí •
demia Marcelino Rodríguez-Arango [1817-1902, magistrado
progresista], el diputado Ensebio Jover [y Marquet, 1839-1919]
y el alcalde como representante del Ayuntamiento. El nuevo direc¬
tor, dando una prueba de la deferencia que le merece la prensa,
además de haber dirigido una atenta invitación a los periódicos de
Barcelona, tuvo la galantería de señalar puestos distinguidos a los
representantes de los diarios de esta capital que asistieron a la cere¬
monia. El señor don José Ortega y Espinos [1815-1876, latinista
y escritor, fue director del Instituto en el período 1871-1875;
no tenía relación de parentesco con el filósofo José Ortega y
Gasset] se ocupó en su discurso de la historia de los Institutos de
Segunda Enseñanza 24 , examinando los diversos criterios que han
primado en las regiones oficiales para dirigir la misma, y después
de leer una serie de datos estadísticos de interés para la enseñanza,
concluyó dando sanos y provechosos consejos a los escolares. Al ter¬
minar, una salva de aplausos premió el trabajo del señor Ortega.
A continuación, da cuenta de la entrega de premios:
Pasóse luego a la distribución de diplomas a los alumnos que
ganaron las oposiciones el año anterior, siendo los siguientes: don
Francisco Senat e Izquierdo y Gustavo Puigy Girau en el primer
curso de latinidad. En este premio obtuvo accésit don Guillermo
Lleó y Moy [luego, Oficial de Ingenieros]. En el segundo curso de
latinidad, don Felipe Fort y don Joaquín Marsillach y Lleonart
[1853-1885, futuro crítico musical, profundo conocedor de la
obra de Richard Wagner]; accésit: don Agustín Foniolsy Anglada.
En retórica y poética, don José Carafí y Zas, don Juan Freixas
y Abreu, don José Martí y Coll y don Enrique Puigy Villasau;
en geografía, don Amadeo Aguirre y Hernández, el ya citado don
José Carafí y Zas, don Luis Martorell, don Juan López y Martí
y don Guillermo Lleó y Moy; en historia universal, don Joaquín
Marsillach y Lleonart, don Antonio Martínez y González y don
Agustín Cantó y Más; en historia de España, don Agustín Cantó y
Más, don José Senat e Izquierdo, VicenteVizay Martí, don Antonio
Piñoly Perramón, don José Llorens y Rius; en psicología, lógica y
ética, don José Carafí y Zas; en matemáticas (primer curso) don
Eduardo Agustíy Saladrigas, habiendo obtenido accésit don José
24 Ortega y Espinos, José Discurso inaugural leído el día I o de octubre de 1871 en el Ins¬
tituto Provincial de Segunda Enseñanza de Barcelona en el Acto Solemne de la apertura
del curso académico de 1871-1872, Barcelona, Imp. Tomás Gorchs, 1871. Las negritas
son nuestras.
18
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Domenech; en matemáticas (segundo curso), don Baltasar Pons y
Pía y accésit don Manuel Sastre y Abricio; en historia natural, don
José Ors y Rosal [futuro abogado, padre del escritor Eugenio
d’Ors], don Felipe Margarity Coll [1855-1938, en años poste¬
riores Licenciado en Medicina y Cirugía en Barcelona, con des¬
tacada actuación como cirujano pediátrico] y don José Carafíy
Zás; en Jisiologia e higiene, el nombrado don José Carafíy Zds;
en francés, don Juan Homsy Homs, y el premio extraordinario de
la sección de letras, don Antonio Navarro y Contreras, no habién¬
dose adjudicado el correspondiente a ciencias. El alumno don José
Carafíy Zás obtuvo cinco distintos premios; al recoger el último
fue saludado con una salva de aplausos. Luego después se repartió
entre los asistentes la memoria que se había acabado de leerF
Carafí culminó así el Bachillerato a comienzos de octubre de
1871 con notable desempeño, quedando en condiciones reglamen¬
tarias de ingresar a la Facultad de Medicina. Lo propio sucedió con
algunos condiscípulos que llegarían a ser figuras prominentes de la
vida cultural catalana. Véase que entre ellos no figura Joaquín de
Salterain, a la sazón en Barcelona, porque seguía sus estudios en los
Escolapios.
25 La Imprenta, 1871, Año I, N° 36, martes 3 de octubre de 1871: 809-811. Los nom¬
bres en negrita son nuestros.
19
Capítulo V
Estudios de Medicina en la
Facultad de Barcelona
A comienzos de 1872, José Máximo inició su carrera en la
Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona.
Dos datos interesantes a consignar al respecto: en ese
año también debuta en los estudios médicos la primera
mujer que pisó las aulas universitarias en España, Elena Maseras
(1852-1900), licenciada en 1882 y que se dedicó a la enseñan¬
za. También hacía lo propio en la Facultad de Letras, Marcelino
Menéndez y Pelayo (1856-1912), que permanecería en Barcelona
por espacio de dos años, a los que más tarde evocó como “ los más
provechosos de su carrera universitaria”. Otro hecho a tener presente
es que en 1877 -luego de permanecer cierto tiempo en Buenos
Aires- ingresó a aquella Facultad el uruguayo Isabelino Bosch (1854-
1924?), que obtuvo más tarde el doctorado en Madrid, revalidán¬
dolo en Montevideo en abril de 1883, donde tuvo notoria actua¬
ción como médico militar, miembro del Consejo de Higiene Pública
y primer profesor de Clínica obstétrica de nuestra Facultad. 26 En
1878 también ingresaba en la misma Casa de Estudios, Francisco
26 Previamente a su inscripción en Barcelona, se suscitó un incidente a raíz del no re¬
conocimiento de los documentos presentados referentes a los estudios secundarios
realizados por Bosch en Montevideo, lo que motivó intercambio de notas entre los
Ministerios de Relaciones Exteriores de los dos países.
21
• José Máximo Carafí •
Soca (1856?-1922), quien luego terminó la carrera en Montevideo
(1883), para cursarla otra vez íntegramente en París (1884-1888).
Este último sería, con el paso de los años, profesor de Clínica de
Niños, catedrático de Clínica Médica, Rector de la Universidad y
político.
En 1872 la Universidad de la Ciudad Condal se trasladó a
su nuevo edificio, especialmente construido al efecto, que el año
anterior había albergado la Exposición Catalana. Los cursos de la
Facultad de Medicina se desarrollaban en el antiquísimo Hospital
de la Santa Cruz y San Pablo.
Ejercía entonces el Rectorado el Presbítero D. Antonio Bergés
y el Vice-Rectorado, el médico D. Francisco de Paula Folch. El
Decanato de Medicina era ocupado por el farmacéutico D. Antonio
Sánchez Comendador y Pagnucci, actuando D. Fructuoso Plans
como Secretario. El elenco profesoral estaba integrado por un des¬
tacado grupo de profesionales, casi todos pertenecientes a la genera¬
ción nacida y formada en la primera mitad del siglo XIX. 27
El número de estudiantes de Medicina durante los años que
nos ocupan eran los que se indican a continuación:
1870- 1871: 1039
1871- 1872: 1243
1872- 1873: 1284 28
Como puede apreciarse, la Universidad de Barcelona era una
institución de gran importancia, en la que los aspirantes a médicos
prevalecían netamente sobre los de otras carreras. Sin embargo, allí
sólo se concedía el título de Licenciado en Medicina y Cirugía;
el Doctorado únicamente podía obtenerse en Madrid luego de se¬
guir ciertos cursos, rendir los exámenes respectivos y defender una
Tesis.
27 Ver Anexo Documental N° 2.
28 Siguán, Miguel. Textos y Documentos. La Universidad de Barcelona, Barcelona, 1872
22
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
En Anatomía (primer curso) Carafí fue alumno de José
de Letamendi y Manjarrés (Barcelona, 1828- Madrid, 1898),
quien, luego de desempeñarse como catedrático de esa materia
en Barcelona durante veintiún años (desde 1857 a 1878), pasó a
serlo de Patología Médica en Madrid, donde llegó a Decano. Nos
explayarermos sobre la personalidad de Letamendi, tan rica como
controvertida. Habiendo estudiado filosofía con Francisco Javier
Llorens i Barba (1820-1872), Letamendi se hizo médico y cirujano
con destacada práctica y decidida y valiente participación en opor¬
tunidad de epidemias. En 1866 pronunció la oración inaugural del
Instituto Médico (especie de centro libre de estudios médicos), fun¬
dado por su amigo, el positivista e iniciador de la psiquiatría espa¬
ñola, José Giné y Partagás (1836-1903); en esa oportunidad sentó
una concepción antropológica propia, el dualismo real. A partir de
entonces, se fue planteando un antagonismo entre tal ideología y
el evolucionismo defendido por el Decano matritense Pedro Mata
(1811-1877). Fallecido éste, Letamendi se presentó al concurso de
Patología Médica en la Capital del Reino, para lo cual publicó un
Plan de reforma de la Patología general y su Clínica. Tuvo entonces
profundas diferencias filosóficas con varios colegas, a causa de su
23
• José Máximo Carafí •
conservadurismo. 29 Aparte “de cirujano y, como vimos, filósofo, fue
organizador de la enseñanza y artista: en literatura cultivó el género
de los que le hacían sentir y pensar; en música, Wagner y Motzart le
cautivaban; en medicina, Hipócrates y él. ” 30 En su Canon perpetuo de
la práctica médica, para uso de estudiantes y aún de médicos jóvenes,
agregó un apéndice con 830 aforismos cuya originalidad y vera¬
cidad son para tener muy en cuenta aún hoy en día. No escapó a
su gran ingenio la redacción de los Elementos de lexicología griega,
con aplicaciones al vocabulario técnico médico (1881). También
fue Senador del Reino, situación desde la que produjo numerosos
proyectos vinculados con la medicina legal, aspectos sociales de su
profesión, etc. Cabe agregar su producción como compositor mu¬
sical, autor de doce obras, incluyendo una Misa de Réquiem, de
1887. “ También se hizo admirar como pintor [con prodigiosa faci¬
lidad dibujaba los órganos y representaba los diversos tejidos utili¬
zando lápices de distintos colores], pero no paraban aquí sus aptitu¬
des pictóricas, sino que ejecutó también cuadros al óleo sobre asuntos
de Anatomía, que figuraron dignamente en la Exposición Universal
de París de 1867, siendo elogiados por cirujanos tan eminentes como
los Dres. Nélaton y Tardieu [... ] Estos excelentes cuadros figuran hoy
en el Museo Anatómico de la Universidad de Barcelona [...] Pintó,
además, un gran lienzo de 24 metros cuadrados, explicativo de sus con¬
ferencias acerca del Origen de la escritura [...] que cedió luego a los PP.
Agustinos del EscorialC 31
Importa señalar también que Carafí fue alumno del catedrá¬
tico de Anatomía II, Carlos de Silóniz Ortiz (Cádiz, 1818-Barce-
lona, 1898), gravitante figura de la Medicina española. Luego de
graduarse en su ciudad natal, hizo varias pasantías en París entre
1840 y 1843, fecha ésta última en que se trasladó definitivamente
a Barcelona. Precozmente, en 1857, publicó un libro titulado Del
Microscopio en su Aplicación Diagnóstica, por lo que puede ser con¬
siderado como el precursor en su país de la teoría celular, que re-
29 Cardoner Planas, A. Algo más acerca de Letamendi. An Med Cir, 1969; 49 (215):
381-387.
30 Serra y Bennasar, G. bosquejo Biográfico. En: José de Letamendi: Prolegómenos , Ma¬
drid, 1897: 12.
31 Ibídem: 52-53.
24
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
cién surgiría con la publicación de la Cellularpathologie de Rudolph
Virchow (1821-1902), cuya primera edición alemana apareció en
1858. Entre 1857 y 1862, Silóniz visitó varias veces los centros mé¬
dicos de París y Londres. De especial significación es su Tratado de
Anatomía , que recoge las lecciones correspondientes a los cursos de
1868-1869 y 1869-1870, al que incorpora la embriología y la ana¬
tomía comparada. 32 Es probable que este libro haya servido como
texto de estudio a nuestro biografiado, aunque también recurriría
al de Philibert-Constant Sappey (1810-1896), 33 que nos consta que
empleaba como guía para el dictado de sus cursos en Montevideo.
Es posible que Silóniz despertara en Carafí la admiración por la
Medicina francesa y lo alentara en su proyecto de proseguir los es¬
tudios al norte de los Pirineos. No cabe duda que recibió de él una
buena formación anatómica, con un cariz embriológico, histológi¬
co y fisiológico. Este último encare ha sido recordado por algunos
de quienes fueron alumnos de Carafí como uno de los rasgos de su
enseñanza, de la cual no han quedado apuntes ni publicaciones.
32 Silóniz Ortíz, C. Primer Curso de Anatomía Descriptiva y General o Tratado de Anato¬
mía. Esquelotología, Miología, Esplacnología, Barcelona, Imp. del Diario de Barcelona.
Lecciones dadas en el año escolar 1868-1869, Barcelona, Imp del Diario de Barcelona,
1870 y Segundo curso de Anatomía Descriptiva y General. Angiología, estesiología. Em¬
briología, Anatomía General. Lecciones dadas en el año escolar de 1869 a 1870, Barce¬
lona, Imp. del Diario de Barcelona, 1874 (2 a Ed.).
33 35 Sappey, Philibert-Constant: Traité d’anatomie descriptive. Paris, A. Delahaye éd,
1867-1873, 4 vols.
25
Capítulo VI
Continuación de los estudios
MÉDICOS EN MoNTPELLIER
Ayudante de Anatomía y de
Medicina operatoria
E n noviembre de 1873, Carafí se matriculó en la Facultad
de Medicina de Montpellier, con los documentos de revá¬
lida autorizados por el consulado en Marsella. Rindió el
primer examen en dicha Facultad el 13 de noviembre de
1873 y el último, antes de trasladarse a París, el 28 de julio de 1874.
Permaneció en Montpellier por espacio de dos semestres.
Dichos datos constan en el expediente académico de esa
ciudad: 34
Noms des Eleves, lieu de leur naissance et domicile de leurs
parents: Carafí, Joseph Máxime, né a Montevideo, Uruguay,
le 13 avril 1853, S/pére: Directeur d’un Etablis.H Titre d’ad-
mission: Certification d’origine . detix Diplomes frangais
délivrés a Marseille le 6-9-1873.// Renseignement sur les ins-
criptions: Huit inscriptions alloués par decisión Mar[ sei] lie
du 13 novembre 1873prises le2\ [ilegible] ...9: nov[cm}bre
34 Ver Anexo Documental N° 3.
27
• José Máximo Carafí •
1873, 10: janvier 1874, 11: avril 1874, 12: juillet 1874.
Délivré un certificat le 16-8-1874/ Examens de fin d’année:
1, 2: dispenses par décision Mlle. du 13 juillet 1873. 3:28
Juillet 1874. Bien Satisfais[ant /. 35
Se desempeñó, como lo consigna en la lista de títulos que apa¬
recen al pie de su nombre en la tesis de París, primero como Eléve de
l’Ecole Pratique de Dissection y luego, en 1874 y por concurso, como
Eléve de Médecine opératoire, etapa inicial -como en nuestro medio-
de la carrera docente. 36 Si bien las cátedras tenían diferentes profe¬
sores, tanto anatomía normal (descriptiva y topográfica), anatomía
patológica, medicina operatoria e histología se enseñaban todas en
el ámbito de la Eco le Pratique. La penúltima de las ellas fue una dis¬
ciplina con larga tradición en Francia, de cuyos Colléges de chirurgie
surgieron los primeros y notables cirujanos, casi todos con notoria
actuación en el campo de batalla. Con las reformas introducidas lue¬
go de la Revolución, Medicina y Cirugía quedaron definitivamente
fusionadas, hecho de singular importancia en su evolución futura.
Carafí se inició, en consecuencia, en la materia que sería la suya
en Montevideo, según la modalidad de la docencia junto al cadáver,
en cierto modo paralela a la enseñanza al pie de la cama del enfermo.
La cátedra de Anatomía estaba a cargo del cirujano Justin
Benoit (1813-1893) a partir de 1850. La de Medicina operato¬
ria fue profesada, con posterioridad a 1869, por Etienne-Frédéric
Buisson (1813-1884), quien alcanzó el Decanato de la Facultad en
1878, jerarquía en la que desarrolló una memorable gestión.
El período comprendido entre 1800 y 1927 -que incluye la
corta actuación montpelleriana de Carafí- ha sido catalogado de
glorioso por los historiadores de la Anatomía en dicha Facultad. La
enseñanza de la misma se remontaba a 1340 con Guy de Chauliac
(1300-1368); tenía, por consiguiente, una tradición varias veces se¬
cular. La creación de la Cátedra de Anatomía y del Conservatorio de
Anatomía en 1794 coincidió con el establecimiento del Prosectorado
35 Université Montpellier 1- Archives de l’UFR de Médecine de Montpellier. Répertoire
des inscripts, 1869-1884. Lo destacado en negrita está manuscrito en el certificado.
36 El disector existió en Montevideo desde el inicio de la cátedra de Anatomía (1876),
quizás por el influjo montpelleriano ejercido por Jurkowski.
28
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
(1794-1902), a lo que en 1811 se sumó la inauguración de la Eco le
Pratique d’Anatomie et de Chirurgie. En un proceso casi simultáneo
con el que tuvo lugar en París, ese año se iniciaron los Ayudantes
de Anatomía, cuya función recién fue reglamentada en 1854. La
Anatomía se independizó de la Cirugía en 1824. 37 Las condiciones
edilicias en que se realizaban los estudios prácticos fueron preca¬
rias hasta 1868. Las disecciones tenían lugar en la sacristía de la
Catedral, que comunicaba con la galería del claustro vecino, utiliza¬
da por los estudiantes para realizar los ejercicios cadavéricos. A par¬
tir de esa fecha, el departamento de Ciencias Morfológicas se amplió
hacia terrenos vecinos, lo que permitió incrementar de 30 a 150 el
número de alumnos. La decisiva intervención de la Municipalidad
hizo posible, durante el año escolar 1871-1872, edificar un nuevo
pabellón anatómico “ con 12 mesas, unas de mármol, otras de cedro re¬
cubiertas de cobre', acondicionadas de modo que los “fluidosfueran
eliminados por cañerías de plomo ” y con un espacio de separación
entre ellas suficiente como para que los alumnos trabajaran con co¬
modidad. Durante dicho período, no sólo actuaron e investigaron
allí anatomistas puros sino también cirujanos como Joseph-Casimir
Grynfelt (1840-1913), Pierre-Michel Jacquemet (1824-1897),
Paul-Dieudonné-Armand Sabatier (1834-1910) y Amédée Courty.
Hemos localizado a Carafí en Montpellier en abril de 1874
cumpliendo funciones de alumno de la Clínica de Amédée Courty
(1819-1886), famoso cirujano y protoginecólogo, autor de un tra¬
tado sobre enfermedades del útero y sus anexos 38 y precursor en
Lrancia en el empleo del método antiséptico, al igual que de la
laparotomía ( ovariotomía ), ambas técnicas aprendidas como con¬
secuencia de su precoz y prolongada vinculación con los cirujanos
ingleses. Dice Félix-Anatole Le Double (1843-1913) 39 en su Tesis
37 Bonnel, Fran^ois. L’Anatomie a Montpellier: un enseignement prestigieux. De la dis-
section a l’anatomie virtuelle. www.tomolis.com/anatomie/anatomiedissection.php
(Consultado el 23.1.2013).
38 Courty, A. Traitépratique des maladies de l’utérus et de ses annexes contenant un appen-
dice sur les maladies du vagin et de la vulve, París, P. Asselin éd, 1866.
39 Fue externo (1871) e interno (1873) en Tours, doctorándose en París con esta Tesis
en 1876. Ese mismo año se trasladó como cirujano al hospital de Tours, donde actuó
hasta 1885, en que, nombrado profesor de Anatomía, se dedicó a la enseñanza e
investigación en esta materia. Es autor de una biografía de Rabelais (1899). También
29
• José Máximo Carafí •
parisina de 1876, refiriéndose al procedimiento de Courty para el
cierre quirúrgico o kleisis (del griego kLsigsk;, cerrado) de los geni¬
tales externos femeninos en casos de fístulas urinarias:
Debemos el conocimiento de este procedimiento a una obser¬
vación que M. Carafí, antiguo alumno del Sr. Courty, hoy externo
en nuestro servicio [se refiere al de París, en donde Le Double
actuaba como Interno al momento de preparar su tesis de doc¬
torado] , ha tenido la amabilidad de comunicarnos y que reprodu¬
cimos textualmente. 40
La publicación está fechada como dijimos en 1876, mientras
la observación del “Caso III de oclusión de la vagina, tomado en el
Servicio del profesor Courty, por M. Carafí, alumno del servicio” es de
1874. Se refiere a una mujer ingresada en el Hótel-Dieu Saint-Eloy
de Montpellier, 41 Sala Sainte Marie, cama 5, en abril de ese año,
que fue operada el 20 del mismo mes y dada de alta, completamente
curada, hacia fines de mayo. 42
Unas pocas palabras acerca de la vinculación de la Facultad de
Montpellier con los profesionales de Montevideo. Que sepamos,
sólo dos médicos -de los tantos que ejercieron en esta capital- pasa¬
ron por aquélla. El primero fue Adolphe-Louis Brunel (1810-1871)
quien luego de cursar estudios en la Escuela de Medicina Naval de
Brest, presentó su tesis de doctorado en Montpellier en 1838. El
otro fue Julio Jurkowski (1834-1913), refugiado polaco que ac¬
tuó como primer profesor de Anatomía de nuestra Facultad entre
1876 y 1884 (antecesor directo de Carafí en la cátedra), segundo
Decano de la Facultad en 1877 y Vice-Rector de la Universidad
se lo considera como uno de los fundadores de los estudios sistemáticos en materia de
paleopatología.
40 Le Double, Anatole Du Kleisis génital etprincipalement de l’occlusion vaginale et vulvaire
dans les fistoles uro-génitales, Paris, A. Delahaye et comp., Libraires-éditeurs, 1876 : 80-
81. La Observation de Carafí la transcribimos íntegramente en el Capítulo IX.
41 En dicho hospital, denominado Saint-Eloy luego de la Révolution, actuaron celebri¬
dades tales como Raymond Vieussens (1635-1715) y Fran^ois Lapeyronie (1678-
1747). Ubicado en la rué de la Blanquerie, luego rué de l’Université, fue abandonado
en 1890.
42 Bien podríamos considerar a ésta como la primera contribución directa de Carafí a la
bibliografía médica francesa.
30
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
durante 1881. Según Walter Piaggio Garzón, Jurkowski “había sido
preparador del Prof. Jean Charles Roget, 43 catedrático de Histología de
Montpellier, y por motivos políticos se había visto obligado a salir de
Francia. ” 44
En un trabajo muy bien documentado titulado Las tesis mé¬
dicas montpellerianas impresas en los siglos XVII, XVIII y XIX, refe¬
rido específicamente a las elaboradas por estudiantes americanos,
publicado por el prestigioso médico historiador contemporáneo
Louis Dulieu, queda demostrado que ningún uruguayo recibió allí
su título en ese largo período; en cambio sí lo hicieron 3 argenti¬
nos, 1 boliviano, 27 brasileños (la mayoría provenía de Lisboa), 12
procedentes de la Guayana francesa, 5 de la holandesa, 1 peruano
y 3 venezolanos. 45
43 Charles-Maríe-Benjamin Roget (1824-1904), profesor de Fisiología en Montpellier a
partir de 1860, hizo sus principales aportes en la fisiología microscópica de la contrac¬
tilidad de los capilares, las terminaciones nerviosas y el ojo. A partir de 1878, luego de
la muerte de Claude Bernard, se creó una segunda cátedra de Fisiología en el Musée
d’Histoire Naturelle de París, que Roget ocupó hasta 1893.
44 Piaggio Garzón, W. op cit, 1946.
45 Dulieu, Louis. Aper^u sur les relations entre FAmérique et l’Ecole de Médecine de
Montpellier : Les théses médicales montpelléraines imprimées aux XVIIéme, XVIIIéme
et XlXéme siécles. Rev Hist Scien, 1976 ; 29 (3) : 223-242.
31
Capítulo VII
Establecimiento de Carafí
en París
Externo e Interno Provisorio
de los Hospitales
A mediados de 1874 Carafí se trasladó a la meca , como
llamaban entonces a la Facultad de Medicina de París
los estudiantes y profesionales del mundo entero que a
ella acudían. La Tercera República ya llevaba un lustro de
existencia y el país se recuperaba de la crisis socio-política y econó¬
mica ocasionada por la derrota sufrida frente a Prusia en Sedan.
Cursaban allí sus estudios dos orientales más que trabaron rela¬
ción con Carafí: Florentino Ortega, que presentó su tesis en 1876 q6
y Juan L. Héguy, que hizo lo propio en 1880. 47 Otros dos arribaron
a París en este año: Eugenio Piaggio 48 y Enrique Figari. 49
46 Ortega, Florentin De l’influence qu’exercent la grossesse, racconchement et l’allaitement
sur la phthisie pulmonaire et réciproquement, París, Derenne éd, 1876. Ver también:
Pou Ferrari, R. Tesis de París de Florentino Ortega, 1876. Ses Soc Urug Hist Med, V,
XXIX: 204-209.
47 ELéguy, Jean L. Etude sur le lichen planus. París, A. Parent imp, 1880.
48 Piaggio, Eugéne. Sur une nouvelle théorie du phénoméne respiratoire de Cheyne-Stokes ,
París, Davy éd, 1884.
49 Figari, Henry. Qaelques considérations sur l’hématocéle rétro-utérin, París, Davy éd,
1884.
33
• José Máximo Carafí •
Para tener una idea de la jerarquía de la Facultad parisina:
Entre 1872y 1889, se confirieron 5.971 diplomas, reparti¬
dos de la siguiente forma: Doctor: 4.589; Ojficier de Santé: 109;
Parteras de primera clase: 1.216y de segunda clase: 58. Para el
primer título se requerían 9 pruebas, para el segundo, 5, para el
tercero y el cuarto, 1 prueba, siendo el total de exámenes tomados
en el período antedicho de 43.1157°
La ley del 19 ventóse del año XI (10 de marzo de 1803) instauró
las Escuelas de Medicina. Tenían dos niveles: los Docteurs , egresados
de aquellas que en 1808 se convertirían en Facultades y cuyo título
confería el derecho a ejercer la medicina y la cirugía en todo el te¬
rritorio metropolitano y las colonias y los Ojficiers de Santé , quienes
practicaban una medicina restringida, luego de estudios más breves.
El primero se obtenía con cuatro años de estudios, cinco exámenes
y una tesis en francés o latín. Para lograr el segundo, los aspirantes
tenían las siguientes opciones: tres años de cursos en una Escuela
(luego Facultad) de Medicina, cinco en un hospital civil o militar o
seis junto a un Doctor en calidad de aprendices; luego debían apro¬
bar un examen ante un jurado departamental, lo que los habilitaba
al ejercicio de sus tareas en el territorio de la misma jurisdicción en
la que habían finalizado sus estudios.
Recién por un decreto de 1878 se instituyó un año de estudios
preparatorios para los aspirantes a la carrera médica, consagrado a
trabajos prácticos de física, química y ciencias naturales.
Como requisito para ingresar a cualquiera de las Facultades de
Medicina, era necesario: pagar los derechos (admisión, exámenes,
tesis y para uso de la Biblioteca), presentar la partida de nacimien¬
to, un certificado de haber finalizado exitosamente el bachillerato y
una carta del padre o apoderado (dando cuenta de las condiciones
morales del aspirante). 51 Cumplidos estos trámites, se otorgaba una
tarjeta o laissez-passer.
50 Gréart.O. L’enseignementsupérieura París en 1881. https://docs.google.com/viewer?a=v
&q=cache:HfFMRZ3SQeUJ:www.asmp.fr/travaux/communications/1882%2520_
Greard_EnseignSup.pdf, (Consulta: 18 de setiembre de 2012).
51 En el caso de Carafí, tanto en Montpellier como en París, fue firmado por Mr. La-
fourcade, que vivía en la rué Bezunce, no lejos de la Gare Saint-Lazare; ¿se trataría de
34
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
En tiempos de Carafí, se dictaban unas 110 horas semanales
de clase. 52 La mayoría eran cursos magistrales-, unos permanentes (en
las clínicas hospitalarias), de duración anual y otros semestrales -de
invierno y de verano- que comprendían el resto de las materias. A
los anteriores, se agregaban los dictados privadamente (< enseñanza
libre ) que versaban sobre asignaturas especiales. Eran muy concu¬
rridos por estudiantes y médicos extranjeros. Algunos se desarrolla¬
ban en dependencias de la Facultad, otros en edificios particulares.
Todos eran pagos y con cupo limitado de asistentes. Con el adve¬
nimiento de la Tercera República en 1871, este tipo de docencia
libre se fue extinguiendo, ya que el ánimo de las nuevas autoridades
era dar iguales posibilidades a todos. Dicho ideal no se cumpliría
ni aún así, puesto que persistieron las viejas familias médicas -por
sangre o política- así como las recomendaciones para los concursos
-de Interno en adelante- y los grupos afines por ideologías políticas,
filosóficas o confesionales.
La asistencia a las clínicas suponía seguir la visita del profesor
a las salas. Terminada la misma, todos se trasladaban al anfiteatro
anexo, en el que el patrón se explayaba sobre algunos de los casos más
interesantes. Los maestros de la escuela médica francesa enseñaron
la importancia del seguimiento de los internados con la finalidad
de comprobar los caracteres específicos que la entidad morbosa pre¬
sentaba en cada caso, la adecuación de la terapéutica a la situación
individual y -más que nada- los hallazgos de la necropsia si ocurría
-como era frecuente- el deceso, luego de una internación por lo
general prolongada. También formaban parte del entrenamiento:
el aprendizaje de las técnicas de vendaje, el empleo de aparatos y
la observación de operaciones. Muy importante, dado el abarrota¬
miento que había en los hospitales durante las mañanas, era poder
asistir a la contra-visita o visita vespertina , a cargo del titular, alguno
de sus ayudantes o de los internos y que era la oportunidad para
que los alumnos pudieran hacer sus observaciones en forma directa
y personal.
una “pensión ’?
52 Gréart, O. op.cit.
35
• José Máximo Carafí •
El trato con los profesores no era nada fluido. Estos adoptaban
aire solemne, usaban toga y sombrero para dictar las clases y tomar
exámenes; sólo sus directos colaboradores podían acercarse a ellos.
Existió una costumbre que se mantuvo hasta la segunda mitad del
siglo XX y de la que los autores fueron testigos presenciales durante
sus estudios en la capital francesa, que consistía en avisar diaria¬
mente la llegada del patrón por el toque de una campana, de forma
que los miembros del equipo tuvieran tiempo de colocarse en fila,
mientras aquél les daba la mano al pasar, uno por uno.
El gran problema de la enseñanza de la medicina en París era
el elevado número de estudiantes (cerca de tres mil en total), que
se agolpaban en las clínicas de más renombre o en las que esta¬
ban situadas en la proximidad de la Facultad, como era el caso del
Hópital des Cliniques (ubicado frente al edificio principal), la Pitié
(a pocas manzanas de éste) o el Hótel-Dieu (a media hora de camino
a pie). De ahí que fuera necesario intaurar (a partir de 1802) los
concursos de Externos e Internos. Cada año ingresaban unos 100 de
los primeros y de 35 a 40 de los últimos. Aquellos duraban un año
en el cargo, estos permancían dos. Había un total de 200 Externos
y 120 Internos , repartidos entre los 15 hospitales parisinos. En con¬
secuencia, sólo 1 de cada 4 estudiantes alcanzaba esas posiciones,
mientras los restantes egresaban con limitadas aptitudes prácticas.
Como complemento del externado , también estaban los ¿leves bé-
névoles y los stagiaires, todos honorarios y que permanecían en sus
cargos durante un año. El salario de los Internos era de 500 francos
anuales, además de la ventaja que significaba alimentarse y alojarse
en el hospital.
Los Externos realizaban vendajes, curaciones e intervenciones
quirúrgicas menores, además de poner al día las historias clínicas.
Los Internos ingresaban a los pacientes, controlaban su evolución
y vigilaban la correcta administración de la terapéutica. También
ayudaban al profesor en las intervenciones y llevaban a cabo las au¬
topsias. Por la noche, estando de guardia, asistían las emergencias,
sustituyendo al médico o al cirujano, incluso si se trataba de practi¬
car operaciones quirúrgicas.
36
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Algunos historiadores han destacado dos caracteres de la ense¬
ñanza médica francesa en el siglo XIX que parece del caso enfatizar:
la escasa importancia que se otorgaba al tratamiento en relación al
despliegue de la semiología con fines diagnósticos . 53
En Francia -en comparación con Inglaterra, por ejemplo- se
puso énfasis en la base base científica del aprendizaje clínico, en
especial la fisiopatología experimental, cuyos cursos en el College
de France eran muy concurridos. A eso se agregó la instalación de
laboratorios anexos a casi todos los Servicios clínicos, los que inclu¬
yeron la realización de técnicas micrográficas y bacteriológicas. Esta
estrecha asociación de la clínica y el laboratorio (clínico y experi¬
mental) fue lo que caracterizó e hizo famosa a la escuela alemana,
que paradolamente los teutones habían traído de Francia. 54
Otro hecho a destacar, ocurrido en la primera mitad del siglo
XIX, fue la fundación de Sociedades de émulation , compuestas al
comienzo por estudiantes, luego por doctores y finalmente tam¬
bién por profesores, a medida que los primeros iban progresando
en sus carreras. La más antigua de ellas fue la Société Anatomique
de París, fundada en 1803 (a la que perteneció Carafí en carácter
de Membre correspondant desde 1882) 55 . Estas corporaciones tenían
sus respectivas publicaciones. Más tarde se agregaron gran cantidad
de revistas médicas y libros, lo que constituyó un verdadero boom
en la edición de obras médicas, entre las que figuraban Manuales,
Tratados, Enciclopedias, Diccionarios, etc., alcanzando gran difusión,
tanto en Francia como en el extranjero.
De acuerdo a lo demostrado por el historiador de la Medicina
Erwin H. Ackernecht, 56 con posterioridad a 1848, la famosa Escuela
anatomoclínica de París entró en decadencia. No así la cirugía, que
en años posteriores a 1870 recibió el espaldarazo de la antisepsia y la
53 Weisz, G. Divide and conquer. A comparative history of medical specialization. New
York, Oxford University Press, 2009.
54 Pou Ferrari, R. Enrique Poney , op cit, 2011.
55 Para el ingreso a las Sociedades, era preciso ser presentado por uno de sus miembros
o ser elegido luego de la presentación de una o más observaciones.Carafí también
formó parte de la Société clinique de París.
56 Ackernecht, E. La médecine hospitaliére a París (1794-1848), París, Payot éd, 1986.
37
• José Máximo Carafí •
asepsia, aunque poco a poco también fue quedando rezagada frente
a la pujanza de la escuela quirúrgica germana.
Es interesante mencionar seguidamente ciertos estudios socio¬
lógicos acerca de la condición de vida de los estudiantes de medicina
en París. Algunos pertenecían a las viejas estirpes médicas, muchos
venían de la clase media y no pocos procedían de provincia.
El costo total de los estudios médicos estaba entre 10.000 y
15.000 francos, lo que incluía las tasas de inscripción, biblioteca,
exámenes y tesis (unos 1.000 francos), más: alojamiento, alimenta¬
ción, vestido, libros y cursos libres. Si la familia no enviaba fondos
para respaldarlos económicamente, se veían obligados a trabajar en
tareas poco calificadas (empleados de tienda, meseros de cafés, etc.)
o daban clases particulares.
Era frecuente que vivieran en pensions o studios en el Quartier
Latín , que a veces compartían con condiscípulos. En esa zona
abundaban los viejos edificios que encubrían la pobreza urbana de
la gran ciudad. 57
La imagen que de los estudiantes tenía el ciudadano común era
bastante negativa. Los veía como individuos mal vestidos, delgados,
de aspecto enfermizo, que se trasladaban de un hospital a otro, o
entre estos y la Facultad, teniendo por tanto cierta libertad de mo¬
vimientos, que les facilitaba entrar en contacto con la realidad de la
calle, a menudo sórdida. Su posición era -siempre de acuerdo a esa
opinión- la de liberales o revolucionarios, la avanzadilla de mani¬
festaciones y protestas vinculadas a los movimientos socio políticos
de reivindicación que surgieron en Europa y en especial en Francia
durante las comunas de 1792, 1830, 1848 y 1871. Se les atribuía
un estilo de vida disipado, carácter frío por su convivencia con la
enfermedad y la muerte; disecando los cuerpos no encontraban las
almas, lo que los llevaba a convertirse en agnósticos, ateos, anticle¬
ricales, socialistas, anarquistas, etc.
57 Basta recordar a este respecto la novela de Emile Zola (1840-1902), Le ventre de París
(1873), que forma parte de Les Rongon-Macquart, histoire naturelle et socielle d’une
famille sous le Second Empire y que se desarrolla en Les Halles , contruidas entre 1854
y 1870.
38
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Buscaban escapatoria a la tensión y ansiedad que vivían a diario
en los hospitales a través de bromas, conductas antisociales, con¬
sumo de alcohol y drogas. No era infrecuente que fueran habitués
de teatros, cafés, cabarets y tuvieran amantes de tan baja condición
como sus recursos.
Para ilustrar esa actitud desenfadada de los futuros médicos,
basta evocar las crónicas de las salas de guardia de los hospitales
parisinos, donde se reunían los internos y médicos para descansar
y comer, y que eran además sitios de encuentro de intelectuales,
artistas, bohemios y mujeres poco convencionales; allí casi todo ad¬
quiría un tinte procaz: el tema de las conversaciones, el lenguaje, los
modales y los comportamientos.
Tal era -insistimos- la visión que el común de la gente de la
época tenía del carabin. 58
La realidad era muy diferente. Basamos esta afirmación en el
conocimiento de la gran exigencia que tenían los cursos. Sus rasgos
esenciales eran, por un lado, la disección y las autopsias y por otro,
la compenetración con la realidad clínica; ambos insumían mucho
tiempo y energía.
Entre octubre y enero, tenían lugar los cursos oficiales corres¬
pondientes al semestre de invierno y de abril a setiembre, los de
verano. Los horarios eran: de 7 a 10, asistencia a las clínicas (visita
de sala); de 10 y 30 a 12, clases en el hospital; de 12 a 15, disección
(horario en que había más luz natural durante el invierno, estación
del año en que se realizaban tales actividades) y cursos teóricos entre
las 15 y las 17 horas. A esto se agregaban los cursos libres. Los estu¬
diantes debían asistir además a las bibliotecas y los museos, como
el Dupuytren (de anatomía y patología) o el Orfila (de anatomía
comparada). A partir de 1872 fueron obligatorias las prácticas de
física, química, botánica, etc..
La vida del estudiante de medicina en París era, en consecuencia,
más sacrificada de lo que se decía; no pocos morían a consecuencia
58 Nombre vulgar que se daba a los estudiantes de Medicina, vinculado a la designación
en francés antiguo del insecto que devoraba los cadáveres, dado que durante las epi¬
demias, una de las tareas de aquellos era dar sepultura a los muertos.
39
• José Máximo Carafí •
de piqüres anatomiques, tuberculosis o fiebre tifoidea, enfermedades
contraidas por el contacto con enfermos y cadáveres. A eso predis¬
ponía además la deficiente alimentación, la gran exigencia psíquica
y física, el poco descanso y las malas condiciones de alojamiento.
Resulta difícil ubicar en esos ambientes a un personaje tan atil¬
dado y correcto, callado, de buen decir y vinculado al catolicismo
como Carafí. Seguramente no fue el único con esas características
que pudo adaptarse y hacer buenos amigos entre sus compañeros.
Carecemos para el caso de material documental, como podría haber
sido la correspondencia con la familia o amigos (totalmente desapa¬
recida), lo que hubiera hecho posible aproximarse al personaje real.
Los últimos datos directos son los recogidos por Walter Piaggio
Garzón en la década de 1940.
Por la dedicatoria manuscrita que lleva el ejemplar de la tesis
de doctorado de Jacques-Amédée Doléris, 59 publicada en 1880 y
que se conserva en el Departamento de Historia de la Medicina de
nuestra Facultad, sabemos que Carafí vivía, en esa fecha, en el 34,
rué de la Bienfaisance, en el 8eme arrondissement, no lejos del boule-
vard de Malesherbes (sitio donde tradicionalmente han tenido sus
consultorios los médicos parisinos de prestigio), ubicado en la rive
droite, zona elegante de la capital francesa. Seguramente no fue ésta
la única -aunque quizás sí la última- residencia parisina de Carafí.
Los documentos correspondientes a la escolaridad de Carafí en
París, conservados en los Archives Nationales de Frunce, hacen refe¬
rencia a los emitidos en Montevideo en setiembre de 1869 (aunque
no se menciona explícitamente la procedencia). También mencio¬
nan los exámenes rendidos en Montpellier, entre setiembre de 1873
y julio de 1874, que comprenden todos los del ciclo básico, a ex¬
cepción del último. Este, conjuntamente con los del doctorado y el
de la Tesis fueron rendidos en París entre julio de 1874 y diciembre
de 1881.
59 Doléris dio conjuntamente con Carafí el concurso de internado en 1876, al que éste
ingresó como Provisoire, y también coincidieron en el concurso para Accoucheur des
Hópitaux de París , en el que ninguno de ellos resultó seleccionado.
40
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
La ficha de Inscriptions, dice:
M. Carafi, Joseph-Maxime, né a Montévideo, le 21
avril 1853, 60 département: d’Uruguay. / Grades Universitaires.
Diplome de Bachelier és-Lettres, délivré a [sin rellenar]/ Diplome
de Bachelier és-Sciences, delivré a: Equivalence du 6 septem-
bre 1869. /Certificat de Grammaire, délivré a [sin rellenar] /
Eléve de: la faculté de Montpellier. / Demeure et profession des
parents: A Montevideo (Uruguay) (22, rué Cerrito). /Nom,
profession et adresse du répondant: M. H. Lafourcade, 16, rué
Belzunce. Signature: J.M.Carafi. 61
A continuación presentamos el documento que consigna los
primeros trimestres, que comprenden hasta el 9 o inclusive, cursado
en 1874:
12' me : de la faculté de Montpellier, 8 allouées par dis-
position ministérielle du 13 Septembre 1873 et 4 prises
de Septembre 1873 a Juillet 1874. 13 hne : 4‘ m ‘ trim[e stre]
1874; 14™: 1 er trim[c stre] 1875; 2 emc trim[e stre] 1875; 3 ime
trim [estre] 1875 [con los respectivos números de registro].
Externe des hópitaux, concours du lerjanvier 1875. Interne
des hópitaux, concours du ler fanvier 1878. 62
En la foja correspondiente a Examens , figuran los siguientes da¬
tos:
1": Montpellier- Dispensé. D[isposit] ion du 13 septem¬
bre 1873/ 2 rme : Montpellier, Id./ 3 bne : Montpellier, Id./ Sommes
payés: —/ 4 hne : Paris / Dates de l’examen: 28 Juillet 1874/
Résultat: bien /1" Doctorat / Numéros et dates de consignations:
981/ Sommes payés: 90;/ Dates de l’examen: 10 février 1876/
Résultats: bien/ 2™ Doctorat/ Numéros et dates de consignations:
4891 / Sommes payés: 90/ 3™ Doctorat / Numéros et dates de
consignations: 4891 / Sommes payés: 90; / Dates de l’examen: 9
juillet 1876/ Résultat: bien! Dates de l’examen: 19 avril 1877/
Résultat: Satisfaisant / Thése/Numéro: 8114/ Date de l’examen:
27 décembre 1881/ Résultat: Tres satisfaisant. 63
60 Hay divergencias entre esta fecha, la de su inscipción en Montpellier, la que figura en
la Tesis y en la partida de nacimiento.
61 Las partes en negrita están manuscritas en el original.
62 Anexo Documental N° 5. Lo que aparece en negrita está manuscrito en el original.
63 Anexo Documental N° 5. Lo consignado en negrita está manuscrito en el original.
41
• José Máximo Carafí •
El concurso de Practicante Externo de los Hospitales y de los
Hospicios de la Assistance Publique tuvo lugar en diciembre de 1874,
tomando posesión del cargo el primero de enero de 1875. Durante
ese período actuó en el Servicio del Profesor Richet en el Hótel-
DieuH Por estar dedicado a sus nuevas obligaciones, pasó 19 meses
sin dar ningún examen (entre el 28 de julio de 1874 y el 10 de
febrero de 1876). El siguiente fue el 9 de julio de 1876 e hizo otra
pausa hasta el 19 de abril de 1877. También esto tiene una expli¬
cación: en ese plazo debió preparar el concurso del Internado, al que
se presentó por primera vez en diciembre de 1876. Obtuvo el cargo
de Interne Provisoire, que desempeñó por un año en el Hospice
D¿villas, a partir del primero de enero de 1877. Con posterioridad
se presentó por segunda como aspirante al cargo de Interno en di¬
ciembre de 1877, ejerciéndolo como Titular entre el primero de
enero de 1878 y el 27 de diciembre de diciembre de 1881, fecha
en que defiendió su Tesis y obtuvo el título de Doctor en Medicina.
En consecuencia, Carafí fue el segundo uruguayo en ocupar el
Internado Provisorio (el primero fue Francisco Antonino Vidal en 1851)
y el segundo en ser Titular (el primero fue Pedro Visca en 1868).
Por toda esta actuación en su conjunto se le adjudicó IzMédaille
de Bronze de la Assistance Publique. 65
De 1875 data el primer trabajo de investigación clínica publi¬
cado en Francia por Carafí aparecido en La France Médicale, sobre
“esteatosis de los ganglios linfáticos cervicales, consecutiva al tratamien¬
to con cáusticos de una lesión lúpica del cuero cabelludo”. El mismo
demuestra una precoz inquietud por dejar correctamente plasma¬
das las observaciones de casos interesantes.
64 Ver Capítulo IX.
65 Carátula de la Tesis de doctorado de 1881.
42
Capítulo VIII
Interno Titular de los
Hospitales y Hospicios de la
Asistencia Pública de París
C arafí rindió la prueba en diciembre de 1877, obtenien¬
do el cargo en titularidad. Ocupó el puesto número
36° en un total de 38. Por consiguiente, no debió ha¬
ber tenido muchas opciones entre los Servicios clínicos
que le restaban para elegir. No olvidemos, sin embargo, que por el
alto nivel de competencia en los concursos, a los que se presentaban
muchos aspirantes para un número relativamente bajo de cargos,
todos los profesores que triunfaban en ellos, tenían un alto nivel,
sin perjuicio que cada cual tuviera singularidades en el encare de su
disciplina, que los hacía más o menos sobresalientes.
He aquí la lista completa de los Internos Titulares que fueron
compañeros de Carafí, algunos de los cuales tuvieron actuación
destacada más adelante, como lo consignamos en las notas al pie
de página:
43
• José Máximo Carafí •
Michel-Léon Faisans; 66 Ernest-Charles Gaucher; 67 Charles
Chatelin; Auguste-Eugéne Laurent; Octave-Antoine Guelliot;
Anatole ChauíFard; 68 Alfred-Eugéne Cerné; Jules Comby; 69 Arthur-
Léon Gautier; Marie-Eugéne Ledoux-Lebard; Alfred-Charles
Gauchas; Jean-Edouard Juhel-Rénoy; Arnold-Just Netter; 70
Antoine-Louis Béclére; 71 Louis-Pierre Ovion; Ellie-Pierre Boulay;
Gilbert Raymondaud; Luden Galliard; 2 Jean-Noél Aigre; Henri-
Camille Leloir; 73 Pierre-Marie Bertheux; Alfred Rouxeau; Charles-
Samson Féré; 74 Paul-Adhémar Robert; Joseph-Hector Hannequin;
Henri Bastard; Gaston-Félix Vario; Jean-Baptiste Duplaix; Charles
Gastaud; Adolph-Louis Blin; Georges Herbelin; Ernest-Louis
66 Faisans, Michel-Léon (1851-1922), Médico de los Hospitales de París.
67 Ernest-Philippe-Charles Gaucher (1854-1918). Dermatólogo, Médico de los Hospi¬
tales, Profesor de clínica de enfermedades cutáneas y sífilis, miembro de la Academia
de Medicina, autor de la descripción, en 1883, de la enfermedad por sobrecarga es-
plénica de cerebrósidos, que lleva su nombre, al igual que del epitelioma primitivo del
bazo. De 1883 es su célebre Traité théorique etpmtique des maladies de la peau.
68 Anatole Chauffard (1855-1932), Profesor de Clínica Médica, miembro de la Aca¬
demia de Medicina, destacado médico e histopatólogo. Su nombre está unido a una
anemia hemolítica e ictericia por esferocitosis (enfermedad de Minkovsky-Chau-
ffard), a un síndrome inflamatorio pluriparenquimatoso con astenia y fiebre, propio
de la infancia (síndrome de Chauffard-Ramon-Still-Felty) y a una diabetes mellitus
asociada con cirrosis hepática hipertrófica y pigmentación oscura de la piel (síndrome
de Troisier-Hanot-Chauffard), entre otros.
69 Jules Comby (1853-1947), gran pediatra, discípulo de Lannelongue, que dejó nume¬
rosas publicaciones, incluyendo un Traité des maladies de l’enfance (1895). Miembro
de la Academia de Medicina. Estuvo de visita en Montevideo, invitado por Luis Mor-
quio, a quien postuló como Miembro correspondiente de la Academia de Medicina
de París. Se denomina signo de Comby a un indicador precoz de la rubéola, caracteri¬
zado por una inflamación de la lengua de tipo eritema pultáceo con aparición de finas
manchas blanquecinas sobre las encías y mucosa bucal.
70 Arnold-Just Netter (1855-1936), Médico de los Hospitales y bacteriólogo, miembro
de la Academia de Medicina.
71 Antoine-Louis-Gustave Béclére (1856-1939). Radiólogo y radioterapeuta, autor de
los primeros trabajos sobre inmunología y uno de los precursores de la radioterapia.
Enseñó esta materia y creó un laboratorio de radiología. Fue profesor de Medicina
en los hospitales Tenon, Saint-Antoine y Curie , así como miembro y Presidente de la
Academia de Medicina.
72 Lucien Galliard, (1852-1936), Médico de los Hospitales de París.
73 Leloir, Henri (1855-1896). Primer titular de la Cátedra de enfermedades de la piel y
sífilis en Lille, miembro de la Academia de Medicina.
74 Féré, Charles (1852-1907). Interno de Charcot y luego Titular de la Cátedra de en¬
fermedades del sistema nervioso.
44
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Desnos; Georges-Daniel Laurand; Paul-Julien Poirier; 75 Julien
Valude; Joseph-Maxime Carafi; Marie-Henri Bénard; Manuel
Lavin-García.
Carafi se desempeñó como Interno, sucesivamente, en los hospi¬
tales de la Chanté { 1878), la Pifié (1879), Cochin (1880) y Beaujon
(1881), 76 respectivamente en los Servicios de Auguste Terrillon
(1844-1895), Joseph-Fran^ois-Benjamin Polaillon (1836-1902),
Just Lucas-Championniére (1843-1913) y Léon-Clément Le Fort
(1829-1893), durante el período comprendido, como fue indicado
previamente, entre enero de 1878 y julio de 1881, inclusive.
Un hecho interesante a señalar -aunque casi nunca son total¬
mente acertadas las generalizaciones de esta índole- es que nues¬
tro joven compatriota se vinculó, dentro del elenco de profesores
a cuyos Servicios podía aspirar para desempeñarse como Interno, a
personajes que cabe incluir en el grupo de los conservadores. En su
mayoría (con la excepción de Le Fort, quien, siendo republicano,
defendió la permanencia de las hermanas de Caridad en los hospi¬
tales parisinos), eran católicos -afines por tanto a las convicciones
confesionales de Carafi-, y fueron ellos los que apoyaron su carrera,
evidentemente no sólo por esta coincidencia ideológica sino ade¬
más por la jerarquía intelectual y la laboriosidad demostradas por el
alumno. Sin embargo, el detalle no nos parece menor, puesto que
en plena Tercera República se dio un duro aunque asordinado en¬
frentamiento de ideologías (casi siempre disimulado tras bambali¬
nas de argumentos científicos o académicos) entre los conservadores
-algunos de convicciones monárquicas o viejos bonapartistas- y los
liberales, librepensadores, republicanos, positivistas y evolucionistas.
Los datos proporcionados por el inmunólogo Patrice Debré (n.
1945) en una reciente biografía que dedica a Louis Pasteur, son los
que nos han puesto en la pista de la suposición antes enunciada.
Manifiesta este autor que en el entorno del sabio existió un sutil
juego de tendencias ideológicas:
75 Poirier, Paul Julián (1853-1907), Jefe de Trabajos en la Ecole Pratique, luego Profesor
de Anatomía ; en ambos casos fue sucesor de Farabeuf. Conocido mundialmente por
su magnífico Traité d’anatomie humaine, de 1892.
76 Ver Anexo Documental N° 22.
45
• José Máximo Carafí •
Pese a que luego de la muerte de Claude Bernard, algunos
como [Émile] Littré [1801-1881], [Marcelin] Berthellot [1827-
1907] y por supuesto Paul Broca [1824-1880], tomaron distan¬
cia de Pasteur; otros lo animaron, como fue el caso de Stanislas
Verneuil [1823-1895] y de Jean Baptiste Bouillaud [1796-1881],
cuyas convicciones reaccionarias eran conocidas por todos. Este úl¬
timo, por ejemplo, era no sólo un católico practicante sino también
bonapartista; nacido en 1796, se unió al ejército en 1815 para
seguir a Napoleón a la isla de Elba hasta Waterloo. En el entorno
de Pasteur -y esta es la parte de la cita que nos interesa destacar-
había también jóvenes cirujanos que no escondían su fe religiosa;
hombres como Octave Terrillon, Charles Monod [1843- 1921] y
Edouard Quénu [1852-1933]. El más famoso de ellos, Just Lucas-
Championniére, uno de los primeros en llevar las ideas de Pasteur al
hospital, era nieto de un líder de la contrarrevolución en la Vendée,
argumento que sus adversarios usaron para acusarlo de obscuran¬
tismo católico . 77
Octave Terrillon
77 Debré. P. Louis Pasteur, París, Flammarion, 1993: 370.
46
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Octave Terrillon, sucesor de Louis-Félix Terrier (1837-1908),
fue Cirujano de los Hospitales de París, Profesor de la Tercera Clínica
quirúrgica en la Charité (allí actuó Carafí como Interno en 1878)
y autor de nutridos artículos. Fue uno de los propulsores de la an¬
tisepsia y la asepsia (en 1883 adoptó el autoclave de Chamberlain-
Pasteur, también comenzó a emplear una blusa de algodón durante
las operaciones y hacia el fin de su carrera, los guantes de látex
de Chaput). 78 Se destacó por sus trabajos sobre ovariotomía (inter¬
vención sobre la que presentó varias series de casos), 79 tratamiento
de los miomas uterinos por vía abdominal, 80 patología infecciosa
sifilítica y tuberculosa. También se interesó, en colaboración con
Charles-Edmond Monod, por las lesiones del testículo. 81 Publicó
contribuciones originales sobre cirugía maxilo-facial (tratamiento
de la neuralgia del dentario inferior 82 y reconstrucción del labio
leporino), 83 a propósito de tumores abdominales (falsos tumores
de ovario, torsiones de los quistes de dicho órgano, 84 sarcomas de
útero), rupturas de la uretra, 85 etc. Deseamos destacar que en una
monografía de este profesor, fechada en 1880 y referida a pólipos
de la uretra consecutivos a tuberculosis de los órganos urinarios en
la mujer 86 , refiere un caso, el número IV, “ recogido por el Sr. Carafí,
alumno interno del Servicio”.
78 Terrillon, R.-S.-O.; Chaput, H. Asepsie et antisepsie chirurgicale, 2 éme éd, Paris, O.
Doin éd, 1899.
79 Terrillon, R.-S.-O. Réflexions á propos de trente-cinq observations d’ovariotomie ou
de laparotomie. Paris, O. Doin éd., 1882. y Cinquiéme série de trente cinq ovarioto-
mies pour kystes de l’ovaire. Extr Bull Gén Thérap, 30 juin, Paris, O. Doin éd, 1889.
80 Terrillon, R.-S.-O. Traitement des Abromes par la paroi abdomianle. Extr. Bull Gén
Thér, Paris, 1886.
81 Terrillon, R.-S.-O. Contribution a l’étude des gommes syphilitique du testitule ou sarco-
céle. Ed du Progrés Médical, 1878.
82 Terrillon, R.-S. Du traitement chirurgical de la névralgie du nerfdentaire inférieur et en
particulier de sa section par le procédé de Michel (de Nancy), Paris, sf.
83 Terrillon, R.-S.-O. Restauration du bec de liévre unilatéral compliqué de fissure os-
seuse avec saillie de l’os incisif. Ter Chirur Gén Méd , 1878.
84 Terrillon, R.-S.-O. Des tumeurs inchtses dans le ligament large; clinique de Terrillon,
recueillie par Sébileau. De quelques accidents intestinaux survenant aprés les opérations
abdominales, Paris, Steinheil éd, 1885.
85 Terrillon, R.-S.-O. Des ruptures de l’urétre. Thése d’agrégation, Paris, O. Doin éd,
1878.
86 Terrillon, O. Excroissancespolypeuses de l’urétre symptomatiques de la tuberculisation des
organes urinaires chez la femme, Paris, 1880: 17-23.
47
• José Máximo Carafí •
Hospital de la Pifié, rué Lacépéde (BIUM)
De este pasaje por el Servicio de Terrillon, debió haber adqui¬
rido Carafí la convicción de las ventajas sobre el uso antisepsia, así
como cierta experiencia en cirugía ginecológica laparotómica (la
nueva cirugía).
Joseph-Francois-Benjamin Polaillon,
doctorado en 1865 en París con una tesis
sobre estructura de los ganglios nervio¬
sos periféricos, actuó en la Maternidad
del Hospital Cochin. Más tarde, tuvo sus
Servicios hospitalarios propios, primerto
en la Pitié a partir de 1870 (donde Carafí
fue Interno en 1879, conjuntamente con
Assaky y Boudet de París) 87 y por último
en el Hótel-Dieu. Desarrolló una labor de
87 Polaillon, J.-F. B. Statistique &observations de chirurgie hospitaliére, Paris, O. Doin éd,
1894, vol 1:VI.
48
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
investigación, que deseamos enfatizar en el contexto del interés que
mostró nuestro biografiado por los temas gineco-obstétricos, acerca
de la fisiología de la contracción del útero grávido. 88 De esa misma
época datan otras publicaciones suyas a propósito de cáncer ute¬
rino 89 y ovariotomía. 90 . Hizo contribuciones a la cirugía general,
como las referidas a la de la mano y la nefrectomía. 91
L’Hépital de la Cbariti el Ps. .pecina de laKuedt I’^m^ersité
Hospital de la Chanté, rué de l’Université (BIUM)
Fue autor, en las décadas de 1880 y 1890, de estadísticas hos¬
pitalarias, 92 de gran minuciosidad e importancia. Finalmente, es¬
cribió un tratado de cirugía en varios tomos 93 y, al fin de su vi-
88 Polaillon, J.-F.-B. Recherches sur la physiologie de l’utérus gravide, Paris, Masson éd,
1880.
89 Polaillon, J.-F.-B. Quelques considérations sur le traitement du cáncer de l’utérus, Paris,
Lauwreyns, 1882.
90 Polaillon, J.-F.-B. Note sur qtielques accidents consécutifs a l’ovariotomie. Paris,
Lauwreyns, 1882.
91 Polaillon, J.-F.-B. Sur une néphrectomie suivie deguérison, Paris, M. Decembre, 1890.
92 Polaillon, J.-F.-B- Statistique de la Maternité de Cochin. Paris, Davy, 1881; Ibídem.
Statistique et ohservations de chirurgie hospitaliére Paris, O. Doin, op cit, 1894 y vol. 2,
1895.
93 Polaillon, J.-F.-B. Affections chirurgicales du tronc, rachis, thorax, abdomen, bassin, ré-
gion ano-rectal, maladies urinaires, mamelles, organes génitaux de la femme, Paris, O.
Doin, éd.1896-1898, 4 vol.
49
• José Máximo Carafí •
da, otro sobre enfermedades de las mujeres. 94 Lo último pero no
lo menos importante, Polaillon fue un anatomista de nota, autor
de numerosos artículos referidos a esta disciplina aparecidos en el
Diccionario Enciclopédico de Ciencias Médicas de Dechambre. En es¬
te aspecto pudo haber influido sobre el uruguayo que, como hemos
señalado reiteradamente, tuvo a su cargo la cátedra de Anatomía en
Montevideo.
Af ///|^ i>..ed, u
Quizás el más gravitante de los maestros parisinos de Carafí
fue Just Lucas-Championniére. Hagamos su breve biografía. En
1865, siendo Interno de los Hospitales, concurrió al Servicio de
cirugía de Joseph Lister (1827-1912), que todavía trabajaba en
Glasgow, atraído por las primeras experiencias que dicho cirujano
realizaba entonces en lo que luego definiría como método antiséptico
(1867). De retorno a su patria, se convirtió en uno de los princi¬
pales divulgadores de tal procedimiento. 95 Doctorado en 1870, fue
94 Polaillon, J.-F.-B. Matadles desfemmes, Paris, O. Doin éd, 1901.
95 Lucas-Chapionniére, J. Chirurgie antiseptiqiie, principes et résultats du pansement de
Lister , Paris, Balliére éd, 1866.
50
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Agregado en Cirugía en 1874 y Cirujano de los Hospitales en 1876.
Coincidentemente con el afamado obstetra y Profesor de la Clínica
de partos, Stéphane Tarnier (1828-1897), fue precursor en la apli¬
cación de la antisepsia en obstetricia, lo que se concretó a partir de
1874, fecha en que debutó como cirujano de la Maternidad del
Hospital Cochin (donde Carafí actuó como Interno durante el año
1880). Aseveraba Championniére que dicha rama de la medicina
debía ser considerada como equivalente a la cirugía general, razón
por la cual las heridas producidas durante el parto habían de tratar¬
se como las provocadas por otras causas al igual que lo hacían los
cirujanos generales-. Fue por eso que, cuatro años después (1878)
en su sala del Cochin , la mortalidad fue sólo del 2 por 1.000 de las
puérperas, mientras alcazaba el 50 por 1.000 en los hospitales que
no habían adoptado la antisepsia. Entre dicho año y 1881 puso en
evidencia, clínicamente, que la fiebre puerperal era debida a una in¬
fección, si bien Pasteur había aseverado en forma contundente ante
la Academia de Medicina, el año anerior, que de acuerdo a los resul¬
tados de sus experiencias en el laboratorio con muestras proceden¬
tes de enfermas (que le brindó su alumno Jacques-Amédée Doléris),
el agente causal de dicha grave complicación era un microbio en
chapelet de grains (luego denominado estreptococo). A comienzos de
1880, el antes mencionado Doléris, Interno titular perteneciente a
la generación de Carafí (si bien éste ingresó, como vimos, en ese
concurso como Provisorio y recién al año siguiente como Titular ),
publicó su Tesis de doctorado, trabajo en el que expresamente agra¬
dece a nuestro biografiado por haberle facilitado historias clínicas
y muestras de exudados de casos de fiebre puerperal ocurridos en
la Maternidad del Hospital Cochin En abril de 1881, Adrien
Labesque 97 , en su Tesis de doctorado, analiza los casos de muertes
maternas entre las pacientes que habían presentado alguna anorma-
96 Doléris, J.-A. La fiévre puerpérale et les organismes inférieurs, pathogénie et thérapeuti-
que des accidents infectieux des suites de conches , París, Bailliére et fils éd, 1880: 75. En
el Departamento de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de Montevi¬
deo, se halla un ejemplar de esta tesis con esta dedicatoria manuscrita de Doléris: «a
mon ami J.M. Carafí, rué de la Bienfaisance».
97 Labesque, Adrien. Essai sur l’emploi des moyens antiseptiques pendant la grossesse, l’ac-
couchement et ses suites, París, A. Parent, Imp. de la Faculté de Médecine, 1881: 100.
51
• José Máximo Carafí •
lidad durante el parto (distocia) y elabora a este fin una minuciosa
tabla estadística mensual, refiriendo al respecto:
en el caso de la mujer S...(febrero) [sobre 67 casos], M.
Carafí, interno del servicio del Sr. Lucas-Championniére, rompió
artificialmente las membranas, luego hizo una aplicación de fór¬
ceps a causa de un polihidramnios (2.000 gramos). En el de la
señora M...(mayo) [sobre 56 casos], el Sr. Carafí aplicó el fórceps
en el útero por una estenosis del estrecho inferior y tuvo a continua¬
ción una hemorragia.
Hospital Cochin, rué du Faubourg Saint-Jacques (BIUM).
El 8 de enero en 1882 el Interno Carafí practicaba, en el mismo
hospital, la operación cesárea de Porro en una paciente de 48 años
cuya pelvis presentaba una estrechez raquítico-escoliótica, con un
diámetro conjugado verdadero de 70 mm y cursaba un trabajo de
parto distócico de 8 días de duración. Llevado a cabo el “ tratamiento
extraper itone al, realizó la constricción [del segmento uterino] con hilo
metálico”. La madre falleció al segundo día a raíz de una hemorragia
del muñón exteriorizado y el niño, que nació vivo, murió cuatro
días después. El referido caso -objeto de dos de sus publicaciones
en París, que luego analizaremos- figura como observación núme-
52
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
ro 102, de las 1097 que fueron publicadas en un libro aparecido
en 1901 al conmemorarse los veinticinco años de la primera in¬
tervención del obstetra italiano. Como dato adicional, indicativo
del progreso de la cirugía de abdomen, es de destacar que según
estipula este importante trabajo retrospectivo, entre el primero y
quinto quinquenio del período estudiado, la mortalidad materna
descendió -en forma progresiva- del 50 al 10 %. 98
Championniére también investigó y publicó sobre los peligros
de la anestesia clorofórmica utilizada en obstetricia." Se negó a em¬
plearla si el producto no estaba en estado puro , ya que de lo contra¬
rio -aducía- contenía sustancias que podían resultar tóxicas para las
pacientes. En una memoria publicada en 1882, 100 así como durante
la prolongada discusión al respecto que tuvo lugar ese mismo año
en el seno de Société de Chirurgie, al igual que en un informe ele¬
vado a la dirección de la Asistencia Pública, demostró su interés y
experiencia sobre el particular. En similar sentido apunta la publi¬
cación de Carafí, también de 1882.
De 1869 en adelante, Championniére estudió el tratamiento
de las fracturas mediante masajes, 101 concepto que aplicó primero
a las del radio y más tarde a las de clavícula, húmero y miembros
inferiores. En esta línea de trabajo se inscribe la publicación en la
que Carafí propuso una modificación del método de Kocher para
la reducción de las luxaciones infracoracoideas del hombro, que
también será considerada con posterioridad.
Es evidente que este cirujano y protoginecotocólogo, ejerció un
influjo decisivo sobre su alumno uruguayo, quien, a su retorno a
98 Nel XXV anniversario . L’operazione cesárea Porro, Roma, Of Poligr Romana, 1901:
XVI-XVII.
99 Lucas-Championniére J. Sur l’anesthésie obstétricale. Bulletins et Mémoires de la So-
cieté de Médecine des Hópitaux de París, 2 érae s, 1878, XV, 40-48.
100 Lucas-Championniére J. Contribution a l’étude de l’anesthésie par le chloroforme;
chloroformes impurs; accidents; procédés d’examen et de purification; expériences
avec du chloroforme purifié, Revae de Chirurgie, 1882: 373-398.
101 Lucas-Championniére J. Traitement des fractures du radius et du péroné par le mas-
sage; traitement des fractures para-articulaires simples et compliquées de plaie sans
immobilisation; mobilisation et massage. Bull et Mém Soc de Chir de París. 1886;
XIL560-569.
53
• José Máximo Carafí •
Montevideo, desarrolló su actividad profesional preferentemente
en este campo, si bien no a plenitud.
♦ 1829 1’KOFKSSEI H Y.FON LE FORT + 1893
Professeur de Médecine opératoire a la Faculté de París, 1873-1884.
Professei-r de Clinique chirurgicale, 1884-1893.
Membre de i'Académie de Médeone
Oeschiens. édlt
El Profesor Le Fort
El otro gran maestro parisino de Carafí fue Léon Clément Le
Fort. Discípulo de Joseph-Fran^ois Malgaigne (1806-1865) y de
54
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Stanislas Laugier (1799-1872), luego de recibir su doctorado en
1858, participó como voluntario en la guerra de Italia de 1859 (re¬
cuérdese la antigua sentencia que decía que la gran escuela de ciru¬
gía era el campo de batalla). En 1861 obtuvo el grado de Prosector
en la Eco le Pratique de Dissection. Llevó a cabo varios largos viajes
de formación en el extranjero. Entre 1865 y 1872 fue Cirujano de
los Hospitales, actuando sucesivamente en los hospitales: Necker,
du Midi, Cochin, Lariboisiére y Beaujon (en donde tuvo a Carafí
como Interno en 1881), 102 hecho que muestra que existía cierto
orden de jerarquía entre los servicios clínicos, a los que se iba acce¬
diendo a medida que se progresaba en la carrera. En 1870, duran¬
te la Guerra franco-prusiana, actuó como cirujano voluntario en
el hospital de campo ubicado en la ciudad de Metz. En 1873 fue
nombrado Profesor de Medicina operatoria, así como cirujano del
Hótel-Dieu, que estaba en el ápice del escalafón antes mencionado.
En 1893 se incorporó a la Académie de Médecine, de la cual fue
Presidente ese año, falleciendo el 19 de octubre. Puede considerár¬
selo -de acuerdo a los historiadores de la cirugía francesa- como
uno de los más prominentes cirujanos galos del siglo XIX y como el
principal mediador entre la cirugía de su país y la del extranjero, si
bien tanto Auguste Nélaton como Championniére también habían
tejido estrechas vinculaciones con los ingleses, como más tarde las
cultivarían Samuel Pozzi y Doléris con los alemanes y norteameri¬
canos. Aparte de inventar instrumentos quirúrgicos, Le Fort per¬
feccionó varias técnicas ya existentes y se involucró en un amplio
espectro de problemas quirúrgicos, obstétricos y de cirugía militar,
así como en las condiciones higiénicas de los hospitales de Francia y
Gran Bretaña. No es menor la influencia que tuvo el Maestro sobre
la organización académica de la Facultad de Medicina, en el diseño
de sus programas y en la designación de los profesores; fue contra¬
rio a la creación de nuevas cátedras de las nacientes especialidades-, a
su influencia se debió la tardía fundación, recién en 1901, de la de
Ginecología, que fue posible gracias al apoyo de la Municipalidad
de la Ciudad de París.
102 Le Progrés Médical, 1881 ;9:17.
55
• José Máximo Carafí •
Hopital Beaujon, rué du Faubourg Saint-Honoré (BIUM)
Otro dato complementario respecto a la formación anatómi¬
ca de Carafí. Los Internos parisinos realizaban sus trabajos de esta
disciplina en el Amphithéátre de Clamart, situado en el 5eme arron-
dissement , en la rué du Fer-a-Moulin , ubicación del viejo cemen¬
terio homónimo. Abrió sus puertas en 1835 y fue incorporado a
la Assistance Publique en 1849, fecha en que ésta fue creada. Entre
1868 y 1890 - en consecuencia, durante el tiempo de actuación de
Carafí- Paul-Jules Tillaux (1834-1904) fue su director. Allí conver¬
gían diariamente los cadáveres no reclamados procedentes de todos
los hospitales de París, por lo que el material anatómico era muy
abundante. Por esa razón dicho centro gozó de singular prestigio,
ya que allí podía hacerse más práctica anatómica en una semana de
la que se realizaba en servicios de otros países en varios meses. En
líneas generales, su organización no difería de la de la Ecole Pratique
en cuanto al personal docente y poseía como ésta última, además de
las salas anatómicas, laboratorios para las clases prácticas de ciencias
básicas. Por supuesto que Carafí concurrió a este centro de prácti¬
ca de la disección y de la medicina operatoria, áreas de su especial
preferencia.
56
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Sala de disección del Anfiteatro de Clamart (BIUM)
Es digno de mención que durante los años de su permanen¬
cia en París Carafí frecuentó la cátedra de Higiene, ejercida por
Apollinaire Bouchardat (1809-1886). La materia le resultaría parti¬
cularmente importante durante su larga actuación en el Consejo de
Higiene Pública en Uruguay. Dicho notable farmacéutico tuvo una
prolongada influencia; a sus clases también había asistido Vilardebó,
con gran entusiasmo y aprovechamiento, durante su segunda estadía
en París entre 1847 y 1852, al igual que los orientales que entonces
cursaban medicina en París (F. A. Vidal, G. Méndez y J. García de
Zúñiga). 103 Ese famoso higienista, aparte de los estudios en esa disci¬
plina, es considerado fundador de la diabetología por sus investiga¬
ciones sobre las variaciones de la glucosa en esa enfermedad.
Los pocos momentos libres que Carafí tenía en París, los dedicó
al estudio (sabemos que fue un gran lector, no sólo de temas médi¬
cos, sino también de asuntos de cultura general), a las Sociedades
médicas y a concurrir a los Cercles de l’Association “Saint Vincent de
Paul”, donde se cultivaba la espiritualidad y la formación doctrinal
católica, aparte del emprendimiento de obras de caridad. Entre sus
103 Pou Ferrari, R. y Mané Garzón, F. op cit, 2012.
57
• José Máximo Carafí •
miembros figuraban numerosos estudiantes de medicina y médicos,
ya que, siguiendo la senda del santo en torno a cuyo nombre se
nucleaban, visitaban enfermos, prisioneros y brindaban cuidados
a los desvalidos. Allí ahondó Carafí su religiosidad y trabó conoci¬
miento con los promotores de obras sociales y de apostolado, que
crecían en Europa como reacción frente al progresivo materialismo
y agnosticismo propios de esa época. 104
104 En ese momento, más precisamente durante el año 1879, José Batlle y Ordóñez se
hallaba también en la capital francesa y asistió, como tantos otros de sus contempo¬
ráneos, a las conferencias positivistas, pero además entró en contacto con represen¬
tantes del krmisismo, quienes le transmitieron la visión de los promotores belgas de tal
ideología, por lo que Batlle terminó adhiriendo -de por vida- a esta posición dentro
de la filosofía espiritualista. (Ver: Arturo Ardao. Batlle y el positivismo filosófico, Mon¬
tevideo, Ed. Estudiantes Derecho, 1950)
58
Capítulo IX
Trabajos científico-médicos
PRESENTADOS POR CARAFÍ
DURANTE SU PERMANENCIA EN
París.
H emos creído oportuno hacer una consideración espe¬
cial de las publicaciones de Carafí en París, las que,
entre otras cosas, condujeron a su designación como
Miembro Correspondiente de la Société Anatomique.
En medio de las extenuantes ocupaciones de los cursos regula¬
res y libres de medicina, a las que se sumaban las obligaciones como
Interno provisorio primero y titular después, Carafí se hizo tiempo
para anotar los casos interesantes y dar forma con ellos a trabajos de
investigación clínica, que aparecieron entre 1875 y 1882 en distin¬
tas e importantes publicaciones francesas. Esto significa, entre otras
cosas, que sus patrones consideraban que dichas contribuciones te¬
nían jerarquía suficiente como para ser por ellos apadrinadas.
Son prolijas observaciones clínicas seguidas por la descripción
de los hallazgos de la anatomía patológica macroscópica, según la
más pura tradición de la escuela anatomo clínica de París, ya en vías
59
• José Máximo Carafí •
de declinación. En ninguna de ellas hace mención -salvo tangen¬
cialmente- a la microscopía, que tenía entonces larga tradición en
Francia, pero que no entraría a formar parte habitual de las publi¬
caciones hasta la instalación, a comienzos de la década de 1880, de
laboratorios anexos a los Servicios clínicos, dedicados a investigar la
química de los fluidos orgánicos, la bacteriología y la histología. Es
posible también plantear otra explicación de esa carencia de histo-
patología: la mayoría de las autopsias se demoraban unos días luego
de la muerte del sujeto, lo que hacía imposible el estudio histológi¬
co, aún cuando se contase con las destrezas y materiales para ello y
se tuviera la clara convicción que era un complemento de esencial
importancia.
En algunas de estas comunicaciones Carafí formula ideas ori¬
ginales, como cuando propone una modificación de la clásica ma¬
niobra de Kocher para reducir las luxaciones de hombro, que este
último elogia, poco después, en los Archivos de Virchow. Otros tra¬
bajos describen intervenciones quirúrgicas y problemas obstétricos,
por ejemplo: la realización de la operación de Porro o los riesgos del
empleo del cloroformo como anestésico general en obstetricia.
Estos aportes continuaron siendo citados, años después de
aparecidos, incluso con posterioridad a la muerte de su autor, en
publicaciones tanto francesas como anglosajonas y germanas (tesis
de doctorado y de agregación, trabajos de investigación clínica, re¬
súmenes, Index Medicus, etc.), lo que habla de la gran influencia de
la producción bibliográfica francesa en el mundo y también de la
relativa importancia de los aportes carafianos. Por eso hemos acom¬
pañado cada una de las comunicaciones con las referencias que a
ellas hacen mención.
Llama la atención que luego de su retorno al Uruguay Carafí
publicara poco, pese a que se editaban en nuestro medio varias
revistas científico-médicas. 105 Luego veremos en detalle los cinco
trabajos elaborados en nuestra capital en las postrimerías de su vi¬
da. Consideramos que estos últimos revisten, como los parisinos,
singular jerarquía y son de los pocos documentos que permiten co-
105 Pou Ferrari, R Enrique Poney , op cit, 2011.
60
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
nocer la actividad clínica y el estricto método que Carafí continuó
aplicando a lo largo de toda su actuación para encarar los casos con
espíritu didáctico e incluso de divulgación. Probablemente, la rela¬
tiva magnitud de la obra producida entre 1875 y 1882 pudo obeder
a un frustrado proyecto del autor de permanecer en Paris y hacer
allí carrera académica, presentándose a concursos, como de hecho
lo hizo en el primer semestre de 1882. Luego de volver al país,
absorbido por variadas e importantes responsabilidades docentes y
administrativas, así como también por la ausencia (hasta 1893) de
una Sociedad Médica en Montevideo, su afán por comunicar ob¬
servaciones o formular comentarios acerca de ellas decayó, lo que es
de lamentar para la Medicina nacional. Lo dicho permite especular
sobre la importancia de las sociedades científicas como estímulo a
la investigación médica.
Finalmente, debe enfatizarse que, con excepción de la contri¬
bución realizada ante la Société de Biologie por Pouey y Doléris en
1885 sobre la relación de la eclampsia gravídica con la infección
urinaria 106 , ningún otro uruguayo estudiante en París fue autor de
publicaciones que, como en el caso de Carafí, traducen una in¬
quietud de investigación clínica acorde con la época, de categoría
y originalidad sobresalientes. Varios orientales, por ejemplo Soca,
Pouey, Morquio o Ricaldoni, enviaron trabajos a revistas france¬
sas; mientras otros como Turenne, lo hicieron también a medios
de prensa médica norteamericanos, pero tal cosa ocurrió cuando ya
desempeñaban cargos docentes de jerarquía en Montevideo y eran
personalidades reconocidas.
Estudiaremos a continuación los trabajos de Carafí en París,
que totalizan 17, a los que hemos agregado dos (en el numeral 18),
que si bien no son comunicaciones independientes, forman parte
de sendas publicaciones de otros autores que mencionan explíci¬
tamente las colaboraciones de nuestro biografiado y revisten tanta
importancia como cualquiera de las demás.
106 Doléris, A.; Pouey, H. Albuminurie gravidique et éclampsie, Soc Biol (Paris), 1885;
85 (37): 489.
61
• José Máximo Carafí •
1) Carafí, J.-M. Observation sur un cas de stéatomes gan-
glionnaires par infection, á la suite du traitement d’une lou-
pe du cuir chevelu par les caustiques. La Frunce Médicale,
1875; N» 63: 1-3.
Citado en:
• Centralblattfiir die Medicinische Wissenschaft, 1876; 3 (Jan
15).
• Cohnheim, Julius: Einfacher Gallertfkropf mit Metastasen,
Archiv fiir pathologische Anatomie und Physiologie und für
klinische Medicine, 1876; 68: 547-554 [552].
• Archives of Dermatology. Quaterly Journal ofskin and vene-
real diseases (L. Duncan Buckey ed), New York, Putnam’s
sons ed, 1877; 3: 77.
1875. — 22* Alinée. — N* 63.
10 cent, lo numero.
Samedi 7 aoút 1875.
LA
FRANCE MEDICALE
BUREAUX
CREZ ADR1E.N DELAIIAYE
Pte* ¿t rfeolade-HMrtta*
PARIS
Paraiasant 1© Mercredi ©t 1© Samedi
RÉDACTEUR EN CHEP
Le D' E. BOTTENTUIT
Mí ore i n co mullan! *ux Eam da PloBb H w i, ancim intacta* da» liAplUux da Parí*,
da la Sociitt AnaUxnlque, Oiavalier da la Légion d'Honncur.
UN AN
FRANCE. 12 l>
ÉTRANCER.... 20 »
Las otmaga» remls «a douhla aont annoacAt «l aiulyil». — A.tretter ca qui caneara* la Mdaetloa i M. la D' E. BOTTENTUIT. 14. bonlarard Malasbarfcas.
•o • abana* chai A. HELABATE *1 dan* ton» la» Boraaux da po»l* . I aboaarnttnl a* coaUua* aaul atl* eoctialr». — La* Aaooixaa toml raga** cb«s la BtfllSSEDB, II, raa da la Monaala.
NORRAlHi;
Preml«*r-Pi»rls. — Trataax originan* : ObMmliOR sur un cas da *W>-
aloma* gaiiglionualrc* par infection, A la aúlla du traitement d'une loupe du
cuir chevelu par la* caustique», par M. I.-Sf. Canil. — Bctuo «la Ir
praNNa rmnejilm* i Luxntion completa *ans piale da l'astrogala. — Ra»li
pK-variolique*. — Nérnlglts lombo-abdominale* paraialant aprí» la guiri-
ton da lesión» uterinos. — Complai-rrndM nnnl» llque* da* So-
cióte* tavanict : Aeodimi* tU midreine, aáanea du 3 aoftt 1873. — So-
citté ilemMtcmt pralit/ut, alance du t*'jelllel 1873. — Sautellra.
París, le 6 aoút 1875.
Lo partí des contagionnistes, representé par M. Guérin dansla
TRAVAUX ORIGINAUX
hAtEL-DIEC. — M. LE PROFKSSKUR RJCHST.
Observation sur un cas de stéatomes ganglionnaires par
infection, á la suite du traitement d'une loupe du cuir
chevelu par les caustiques.
Par I.-M. Carafí,
Externe desbApitasx.
Mmc Aginé M..., ágée de 40 ans, ménagére, née á Epernay
(Marne), entrée i l’Iiótel-Dicu le 20 mai 1875, est couchéc au
n* 14 de la salle Saint-Charles.
En avril 1873, la malade fut consultor son médecin pour se
fairc tráiler d’une loupe du volume d'une grosse cense qu’elle
portait depuis deux ans sur la région pariétale droite, ú deux
Resulta particularmente interesante el trabajo que seguidamen¬
te comentamos, el primero publicado por Carafí a los pocos meses
62
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
de arribar a París, siendo ya Externo de los hospitales en el Hótel-
Dieu, cuyo nuevo edificio sería inaugurado en 1877, tal cual subsis¬
te actualmente. El espíritu de trabajo de nuestro joven estudiante de
22 años hizo que, llevando sólo algunas semanas en el Servicio de
cirugía del Profesor Alfred-Louis-Dominique Richet (1816-1891),
bajo la directa tutela del famoso Odilon Lannelonge (1840-1911),
diera a conocer en La France Médicale esta hasta cierto punto cu¬
riosa comunicación, típica de la Patología externa clásica. Desde el
comienzo de su actuación parisina, en consecuencia, Carafí estuvo
vinculado con los representantes más conspicuos de la vieja cirugía ,
muchos de los cuales harían la transición hacia la nueva , precisa¬
mente en la década durante la cual el oriental actuaba en la capital
francesa.
Con referencia a Richet, ayudante de anatomía (1841) y pro¬
sector (1843), se doctoró en 1844. Actuó luego como Cirujano
de los hospitales, culminando en el antes citado nosocomio como
Profesor de Clínica quirúrgica (1864). Allí experimentó con la
anestesia mediante cloroformo utilizando el aparato de Jean-Louis
Prosper Duroy 107
107 Este era conocido como “anestesímetro”. La obra de Duroy es la siguiente: Procédés
pour découvrir le chloroforme dans le sang et dans les cadavres, Extraits du Journal de
63
• José Máximo Carafí •
Volviendo a la comunicación que nos ocupa, la loupe era una
antigua y poco precisa denominación, utilizada desde la antigüedad
grecorromana para designar un tumor quístico de contenido gra¬
soso, que quizás pudiera corresponder a lo que hoy denominamos
quiste sebáceo. No obstante, en la bibliografía clásica se lo incluia
junto a los ateromas , esteatomas , lipomas , chaláceos, ganglios o nodus y
hasta a los bocios y espinas bífidas (hidropigias de la médula espinal).
Un tratado sobre Lupiología, im publicado por Barthélemy Girard
(1731-1812) de Montpellier en 1775, da idea de la importancia
que se asignaba a su diagnóstico y tratamiento. Este último consis¬
tía en su resolución , supuración , ligadura , extirpación o cauterización
(por el fuego o las sustancias químicas). No había, un siglo después
de este librito, demasiado adelanto en cuanto a la diferenciación
de esa entidad de ciertos carcinomas ( cancroides ) y sarcomas. Se
confundía con procesos infecciosos agudos o crónicos {caseosos). Si
bien era empleado el término metástasis , el mismo hacía referencia
a la diseminación de las infecciones. El concepto de tumor maligno
continuó siendo, hasta fines del siglo XIX, el de una enfermedad lo¬
calizada, por lo que su tratamiento consistía, hasta el advenimiento
de la histopatología y la cirugía radical con Halsted y Wertheim,
en su simple extirpación, con lo que los pacientes se daban por
curados, por más que luego aparecieran recidivas y lesiones genera¬
lizadas. Es este caso bien elocuente al respecto. La descripción muy
detallada y objetiva que nos brinda Carafí de las distintas etapas
de la enfermedad, no deja lugar a dudas, al menos para el clínico
de hoy, que estaba ante una neoplasia en evolución, con suficiente
agresividad como para determinar ulceraciones, destrucción par¬
cial del pabellón auricular y parálisis facial periférica, con lesiones
a nivel de los ganglios tributarios, de análogas características ma¬
croscópicas que la primitiva. Sin embargo, desde el título hasta las
conclusiones, prima el concepto de que, por su larga evolución, era
Pharmacie, Paris, Thunet imp, 1851.
108 Girard, M. Barthélemy Lupiologie ou Traite des tumeurs connues sous le nom de loupes,
avec des détails sur les effets et la maniere d’ágir les caustiques, des recherches sur le gan-
glion, le goitre, les tumeurs enkystées des paupieres, la Ramde, l’Hydropisie de la moelle
épinniere et des moyens et réflections sur les moyens de perfectionner l’art de les guérir ,
Londres, Paris, Chez Ruault, 1775, 445 págs.
64
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
un tumor quístico infectado que había reaparecido en los ganglios
cervicales, se había ulcerado y tenía una marcha aguda quizás a cau¬
sa de la cauterización utilizada en un principio. Un año después, el
famoso Julius Cohnheim (1839-1884), en un trabajo publicado en
los Archivos de su maestro Virchow, 109 cita el del uruguayo, aunque
plantea dudas acerca de la naturaleza del proceso. Uno de nosotros
(F.M.G.) ha comentado al respecto que tratándose de un proceso
que se fistuliza y drena sustancia sebácea o caseosa, podría tratarse
de una tuberculosis (menos probablemente) o de una actinomico-
sis, patología ésta última que en su prolongada actuación clínica ha
observado en dos oportunidades.
No deja de ser muy interesante para el historiador de la medi¬
cina tener un ejemplo como éste que pone en el tapete, sin la menor
duda, que la cirugía francesa del último cuarto del siglo XIX, seguía
apegada a antiquísimos conceptos sobre los tumores, idénticos a los
que manejaban Paré o Astruc, conforme frente a otros casos clíni¬
cos, continuaba abrazada a la teoría miasmática. Esto ocurría cuan¬
do ya se habían formulado tanto la patología celular de Virchow
como la teoría de los gérmenes con Pasteur y Koch. En menos de 20
años cambiaría radicalmente el encare quirúrgico de los cánceres,
en primer lugar porque se los diagnosticaría en forma correcta des¬
de el punto de vista histopatológico y en segundo término porque
se conocería su modo de propagación, lo que condujo a la cirugía
ampliada, que por cierto tiempo pagó tributo con su impopulari¬
dad a las complicaciones inherentes a su extensión.
Enfatizamos que en Francia había ya una escuela histológica,
con la cátedra correspondiente en la Facultad de París a partir de
1862. Sin embargo, en este caso, los prominentes médicos actuan¬
tes dieron mayor relevancia a los antecedentes clínicos y a los preci¬
sos hallazgos semiológicos. Aumenta nuestra perplejidad ante dicha
actitud si se tiene en cuenta que Richet se había hecho famoso por
un Tratado de anatomía médico quirúrgica , cuya primera edición es
de 1855 y que continuó publicándose durante más de veinte años.
Si consultamos la obra, en ella se reproducen imágenes microscópi-
109 Cohnheim, J. Einfacher Gallertkropf mit Metastasen, Virchow Archiv, 1876; XXVI:
552.
65
• José Máximo Carafí •
cas. No obstante la amistad que unía a Richet con el microscopista
Charles Robín (1821-1885), no recurrió a él para aclarar el caso,
como sí lo hizo Francisco Antonino Vidal en 1851 a fin de diluci¬
dar la naturaleza de algunas lesiones descritas en su Tesis sobre mal
de Pott.
Para finalizar, ni el autor de la publicación, ni el profesor, ni su
reputado ayudante hallaron referencias bibliográficas al respecto. 110
Como algo anecdótico, consignamos que la enferma procedía
de Epernay, sitio próximo a París, donde Richet pasaba los fines de
semana durante el verano; 111 quizás de allí conocía a la enferma, por
lo que ésta terminó concurriendo a la clínica de su vecino, el gran
cirujano.
2) Carafí, J.-M. Pachimeningite avec hématome de la dure-
mére. Bulletins etMémoires de la SociétéAnatomique (París),
janv-avr 1877, [1878] T. III: 325-326 y Progrés Médical,
1877; V: 634-635.
mi moins peu conuntiue.
«uuiuaue. Sinoti tres-raro
^ UWI ' loterti# provisoir*. 1
MUide ¡f 1 ' hoa P ,CB enfévrier
Au commcncemeot de 1^76 álíuau^d-cooliq.iw iuvétéréfs.
piÓRie droile. Au debut de i dapü P |eiie UVc <-‘ Wmi-
Irés grande in ten sité p as , n i U ?V BS rrj,n I M ‘ s nrnient une
Esta comunicación es interesante, entre otras cosas, porque re¬
afirma lo que ya dijéramos, que a fines de 1876 Carafí se había
presentado por primera vez al concurso del Internado, obtenien¬
do el cargo de Interno Provisorio, cosa que se desprende del título
110 Transcribimos íntegramente la traducción del trabajo en el Anexo Documental N° 7.
111 Monod, Charles. Eloges et notices lus a la Société de Chirurgie: Ricord, Trélat, Richet, Le
Fort. Le cinquantenaire de la Société (25 octobre 1893), Paris, Masson éd, 1895.
66
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
que acompaña al nombre del autor en este trabajo. Desempeñó esa
función en el hospicio Dévillas, establecido en 1835 gracias a una
donación realizada por un comerciante de ese nombre; dicha insti¬
tución fue trasladada más tarde a las afueras de París con la finalidad
de disponer de más espacio.
Se trata de la descripción de la autopsia de un paciente alcohó¬
lico de 82 años de edad , perteneciente a la dependencia asistencial
mencionada, donde había permanecido internado desde 1872 y
que, en años sucesivos, más específicamente a comienzos de 1876
y en abril de 1877, presentó sendos ataques de apoplejía , fallecien¬
do al día siguiente del último de ellos. Luego de la observación de
otros sectores del organismo, Carafí hace referencia más precisa de
los hallagos a nivel del cráneo, donde encuentra del lado izquierdo,
“ incindiendo la duramadre, la presencia de cierta cantidad de sangre
líquida, que formaba un hematoma entre dos neomembranas ”, la más
externa en contacto con la duramadre, de la que podía separarse
‘ fácilmente, y la más interna, algo más fina, ubicada sobre la aracnoi-
des y la piamadre [...] El espacio limitado por ellas ocupa casi toda la
cara externa del hemisferio izquierdo, con algunas bridas o tabiques
rudimentarios. ”Da las dimensiones exactas del hematoma y destaca
que “a nivel del mismo las circunvoluciones cerebrales están comprimi¬
das, por lo que la cara convexa del hemisferio presenta una depresión en
relación con la forma del hematoma ’ como único hecho a destacar.
La duramadre del lado derecho presenta algunas adherencias a las
meninges subyacentes. Los vasos del polígono de Willis son atero-
matosos. Las demás estructuras nerviosas en sus diversos sectores
están intactas. “En cuanto al bulbo, además de su consistencia y de su
aspecto fisiológicos, ofrecía una simetría perfecta, lo que excluye la idea
de toda degeneración secundaria”.
Llamativamente no hay en este trabajo referencia alguna a los
síntomas y signos neurológicos que presentaba el paciente, lo que
pudo haber hecho más interesante la observación, en una época en
que la neurología estaba en pleno desarrollo, restringiéndola a una
comunicación anatomopatológica en sentido estricto.
67
• José Máximo Carafí •
3) Carafí, J.-M. Hernie diaphragmatique congénitale.
Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique (París),
1880, 3 éme Série, T. V: 205-206.
Presenta -en la Section des Procés-Verbaux- la pieza conservada
y la descripción de la autopsia de un recién nacido, portador de
una hernia diafragmática por agenesia del hemidiafragma izquier¬
do, con las modificaciones de los órganos abdominales y torácicos
que son propias de esta patología. El autor señala que el hallazgo es
de extrema rareza.
4) Carafí, J.-M. Anevrysme artério-veineux de l’artére et de
la veine fémorale superficielles ayant subi les modifications
suivantes: Communication de l’artére avec la veine et avec
un sac; suppression de la communication avec le sac; cés-
sation de la phlébartérie; gangréne de la poche; ouvertu-
re; mort. Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique
(París), 1881, 4 émc Série, T. VI: 706-713.
Citado en:
• Revue des Sciences médicales en France et a l’étranger: recueil
trimestriel analytique, critique et bibliograpbique, París,
1882; 22: 672.
• Index Medicus , Carnegie Institution of Washington (F.
Leypoldt ed), 1883:15.
• Jahresbericht über die Leistungen und Fortschritte in der ge-
sammten Medicin, Berlín, 1883; 17: 283.
• Deutsche Chirurgie (F. Enke ed), 1888; IV: 42.
• Bourges, M. Contribution a létude des anévrysmes artérioso-
veneux des vaisseaux fémoraux, París, Bailliére éd, 1900.
• Reports ofthe Johns Hopkins Hospital, 1920; 19: 340.
68
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
• Callander, Curlie L. Arterionenous fístula with an analysis
of447 cases, Ann ofSurgery, 1920; 71: 428-459.
Séance du 16 décembre 1881.
Présidence de M. Charcot.
17. Anévrysme artério-Teineux de Tartére et de la vdae
fómorale snperfldelles ayant snbi les modiflcatíoni ai-
v&otei: Commanioatlon de l’artére avec la Tdae et »*
un sac; — Snppreaeion de la eonmnnlcatlon avecto««
— Cessation de la phlóbartórie; — G&ngréne de la pocke;
— Ouverturej — Mort; parM. J.-M. Cabafi, interne des hópi-
taux.
Le noramé P...., Louis, ágé de 32 ans, employó, entrele
9 septembre 1881 á l'hópital Beaujon, salle Ambroise Paré,
n° 30, Service de M. Lb Fort suppléé par M. Blim.
Le malade présente une plaie par arme á feu (revolver
En la sesión del 16 de diciembre de 1881 de la antes citada cor¬
poración, bajo la presidencia de Jean-Martin Charcot (1825-1893),
Carafí da a conocer un nuevo trabajo, referido esta vez a un caso ob¬
servado en la sala Ambroise Paré , Servicio de Le Fort en el Hospital
Beaujon (M. Blum subrogaba al patrón). Era un hombre de 32 años
que había sufrido una herida por arma de fuego a nivel del triángulo
de Scarpa, sobre el borde externo del sartorio. El autor refiere la evo¬
lución del enfermo y el diagnóstico inicial de aneurisma traumático ,
cuyos caracteres semiológicos describe minuciosamente. Primero se lo
trató por compresión externa. Frente a la persistencia del cuadro pa¬
tológico, se planteó un aneurisma arteriovenoso , dada la comprobación
de doble pulso, doble soplo, frémito, etc. Se llamó en consulta al pro¬
fesor Paul-JulesTillaux, quien estuvo de acuerdo con este diagnóstico
y aconsejó un vendaje compresivo extenso, “ mantenido bajo el peso de
un saco de plomo”. Más tarde, se presentó síndrome toxi infeccioso que,
unido a los elementos fluxivos locales, llevó a pensar en un flemón,
que efectivamente existía y que se extendió rápidamente. Luego de
nueva consulta con el antes citado cirujano, esta vez conjuntamente
con Le Fort y Blum, decidieron operarlo, previa punción exploradora.
Luego de unos días, se pusieron de manifiesto “ signos de septicemia”.
Recién entonces se incindió ampliamente la piel, saliendo “ abundante
69
• José Máximo Carafí •
líquido purulento, mezclado con coágulos fétidos”. A efectos de evitar
una eventual hemorragia, se colocó una banda de Esmarcb en la raíz
de la pierna. El paciente murió y se realizó la necropsia, que permitió
comprobar que “la fístida arterio-venosa inicial se había cerrado”. Se
hallaron además “ modificaciones necróticas de los tejidos blandos y una
importante trombosis venosa, que abarcaba tanto los vasos superficiales
como los profundos .”
5) Carafi, J.-M. Monstre anencéphale présentant plusieurs
vices de conformation- Bec de liévre commisural génial á
gauche- Bec de liévre latéral. Coloboma de la paupiére et de
l’iris á droite. Bulletins etMémoires de la SociétéAnatomique
(París), 1881, 4 emc Série, T. VI: 733-736 y Progrés Médical
(París), 1882; 8: 618.
Citado en:
• Index Medicus, Carnegie Institution of Washington (F.
Leypoldt ed), 1883; 5: 3.
• Revue des Sciences médicales en Frunce et á l’étranger, Paris,
1883; 21: 380.
• Jahresbericht über die Leistungen und Forschritte im Gebite
der Ophtalmologie (J. Michel, ed), 1883: 11.
• Hirst, B. C.; Piersol, F. A. Human monstruosities, Part IV,
Philadelphia, Lea Brothers ed, 1893.
• Bailantyne, J. W. Manual of antenatal pathology and hy-
giene. The foetus, New York, W. Wood ed, 1902.
• Zeitschriftfür Augenheiljunde, 1902; 7: 212.
• Annalespaediatrici: International review ofpediatrics; Revue
Internationale de Pédiatrie; Jahrbuch für Kinderheiljunde,
1902, 56: 153.
• Archives of Ophtalmology (H. Knapp y C. Schweigger, ed),
New York, 1913; 32: 191.
70
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
26. Monstre anencéphale présentant pluslenrs vices de
conformatlon. — Bec de liévre commis9ural génial á
gauche. — Bec de liévre latéral. — Coloboma de la pan-
piére inférieure et de l’lris é. droite; par M. J. M. Caraki,
interne des hópitaux.
Le foetus monstrueux, dont j'ai l’honneur do communi-
qucr l’observation, provicnt du servicc de M. lo D r Cham-
pionniére, a la Maternitó de l’hdpital Cochin.
Cette filie est née le 2C aoút 1880, á 8 h. 15 du soir. Sa
También en diciembre de 1881, Carafí da a conocer un caso ob¬
servado en agosto de 1880 perteneciente al Servicio de la Maternidad
del Hospital Cochin , dirigido por Lucas-Championniére. Es un es¬
tudio sobre teratología, aspecto de la medicina con una larga trayec¬
toria histórica por sus viejas vinculaciones con la teología. Se refiere
a una mujer que había estado internada durante los tres últimos me¬
ses del embarazo en la nombrada dependencia. La palpación llevó al
diagnóstico de presentación podálica, intentándose incluso en dos
oportunidades la versión cefálica por maniobras externas, que resul¬
taron infructuosas. Destaca el autor el frecuente error diagnóstico
que se comete cuando se practica el tacto vaginal en casos de anen-
cefalia como el que estudia, que suele confundirse con una presen¬
tación podálica (lo que siguió ocurriendo hasta que dispusimos de
estudios imagenológicos complementarios). El recién nacido, que
falleció tres horas después, además de la malformación antedicha,
que el autor ilustra mediante fotografías que no son reproducidas
en el texto (téngase en cuenta la relativamente precoz utilización de
este recurso gráfico en lugar del dibujo o la presentación de la pie¬
za anatómica conservada), tenía asociado un doble labio leporino.
Del lado izquierdo, la fisura era a concavidad superior, afectaba la
mejilla y se extendía desde la comisura labial hasta el borde inferior
del malar. Señala, como dato original, “lapresencia de una brida que
unía el extremo del defecto geniano al lóbulo cerebral anencefálico .” A
la derecha, faltaba la soldadura de los bordes de la piel de la brecha,
que se extendía por encima de las partes blandas del labio, las que
quedaban al descubierto. El párpado inferior homolateral presen¬
taba un coloboma que lo comprometía en casi toda su extensión. El
71
• José Máximo Carafí •
iris de ese ojo también tenía una detención del desarrollo (coloboma
del iris). El autor hace además una completa revisión bibliográfica
sobre el tema, que abarca el período comprendido entre 1715 y
1860, tomada en su mayor parte del Diccionario Enciclopédico de
Dechambre y de un trabajo de Pelvit sobre malformaciones de la
mejilla que había sido presentado, poco tiempo antes, a la Société
de Biologie.
6) Carafí, J.-M. Calcul salivaire du canal de Warthon ex¬
pulsé spontanément. Bulletins et Mémoires de la Société
Anatomique (Paris), 1881, 4 eme Série, T. VI: 736-737.
Citado en:
• Revue des Sciences médicales en France et a l’étranger: recueil
trimestriel analytique, critique et bibliographique , Paris,
1883; 22: 392.
• Index Medicus, Carnegie Institution of Washington (F.
Leypoldt ed), 1883; 4: 456.
27. Calcul salivaire du canal de Warthon expnlsé apea-
tanément; par H. J. Caiufi, interne des hópitaux.
J’ai l’honneur de présenter á la Société anatomique un
calcul salivaire expulsé spontanément.
Voici l’histoire de ce calcul: Le nommé Louis Dutastre.
ágé de 22 ans, vient á la consultation du Service de M. le
professeur Le Fort, á l’hópital Beaujon, le 19 décembre
1881. II nous raconte que, etantau régiment, l’année der-
niére, il fut priB subitement, aprés un repas, de douienrs
tres vives dans la bouche et dans l’angle de la michoire
droite ; ces phénoménes se calmérent sous l’influence d’ap-
ivlíoAfiAna Amnllionfoo
En calidad de Interno en la clínica dirigida por el Profesor Le
Fort en el Hospital Beaujon , el mismo mes y año que la arriba rese¬
ñada, Carafí da cuenta, ante la tradicional y respetada corporación
médica de París, una comunicación referida a un cálculo salival en-
72
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
clavado en el conducto excretor de Warthon, que fue expulsado
espontáneamente. Había hecho el diagnóstico correcto guiado por
la fluxión de la glándula, la palpación indirecta del cálculo median¬
te un estilete y la comprobación del orificio bucal del conducto de
Warthon dilatado.
7) Carafí, J. M. Ligature de la verge á l’áge de sept ans; sec-
tion presque complete de l’organe ayant intéressé l’urétre;
rétrécissement de l’urétre avec fistule; sclérose de l’urétre.
Mort par urémie dyspnéique. Bulletins et Mémoires de la
Société Anatomique (París), 1881, 4 eme Série. T. VI: 750-
52.
Citado en:
• Scbmidt Jahrbücher der in und auslánder gesammten
Medicin , (Hirzel ed), 1882; 195-196: 306.
• Revue des Sciences médicales en Frunce et a l’étranger: recueil
trimestrielanalytique, critique et bibliographique, 1883; 22:
397.
• Index Medicus, Carnegie Institution of Washington, 1883;
4: 466.
• Jahresbericht über die Leistungen und Fortschritte in der ge¬
sammten Medicin, 1883; 17: 207.
• Deutsche Chirurgie (F. Enke ed), 1886; 50 (1): XXIV.
Presenta el caso de un joven de 21 años, afectado de un retardo
mental, “con incontinencia nocturna de orina [desde la] edad de 7
años, [quien] tuvo la idea de ligarse el pene para evitar [así] orinar[ se]
en la cama y [de este modo poder] escapar a las amenazas de sus
padres .” El procedimiento condujo, con el paso de los años, a un
estrechamiento y sección parcial del miembro viril. “El calibre de la
uretra [se vio] notablemente reducido, [lo que tuvo por consecuen-
73
• José Máximo Carafí •
cia] retenciones de orina repetidas, que no requirieron, sin embargo,
jamás, [que el paciente fuera] sondado Fue visto en consulta por
el eximio cirujano Tillaux, quien reconoció, por medio de un “ca¬
teterismo explorador, la existencia de una estenosis muy marcada de la
porción peneana de la uretra, a cuatro o cinco centímetros del meato
urinario. El punto preciso donde se alojaba este estrechamiento estaba
indicado por la presencia de una pequeña fístula uretro penenana que
desembocaba en la cara dorsal del pene y a través de la cual salían al¬
gunas gotas de orina durante la micción. ”
Tiempo después, el joven fue internado en el Servicio del
Profesor Le Fort, “quien logra pasar una bujía muy fina que es dejada
durante diez minutos”, intervención que se repite en días sucesivos
con sondas de mayor calibre. En forma inopinada, “el enfermo se
queja de disnea. La auscultación no da nada, tampoco la percusión;
se supone una disnea urémica. ” El síntoma se acentúa rápidamente,
mientras decrece la excreción urinaria, lo que se acompaña de “un
estado de abatimiento muy pronunciado.” Pronto se comprueba que
está en anuria, que la “disnea urémica ha progresado y no da lugar a
ninguna esperanza. [...]. El enfermo muere en la tardeL
Una vez más, como en los otros trabajos de Carafí, el punto
fuerte es la autopsia “hecha 18 horas después de la muerte” y que
demuestra que
los riñones son lobulados [...] Al corte, se comprueba que es¬
tán muy esclerosados, que la sustancia cortical está muy atrofiada,
[con] signos de retención urinaria, es decir con una dilatación de
los cálices y de las pelvis renales, que se ha establecido a expensas
del riñón.
También comprueba una extrema dilatación e hipertrofia pa¬
rietal de uréteres y vejiga. En lo que respecta al sitio de la lesión
inicial,
[1] a uretra está muy roja detrás del estrechamiento, su calibre
está algo dilatado. La estenosis se caracteriza por una brida circu¬
lar que rodea casi enteramente la uretra, haciendo saliencia hacia
la luz. Detrás de la misma se ve el orificio interno de la fístula que
hemos señalado antes. El trayecto de esta última es muy oblicuo.
74
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
casi de un centímetro de largo. El orificio cutáneo se abre en la cara
dorsal del pene. La uretra, por delante del estrechamiento, no está
muy modificada ni en su calibre ni en su estructura.
Termina la publicación con unas breves reflexiones:
Es curioso comprobar en este enfermo la existencia de una
nefritis esclerosa atrófica, de origen mecánico, habiendo terminado
por ocasionar la uremia disneica que fue rápidamente mortal, sin
que haya sido posible hallar albúmina en la orina, ni fenómenos
que aparecen como consecuencia de la albuminuria. La anemia
ha sido muy tardía, visto el estado de las lesiones, y ha precedido
inmediatamente la muerte.
Es interesante hacer notar que de acuerdo al Indexcat de la
National Library of Medicine de Estados Unidos de América, exis¬
ten 47 artículos previos al que comentamos, referidos al mismo
tema, publicaciones aparecidas a partir del inicio del siglo XVIII.
La mayoría de los casos son consecutivos a la estenosis de la uretra
producida por la colocación, en torno a la raíz del pene, de un ani¬
llo, con frecuencia la alianza matrimonial. 112
8) Carafí J.-M. Fracture indirecte de la neuviéme vertebre dorsa-
le; déformation, réduction; mort au 8 éme jour par hémorra-
gie cérébrale traumatique. Progres Médical, 1882; X: 635
y Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique (Paris),
1882; IVéme Série, T. VI: 752-756.
Citado en:
• Neurologische Centralblatt, 1882, 1: 489.
• Revue des Sciences médicales en France et d l’étranger: recueil
trimestrielanalytique, critique et bibliographique, 1883; 22:
390.
Este artículo es quizás uno de los más intereseantes de la biblio¬
grafía de Carafí. También fue presentado ante la Société Anatomique.
112 Indexcat.nlm.nih.gov/logicrouter/servlet/LogicRouter?OUTPUTXSL=relationship
s_enc36ui.xslt&pm, (Consultado : 12.17.2012).
75
• José Máximo Carafí •
Se trata “de un hombre de 25 años, muerto en el servicio del Profesor
Le Fort, en el Hospital Beaujon, a consecuencia de una hemorragia
cerebral traumática en el curso de una fractura del raquis.” Era un
carpintero que cayó de cabeza, mientras trabajaba, desde una altura
de diez metros.
Enseguida fue conducido al hospital. Fue admitido por nues¬
tro colega M. Petit, quien ha tenido la amabilidad de darnos la
nota siguiente sobre el estado del herido y la intervención a la cual
fue sometido, de común acuerdo con nosotros.
Refiere la semiología del caso, al mejor estilo de los neurólogos
de la escuela de la Charité:
Acostado sobre un banco, estaba en decúbito dorsal, presen¬
tando una marcada agitación, repitiendo sin cesar el mismo grito:
‘Marie! Se debatía cuando pretendíamos examinarlo, haciendo
movimientos con la parte superior del cuerpo y principalmente con
el brazo derecho; el brazo izquierdo estaba afectado por una con-
tractura en semiflexión muy marcada.
Descubriéndolo, se pudo comprobar el estado de sus miem¬
bros inferiores; se percibió que el pene estaba en erección; no había
trazas de emisión de esperma, orina ni materias fecales. Los dos
miembros inferiores estaban en estado de paraplejia fláccida y [con
una] anestesia a ese nivel, [la que también involucraba] la parte
inferior del tronco, [parálisis] que parecía absoluta.
Procediendo al examen de la región raquídea, se comprue¬
ba, aproximadamente a nivel de la segunda vértebra dorsal, una
deformación muy acentuada. La porción del raquis por encima
de este punto parece hundida en una extensión de algunos centí¬
metros, en tanto que por debajo, se percibe una saliencia brusca,
que limita la depresión a ese nivel, depresión en la cual se podría
alojar una gruesa nuez. No se comprueba en ese sitio, ni movili¬
dad anormal de los fragmentos vertebrales, ni crepitación, pero la
palpación, aún la más ligera, resulta dolorosa.
Algunas horas después del ingreso del enfermo, se procede a
efectuar tracciones progresivas sobre los miembros inferiores, en
tanto que la contratracción se hace por medio de un lazo pasado
bajo las axilas. Estas maniobras parecen poco dolorosas y se obtie¬
ne fácilmente la desaparición de la deformación raquídea. En ese
76
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
momento, la erección [peneana] desaparece, el enfermo cae en un
estado semicomatoso. [Las citadas tracciones son llevadas a cabo
mientras el paciente se halla] en decúbito dorsal, [realizándolas
mediante] una ligera tracción ejercida sobre la parte superior del
tronco, [sirviéndose para ello] de un lazo [que ha sido deslizado]
bajo las axilas y que fue fijado a la cabecera de la cama.
El diagnóstico no presentaba dudas: se trataba a la vez de
una fractura indirecta de la columna vertebral y de una hemorra¬
gia cerebral: porque era difícil explicar de otro modo, que no fuera
por una hemorragia cerebral, la contractura limitada al brazo iz¬
quierdo y el estado intelectual del paciente.
Seguidamente, detalla la evolución del caso, señalando expresa¬
mente que el coma se profundizó, por más que se colocó al paciente
en una gotera de Bonnet y se le “aplicaron seis sanguijuelas en la oreja
derecha. ”Los únicos movimientos eran los del brazo derecho, mien¬
tras que el izquierdo estaba en estado de parálisis espástica. Luego
de alternativas de crisis epileptiformes, se acentuó el compromiso
de la conciencia hasta que el enfermo finalmente falleció tres días
después del accidente.
Ahora, a la frondosa historia clínica, que demuestra en toda su
magnitud la madurez que había alcanzado la formación médica de
Carafí, se agrega la infaltable autopsia,
practicada en presencia de mis excelentes colegas los Sres. Petit
y Gautier. Lo que nos llama la atención primero es la perfecta co¬
rrección de la reducción [de la fractura de columna]. No habiendo
visto la fractura antes de la reducción, me ha sido necesario recorrer
en tres ocasiones la línea de las apófisis espinosas para reconocer el
intervalo del callo que se había formado sobre la misma.
Singularmente expresiva y minuciosa es la descripción de los
hallazgos craneanos, que nos evoca la notable tarea de investigación
liderada por Charcot en el campo de la anatomía patológica y la
clínica neurológica y por Broca en el de la antropología médica:
La autopsia de la cabeza nos permite reconocer una equimosis
extendida a una gran parte de la región parietal. Los huesos de la
calota craneana están intactos. Una vez lenvantada la misma se
pudo observar ausencia de toda hemorragia por fuera de la dura-
77
• José Máximo Carafí •
madre. Se veía abombar en la región parieto frontal del cerebro
derecho una saliencia que era fácil de relacionar a la verdadera
causa: una hemorragia focal. Este foco ocupaba los lóbulos frontal
y parietal, a nivel de las circunvoluciones que limitan el área de
Rolando. Era un verdadero foco constituido por un coágulo ne¬
gruzco, como un huevo de gallina, rodeado de serosidad, de un
color rojo vivo. Todo alrededor, la sustancia cerebral estaba desfle¬
cada. El foco no estaba separado de la superficie del cerebro más
que por una fina capa de sustancia nerviosa; no comunicaba con
el ventrículo lateral.
Llega el tumo de describir la columna. Este texto es de singular
corrección, no sólo por el conocimiento anatómico que trasunta,
sino por el dominio del lenguaje, desprovisto de todo circunloquio,
adjetivo u otro recurso gramatical, sintáctico o retórico, que exceda
lo estrictamente necesario para lograr una minuciosa representación
de lo visto, tal como procuraban hacerlo entonces en sus novelas ex¬
perimentales, Zola o Flaubert, entre otros. Dice Carafí:
La fractura del raquis afecta el cuerpo de novena dorsal, que
está dividido en dos fragmentos: el superior cóncavo, comprende
la lámina superior y la mitad superior de la lámina del tejido
compacto que recubre la cara anterior del cuerpo de la vértebra;
el fragmento inferior comprende el resto del cuerpo de la vértebra.
En el mismo, el tejido óseo está tan laxo a causa del traumatismo,
que la altura del cuerpo de la vértebra está reducida a 13 mm, en
tanto que las vértebras dorsales situadas por encima y por debajo
tienen un tercio más de altura. La apófisis espinosa se ha despren¬
dido en su base, pero no se ha desplazado; las apósifisis articulares y
transversas están fracturadas en fragmentos pequeños a nivel de sus
extremos. Los dos fragmentos, formados por el cuerpo de la novena
vértebra dorsal, se introducen uno en el otro como un cóndilo en
una cavidadglenoidea. El aplastamiento del cuerpo de la vértebra
no ha afectado el calibre del canal vertebral.
La médula no parece haber sufrido a consecuencia del des¬
plazamiento que ha provocado la fractura, pero es preciso destacar
que ha sido examinada 19 días después de la muerte y que había
quedado en el raquis, mientras la pieza anatómica había sido con¬
servada en una solución de doral durante ese tiempo. Señalamos
de todos modos que las meninges raquídeas están intactas y que no
hemos encontrado ninguna de las lesiones groseras que hubieran
78
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
podido alejar toda esperanza de curación. No se observan hemorra¬
gias en el canal vertebral. Había una hemorragia del tejido celular
bastante abundante, expandida en el mediastino posterior, debajo
de la pleura mediastínica.
Las reflexiones finales sintetizan el objetivo de haber traido el
caso a la consideración de la comunidad médica:
Hemos presentado nuestra pieza anatómica para probar la
posibilidad de una reducción completa y regular en las fracturas
aisladas del raquis. De este modo se desvirtúa con la fuerza de la
evidencia lo tenido por cierto por muchos cirujanos que admiten
la reducción como tratamiento de los traumatismos con desplaza¬
miento del raquis, rorfleniendo] que es en las luxaciones que la re¬
ducción resulta útil y supon[ iendo] que la reducción no es de gran
ayuda en las fracturas aisladas, las fracturas sin luxación, en las
que el desplazamiento se produce entre dos fragmentos del cuerpo
de una vértebra y no a nivel del menisco intervertebral.
Esta pieza anatómica prueba justamente que la reducción es
tan útil y eficaz en las fracturas aisladas como en las complicadas
por luxación.
A lo que agrega consideraciones acerca del mecanismo fisiopa-
togénico del cuadro neurológico postraumático que ha tenido la
ocasión de exponer con tanta solvencia:
No diremos más que una palabra sobre la hemorragia cere¬
bral traumática; es que, a pesar de la poca frecuencia de este tipo
de accidentes, es evidente que la causa de nuestro caso ha sido el
traumatismo; todas las precauciones, y éstas eran bien sencillas, se
han tomado para evitar errores. Es el propio traumatismo, caída
sobre la cabeza desde un sitio elevado, que ha fracturado el raquis
y desgarrado los vasos cerebrales, a partir de los que se ha originado
la hemorragia. El diagnóstico de esta complicación había sido he¬
cho por M. Le Fort desde los primeros días y se lo había encarado
terapéuticamente en forma adecuada.
9) Carafí, J.-M. De quelques légéres modifications du pro-
cédé de Kocher, ayant pour but de le rendre applicable á la
réduction des luxations intra - coraco'idieines de l’humérus.
Revue de Chirurgie (Paris), 1881: 922-925.
79
• José Máximo Carafí •
Citado en:
• Kocher,T. Ueber die Behandlung der veralteten Luxationen
im Schultergelenk, Vichow Archiv, 1881: 423.
• Index Medicus, Carnegie Institution of Washington (F.
Leypodt ed), 1881; 3: 565.
• Deutsche Literaturzeitug für Kritik der internationalen
Wissenschaft, 1881; 2: 301.
• A. Raige, P. Delorme; A. Dechambre (eds) Dictionnaire
encyclopédique des Sciences médicales, 1 crt série, A-E, Tome
34 éme , EMB-EPI, Paris, Masson éd, 1864-1888.
• Revue des Sciences médicales en Frunce et a l’étranger: re¬
cudí trimestriel analytique, critique et bibliographique (G.
Hayem ed), Paris, 1882; 19: 788.
• Ceppi, E. Luxations sous-coraoi'diennes, Rev Chir (Paris),
1882; 2: 836.
• Dictionnaire annuel des progrés des Sciences et institutions
médicales, Paris, Bailliére éd, 1882.
• Epaule: procédé nouveau de réduction des luxations,
Union Médical de Cañada, Associations des médecins de lan-
gue frangaise du Cañada, 1883; 12: 172.
• Etude génerale des luxations, Archives de médecine et de
pharmacie militaire (Paris), 1885; 5-6: 371.
• Medical Record (Georg F. Shrady; 1 bomas L. Stedman,
ed), 1889; 35: 338.
• Transactions ofthe State ofNew York for theyear 1889, New
York, Pub by the Soc, 1889.
• Lejars, F.-M.-L. Traité de chirurgie d’urgence, Paris, Masson
éd, 1899, vol 2: 275 [con numerosas ediciones hasta 1923
y traducido al inglés en 1910].
80
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
• Kocher, T. Uber die Behandlung der veralteten Luxationen
im Schultergelenk, Deutsche Zeitschrijifür Chirurgie, 1890;
30 (4-5): 423-460.
• Duplay, S.; Reclus, P. Traité de Chirurgie, 2éme éd, Tome
III, París, Masson éd, 1897:70.
• Raputova, R. Réductions des luxations pseudo-sous-coraco'í-
diennes (récentes et non compliquées) Revue médicale de la
Suisse romande. Société de la Suisse Romande, 1906; 8: 436.
• Le Dentu, A.; Delbet, P. Nouveau Traité de Chirurgie,
Tome VI (par L. Cahier) Lésions traumatiques des articula-
tions, París, Bailliére éd, 1908:117.
• Technique Chirurgicale (périod), 1936; 28-29: 21.
En este trabajo, el autor expresa: “dicho procedimiento es sim¬
ple y tiene por objetivo la reducción de las luxaciones recientes de la
cabeza del húmero, habiéndolo practicado por lo menos veinte veces, y
observado otras tantas en manos de mis colegas. ” Refiere el caso de un
herido, visto en el hospital Cochin, afectado por tal lesión, que so¬
licitó se le redujera la luxación inmediatamente, ya que no deseaba
permanecer internado. Sería ésta -según se desprende de la lectura
del trabajo- la primera vez que Carafí empleó la modificación que
acá propone. Ensayó la reducción en un primer intento, realizán¬
dola con cierta lentitud. Observó que luego de finalizada la primera
etapa, se “transformó la luxación, de modo que la cabeza del húmero,
que estaba situada por fuera, vino a colocarse por debajo de la apófisis
coracoides. ” Una segunda tentativa “fue suficiente para reducir, sin
ningún esfuerzo ni mucho dolor, la luxación transicional. ” En otros
dos casos posteriores, el autor “modificó algo el procedimiento de
Kocher, pero, antes de indicar dicha modificación y de dar a conocer las
dos observaciones que han probado ser útiles, creyó obligatorio describir
primero en qué consiste el procedimiento del autor suizo, propiamente
dicho. El enfermo está sentado al borde de una silla o mejor todavía de
un taburete, mientras un ayudante inmoviliza el omóplato aplicando
una de sus manos sobre el hombro correspondiente y asegurando con la
otra el borde axilar de dicho hueso. El cirujano toma el codo semi flexio-
81
• José Máximo Carafí •
nado y en un primer tiempo lo aplica con fuerza sobre la pared torácica.
Manteniendo el brazo en esa posición, en un segundo tiempo, realiza
un movimiento hacia afuera, que culmina cuando el antebrazo se halla
en el plano transversal del tronco. En un tercer tiempo, se lleva el codo
por delante del esternón, conservando la rotación del miembro. En un
cuarto y último tiempo, se restituye el miembro a su posición natural,
haciéndolo recorrer la cara anterior del pecho, desde el esternón hasta la
pared lateral del tórax. La reducción se logra a veces al fin del segundo
tiempo, pero en general se requiere la maniobra completa. ” La modi¬
ficación que propone Carafí consiste en que, en lugar de realizar
el tercer tiempo inmediatamente luego del segundo (rotación hacia
afuera), exagera este último y “mant[ iene el brazo] en esa posición du¬
rante cuarenta y cinco segundos a un minuto, percibiéndose entonces un
crujido particular que indica que la cabeza humeral ha abandonado su
situación anormal, de modo que, cuando se realice el tercer tiempo, ella
entrará enseguida en la cápsula y en la cavidad glenoidea.”
Para finalizar, presenta dos casos, ambos observados en junio de
1881, en el Servicio de Le Fort en Beaujon. Aclara que “es superfluo
el empleo de cloroformo; a lo sumo, si se trata de pacientes pusilánimes,
se recurrirá a una inyección subcutánea de 1 centigramo o 15 miligra¬
mos de clorhidrato de morfina, realizada en el hombro. ”
10) El 27 de diciembre de 1881, Carafí obtiene el título de
Doctor en Medicina y Cirugía, con la Tesis titulada:
Traitement des fractures indirectes récentes du rachis, que será
estudiada más adelante en capítulo especial. 113
Citada en:
• Bulletin général de thérapeutique médicale, chirurgicale,
obstétricale et pharmaceutique (Société de Thérapeutique),
1881; 100-101: 468.
• Bulletin général de thérapeutique médicale, chirurgicale, obs¬
tétricale et pharmaceutique (Société Thérapeutique), Paris,
1882; 102-103: 495.
113 Ver Capítulo X.
82
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
• Archives Internationales de Neurologie, des Maladies hérédi-
taires, de Médicine mentale etpsychosomatique, París, 1882;
3: 378.
• Index Medicus, Carnegie Institution of Washington, 1883;
4: 125.
• Guermonprez, F. Manouvres de réduction appliquées á un
cas de traumatisme du rachis. Journal des Sciences médicales
de Lille, 1884; 6:760.
• Geffrier, P. Etude sur les troubles de la miction dans les mala¬
dies du systeme nerveux , París, O. Berthier éd, 1884.
• Ménard, H. Etude sur le mécanisme des fractures indirec-
tes de la colonne vertébrale, région dorsale et dorso-lombaire,
Thése, Lille, 1891.
• Laborde, L. Mécanisme des fractures indirectes de la base du
crine, Archives générales de Méde cine, París, 1895; 2: 592.
• Glatenay, L. Chirurgie des centres nerveux, París, Bailliére
éd, 1897: 235.
• Forgue, E.; Reclus, P. Traité de thérapeutique chirurgicale,
París, Masson éd, 1898:100.
• Le Soudier, H. Bibliographie francaise: recueil des catalogues
des éditeurs francais. Tome 1, París, Bailliére éd, 1900.
• Guermonprez, F. Etudes sur les fractures indirectes dorsales
& dorso-lombaires de la colonne vertébrale, París, O. Doin
éd, 1902.
• Procés-verbaux, mémoires et discussions. Assotiation frangaise de
Chirurgie, Congrés de Chirurgie [N° 22], París, 1909: 967.
• Forgue, E.; Massabuau, G.; Le Dentu, J.-F.-A. Nouveau
traité de chirurgie clinique et opératoire, París, Masson éd,
1913, 14: 182.
• Hardy, Alan G.; Rossier, Alain B. Spinal cord injuries:
orthopedic and neurological aspects, Publishing Sciences
Group, 1975: 104.
83
• José Máximo Carafí •
11) Carafí, J.-M. Tremblement hystérique d’origine trauma-
tique du membre inférieur droit; élongation du sciatique;
guérison. La Frunce Médicale, 1882,1: 121-128 y Bulletins
et Mémoirs de la Société clinique de París, (1882), 1883; 1:
24-30.
Citado en:
• Ombroni, Vicenzo. Uno sguardo alio stiramento dei nervi,
al nella parte sperimentale come nella clínica, Arch Univer
Med, 1883; 263:244.
• Archives de Neurologie et Revue de Maladies Nerveuses et
Mentales, París, Bureau du Progrés Médical éd, 1884.
• Lagrange, F. Valeur thérapeutique de l’élongation des nerfs,
París, A. Delahaye et E. Lecrosnier éd, 1886: 40.
• Archives of Ophtalmology (H.Knapp y C. Schweigger eds),
New York, Putman’s sons, 1913, vol 32:191 [en inglés y
alemán].
Publicado en enero de 1882. Se trata de un “temblor histérico 114
de origen traumático”, tratado y curado por elongación del nervio
ciático. Era una joven de 18 años que, entre otras manifestaciones
histéricas (crisis nerviosas, afonía, hemianestesia derecha, etc.) “ es¬
taba afectada por un temblor convulsivo del miembro inferior derecho
que la había mantenido en cama durante meses?
Posteriormente a
la elongación del nervio ciático, practicada por el Dr. Blum
[sustituto de Le Fort], por debajo del borde inferior del glúteo
114 Tenía auge entonces el amplio concepto de la histeria, tan variada en su cortejo sin¬
tomático como inespecífica en su origen. Fue Charcot que comenzó a estudiarla,
primero en mujeres, más tarde también en hombres. Es muy común hallar en los
diagnósticos etiológicos de la época la atribución de distintos cuadros a la histeria.
Dicha afección tiene un fascinante pasado en la medicina hipocrática y un enorme
-exagerado- desarrollo entre fines del siglo XIX y comienzos del siguiente, que mu¬
chas veces justificó tratamientos quirúrgicos; hasta que, progresivamente, en el curso
de un siglo, se vio reducida a una variedad dentro de las psicopatías, para práctica¬
mente desaparecer de la nomenclatura médica actual.
84
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
mayor, el temblor desapareció luego de algunos días, la sensibilidad
se recuperó un poco más tarde, pero la marcha se hizo normal, fácil
y regular, sin ningún tipo de renguera, sólo al cabo de unos cinco
meses.
La memoria de Félix Lagrange sobre elongación terapéutica de
los nervios, basada en una prolija revisión bibliográfica así como
en experimentos animales, concluye que se ignora el modo cómo
el procedimiento surte efecto: si lo hace a través de un “ mecanismo
similar a la neurotomía, a la neurectomía o al arrancamiento”. Las
indicaciones de la elongación nerviosa fueron muy diversas, desde
neuralgias de diferentes localizaciones, tics de la cara -dolorosos
o no-, parálisis, contracturas musculares (incluyendo el tétanos),
glaucoma, trastornos secundarios a tabes, etc. Los primeros en en¬
sayar esas técnicas fueron los cirujanos alemanes y, recién decenios
después, los franceses.
12) Carafí, J.-M. Lithotritie rapide par la méthode Bigellow ;
calcul phosphatidique de 2 cms. et demi broyé dans une
seule séance ayant duré vingt-trois minutes; guérison.
Observation du Professeur Le Fort. La France Médicale ,
1882; 9 Fev: 195-198.
Citado en:
• Kirmisson, A. Modifications modernes de la lithotritie, Paris,
A. Delahave & Lecrosnier éds, 1883: 64.
85
• José Máximo Carafí •
HOPITAX, nBAÜJON. — SERVICE DK M. LE PROFE8SKUR I.F FORT.
Lithotritie rapide par la méthode de Bigelow. Calcul phospha-
tique de 2 cent. 1/2 de diamétre broyé dans une seule séance
ayant duré vingt-trois minutes. Guérison.
Par M. Casar,
Interne des hApilsux. ,
Le nommé Pain (Charles), 33 ans, domestique, né A Jumeau, dé-
partemont des Dcux-Sévres, entre le 24 octobre 1881, dans le Rer-
vice de M. le professeur Le Fort, k l’hópital Beaujon, salle Saint-
Denis, n® 36.
Ant/cMents. — C'est en 1871 que le raalade a commencé Areudre
du sabio phosphatique; sa gravellc a duré satis modiflcation appré-
eiable jusqu’eu 1875.
Le maladc snppose, d'nprés les symptómes óprouvés, que son cal¬
cul remonterait á cetto epoque; il éprouvait alors des interruptions
brusques dans la miction (¡nterruptions qu'on pourrait aussi attri-
buer á la présencc de graviers dans l’uréthre).
Este trabajo corres¬
ponde al último de los
servicios clínicos donde
actuó Carafí, el de Le
Fort. Se refiere a uno de
los problemas más an¬
tiguos de la terapéutica
quirúrgica, el de la lito-
tricia, para resolver el mal
de piedra. El caso fue so¬
lucionado mediante una
intervención de 23 mi¬
nutos de duración, reali¬
zada por el antes citado
catedrático, bajo aneste¬
sia general con clorofor¬
mo. A tal efecto, empleó Litotribo de Henry J. Bigelow
un litotribo ideado por el
cirujano norteamericano Henry Jacob Bigelow (1818-1890).
86
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
13) Carafi, J.-M. Des accidents du chloroforme chez les fem-
mes en travail. Archives de Tocologie, Maladies des Femmes
et des Enfants Nouveau-nés, 1882; 9: 193-197.
Citado en:
• The American Journal of Obstetrics and Diseases of Women
and Children, 1882; 15: 255.
• Deutsche Literaturzeitung für Kritic der internationalen
Wissenchaft, 1882; 3: 16.
• Deutsche Literaturzeitung für Kritik der internationalen
Wissenschafi, 1882; 3: 28.
• Dutertre, E. De Temploi du chloroforme dans les accouche-
ments naturels (physiologie), París, Bailliére éd, 1882.
• Hirst, Barton C. A System of obstetrics, Philadelphia, Lea
Bros ed, 1888; 1: 662.
• L’Union médicale. Journal des interéts scientifiques et prati-
ques, moraux et professionnels du corps médical (A. Latour
éd), París, 1882: 808.
• Index Medicus. Carnegie Institution of Washington, 1883;
4: 447.
• Reeve, John C. On the use of anaesthetics in Labor, Ohio,
Dayton, 1888.
Hacia fines del siglo XVIII tiene lugar el descubrimiento, casi
sin utilidad clínica, del protóxido de nitrógeno (Priestley, 1776).
En 1792 se descubre el éter sulfúrico. En 1803 se aísla la morfina
(Derosne), que se empleó en los partos a partir de 1817, sobre todo
en el mundo anglo-sajón, pese a sus efectos colaterales (depresión
neonatal, reducción de las contracciones uterinas, aumento del ries¬
go de hemorragias). Entre 1831 y 1834 se ponen de manifiesto las
propiedades sedantes y anestésicas del cloroformo, producto que
es aplicado en un parto por vez primera por James Young Simpson
(1811-1879), el gran obstetra de Edimburgo en 1847. A pesar de la
oposición violenta de muchos de sus colegas (preocupados por los
87
• José Máximo Carafí •
efectos secundarios) y también de los medios eclesiásticos (adheri¬
dos al respeto de la sentencia bíblica), dicho profesor puso en prác¬
tica la administración del producto, simplemente con un pañuelo
aplicado sobre la nariz y la boca de la parturienta. Su empleo en
1853, atribuido a Lord John Snow (1813-1858), en el curso del oc¬
tavo parto de la Reina Victoria (1819-1901), desarrolló la moda de
l’accouchement a la reine. En Francia, los parteros fueron más bien
reticentes y en 1856 la Emperatriz Eugenia (1826-1920), asistida
por Paul Dubois (1795-1871), rechazó la anestesia en oportuni¬
dad del nacimiento del Príncipe Imperial (1856-1879). Sin em¬
bargo algunos obstetras lo emplearon, en particular tratándose de
maniobras o partos distócicos. En los países anglo-sajones, bajo la
presión de las mujeres, los médicos se vieron obligados a emplear
los anestésicos en el parto. Lucas-Championniére, quien, conforme
introdujo el listerismo en obstetricia hizo lo propio con el clorofor¬
mo, había insistido en las complicaciones derivadas de la impureza
del producto. El mismo año de la publicación de Carafí, aparece en
París un completo estudio fisiológico sobre el empleo del anestésico
en los partos naturales por Emile Dutertre, que consagra un capítu¬
lo a las complicaciones, que van desde las de escasa magnitud como
la cefalea, hasta las severas, como el colapso y la muerte.
AHCHIVES
DE TOCOLOGJE
AIALADIK8 DES PK.MME8
m
DES ENFANT8 NOUVKAü-NÉs.
WKMOIUKS OKIfiINAUX
BES ACCIDENTA DU CIILOltOFOItME CHEZ LES
ekmmes en travaji.
88
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Lo primero que dice en forma concreta Carafí al respecto es lo
siguiente:
A medida que el uso de la anestesia se extiende, los casos mor¬
tales son más numerosos, y es bueno que la atención de todos los
prácticos esté orientada hacia los trabajos en que se estudian esos
hechos. Pero hay un punto que es muy controvertido.. .y es el refe¬
rente al peligro inherente al anestésico mismo, en el caso en que se
administra a personas cuya salud general es buena. Esta condición
se da entre las mujeres en trabajo de parto, así como entre las que
son adormecidas para ser sometidas a una operación quirúrgica,
para la reducción de una luxación o de otros accidentes que pueden
ocurrir en sujetos sanos.
Más allá de la costumbre de publicar sobre “ calamidades obs¬
tétricas”, opina el autor que es preciso hablar “ sobre la pretendida
inocuidad del cloroformo químicamente puro, administrado a dosis
quirúrgicas en mujeres sanas en trabajo de parto. "Discute la proposi¬
ción según la cual se afirma que el cloroformo tiene menor peligro
en las parturientas cuando su empleo se rentringe exclusivamente
al período expulsivo. Aún en estas condiciones ideales deberían re¬
doblarse las precauciones en la aplicación del agente anestésico si se
compara con aquéllas en las que existen razones de mayor peso.
Presenta el caso de una mujer de 21 años, primípara a término,
que ingresó a la clínica de Championniére el 13 de diciembre de
1880. Refiere la evolución del trabajo de parto, muy doloroso, con
una cierta repugnancia a la aspiración del cloroformo. Con éste se
logró un sueño tranquilo hasta que alcanzó la dilatación completa
con bolsa de aguas rota. Se comprobó cierta hipertonía uterina, es¬
tando la presentación cefálica totalmente descendida y rotada, por
lo que el partero planteó “la aplicación del fórceps si no culminaba
espontáneamente en media hora. ” Al utilizar otra vez el anestésico,
ya que los dolores se habían vuelto insoportables, se produce un
síncope, inmediatamente después del cual se inician maniobras de
reanimación (respiración boca a boca y compresiones torácicas),
con lo que, para gran tranquilidad del médico, luego de un minuto
y medio, se fue restableciendo la respiración normal. Entretanto,
se aplicó el fórceps, se extrajo un recién nacido vivo y sano y tuvo
89
• José Máximo Carafí •
lugar el alumbramiento. La mujer recuperó la conciencia al cabo de
veinte minutos.
Se descartó la existencia de impurezas del cloroformo, producto
que, proveniente de la misma fuente y utilizado en otras pacientes,
no produjo consecuencia adversa alguna, de lo que el autor infiere
que el cloroformo puede ocasionar accidentes graves en las mujeres
en trabajo de parto, a pesar de tomar las precauciones más estrictas
durante su administración.
Refiere que ha tenido la oportunidad de
utilizar el cloroformo, hasta la anestesia completa en 24 ocasio¬
nes, tanto en la maternidad de Cochin como en la de Beaujon, sin
haber observado otro fenómeno inquietante que algunas interrup¬
ciones respiratorias, casi siempre al comienzo de la administración
del narcótico \...] lo que no ocurrió en los casos en que las pacientes
no mostraron repugnancia a la aceptación del cloroformo.
Relata una situación en la que Championniére estaba realizan¬
do una cefalotripsia en cabeza última bajo anestésico y se produjo
un accidente similar al descrito en este trabajo, lo que condujo en
adelante al primero “a ser muy circunspecto con referencia al empleo
de anestesia en las mujeres en trabajo de parto”
Da cuenta de la bibliografía sobre muertes obstétricas vincu¬
ladas al cloroformo, como la Tesis de Eugéne D’Argent de 1880, 115
artículos en revistas extranjeras, especialmente los de William T.
Lusk (1845-1933) de Nueva York, que recoge cinco muertes en es¬
tas circunstancias, en mujeres “ exentas de toda complicación cardíaca
o pulmonar” . Concluye Carafí afirmando que
la administración de cloroformo a las pacientes en trabajo de
parto exige todas las precauciones ordinarias, puesto que preser¬
va de los mismos peligros. A partir del momento en que ocurren
los accidentes, es preciso no perder el tiempo: colocar la cabeza en
declive, tirar de la lengua y, más que nada, realizar respiración
artificial.
115 D’Argent, L. M. E. Contribution a l’étude clinique de l’analgésie obstétricale, París, R.
Boneréd, 1880.
90
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
14) Carafí, J.-M. Bassin rachitique tres rétrécie (51 milli-
métres). Opération de Porro. Mort. Bulletins et Mémoires
de la Société Anatomique (París), 1882; 7 eme Série, T.VII:
29-32.
11. Buiin rachlilquc et acolioUqae tr*s retrécl (M miltlmA-
trcsf. — OpAration de Porro. — Mort; par M. J.-M. Oi»n,
Interno «le» húpitaux.
J ai l'honneur de próenler á ln Socio U- nuittomiquo un
bnssin rachitique et ocoliotiquo, qui me paralt offrir un
certain intórét mi poiul de vue de I» pelviinétric ct den
conclusión» qu'on doil tirer, pour i» pmUqur de» rapport»
entro le diámetro conjugué vrai et le diámetro lutcro-sou»-
pubicn lorsquil «'«gil de mesurur un bansin tros rétrcci.
La nonuuée Ar..., fcnmio F... airée de 43 .oís, manee
depui» un peu plus d'un an, e»t entró a la Maternitó de
•’ochin, service de M. lo D r J. LtCAft-CiiAMMOWNitM, le 17
janvior I8HU, dan» 1 aprvs-midi. Hile cst á termo ou tres
pros du terme de »a premiére erossesse. Les doulount
ont comnieucé depuia deux joura. et, c'est parce que son
trsvnil navanco pus qu elle s'est dccidee á entrer á I hó-
pilal.
Presenta ante la Société Anatomique la preparación desecada de
una pelvis ósea, perteneciente a la paciente cuya historia clínica re¬
lata. Tenía 43 años, había ingresado en la Maternidad del hospital
Cochin (Servicio de Lucas-Championniére). Se trataba de un grave
caso de raquitismo (entonces era ésta por lejos la causa más frecuen¬
te de distocia por desproporción feto-pélvica, a consecuencia de la
deformación de dicha estructura ósea causada por la enfermedad
carencial). La talla era de 1,13 m; la cabeza era voluminosa con
un acusado prognatismo; tenía una severa escoliosis; los miembros
superiores estaban deformados y eran relativamente muy largos; los
muslos, más cortos que las piernas, estaban arqueados hacia aden¬
tro; el vientre caía por delante de los genitales. El examen de la pel¬
vis mostraba: sacro aplanado; segunda vértebra sacra más saliente
que el promontorio; el diámetro conjugado diagonal oscilaba, se¬
gún quién lo midiera, entre 75 y 85 mm; el promonto subpubiano,
entre 65 y 75 mm y el promonto pubiano, 50 mms; se trataba de
una pelvis muy asimétrica. Championniére decidió practicar la ce-
falotripsia. Sin embargo, el parto prosiguió, sin dilatación del cuello
91
• José Máximo Carafí •
y con grandes dolores. A las 7 p.m. Carafí practicó la operación de
Porro bajo anestesia y spray fénico. El recién nacido estaba asfíctico,
fue reanimado durante 20 minutos y murió a los tres días. En el
postoperatorio inmediato, la paciente presentó dolores abdominales
y una crisis convulsiva histérica. Al día siguiente tenía fiebre, diarrea
y vómitos, muriendo durante el segundo día del posoperatorio.
La autopsia mostró hemorragia externa (del muñón uterino,
que había sido ligado mediante un hilo metálico), producida por el
aflojamiento del nudo como consecuencia de los esfuerzos realiza¬
dos durante el ataque convulsivo.
Concluye el autor que
en las pelvis muy estrechas es preciso deducir al menos 2,5
cms del diámetro conjugado diagonal (promonto subpubiano) pa¬
ra tener idea del conjugado verdadero (promonto pubiano), sien¬
do éste un hecho cuya vulgarización es de utilidad en la práctica
obstétrica.
15) Carafi, J.-M. Opération de Porro. Progrés Médical, 1882:
633: 637. A propósito del caso anterior.
Citado en:
• Jahresbericht über die Leistugen und Fortschritte in der ge-
sammten Medicin, 1883: 557.
• Zentralblattfür Gynakologie, 1883; 7: 311.
• The American Journal of Obstetrics and Diseases ofWomen
and Children, 1898; 38: 48.
• Transactions of the American Gynecological Society for the
Year 1898, 1898; 23: 108.
• Winckel, F. Handbuch der Geburshilfe, Munich-Berlín,
Bergmann, 1906, Yol. 3a: 674.
92
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Esta intervención, ideada por el obstetra italiano Edoardo Porro
(1842-1902) en 1876, era una alternativa para extraer quirúrgica¬
mente el feto sin contaminar la cavidad peritoneal a punto de parti¬
da del saco amniótico (especialmente si había infección a ese nivel,
por ejemplo como consecuencia de rotura previa de las membranas
y sobre todo a causa de maniobras tocúrgicas infructuosas) y tam¬
bién del exterior (al reducir el tiempo de apertura del celoma). Se
procedía primero a la laparotomía, con el inmediato bloqueo de la
cavidad peritoneal por medio de compresas estériles, colocadas en
el hiato entre el útero grávido (que se exteriorizaba) y la pared ab¬
dominal. A continuación, se realizaba la sección de la pared uterina
y la extracción del feto y la placenta. Inmediatamente, se efectuaba
la histerectomía subtotal, seguida por ligadura y marsupialización
del muñón cervical a la pared, donde quedaba exteriorizado. No
obtuvimos documentos acerca de cuándo se realizó por primera
vez en Uruguay. En 1882, Adolf Kehrer (1837-1914) comenzó a
efectuar la incisión segmentaria horizontal (histerotomía ístmica o
segmentaria) y la sutura de la misma mediante hilos de plata, ge¬
neralmente en dos planos, muscular y seroso. Esta técnica tardó
tiempo en generalizarse. En nuestro medio se utilizó a partir de la
primera década del siglo XX. La escuela alemana empleó además,
durante largo tiempo y con éxito, la técnica de la cesárea vaginal
transegmentaria anterior.
De izquierda a derecha: pieza de la primera cesáre-histerectomía y medalla en homenaje a
Porro (Museo de Historia, Univ. Pavía).
93
• José Máximo Carafí •
16) Carafí, J.-M. Luxation du coude en dehors, réduite par
l’impulsion directe combinée á l’extension. La Frunce
Médicale , 1882: 268-69 y Bulletins etMémoires de la Société
clinique de París, 1883: 42.
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Se trata de un carpintero de 39 años, que luego de una caída,
experimenta la lesión citada en el título, que se resuelve por impul¬
sión directa, combinada con extensión del brazo. Primero el autor deja
sentada la semiología:
El antebrazo izquierdo está en semi-flexión; la mano, sosteni¬
da por la del lado opuesto. Todo movimiento es doloroso, pero muy
fácil. La impotencia funcional es completa; no hay sin embargo
parálisis del antebrazo. El codo presenta una deformación muy
notoria, consistente en una saliencia muy marcada del lado exter¬
no. A ese nivel, la piel está sumamente tensa y es fácil comprobar
por palpación que lo que sobresale es el extremo superior del radio
y del cubito. Cabe agregar que las cúpulas del radio y del cubito
se perciben notoriamente y que no existe a ese nivel una fractura,
porque los movimientos de supinación y de pronación se realizan
muy fácilmente. Se nota el olécranon, siguiendo el tendón del bí¬
ceps, que está tenso; además, dicha estructura no está situada en
su topografía habitual. No es posible percibir el epicóndilo, dada
94
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
la presencia del borde interno de la cavidad sigmoidea del cubito
sobre su cara externa, que extiende y aleja los tegumentos.
Siguiendo de arriba hacia abajo la cara interna del brazo, se
comprueba una saliencia exagerada de la epitróclea, que se exagera
aún más por la proyección hacia afuera de los tegumentos situados
por debajo, así como por el desplazamiento de la extremidad supe¬
rior del cubito, que es muy acentuado. Deprimiendo la piel en ese
punto se llega a la garganta de la polea humeral. Los dos huesos del
antebrazo conservan entre sí su relación habitual. Lo que tenemos
bajo nuestros ojos es una luxación simultánea de la extremidad
superior de ambos.
Brevemente, Carafí nos pinta a Le Fort enseñando en el anfitea¬
tro hospitalario, rodeado por sus colaboradores y estudiantes:
Para denotar con más evidencia el sentido y la extensión del
desplazamiento, M. Le Fort traza ante sus alumnos, de los dos
lados, tres líneas entre las tres saliencias del codo (epitróclea, epi-
cóndilo y olécranon), lo que pone bien de manifiesto la magnitud
del desplazamiento.
Prosigue el autor con sus propias comprobaciones:
Midiendo estas líneas, hemos obtenido para aquélla que une
la epitróclea al olécranon: 6 centímetros. Del extremo de este úl¬
timo a la base del triángulo: un centímetro y medio. El vértice
del triángulo está por debajo de la base (con el miembro en semi-
flexión).
Los movimientos impresos por el examen son muy fáciles; los
deflexión lateral son posibles también. En cuanto a los movimien¬
tos espontáneos, son absolutamente nulos, si bien la luxación ocu¬
rrió ayer de noche.
Finalmente describe el tratamiento:
La reducción es efectuada el 19 a las 9 de la mañana. M.
Le Fort practica la impulsión directa con los dos pulgares hacia
adentro y hacia abajo, mientras un ayudante tira del antebrazo
semiflexionado. La reducción es casi instantánea. No se recurrió
al cloroformo. Se coloca el brazo en un cabrestillo de Meyer. S...
abandona el hospital diez días después.
95
• José Máximo Carafí •
Como conclusión,
Reflexiones. La lectura de esta observación no dejará, según yo
pienso, ninguna duda sobre el diagnóstico. Es evidente que estamos
ante una luxación hacia fuera y exclusivamente hacia fuera. El
tendón del bíceps no saliente, por una parte, y la situación del vér¬
tice del olécranon en relación con el epicóndilo, por otra, no dejan
lugar a dudas. La reducción no ha ofrecido dificultad alguna.
17) Carafí, J.-M. Hernie inguinale étranglée; fistule stercora-
le: guérison. La Frunce Médicale, 1882; 1 (22): 253-256 y
Bulletins et Mémoirs de la Société clinique de París, 1883:
44.
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Refiere el caso de una mujer de 31 años, de profesión costurera,
que ingresa el 18 de julio de 1881 en la sala Sainte-Clotilde, cama
N° 39. Algunos meses antes, luego de permanecer mucho de pie, la
enferma ve aparecer una saliencia en la región inginal derecha. No
se preocupa demasiado primero, hasta que, días después, estando
de pie, comprime el tumor, obteniendo su reducción, operación
que repitió desde entonces cada vez que se ponía de manifiesto la
prominencia, que era del tamaño de una nuez.
Sigue Carafí con la evolución relatada por la enferma:
96
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Los accidentes comenzaron el viernes 15 de julio. Primero
fueron fenómenos locales. La hernia se volvió completamente irre¬
ductible y dolorosa a la presión. Los tegumentos correspondientes se
habían enrojecido levemente. Por la noche, comenzaron los vómi¬
tos. Primero fueron alimentarios, luego biliosos. Nunca hubieron
vómitos fecaloideos y el tránsito intestinal persistió normal hasta el
domingo 17.
El 18, los vómitos se detuvieron, pero aparecieron hipo, ruidos
intestinales y distensión abdominal. El sábado de mañana la enfer¬
ma había llamado a un médico, que ensayó sin éxito la reducción
durante un cuarto de hora. A los dos días, se efectuó un nuevo
intento, también infructuoso.
Es en esa situación que la paciente entra al hospital:
El interno de guardia también intentó la reducción. Durante
la visita de la noche, era éste el estado de la enferma: facies decaí¬
da, extremidades frías pero no cianóticas; frecuencia de la respira¬
ción normal, sin congestión pulmonar. Lengua saburral, aliento
no fétido, vientre moderadamente distendido. Hernia algo dolo-
rosa. Ensayé la reducción durante algunos minutos, comprimien¬
do el tumor hemiario que tenía un volumen de media naranja,
logrando bruscamente su reducción, luego de algunos ligeros rui¬
dos intestinales. Examinando con cuidado el borde externo, me di
cuenta que una parte al menos del tumor estaba alojada entre las
capas de la pared abdominal. Si comprimía los tegumentos, perci¬
bía un orificio. El tumor hemiario era mate en toda su extensión.
Temperatura, 37°.
Al día siguiente, temperatura 36,8. Por la noche, estaba in¬
somne, sin vómitos, hipo persistente, vientre mucho más distendi¬
do, tumor hemiario mucho más voluminoso y doloroso que el día
anterior. El diámetro logitudinal del tumor era de 17 centímetros
y el tranversal, de 5. Estaba situado por encima del pliegue ingui¬
nal, alcanzando la espina ilíaca antero superior derecha.
Se procede entonces al tratamiento quirúrgico:
Luego de anestesiada, se hace una incisión de 4 centímetros
que deja salir abundante cantidad de serosidad purulenta conte¬
nida en el saco, pero no materias fecales. La pared de esa cavidad
llega hasta la capa profunda de la piel, siendo por consiguiente
97
• José Máximo Carafí •
superficial. Introduciendo el dedo en el fondo de la misma, se pue¬
de reconocer un orificio que parece ser el orificio inguinal interno.
Al lado del mismo, se comprueba una masa blanduzca, deforma
irregular que parece ser el intestino muy adherido y saliendo por
un orificio anormal. Se lava la cavidad con agua alcoholizada,
luego se hace un vendaje simple, sin suturar los bordes de la heri¬
da. El líquido que ha escurrido durante la operación no tiene en
ningún momento caracteres de materias fecales. Existe razón, pues,
para preguntarse si no se trataba de un absceso en torno a la hernia
irreductible, sin comunicación con el intestino.
Seguidamente, el autor relata, día a día, los datos de la evolución
clínica de la operada, que tiene vómitos, distensión abdominal y
fiebre. En cierto momento se percibe salida de materias fecales por
la herida, acompañándose por un deterioro del estado general y un
violeto escalofrío, precedido de intensos dolores abdominales. Luego
de diez días, la supuración ha desaparecido; la herida se ha reducido
a una línea; el tránsito intestinal es normal por períodos; cuando
se detiene, las materias salen por la fístula estercoral. Por esa razón
Carafí califica a la fístla como un ano contra-natura espontáneo.
Transcurridas tres semanas, se procura facilitar el cierre de la
fístula por medio de la compresión ejercida sobre los labios de la he¬
rida, utilizando una bolsa a medio llenar con municiones de plomo.
En los últimos días, las aplicaciones de peso fueron intermitentes
para hacerlas más soportables.
Concluye con las acostumbradas reflexiones que pasamos a
transcribir:
La interpretación de los fenómenos ofrece algunas dificulta¬
des. Pensamos sin embargo que debemos detenernos en la interpre¬
tación siguiente: se trataba de la estrangulación de una pequeña
hernia inguinal en un anillo accidental de la aponeurosis del obli¬
cuo mayor; el orificio inguinal estaba libre. La masa estrangula¬
da, sobre la cual se efectuó la incisión del saco, ofrecía un aspecto
mamelonado y una coloración grisácea que volvía irreconocible al
intestino, por lo que el Profesor Le Fort prefirió dejar las cosas en
su lugar y no reducirla.
Hoy tenemos la prueba retrospectiva de lo acertado de nues¬
tra interpretación; la obetenemos sobre todo ante la persistencia de
98
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
fenómenos de estrangulación hasta el momento de la perforación
del intestino.
Esta observación presenta cierta analogía con las referidas
por Defaut en su Tesis sobre el Pinzamiento lateral del intestino,
París, 1879.
El calibre de la fístula estercoral igualaba, al comienzo, al de
un dedo meñique. La curación se obtuvo en cuarenta y tres días.
Creemos que la compresión de la fístula con el saco de plomo ha
contribuido a acelerar la curación.
18) Estudiamos a continuación dos observaciones de Carafí
incluidas en obras de otros autores:
A) Observación que aparece en el libro: Le Double, A. Du
Kleisis Génital et principalement de l’occlusion vaginal et
vulvaire dans les fistules uro-génitales , París, Delahaye éd,
1876: 71-72. La transcribimos íntegra seguidamente:
Oservación III. Caso de oclusión de la vagina tomado en el
servicio del Profesor Courty por el Sr. Carafí, alumno del servicio.
Una mujer primípara de 22 años, ingresa a comienzos del mes
de abril de 1874 en el Hótel-Dieu de Montpellier, sala Sainte-
Marie, N° 4, Servicio del Sr. Courty, para hacerse tratar una fístu¬
la vésico vaginal. Dicha fístula se observó pocos días después de su
parto que, según la enferma, fue muy laborioso, y databa de cinco
meses atrás. La enferma no nos pudo dar otros detalles.
Al mismo tiempo que la fístula, la enferma presenta una
atresia cicatrizal de vagina, situada a dos centímetros por encima
de la vulva y que permite pasar con dificulad sólo un dedo, lo
que hace imposible la exploración de la misma. Pierde orina en
cualquier posición que adopte. Su estado general es bueno. Tiene
un ligero eritema del aparato genital externo. Operación el 20 de
abril.
Puesto que la atresia impedía al comienzo al profesor Courty
alcanzar la fístula, se decidió obliterar la vagina. Para lograrlo, la
enferma fue colocada en posición dorso pelviana y no fue aneste-
99
• José Máximo Carafí •
siada. El cirujano se valió de un escalpelo de Sims, avivó la mitad
superior del contorno de la estenosis y, una vez eso realizado, talló
un colgajo rectangular sobre el tabique recto vaginal, de dos centí¬
metros de ancho y a borde inferior. Este colgajo fue acolado por su
cara cruenta sobre la superficie previamente avivada de la pared
anterior de la vagina, por medio de seis puntos de sutura en botón
de camisa, colocados por medio de una aguja tubular de Startin.
El profesor Courty se sirvió, como de costumbre, de hilos de metal,
torcidos mediante un tuerce-nudos de Coghille.
Finalizada la operación, se colocó una sonda a permanencia
y se administró cada dos horas a la operada una píldora de un
centigramo de extracto tebaico. Nada de particular a consignar en
cuanto alpost operatorio.
La sonda se dejó hasta el octavo día, momento en que se pro¬
cedió a sondarla cada dos horas.
La mayor parte del hilo fue retirada al décimo día y el res¬
to, al día siguiente. La cicatrización inmediata fue exitosa; sin
embargo, se observó un pequeño orificio a través del cual salían
algunas gotas de orina.
Hacia el fin del mes de mayo, la pérdida urinaria era insignifi¬
cante y dos semanas más tarde, la enferma salió completamente cu¬
rada, habiéndose obliterado espontáneamente el pequeño orificio.
Como puede apreciarse, se trata del primer periodo montpe-
lleriana de la carrera de Carafí, en la que ya mostraba interés por
la cirugía ginecológica y capacidad para recoger datos o casos in¬
teresantes, que luego brindaba a los colegas para su publicación.
Esta descripción evoca una época de la cirugía en que procuraban
solucionarse los problemas con mínima agresión, aún cuando esto
significara el sacrificio de la función sexual y reproductiva futura
de una mujer joven. Véase que no se utilizó anestesia y tampoco se
hace referencia al método antiséptico.
B) Otra observación, íntegramente redactada por Carafí, está
incluida entre las que se mencionan en la Tesis: Mantey,
Baptiste-Albert, Essai sur le traumatisme chez les albuminu-
100
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
riques , París, A. Derenne éd, 1881: 18-19. La transcribi¬
mos a continuación:
Observación II
Escaras de la región lumbar producidas por la presión de las
pelotas de un vendaje hemiario, ya desgastado por el uso, en un
albuminúrico. Tétanos. Muerte. Autopsia. Observación recogida
en el servicio del Sr. Dr. Polaillon, en el hospital de la Pitié, por
M. Carafi, interno de los hospitales (inédita).
El llamado Frére Théophile, de cincuenta y siete años de edad,
curtidor, entra en el hospital de la Pitié, sala Saint-Gabriel, N°
22, el 15 de octubre de 1879.
Este enfermo se queja de haber visto aparecer, luego de algu¬
nos días, dos grandes heridas producidas por un vendaje hemiario
que usa desde hace muchos años para mantener reducidas dos her¬
nias inguinales de muy larga evolución.
Examinamos el vendaje con el mayor cuidado y quedamos
asombrados de la escasa compresión que pudo haber llegado a
ejercer. Lo hemos dicho ya, el resorte era viejo y el tiempo había
disminuido su fuerza elástica. Estábamos pues sorprendidos de ver
que una causa tan insignificante hubiera podido determinar las
lesiones que vamos a describir.
Estado actual. El enfermo presenta dos éscaras simétricas si¬
tuadas en la región lumbar y respondiendo, en forma y tamaño, a
las pelotas del vedaje hemiario. Estas éscaras son bastante profun¬
das, sobre todo la izquierda y están recubiertas por la piel comple¬
tamente esfacelada.
Por otra parte, hay muy poca reacción local, el estado general
del enfermo no presenta, a primera vista, nada de anormal; está
bastante saludable y no acusa edema; el corazón nos parece normal.
Hemos examinado su orina que era medianamente abundante,
clara, sin depósitos, cuyo análisis químico ha permitido comprobar
la presencia de albúmina en bastante cantidad (los fóculos ocupa¬
ban un sexto de la altura total del tubo). Ausencia de azúcar en la
orina. Curación fenicada.
101
• José Máximo Carafí •
24 de octubre. Las éscaras comienzan a extenderse por la pe¬
riferia. El enfermo percibe dificultad para abrir la boca, pero no se
queja por este síntoma.
El 25 por la mañana, el trismus era muy acusado, no presen¬
tando nada a nivel de la nuca. A la noche, los músculos de la nuca
estaban comprometidos. Temperatura 37° 7, pulso 88.
Prescripción. Inyección de dos centigramos de morfina, poción
con hidrato de cloral, 3 gramos.
Las orinas fueron examinadas en la mañana, el precipitado
albuminoso parecía ser un poco más abundante que en el primer
examen.
El 26 por la mañana, opistótonos, extensión de la cabeza,
espasmos de la faringe, imposibilidad absoluta de separar la man¬
díbula; la piel está cubierta de sudor abundante.
Prescripción. 3 gramos de cloral en tres enemas de un gramo
cada uno. Poción con hidrato de cloral, 3 gramos.
Pulso 120, temperatura axilar 37°8.
El 26 a las 6 horas de la tarde, la temperatura es de 39°5
y el pulso de 158; las crisis se repiten a intervalos cortos; la piel
está inundada de sudor; inyección de clorhidrato de morfina dos
centigramos, dos enemas de cloral de un gramo cada uno, a las 11
y a la 1 de la mañana; a las 11 el pulso es de 120, inyección de 2
centigramos de morfina y a partir de esa hora, 1 gramo de cloral
cada dos horas, por boca.
El 27, por la mañana. Temperatura 38°7, pulso 120, sudor
abundante, las crisis habían cedido algo luego de la medianoche,
pero entonces se sucedían cada dos o tres minutos. Somnolencia.
Inyección de dos centigramos de morfina, enemas conteniendo
un gramo de cloral cada dos horas.
A las 3 de la tarde, el enfermo muere en medio de una vio¬
lenta crisis.
La autopsia fue hecha el 29. La éscara izquierda tenía una
profundidad de más de dos centímetros; la derecha tenía un poco
menos. Ambas eran redondeadas y ofrecían un diámetro de 5 cen-
102
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
tímetros. La médula estaba congestionada. El riñón izquierdo era
voluminoso, blanquecino en su superficie; ofrecía pues los caracte¬
res del gran riñón blanco. ¿Era una nefritis parenquimatosa que
predominaba sobre la nefritis intersticial?, tal es la impresión que
los cortes macroscópicos nos han dejado, no habiendo sido posible
el estudio microscópico. El riñón derecho era de volumen normal,
pero estaba congestionado, rojo y sangrante al corte.
Esta observación, perteneciente al último período de actuación
de Carafí, traduce su madurez clínica y, hasta podría decirse, en el
estilo literario. El caso parece al comienzo relativamente sencillo
(éscaras, al parecer por traumatismo crónico), pero se complica rá¬
pidamente, pese a las medidas terapéuticas locales. En este momen¬
to, aparte de la morfina que era usada tradicionalmente, se recurre
a otros medicamentos. Llama la atención igualmente la rigurosidad
del seguimiento clínico y más que nada, el control asiduo de la
temperatura y el pulso, así como los análisis químicos de orina,
aparte del examen simple de su aspecto (uroscopia), de los que, si
bien se pueden extraer pocos datos, sí se saca una conclusión: no
tiene diabetes. El enfermo muere en medio de un cuadro comatoso,
tetánico, convulsivo y febril. La autopsia, que implica sólo el estu¬
dio macroscópico, se centra en los riñones, observándose que el iz¬
quierdo es voluminoso, blanco y al parecer fibroso, de lo que Carafí
saca la conclusión de una posible nefritis intersticial. No señala la
frecuencia con que se observaba el tétanos, que debió ser frecuente
entonces.
103
Capítulo X
Tesis de doctorado en París
C arafí presentó su tesis de doctorado el 27 de diciem¬
bre de 1881. 116 La misma lleva por título Etude sur
le traitement des fractures indirectes récentes du rachis , 117
El tribunal designado por la Facultad de Medicina es¬
taba integrado por Léon Le Fort como Presidente y Ernest-Charles
Laségue (1816-1883), 118 Georges Bouilly (1846-1903) 119 y Emile-
Charles Troisier (1844-1919) 120 como juges. El primero era el grand
patrón de la cirugía francesa del momento, en cuyo servicio Carafí
116 En la carátula aparece como fecha de nacimiento el 15 de agosto de 1853, mientras
la partida de nacimiento y otros documentos que hemos consultado dicen que fue el
15 ó 21 de abril de 1853.
117 Carafí, J.-M. Thésepour le doctorat en Médecine. Présentée et soutenue le 27 décembre
1881, a 1 heure. Etude sur le traitement des fractures indirectes récentes du ráchis , Paris,
A. Parent, Imp de la Fac de Méd, A. Davy, Succ éd, 1881.
118 Médico de gran sabiduría y humanismo, miembro de la Académie de Médecine, actuó
sucesivamente en la Salpétriére y en el hospital Saint-Antoine. Discípulo predilecto
de Trousseau, fue su Jefe de Clínica. Titular de la cátedra de Clínica Médica a partir
de 1869, reemplazó luego a Andral en la de Patología y Terapéutica. Se ocupó de
las enfermedades del sistema nervioso y las sicopatías. Su nombre está vinculado al
conocido signo de dolor provocado por la extensión del miembro inferior con el pa¬
ciente acostado en decúbito dorsal; también a la maniobra para apreciar la expansión
torácica durante la inspiración y con algunas enfermedades mentales.
119 Cirujano de los Efospitales y Agregado de Cirugía.
120 Anatomopatólogo, quien describió la adenomegalia supraclavicular, indicio de me¬
tástasis de un cáncer gástrico (signo o ganglio de Troisier, también conocido como
ganglio de Virchow), así como la hepatomegalia acompañada de pigmentación ama-
rronada de la piel en la diabetes mellitus, ocasionadas por hemocromatosis.
105
• José Máximo Carafí •
había actuado en calidad de Interno y donde observa el único ca¬
so personal de la patología que da motivo a este trabajo. Los tres
restantes personajes eran figuras consagradas en los ámbitos de la
Medicina Interna, la Cirugía y la Anatomía Patológica, respectiva¬
mente.
La Tesis es una puesta al día bien documentada sobre un te¬
ma que se había convertido en un problema frecuente a raíz de
la creciente industrialización, así como por el auge del urbanismo
después de Hausmann (1809-1891). Podríamos pensar, a efectos
de tener una idea acerca de la importancia del asunto, que estas le¬
siones ocupaban en esa época el lugar que hoy tienen los accidentes
de tránsito.
Al mismo tiempo, según expresa el autor, las fracturas de la
columna vertebral eran el punto en que se cruzaban los caminos
del fisiólogo y el clínico, hallando el primero “ explicación a sus ex¬
perimentos en animales para localizar las lesiones de la médula espi¬
nar y el segundo, la oportunidad para poner en práctica diversas
modalidades de tratamiento quirúrgico (maniobras, intervenciones
quirúrgicas propiamente dichas, cuidados complementarios).
Carafí, plantándose en la postura del médico que no sólo con¬
templa los hechos de la clínica sino que se preocupa de la preven¬
ción, da jerarquía a las “medidas destinadas a evitar los accidentes,
hasta ahora poco estudiadas. ”
Si bien “los autores dicen que [los tratamientos] son más peligrosos
que las propias lesiones, por lo que los desaconsejan”, Carafí, en una
postura contraria a la aludida, pasa a estudiarlos detalladamente.
Realiza un racconto histórico, desde las enseñanzas del funda¬
dor de la cirugía francesa, Ambroise Paré (1510-1592), “elprimero
en aconsejar el tratamiento activo de las fracturas del raquis, a efec¬
tos de descomprimir la médula” . Cita, a renglón seguido, una serie
de autores, hasta llegar a los “ experimentos de [Charles-Edouard]
Brown-Séquard [1817-1894] en 1864 que brindaron las bases ex¬
perimentales ” y la operación quirúrgica realizada al año siguiente
106
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
por Robert Mac Donnell (Dublin, 1828-1889) en presencia del
fisiólogo francés.
Presenta Carafí una relación de los 58 casos, de los que sólo
uno es “personal, del Servicio del Profesor Le Fort, que era una frac¬
tura localizada a nivel de las últimas vértebras dorsales y acompañada
de paraplejia y retención de orina, que se curó por reducción y exten¬
sión, dejando una gibosidad, pero regresando totalmente los síntomas
motores.” 121 Los restantes son tomados de la literatura en el curso
de un período prolongado, aunque están muy detalladamente des¬
critos y presentados también en tablas, donde aparecen ordenados
según el número de caso, el sexo, la edad, la altura de la columna
vertebral donde se presenta la fractura, los síntomas, la evolución y
la procedencia (la ficha bibliográfica de cada uno de ellos).
Distingue dichos casos de acuerdo al segmento de la colum¬
na involucrado y al procedimiento terapéutico seguido. Dedica un
capítulo aparte a las fracturas del raquis abandonadas a su propia
evolución. Luego señala las indicaciones generales, para pasar ense¬
guida a la exposición de cada uno de los medios terapéuticos que los
cirujanos han empleado, a saber: extensión, reducción, suspensión,
enderezamiento y trepanación. Cierra estas consideraciones clínicas
con la enumeración de los cuidados consecutivos necesarios para
incrementar la eficacia de los medios antes señalados.
Destaca que las fracturas de la columna vertebral cervical son
siempre graves y requieren un tratamiento lo más inmediato posi¬
ble, a efecto de evitar la asfixia progresiva que puede instalarse en
pocas horas; al mismo tiempo, esta variedad hace necesaria una ex¬
trema precaución para no provocar o agravar un daño que afectaría
a la totalidad de la médula.
Las lesiones que asientan en la médula dorso-lumbar son las
más frecuentes y se benefician mucho con las medidas terapéuticas.
Las de localización lumbar son aquéllas en las que más habitual¬
mente se han visto curaciones espontáneas, no obstante lo cual el au-
121 No se menciona el caso presentado ante la Société Anatomique; ver Capítulo IX, tra¬
bajo N° 17.
107
• José Máximo Carafí •
tor asevera que igualmente deben ser tratadas, modo como tendrán
mayor probabilidad de restablecimiento.
Con respecto a la maniobra de extensión de la columna, que
tiene por objetivo la reducción de la fractura, se hará por medio
de tracciones, sólo ocasionalmente rápidas y enérgicas, preferible¬
mente prolongadas, mediante el empleo de pesos aplicados a los
miembros inferiores y sostén del cuerpo por debajo de las axilas.
El paciente deberá luego ser inmovilizado (camas especiales, yesos,
corsés, etc.).
Otro recurso, aplicado con asiduidad entonces al tratamiento
del mal de Pott, es la suspensión, utilizando el aparato de Sayre.
Si bien lo cita, desaconseja el enderezamiento , pues lo que se
busca no es corregir la gibosidad, en especial si ésta lleva ya cierto
tiempo de establecida, sino procurar la protección de la función
medular.
Finalmente, trata sobre el procedimiento de la trepanación,
consistente en la resección de los arcos posteriores de las vértebras
involucradas. Este método, preconizado en cierto momento, no go¬
zaba entonces de popularidad.
Con respecto a las medidas complementarias, cita las sangrías (a
las que da gran importancia como medio antiflogístico), la aplicación
de corrientes eléctricas (continuas o intermitentes), el uso de colchón
de agua para evitar las éscaras por decúbito, los vendajes antisépticos,
la limpieza de la zona afectada, la aplicación a su alrededor de agujas
calientes y ventosas secas. Dentro de esta última variedad de medidas
incluye el cateterismo vesical, repetido las veces que sea necesario,
empleando sondas de caucho. En casos de paraplejias persistentes,
aconseja el uso de la estricnina, la aplicación de corrientes eléctricas
intermitentes, los baños sulfúrosos y las duchas frías.
Las conclusiones son, a nuestro juicio, la parte más valiosa de la
Tesis, puesto que el autor, si bien casi no tiene experiencia propia,
hace una síntesis de las observaciones estudiadas, un balance de las
mismas y emite una opinión original, con certeza y bien fundamen¬
tada. Las refiere concisa y claramente:
108
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Las fracturas indirectas recientes del raquis deben ser tratadas
siempre [...] Si no hay desplazamiento ni compresión medular,
ha de recurrirse a la inmovilización [...] Siempre el objetivo será
inmovilizar los fragmentos óseos y tratar los accidentes consecutivos
[...] Estos conceptos son aplicables cualquiera sea la localización
de la fractura, pero especialmente en las cervicales, actuando con
gran prudencia [...] La extensión continua se empleará sólo si
no se logra la reducción inmediata, por lo que es poco utilizada
[...] Proceder siempre a la reducción inmediata por tracción; en
la región dorso lumbar, se recurre al cloroformo para facilitar las
maniobras [...] Luego de la reducción, aplicar el corsé, el yeso o
bien el aparato de Sayre con suspensión [...] El enderezamiento es
un método insuficiente [...] La trepanación es útil, si bien excep¬
cionalmente se recurre a ella, ya que [el tratamiento] se inicia por
las etapas previas; antes [la trepanación] era el único [recurso]
disponible, ahora hay otros, menos peligrosos y más eficaces.
El documento del Archivo de la Facultad de Medicina de París,
donde queda asentado el acto de la defensa de la Tesis, dice:
Lhése/ Procés-verbal/ Loi du 10 Mars 1803 (19 Ventóse
an XL) et Arrétés de l’Université du 26 Septembre 1837 et du 7
Septembre 1846. / N° 8114/ L’an 1881, le 21 décembre, / Nous,
Professeurs etAgrégés, nomméspar la Faculté de Médecine de París
pour interroger M. Carafi, Jph. Máxime / sur sa lhése intitulée:/
Etude sur le traitement des fractures indirectes récentes du
rachis. /Ayant été tres satisfaits de ses réponses, nous proposons
á la Faculté de lui délivrer le Diplome de Docteur en Médecine.
Bouilly, Léon Le Fort [President], A. Polaillon, Reynaully. 122
Es de hacer notar que el año anterior (1880) el uruguayo Juan
L. Héguy había defendido su Tesis, también en París. 123 Una déca¬
da antes, lo había hecho otro oriental, Pedro Visca. 124 Los siguientes
egresados uruguayos posteriores a Carafi serían, en 1884, José Luis
Baena, 125 Enrique Figari y Eugenio Piaggio.
122 Ver fotocopia del original en Anexo Documental N° 6. Las negritas corresponden a
los agregados manuscritos al texto impreso.
123 Héguy, Jean L. op cit, 1880.
124 Visca, P. F. Du vaginisme. Paris, A. Parent Imp, 1870.
125 Baena, J. L. Des kystes séreux congénitaux du con. Paris, A. Deremne Imp, 1884.
109
Capítulo XI
Concurso para Accoucheur
des Hópitaux de París
E n el mes de abril de 1882, la Assistance Publique llama,
por primera vez en su historia, a concurso de méritos y
oposición para proveer cuatro cargos de Accoucheurs des
Hópitaux , hecho de gran importancia en la evolución his¬
tórica de la disciplina, puesto que pone en manos de cirujanos ex¬
pertos el cuidado de las embarazadas, que más tarde se extenderá
también a los recién nacidos. Esta singularidad es destacada en el
British Medical Journal, 126 puesto que hasta el momento las pa¬
cientes externas eran atendidas por parteras, quienes desde ahora
quedaban, en todos los hospitales de París, bajo la supervisión de
un médico obstetra. La Municipalidad de la ciudad de París debe
ser -dice la revista inglesa- felicitada por este logro tan útil como ne¬
cesario.
El jurado estuvo integrado por figuras de gran relieve: Théophile
Anger (1836-1913, Cirujano de los Hospitales y Agregado en esa
disciplina), Henri Depaul (1811-1885, Profesor de la Clínica de
Partos), Georges Dujardin-Beaumetz (1833-1895, Médico de los
Hospitales), Léon-Athanase Gosselin (1815-1887, Cirujano de
126 Midwifery at the París hospitals. BritMedJ, jun 17, 1882; 1(1120): 905-911.
111
• José Máximo Carafí •
los Hospitales, exjefe de trabajos de la Ecole Pratique, urólogo, or¬
topedista y pedagogo), Charles Mauriac (1832-1905, Médico de
los Hospitales y connotado sifilógrafo), Jules Péan (1830-1898,
Cirujano de los Hospitales, cirujano distinguido, uno de los fun¬
dadores de la ginecología en Francia), Louis-Alexandre de Saint
Germain (1835-1896, Cirujano de los Hospitales, creador de la
cirugía infantil en Francia) y Stéphane Tarnier (1828-1897, famoso
Profesor de Clínica de Partos).
Arriba, de izquierda a derecha: Dujardin, Tarnier, St.-Germain y Péan
Abajo, de izquierda a derecha: Depaul, Anger, Mauriac y Gossein
Carafí se presentó al certamen, quedando en último lugar lue¬
go de la evaluación de méritos llevada a cabo entre quienes habían
sorteado la prueba previa de admisibilidad. Pero finalmente nues¬
tro compatriota no llegó a ocupar ninguno de los puestos, aunque
es preciso reconocer su mérito, dada la jerarquía y experiencia de
quienes fueron sus competidores, la mayoría de más edad y por
112
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
consiguiente con una trayectoria científica más calificada que la su¬
ya. Leemos en la Union Médicale -. 127
Concurso. Los candidatos que se han inscripto, solamente en
número de 16para el concurso que debe abrirse, por la primera
vez, el lunes 27 de marzo de 1882, para la nominación de cuatro
plazas de parteros de los hospitales de París son, por orden alfabé¬
tico, los Sres. Doctores: Bar (Paul-Jean) [1853-1945, uno de los
obstetras neonatólogos más insignes de Francia, autor de muy
numerosos e importantes trabajos científicos, docentes y de
divulgación]. Budín (Pierre-Constant) [1846-1907, sucesor de
Tarnier como Profesor de la Clínica de Partos, verdadero fun¬
dador de la neonatología], Bureau (Arséne-Charles) [¿?], Carafí
(Joseph-Maxime), Champetier de Pibes (Louis-Antoine) [1848-
1935, colaborador de Pinard y Budin, inventor del balón in-
flable para la dilatación cervical que lleva su nombre]; Doléris
(Jacques-Amédée) [ 1852-1938, Interno en 1877, Jefe de Clínica
del Profesor Charles Pajot, amigo personal de Carafí y en el fu¬
turo, promotor de Enrique Pouey]; Loviot (Louis-Ferdinand)
[;?, Interno en 1874]; Martel (Joannis),[f .]; Maygrier (Eugéne-
Charles) [;?, Interno en 1875, Partero Jefe de la Charité];
Pinard (Adolphe) [1844-1934, de brillante carrera académica,
Profesor de Clínica Obstétrica e impulsor de la puericultura;
fue el admirado Maestro de Augusto Turenne]; Porak (Charles-
Auguste) [1845-1921, Interno de Lucas-Championniére, Jefe
de Clínica de Depaul, Profesor de la Escuela de la Maternidad];
Cibemont (Alphonse-Ambroise) [¿?]; Schweich (Michel) [¿?];
Stapfer (Horace-Jules) [1848-1913, obstetra y ginecólogo, im¬
pulsor de la fisioterapia ginecológica, que había aprendido en
Suecia donde esta modalidad terapéutica alcanzó precoz relieve;
allí también concurrió Pouey, con igual propósito, en 1896];
Vermeil (Jean-Baptiste)[fi}\ Verrier (Joseph Charles) [;?, autor de
un Tratado de Obstetricia, que fue traducido al inglés].
En número posterior, dicho medio de prensa agrega:
Concurso- Acaban de finalizar las pruebas de admisibilidad
del concurso para la nominación de cuatro cargos de parteros de los
hospitales. Han sido admitidos a pasar las pruebas definitivas los
doce cantidatos cuyos nombres siguen, por orden de méritos, Sres.
127 Union Médicale, 1882: 492.
113
• José Máximo Carafí •
Dres.: Budín, Porak, Ribemont, Doléris, Champetier de Ribes,
Loviot, Maygrier, Schweich, Martely Carafí.
Las preguntas que han sido formuladas para la prueba oral
son: I o Del parto en las posiciones occípito posteriores; 2 o De las
afecciones abdominales que pueden simular el embarazo; 3 o Del
cáncer del cuello uterino desde el punto de vista del embarazo y
del parto.
El tema de la prueba, comprendiendo dos operaciones sobre
el cadáver, ha sido: I o Ligadura de la arteria crural en el tercio
superior del muslo; 2 o Desarticulación radio-carpiana . 128
Unos días más tarde, el mismo periódico informa:
Concurso de parteros — Acaba de terminar el concurso para
cuatro cargos de parteros de los hospitales con la nominación de los
Sres. Budín, Porak, Pinardy Ribemont. 129
De acuerdo a los datos que se consignan en el British Medical
Journal:
El 16 de octubre [ya Carafí había llegado a Montevideo]
comienzan con sus obligaciones en los respectivos hospitales, según
se expresa a continuación: Budín en la Charité, Porak en el Saint
Louis, Pinard en Lariboisiére y Ribemont en Tenon. Además de
estar a cargo de las salas de Maternidad en los antes mencionados
hospitales, se encargarán de supervisar la práctica de las parteras,
quienes asisten a las mujeres en el parto en sus propios domicilios,
en conexión con esos hospitales. Pronto habrán nuevos cargos en
otros hospitales de París. 130
Es de hacer notar que la actuación de Carafí en un concurso
de estas características, señala, por una parte, su inclinación a la
obstetricia y por otra, su lícita ambición a proseguir una carrera
de notoriedad y jerarquía, avalado por sus antecedentes y la só¬
lida formación que había recibido junto a eximios maestros, que
mucho lo habían considerado. Otro casi contemporáneo suyo (lo
había precedido un año en el internado y en la graduación), que nos
resulta muy familiar por la vinculación que tuvo con Enrique Pouey
128 Union Médicale, 1882: 808.
129 Union Médicale, 1882: 639.
130 BritMedJ, 1882: 853.
114
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
y a raíz de las visitas que realizó a Montevideo, Jacques Amedée
Doléris, tampoco obtuvo ningún puesto en este concurso, pero sí
lo consiguió al año siguiente, al igual que, algo después, ganó el de
Agrégé de Chirurgie.
Una circunstancia a tener muy presente: quienes ingresaron co¬
mo titulares en este concurso de 1882 cambiaron, en unos años, la
historia de la obstetricia. Esta rama de la Medicina, tempranamen¬
te definida como especialidad pasó, de ser ejercida exclusivamen¬
te por parteras, a serlo por los men-midwives. Siguió no obstante
teniendo el carácter de un arte centrado en maniobras ( tocurgia ),
aplicación de instrumentos (fórceps, tijeras, ganchos, perforadores,
basiotribos, etc.), al precio de una alta mortalidad fetal (por prema-
turez, desproporción céfalo pélvica o situaciones distócicas) y ma¬
terna (debido a la frecuencia de la fiebre puerperal, principal causa
de muerte entre las mujeres en edad reproductiva). Era entonces
la norma optar por la vida de la madre en desmedro de la del feto.
Algunas veces se practicaba la cesárea (en la mayoría de los casos
postmortem para bautizar la criatura). La gran crisis demográfica
europea de los años que estamos estudiando (consecuencia de cau¬
sas diversas), la escasez de reclutas sanos en oportunidad de la gue¬
rra franco prusiana (1870-1871), la alta mortalidad materna, fetal,
neonatal e infantil, llamó la atención de políticos, demógrafos, obs-
tetras y pediatras, a los que sensibilizó en problemas sanitarios y de
organización asistencial, aparte de los estrictamente médicos. Era
preciso idear medidas que revirtieran tal situación, asegurando el
nacimiento de niños normales que pudieran en el futuro ser buenos
soldados para la Patria. En tal sentido, los obstetras pertenecientes a
la generación en estudio, tomaron por su cuenta el asunto en forma
decidida. Stéphane Tarnier, algo anterior a ellos, fue el propulsor,
conjuntamente con Championniére, del combate contra la fiebre
puerperal (lavado de las manos, materiales e instrumentos, aisla¬
miento de las embarazadas y puérperas infectadas, empleo de la an¬
tisepsia/asepsia, etc.) Posteriormente, en torno a Adolphe Pinard se
formó una notable escuela, de la que los ganadores de este concurso
fueron figuras protagónicas. Las grandes modificaciones introduci¬
das fueron, entre otras, un criterio quirúrgico en la práctica de la
115
• José Máximo Carafí •
obstetricia, tal como lo pregonaría más adelante Turenne en nuestro
medio. El otro aporte significativo fue mejorar la salud de los recién
nacidos a través de profesionales con una preparación técnica ade¬
cuada, el empleo de incubadoras ( couveuses ) para los prematuros,
la vigilancia de embarazadas, puérperas y recién nacidos, creando
consultorios zonales destinados específicamente al control clínico
de unas y otros, la alimentación con leche materna y el seguimiento
de los lactantes (consultorios gouttes de lait, donde actuaban obste-
tras, parteras y visitadoras). Por todas estas inquietudes (que serían
implantadas en Uruguay recién en el curso de la segunda década del
siglo XX por Turenne y Luis Morquio [1867-1935]), se considera
a Pinard y sus alumnos -entre los que ocupó lugar preeminente el
malogrado Pierre Budin- como los creadores de la perinatología y
la neonatología modernas. No debe olvidarse, sin embargo, la gra¬
vitante influencia de la pediatra norteamericana de New York, Sara
Josephine Baker (1873-1945), generacionalmente algo posterior a
los mencionados.
Mientras tanto, Carafí hacía las maletas para retornar al
Uruguay. Es probable que su dilatada permanencia en Europa, que
superaba el decenio, fuese económicamente gravosa para su familia
luego de haber dejado de percibir el sueldo de Interno. Quizás nues¬
tro biografiado pensara que a su retorno a Montevideo lo esperaba
una clientela numerosa y un promisorio futuro profesional y eco¬
nómico. Si nos guiamos por lo sucedido con otros contemporáneos
suyos de similar nivel profesional, nos parece acertado que imagina¬
ra dicho escenario, pero el mismo no llegó a concretarse. En efecto,
no ocupó Carafí, salvo en forma honoraria en la Escuela de Parteras,
cargo docente universitario alguno vinculado con la obstetricia. No
tuvo a su cargo, como sucedió desde 1882 con Alejandro Fiol de
Perera, la cátedra de Enfermedades de las Mujeres y los Niños. La mis¬
ma recién quedó vacante a la muerte del mallorquín en 1902, en
la que fue sucedido por Turenne, cuando ya hacía varios años que
Carafí había fallecido. No accedió tampoco a las salas de mujeres
del Hospital de Caridad (regenteadas por Luis Fleury (1842-1897)
con la colaboración de Angel Brian (1850-1923) hasta 1886), ni a
116
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
la Cátedra de Clínica Obstétrica, creada en 1886 -bajo su propio
Decanato- la que fue, al igual que las anteriores dependencias, re¬
genteada por Isabelino Bosch a partir de su regreso a Montevideo
en 1883.
Ganadores del primer concurso de Accoucheurs des Hópitanx
En sentido horario: Budín, Porak, Pinard y Ribemont
No se conoce si Carafí se destacó como partero en la clien¬
tela privada, como sucedió con Cari Brendel (1835-1922) o los
antes citados Fiol y Bosch. Pese a su formación preferentemente
117
• José Máximo Carafí •
quirúrgica, tampoco accedió a puestos vinculados con la cirugía,
liderada por José Pugnalin. La cátedra de Operaciones, que solía ser
el preámbulo para ocupar alguna clínica quirúrgica, al ser creada
en 1888, fue otorgada a Enrique Pouey, algo más joven y recién
llegado de París, mientras Carafí llevaba seis años de ejercicio en
Montevideo.
Sin embargo, pese a que la actuación de Carafí al frente de la
Facultad de Medicina fue breve y el fin de la misma azaroso, cons¬
tituyó su gran oportunidad, en la que hizo un aporte invaluable
para la promoción de la Medicina uruguaya. En cierto modo, eso
también trabó su carrera clínica, al orientarlo hacia la docencia de la
Anatomía y los cargos administrativos. No podemos descartar, sin
embargo, que su auténtica vocación fueran las Ciencias Morfológicas
y que en ese ámbito se haya sentido plenamente realizado.
118
Capítulo XII
Retorno de Carafí a
Montevideo. Miembro del
Consejo de Higiene Pública.
Profesor de Anatomía
R etornó Carafí a Montevideo, sin amigos ni vinculacio¬
nes profesionales, contando sólo con el apoyo de su fa¬
milia. Pasó a vivir junto a sus padres en la misma casa
donde había nacido, lugar en que abrió su consultorio.
Revalidó el título de Médico Cirujano ante el Consejo de Higiene
Pública el 27 de octubre de 1882.
Le tocó a nuestro afrancesado médico reinsertarse y vivir en
un país que transitaba una época muy particular y tormentosa, no
por eso menos fecunda -paradojalmente- en algunos aspectos de su
cultura. En ese preciso momento, Francisco Antonino Vidal (1827-
1889) había dimitido por primera vez a la Presidencia constitucio¬
nal de la República, luego de dos años de deslucida actuación, dan¬
do lugar a la elección, en igual carácter, del General Máximo Santos
(1847-1889). La gestión de este último fue parte de un período bru-
119
• José Máximo Carafí •
moso de nuestra historia durante el cual, bajo el aparente imperio
de la Ley, primaba la influencia del joven, veleidoso, prepotente y
arbitrario militar. Santos, que había logrado ocupar el primer pues¬
to dentro del Partido Colorado pasando por encima de doctores y
caudillos que lo doblaban en años, tuvo la habilidad de rodearse de
algunas figuras de relieve (tanto procedentes de dicha parcialidad
política como de la antagónica), quienes dieron a su mandato cierto
brillo, como será visto con referencia a la Universidad. Fue sin em¬
bargo una etapa de violencia y arbitrariedad, velada por la prédica
de una prensa oficialista adulona, una oposición amordazada y la
ausencia de enemigos, quienes lisa y llanamente eran suprimidos ;
época de corrupción y progresivo endeudamiento público. La am¬
bición sin límites, casi delirante, de Santos -alimentada por la no
menos voraz e inmoral de su séquito- lo condujo a idear un invero¬
símil mecanismo de reelección, que omitimos por ser bien conoci¬
do, previo un nuevo y breve interregno de Vidal en la Presidencia, a
la que nuevamente renunció. En 1885 tuvo lugar el segundo ascen¬
so de Santos, esta vez en calidad de Presidente interino. El mismo
fue fugaz, en razón del rápido desmoronamiento del castillo de nai¬
pes que su camarilla había armado en su entorno. Aconteció dicha
mengua con posterioridad a la aparentemente fallida revolución del
Quebracho , seguida del también fracasado atentado contra la vida
del Capitán General y de la forzosa convocatoria del Ministerio de
la Conciliación. El proceso terminó con la renuncia de Santos, que
se ausentó del país y que poco después fue objeto de una ley de ex¬
trañamiento. Lo sucedió el General Máximo Tajes (1852-1912), su
Ministro de Guerra, que arbitró el tránsito del militarismo al civi¬
lismo, consumado con la ascensión de Julio Elerrera y Obes (1841-
1912) a la Primera Magistratura el I o de marzo de 1890, gestión
que fue seguida por la de Juan Idiarte Borda (1844-1897) a partir
de igual fecha de 1894, luego de importante crisis económica, y que
transcurriría (por la primera revolución de Aparicio Saravia [1856-
1904]) y finalizaría (por el asesinato del Presidente) trágicamente.
120
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
¿Cómo era Carafí en su aspecto y modo de ser en la época en
que arribó a Montevideo? Piaggio Garzón brinda el siguiente retra¬
to en seguros trazos:
Figura gallarda y romántica la suya, nos la imaginamos a
través de descripciones fidedignas de los que le conocieron, con un
aspecto exterior cordial y simple, con un físico distinguido, de me¬
diana estatura, rubio, de fisonomía bien modelada, grandes bigo¬
tes y con su barba bien cuidada, que acostumbraba a acariciar con
automático gesto. Acicalado y pulcro en su persona, tenía la ele¬
gancia de PaulPoirier [1853-1907, famoso anatomista, que fue
compañero de internado de Carafí] y la dicción fina de Albert
Robín [1847-1928, profesor de Clínica terapéutica]. Atildado
en su vestir, con levita y galera alta y su bastón negro de empuña¬
dura de oro, diríase que le faltaba sólo la toga de ceremonia, esa
“robe ” que ostentaban los príncipes de la escuela francesa, de ese
París, la cosmópolis enorme que tanto admiraba y que fue su tierra
de adopción.
De densa cultura, médica y humana, de recto y claro juicio,
de una inteligencia sutil y perspicaz, con ese espíritu de fineza ca¬
racterístico. Caballeresco siempre; detrás de una aparente frialdad,
se escondía una afabilidad natural exquisita.
121
• José Máximo Carafí •
Enérgico sin prepotencia, gentil sin afectación, fue el tipo per¬
fecto del “fruti homo” (hombre de bien) y al par modesto, la vir¬
tud de los grandes, con la suavidad de los fuertes...
De arraigadas condiciones religiosas, que lo llevaron varias
veces a presidir el Club Católico de Montevideo, poseía una mo¬
deración tolerante, ínsita de los espíritus superiores. No fue un cre¬
yente fanático ni un místico, fue un creyente firme, sensato, de fe,
cuyo credo católico, cimentó una generosa bondad. 131
Según creemos, la primera actuación pública de Carafí, tuvo
lugar con motivo de su designación, en 1882, por parte de Santos,
para integrar el Consejo de Higiene Pública, presidido por Francisco
A.Vidal, conjuntamente con Pedro Visca y Julio Rodríguez
Berruezo. Es a esta época que corresponden las crónicas, poco ve¬
races, de Joseph-Auguste Fort (1835-1912), referidas a su segunda
estadía en Montevideo entre 1883 y 1885 (la primera había sido en
1881, cuando aún nuestro biografiado estaba en París), 132 donde
el anatomista y cirujano francés narra que Carafí - a quien decía
conocer de la época de estudiante- no le tenía simpatía. Afirma que
éste “no le había perdonado nunca que [Fort] no le hubiera pagado sus
contribuciones para el París Médical, del cual era director en el tiem¬
po en que [Carafí] era estudiante en la capital francesa. ” No hemos
podido ubicar ninguna publicación de Carafí en la citada revis¬
ta. Asimismo, refiere Fort que cuando falleció uno de sus pacien¬
tes a consecuencia de una intervención quirúrgica que le realizara
(rectotomía externa por el método de Panás), el caso fue llevado a
consideración del mencionado Consejo, situación en la que Carafí
- siempre según el relato del francés- se puso de parte de los fami¬
liares del difunto que denunciaban a Fort, ante lo cual “el Dr. Vidal
[dió término a la discusión, manifestando] que si por casualidad
había habido un error de la parte del cirujano, debía saber que todos
los cirujanos podían equivocarse, ya que Carafí mismo había operado
recientemente al Sr. Sacarello de una afección de las vías urinarias y el
enfermo había muerto sobre la mesa durante la operación .”
131 Piaggio Garzón, W. op cit., 1946.
132 Fort, J.-A. Le récit de ma vie avec la description d’un voyage et d’un séjour dans lAméri-
que du Sud. Autobiographie, París, L. Bataille, Libraire-éditeur, 1893.
122
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
En 1883, Carafí hizo uso de la palabra (primer discurso suyo de
que tenemos conocimiento) en nombre del Consejo en el acto del
sepelio de Gualberto Méndez (1824-1883). 133
El 12 de mayo de 1884, Santos dictó el decreto por el que el
Poder Ejecutivo otorgaba tres becas para que jóvenes médicos orien¬
tales perfeccionaran sus estudios en París. La designación recayó en
Francisco Soca, Joaquín de Salterain y Enrique Pouey (1858-1939).
Al año siguiente se brindaría otra subvención gracias a la cual el
Bachiller Alfredo Navarro (1868-1951) cursaría la totalidad de sus
estudios médicos en la capital francesa, siendo también Interno de
los Hospitales y realizaría a su retorno una brillante carrera docente
universitaria y política. En otra oportunidad hemos planteado la
casi segura gravitación de Carafí, que aún no era Decano, en el
otorgamiento de dichas subvenciones. No cabe duda alguna que
fue él quien recomendó a Enrique Pouey, motivo por el cual éste
último trabó inmediatamente después de su llegada a París, una
vinculación de amistad y de discípulo con Jacques-Amédée Doléris,
compañero de estudios y amigo de Carafí. De ese modo, indirecta¬
mente, habría contribuido al inicio de la escuela ginecológica en el
Uruguay, a la que Doléris se man¬
tuvo ligado a través de frecuentes
visitas de los uruguayos a París,
así como de sus dos estadías en
Montevideo (1910 y 1926).
En noviembre de 1884, ba¬
jo el Decanato de Secundino
Fernández Viñas y el Rectorado
de José Pedro Ramírez, Carafí fue
designado interinamente Profesor
de Anatomía (segundo curso)
en la Facultad de Medicina, su¬
cediendo a Julio Jurkowski, que
había renunciado al cargo para
trasladarse a ejercer en la ciudad
de Salto. De esta actividad do-
133 Pereira, Antonio. Corona fúnebre: rasgos biográficos del Doctor D. Juan Gualberto Mén¬
dez, acompañados de todo lo que se ha impreso con motivo de su fallecimiento, Montevi¬
deo, Ed Tip de Zenón Tolosa, 1883.
123
• José Máximo Carafí •
cente, que duraría los res¬
tantes once años de la vida
de Carafí, nos ocuparemos
enseguida.
La cátedra de Anatomía,
creada conjuntamente con la
de Fisiología por el Decreto
fundacional de la Facultad de
Medicina del 15 de diciem¬
bre de 1875, fue ejercida en
propiedad y por concurso
por Jurkowski a partir del
18 de junio de 1876 (nom¬
bramiento homologado por
el Poder Ejecutivo el 23 de junio). Durante las licencias que se le
concedieron al catedrático a partir del 18 de febrero de 1879 y del
20 de febrero de 1884, cada una con una duración de cinco meses,
el Disector Pedro Hormaeche lo sustituyó interinamente. “El 10 de
diciembre de 1883 se divide la asignatura en dos cursos, quedando con
el segundo curso el Profesor Jurkowski. El Gobierno designa a Manuel
Espinosa profesor del primero, pero el Consejo Universitario observa
esta designación por lo cual queda sin efecto”, ejerciéndola el antes ci¬
tado Hormaeche hasta su dimisión el 14 de agosto. El 24 de agosto
Jurkowski renuncia a su cátedra, siendo reemplazado interinamente
por Guillermo Leopold (a la sazón catedrático de Clínica médica).
El 24 de octubre se encarga a Eugenio Piaggio del primer curso de
Anatomía, nombrándoselo en propiedad, luego de un concurso, el
6 de marzo del año siguiente. A partir del 17 de diciembre de 1885,
Piaggio dicta además, interinamente, el aula de Fisiología, a la que
accede en titularidad el 28 de diciembre, para renunciar a la misma
cuatro años más tarde, el 26 de diciembre de 1889. Como sucesor
Leopold y Hormaeche, en carácter de encargado del curso, Elias
Regules ejerce por corto tiempo la cátedra de Anatomía II, que es
ocupada interinamente por Carafí a partir del 18 de noviembre de
1884, mientras Regules pasa a dictar, en igual carácter, la de Higiene
y Medicina Legal (resolución homologada por el Poder Ejecutivo el
21 de ese mes). Por último, con fecha 6 de marzo de 1885, ambos
son designados catedráticos en propiedad de las respectivas aulas,
luego del concurso de rigor. Piaggio solicita sucesivas licencias a
Julio Jurkowski
124
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
partir de 1893, siendo sustituido por corto lapso por el Disector
Martín Gastesi y en julio del año siguiente, por Carafí. El 10 de se¬
tiembre de 1895 el Consejo Universitario “ solicita al Poder Ejecutivo,
declare cesante al Profesor Piaggio por no concurrir al aula” 134
et,
^ ^ ÍÍ^Vt'
«swV otír *r-e^ef
^ r>\^ c/í»
A ■e^
-^Pt- rrfj y/
"«>v
Designación interina de Carafí y Regules
134 Facultad de Medicina. Cátedras y personal docente administrativo y de servicio, Ser
Soc UrugHistMed, 1995, 5 (16): 135-381.
125
• José Máximo Carafí •
Carafí tenía sobrados méritos para desempeñar el cargo docen¬
te en el cual fue designado y que ejerció ininterrumpidamente por
casi once años.
En Montevideo el primer curso
de Anatomía abarcaba la “ Anatomía
general y descriptiva y la embriogenia”,
mientras el segundo “ comprendía la
topográfica y la operatoria”. 135 Ambos
se dictaban en el Salón de Anatomía ,
que era compartido con las cátedras
de Medicina Operatoria (a cargo del
Profesor de Clínica quirúrgica) y de
Anatomía Patológica (ejercida desde
1885 por Guillermo Leopold). Si
bien dicho recinto no era amplio, tenía comodidades para hacer
las demostraciones y dar las clases. Aparte del catedrático, estaban
los Disectores (Primeroy Segundo) que tenían un papel docente de¬
cisivo. Durante el período de Carafí, ejercieron este cargo: Pedro
Hormaeche (1881-1889), José María Cubiló (1889), Alfredo Vidal
y Fuentes (1883-1884), Federico Velazco (1885), Teodorico Nicola
(1885), Nereo Iturriaga (1885-1887) [fallecido prematuramente en
1887], Alfonso Famas (1887-1889), Martín Gastesi (1889-1891),
Manuel Farralde y Zavala (1890-1894), Santiago Puppo (1894-
1895) y Eugenio Egger (1895-1896) [luego ocuparía el cargo de
Profesor de Anatomía en la Escuela de Parteras]. 136
De las condiciones docentes de Carafí hay pocos datos, con
excepción de los recogidos por Walter Piaggio Garzón de boca de
viejos médicos que habían sido sus alumnos. “ Seguía al pie de la le¬
tra la obra de Sappey ”. 137 Eos Disectores asistían personalmente a los
alumnos, que podían repetir sus prácticas en horas extras fuera de
las de los cursos. Carafí mostraba “ bellísimas ilustraciones, copias de
135 Reglamento de la Facultad de Medicina del 12 de mayo de 1877. En; La Facultad
de Medicina de Montevideo (1875-1915). Memoria presentada por el Decano Doctor
Manuel Quíntela. Montevideo, Tip. Moderna, 1815: 47.
136 La Facultad de Medicina. Cátedras y personal... op cit, Ses Soc Urug Hist Med.
137 Sappey, Philibert-Constant op cit, 1860-1864.
126
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
las valiosas láminas litografiadas del Atlas Anatómico monumental de
Bourgery y Jacob 138 [...] No bacía anatomía de anfiteatro, no dictaba
su curso sobre el cadáver, pero los estudiantes disecaban con la pinza y el
escalpelo bajo la dirección de los disectores. ” Solía enseñar mnemotec¬
nias tales como; “¿qué órganos pasan por el agujero rasgado posterior?,
¿cuáles por el canal vidiano?, y ¿a qué elementos libra pasaje la hendi¬
dura esfienoidair En los exámenes, “Carafií no era severo en extremo,
era ecuánime. Cuéntase que una vez reprobó a un mal estudiante, que
lo esperó para preguntarle el motivo de su reprobación, a lo que Carafií
contestó imperturbable: «Lo reprobé porque no sabía nada». ” 139
Su actividad docente le insumía muchas horas semanales, sobre
todo durante las largas suplencias de Piaggio cuando estaba encar¬
gado de los dos cursos. De ahí que, como bien señaló Américo
Ricaldoni (1867-1928) en el discurso que pronunció en ocasión del
sepelio de Carafí, la sala de Anatomía era su medio natural, donde
pasaba la mayor parte del día.
A partir de abril de 1888 hasta su muerte, dictó honorariamen¬
te la cátedra de Distocia en la Escuela de Parteras.
Ese mismo año, sustituyó interinamente a Alejandro Fiol de
Perera (1853-1902), en uso de licencia, al frente del Aula de Clínica
de Partos, enfermedades de las Mujeres y los Niños, que éste venía
ejerciendo desde 1882, luego de un breve interinado de Rodolfo
Canstat (alemán que había registrado su título en Montevideo en
1875). 140
Piaggio Garzón hace las siguientes apreciaciones sobre la ense¬
ñanza impartida por su homónimo aunque no pariente, Eugenio
Piaggio, graduado en París en 1884 donde fue enviado por Carafí
en 1886 para interiorizarse acerca del método para enseñar la mate¬
ria con demostraciones prácticas en animales:
138 Bourgery, C., Bernard, C., Jacob, N. H. Traité complet de l’anatomie de l’homme,
édition avecplanches, París, Guérin, 1866-1871. De este se vendían también por sepa¬
rado las ilustraciones, que quizás eran las que mostraba Carafí en las lecciones.
139 Piaggio Garzón, W. op cit., 1946
140 Hemos tenido oportunidad de comentar los dos concursos, de 1882 y 1883, para la
provisión, primero interinamente (el contrincante fue Canstat) y luego en propiedad
(el otro aspirante fue Tomás Creen) de dicha cátedra. Ver: Pou Ferrari, R. Historia de
la Obstetricia en el Uruguay, op. cit., 1980.
127
• José Máximo Carafí •
Dictaba el curso de Anatomía primer año y Fisiología.
Antiguo marino, natural de Génova, hizo sus estudios en Italia y
rindió su último examen en febrero de 1880 [en realidad, tene¬
mos la certeza que se graduó en París en 1884, donde cursó la
carrera conjuntamente con Enrique Figari, lo que no quita que
antes hubiera obtenido antes otro título similar en Italia]. Era
un buen práctico con magnífica clientela. Hombre de acrisolada
bondad, encarnaba el concepto justo de que “sólo un hombre bue¬
no puede ser un buen médico”. Aferrado a su texto manuable,
un Abrégé de [Henri-Etienne] Beaunis [1830-1929] y A[be\]
Bouchard [1833-1899] en Anatomía' 41 y al de [Léon] Fredericq
[1851-1935] y [Jean Pierre] Nuel [1847-1920] en Fisiología, 142
don Eugenio explicaba unos minutos con su marcado acento ita¬
liano, y luego abría el texto de Fredericq y les leía a los estudiantes
capítulos enteros. Tenía la rara sinceridad de no negar que sabía
poco y cuando presentaba a Soca a sus clientes, hacía su pondera¬
ción exclamando: “Ese sí que sabe”. 143
La misión encomendada a Piaggio en Francia quedó frustrada
porque enfermó gravemente de viruela. En los años ‘90 hizo uso
-como fue visto- de una prolongada licencia “para cuidar su salud
en el extranjero”, siendo sustituido por Carafí. 144 En Fisiología no
sucedió lo mismo, puesto que había renunciado en 1889 y, luego de
un interinato de Joaquín Canabal (1860-1918) entre febrero 1890
y febrero 1891, hizo allí su entrada Juan B. Morelli (1868-1947),
alumno y ayudante de José Arechavaleta, quien sería el auténtico
introductor de la fisiología experimental en nuestra Facultad de
Medicina. 145
Son interesantes los datos brindados por Piaggio Garzón acerca
de la sucesión de Carafí en la cátedra:
en octubre de 1895 la asumió el profesor [Gerardo]
Arrizabalaga [1869-1930, interino en el segundo curso en¬
tre setiembre de 1895 y abril de 1900, sucedido entonces por
141 Beaunis, U. Bouchard, A. Précis d’anatomie et de dissection, Paris, J.B. Bailliére éd,
1877.
142 Fredericq, L. Nuel, J. P. Eléments dephysiologie, Paris, Hoste ed, 1887.
143 Piaggio Garzón, W. op cit, 1946.
144 Ver Anexos Documentales Nos. 15, 16 y 17.
145 Mané Garzón, F. y Pou Ferrari, R. Juan B. Morelli en la historia de la Medicina en el
Uruguay, Montevideo, Eltoboso impr., 2003.
128
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
breve período, interinamente, por J. Carlos de Oliveira Nery
Salvañach (1865-1927), doctorado en París], y al que siguió
después de unos meses el profesor [Bernardo] Etchepare [1869-
1925], desde 1896 (segundo año) [en realidad, no sustituyó al
precedente, sino que desempeñó el cargo de profesor interino
de los cursos de primer año desde abril de 1896].
En octubre de 1896 se llamó a concurso para la provisión de
ambas cátedras de Anatomía, las que recién fueron llenadas en forma
titular en febrero de 1903, con la designación de Ernesto Quintela
(1876-1931), que venía ejerciéndolas interinamente desde 1900.
A fines de 1884 ocurrió un enfrentamiento entre las autoridades
universitarias y el Poder Ejecutivo, al que podría llamarse el affaire
Desteffanis, que culminó en la intervención de la Universidad, la
destitución del Rector José Pedro Ramírez (1836-1913), así como
del Consejo Universitario y los Decanos. Santos recurrió a Alfredo
Vásquez Acevedo (1844-1923), quien ya había ocupado el Rectorado
en 1881 y lo instó a retomar dicha jerarquía, concediéndole todo
tipo de garantías en aras de cambiar y mejorar la institución. Fue
así que el 14 de julio de 1885 se promulgaba la Ley Orgánica , que
constituyó el segundo hito en la historia de la Universidad. La nue¬
va estructura que se adjudicó a la intitución hizo posible proyectarla
con éxito al futuro, si bien aún bajo la dependencia administrativa
del Poder Ejecutivo, que persistiría incluso luego de la reforma de
1908. Recién se establecería su autonomía por la Ley del 16 de
octubre de 1958.
Refiriéndose a su designación como Rector dice Vásquez
Acevedo 146 en sus Memorias , en términos vanidosos:
El General Santos, con expresiones calurosas, admitió todas
mis condiciones, llegando a decirme que se haría todo lo que qui¬
siese y nada más que lo que quisiese; que jamás tendría la más
leve dificultad, para lo cual no necesitaría más que dirigirle dos
líneas o pedirle una entrevista —en la seguridad que sería en el acto
atendido.
146 Fue Rector en tres períodos: de 1880 a 1883, de 1884 a 1891 y de 1895 a 1899.
129
• José Máximo Carafí •
De esta manera volví a
la Universidad en 1884, y
emprendí la obra que me ha
dado, según creo, más títu¬
los a la consideración de mis
conciudadanos, -obra exclu¬
sivamente mía, lo digo con
entera verdad, porque en todo
el tiempo que he permaneci¬
do en la Universidad no se ha
hecho nada, absolutamente
nada, de verdadera impor¬
tancia, sino por iniciativa
mía en la casi totalidad de los
casos o por mi decidido concurso en los demás. El Gobierno no
promovió la más leve de las mejoras o reformas que se realizaron;
se limitó únicamente a apoyar o favorecer las que fueron iniciadas
por mí. Tuve ciertamente ilustrados y buenos cooperadores de mis
trabajos, como el Dr. Carafí y el Dr. Regules en la Facultad de
Medicina, el Dr. Monteverde en la de Matemáticas, y el Dr. Izcua
Barbat, el Dr. Brito del Pino y el Dr. Juan Pedro Castro en la de
Derecho y en el Consejo; pero no fueron más que cooperadores.
El General Santos cumplió fielmente sus promesas. Me propor¬
cionó inmediatamente los fondos ofrecidos, mandó a las Cámaras
y apoyó con su influencia el Proyecto de Ley Orgánica de la
Universidad formulado por mí, que era la base indispensable para
la reorganización y progreso de la institución, consiguió su rápida
sanción, y por último, respetó e hizo respetar en más de una ocasión
mi completa independencia en el desempeño del Rectorado. 147
Este segundo rectorado de Vásquez, significó el triunfo defi¬
nitivo del positivismo, que se venía insinuando con énfasis a par¬
tir de 1876. Si bien la mayoría de los historiadores son contestes
en afirmar la importancia de los sucesivos gobiernos universitarios
a cargo del renombrado jurista (perteneciente al Partido Blanco),
desde filas espiritualistas, tanto racionalistas como católicas, se lo
tildó de déspota , que manejaba a su antojo el Consejo universita-
Alfredo Vásquez Acevedo
147 Ardao, María Julia. Alfredo Vásquez Acevedo. Contribución al estudio de su vida y su
obra. Rev Hist, 1965; 36 (106-108): 20.
130
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
rio , impidiendo toda otra enseñanza que no fuera la positivista. 148
Como veremos, esta trayectoria se vio interrumpida por el cambio
impuesto en la integración del Consejo por el gobierno espiritualista
de Julio Herrera y Obes. Si bien Vásquez Acevedo volvió a acceder
al Rectorado en 1895 (hasta su definitivo retiro en 1899), a partir
de aquella fecha los enfrentamientos filosóficos comenzaron a di¬
luirse, para ser superados por un nuevo idealismo a comienzos del
siglo XX. 149
148 Véanse los numerosos artículos de El Bien, referidos a la acción de Vásquez Acevedo
como Rector, en especial en la década del ’90.
149 Ardao, A. Espiritualismo y positivismo en el Uruguay, op cit, 1951.
131
Capítulo XIII
Decano de la
Facultad de Medicina
E n diciembre de 1884 (al mes siguiente de ingresar Carafí
como profesor interino de Anatomía II) Vásquez Acevedo
propuso al Gobierno, “de acuerdo a las facultades que le
¿zcjordaba] el artículo 24 de la ley universitaria , la designa¬
ción de los doctores Duvimioso Terra, José Máximo Carafí y Antonio
María Rodríguez para ocupar los Decanatos de las Facultades de
Derecho y Ciencias Sociales, Medicina y de la Sección de Estudios
Preparatorios, respectivamente, lo que así fue resuelto. 150
Es curioso que Vásquez eligiera a Carafí como la figura dirigen¬
te para la Facultad de Medicina, siendo un conocido católico mi¬
litante, contrario a los principios filosóficos positivistas del Rector.
Podemos suponer que dicha disidencia, al menos en esta área de
la enseñanza superior, no era de primera magnitud (las disciplinas
médicas son fácticas, ajenas a las elucubraciones filosóficas). Cabe
también pensar que para Carafí, individuo tolerante y respetuoso,
la religión pasaba a segundo plano cuando se abocaba al desempe¬
ño estricto de sus tareas universitarias. Además, siendo joven, ten¬
dría pocos compromisos profesionales y estaría deseoso por llevar
150 Rev Hist (Uruguay), 1946; 100-102:543.
133
• José Máximo Carafí •
La Casa de Ejercicios , primera ubicación de la Facultad de Medicina
adelante la obra de reordenamiento de la Facultad. Creemos, por
otra parte, que para la facción católica debió ser significativo te¬
ner a uno de sus integrantes más conspicuos ocupando un sitial
encumbrado en la enseñanza superior, en el momento en que el
Pbro. Mariano Soler (1846-1908) bregaba por impulsar el Liceo de
Estudios Universitarios y Francisco Bauzá procuraba afianzar la liber¬
tad de enseñanza desde el Instituto Pedagógico y el Parlamento.
Es también hipotéticamente posible que el Rector, de carácter
autoritario y que permanecía el día entero en la Universidad resol¬
viendo personalmente todos los asuntos, eligiera a un individuo
inteligente y trabajador, pero al mismo tiempo joven y sin experien¬
cia, a quien pudiera sugerir (y a veces ordenar), y de quien recibir
ideas innovadoras y en quien delegar responsabilidades en asuntos
ajenos a su competencia profesional. Nos preguntamos si no ha¬
brá sido Carafí quien redactó los capítulos referidos a “Medicina y
Ramas Anexas” de la Ley Orgánica de 1885.
A la llegada de Carafí al Decanato, la Facultad de Medicina
atravesaba una época asaz crítica como consecuencia de varios fac¬
tores simultáneos: el incumplimiento de programas y horarios por
parte de profesores y alumnos, los conflictos que la enfrentaban con
134
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública por el usufructo de
algunas salas del Hospital de Caridad y con el Consejo de Higiene
Pública por el otorgamiento de títulos.
Refiere sobre ese período el historiador Eduardo Acevedo
(1857-1948):
No fueron favorables a la Facultad de Medicina los comien¬
zos de la Administración Santos. A la prisión del primer egresado
[José María Muñoz y Romarate, egresado en 1881], a título
de que le faltaba el examen de reválida del Consejo de Higiene
[...] siguió en la Cámara de Senadores una tentativa de barrida
total de profesores a título de economías, y luego, la creación de
una cátedra de Homeopatía que fue causa de grandes disturbios.
Un día que el catedrático de la materia [Ramón Valdez García,
designado en febrero de 1882] explicaba los efectos del agua en
las preparaciones homeopáticas, empezó a funcionar una manga
de aguas corrientes que tomó como blanco al orador y que fue el
principio de una serie de conflictos que prosiguieron hasta la des¬
aparición de la cátedra respectiva.
Pero en 1885 empezó la reacción bajo el impulso vigoroso del
Rectorado del doctor Vásquez Acevedo y el Decanato del doctor José
María [sic] CarafíH
Continúa Acevedo su crónica acerca de la vida universitaria:
Las colaciones de grados que habían perdido toda su apa¬
ratosidad desde la dictadura de Latorre, volvieron a cobrar su
brillo desde 1883 [...] A la [...] de 1885 concurrió el Ministro
de Instrucción Pública don Juan Lindolfo Cuestas [1837-1905],
quien aprovechó la oportunidad para hacer conocer el número de
los diplomados con que había contado y contaba el país. "En los
años que la Universidad lleva de existencia, dijo, han termi¬
nado sus estudios 144 doctores en Jurisprudencia de los que
sólo 92 adquirieron el título de abogado, y 22 doctores en
Medicina ”. 152
151 Acevedo, E. Historia de la República Oriental del Uruguay. An Univ (Montevideo),
1934; 133: 69.
152 Acevedo, E., op cit, 1934; 133: 348-349.
135
• José Máximo Carafí •
Para tener una idea del número de profesionales vinculados a
la salud que había en Montevideo, véanse los datos que presenta el
mismo autor referentes al año 1886:
• Médicos: 263
• Personas sin título universitario autorizadas para
ejercer la medicina y cirugía: 32
• Farmacéuticos: 285
• Parteras: 103
• Dentistas: 44
• Flebótomos: 45
• Practicantes de medicina: 6
Los comparamos ahora con el número de estudiantes de
Medicina y de Farmacia en ese año y siguientes, de acuerdo a la
Memoria de Quiniela:
1885
Medicina
92
Farmacia
1886
79
10
1887
70
8
1888
79
9
1889
82
8
1890
99
8
1891
86
10
1892
93
19
1893
100
23
1894
110
21 157
Acerca de la designación de Carafí como Decano, refiere
Augusto Turenne (1867-1948):
Traía al país el espíritu de orden, la noción de jerarquía, el
deseo de superación; y todo eso chocó contra costumbres invetera¬
das, contra un bohemismo que se creía inseparable de la condición
de estudiante. Su severidad —que todos llamaban injusticia- era
153 La Facultad de Medicina de Montevideo (1875-1915), op cit, 1915: 277.
136
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
el exponente de su mentalidad de hombre deseoso de desempeñar
una función, no de ocupar un puesto. Su decanato fue un período
de lucha cruenta contra los estudiantes, que no le perdonaron ni
siquiera la manera seca, pero culta con que formulaba sus obser¬
vaciones , 154
Con respecto al mismo tema, dice el obstetra e historiador de
la medicina argentino Eliseo Cantón (1861-1931), en una de las
más exactas y atinadas referencias de que disponemos sobre ese pe¬
ríodo:
Carafí fue como decano un verdadero reformador, y como
profesor un disciplinado severo y ejemplar, no bien comprendido
en su época, por lo que levantó protestas injustificadas , 155
A lo que agrega:
Sus dos metas principales consistieron en reemplazar gradual¬
mente al profesorado extranjero por el criollo que, hasta entonces,
habíase mantenido alejado de la Facultad, quizás por apatía, y a
implantar, con mano firme, las disciplinas conducentes a desper¬
tar en la juventud el amor al estudio y a la labor cotidiana, así
hubiera de costarle su actitud la impopularidad en el elemento
estudiantil.
En realidad, las incorporaciones de nuevos profesores ya habían
comenzado antes del Decanato de Carafí y continuaron durante y
con posterioridad a su finalización. José Scoseria (1861-1946) se
hizo cargo de la cátedra de Química Médica en agosto de 1884.
Eugenio Piaggio ingresó en octubre de ese año a Anatomía y en
diciembre del siguiente a Fisiología. Elias Regules (1861-1929)
fue designado en Higiene y Medicina Legal al mismo tiempo que
el propio Carafí en Anatomía II en noviembre de 1884. Albérico
Isola (1858-1933), como catedrático de Oftalmología, en marzo de
1885. En julio del mismo año, Pedro Visca (1840-1912) fue de¬
signado Profesor de Clínica Médica, conjuntamente con su Jefe de
Clinica Enrique Figari (1866-1940). Isabelino Bosch se hizo cargo
de la Clínica de Partos en marzo de 1886.
154 Turenne, A. La celebración del LX aniversario de la fundación de la Facultad de Me¬
dicina. An FacMed (Montevideo), 1936; 21 (1,2 y 3): 325.
155 Cantón, E. Historia de la Medicina en el Río de la Plata, Madrid, 1928; 3: 349.
137
• José Máximo Carafí •
De los catedráticos fundadores y sus inmediatos sucesores, al
inicio de la gestión de Carafí, en 1885, aún persistían varios. José
Arechavaleta en Botánica Médica (desde 1876), Juan A. Alvarez y
Pérez Q?) en Física Médica (1876), Antonio Serratosa (1843-1909)
en Patología General y Semiología (1876 y 1879), Guillermo
Leopold (1836-1897) en Clínica Quirúrgica, Clínica Médica y
Anatomía Patológica (1878, 1878 y 1885, respectivamente), Juan
A. Crispo Brandis (1843-1937) en Patología Médica (1878), José
Pugnalin (1840-1900) en Clínica Quirúrgica (1879), José M.
Muñoz y Romarate (1835-1919) en Materia Médica y Terapéutica
(1882). Alejandro Fiol de Perera (1853-1902) en Clínica de Partos,
Enfermedades de las Mujeres y los Niños (1882) y Juan Testaseca
(1835-1919) en Patología Quirúrgica (1882).
En otros aspectos de la evolución de la Universidad, cuando
sus dependencias administrativas y las dos restantes Facultades que
la integraban fueron trasladadas a nuevos locales, gracias a las ges¬
tiones de Carafí se concedió a la Facultad de Medicina el usufructo
de la totalidad de la Casa de Ejercicios. Con más espacio disponible,
“fue posible incorporar mayor número de laboratorios, aulas y un mu¬
seo de piezas anatómicas y patológicas”.
Según la Ley Orgánica de 1885, previamente al ingreso a la
Facultad de Medicina y Ramas Anexas, debían cursarse dos años de
estudios preparatorios, cuyas materias eran: “física, química, inglés,
gimnástica y ejercicios militares”. Latorre había suprimido la sección
de estudios preparatorios en 1878, que fue restablecida por Santos
en 1883. Entretanto, los estudiantes, bajo la batuta de Elias Regules,
improvisaron un instituto que dio una formación preuniversitaria
muy satisfactoria, contando con notables profesores.
Varias modificaciones sufrió la obligatoriedad de presentar una
Tesis de Doctorado, prevista en el texto legal aludido. 156 Queremos
destacar que sorprende no hallar en ninguna de ellas a Carafí como
Padrino de Tesis o de Grado, en tanto sí a la mayoría de los demás
profesores e incluso a algunos profesionales que no pertenecían al
elenco docente.
156 Ver: Pou Ferrari, R. y Mané Garzón, F. Luis P. Lengttas. Maestro de cirujanos y propidsor
de la doctrina social católica en el Uruguay, Montevideo, Eltoboso impr., 2005.
138
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
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Fragmentos de una nota de Carafí al Rector.
La Ley Orgánica de 1885, en su artículo 11, hacía referencia a
las “Ramas Anexas a la Medicina ’ y preveía que “si las conveniencias
públicas lo exigieren más adelante, el Poder Ejecutivo podrá disponer
la creación de otra u otras Facultades. ” De acuerdo a este criterio, en
139
• José Máximo Carafí •
1886 -durante el Decanato de Carafí- se iniciaron los cursos de
Farmacia con la creación de dos cátedras: la de Química farmacéu¬
tica (ese año), asignada al Farmacéutico Antonio P. Carlosena (al
frente de la cual se desempeñó durante once años), la de Farmacia
Galénica (en 1887), a cargo del Farmacéutico José Guglielmetti.
En 1886 se tomó el primer examen de reválida al Farmacéutico
Daniel Smith, acto que fue presidido por Carafí. 157 Es de hacer
notar que “el primer plan de estudios de Farmacia, estructurado en tres
años y con un examen general final o prueba de habilitación, recién
figura, en 1887, en el Reglamento General de Enseñanza Secundaria
y Superior .” 158
En la misma Ley se planeaba la enseñanza de la Odontología,
cuya carrera constaría de tres años, dos teórico-prácticos y uno prác¬
tico, finalizados los cuales debería rendirse un examen general teóri¬
co y otro práctico. Tal iniciativa no se concretó durante el Decanato
de Carafí -recién se inauguraría en 1890-, si bien en 1886 tuvo
lugar la reválida de Godchaux Worms, graduado en la Facultad de
Odontología de Río de Janeiro. 159
Otro logro de fundamental importancia ocurrido durante el
período que estamos analizando, fue el inicio de la investigación
básica y la enseñanza práctica del método experimental:
Al decanato de Carafí -afirma Elíseo Cantón- correspondió
el mérito de haberse instalado en el país, el primer laboratorio bac¬
teriológico, merced a los perseverantes esfuerzos del muy meritorio
y reputado profesor de historia natural médica, y anteriormente de
botánica médica —desde 1884 hasta 1904, en que se lo nombró
catedrático honorario por retirarse de la enseñanza —farmacéutico
José Arechavaleta.
En el mismo año de 1886, en que incorporó aquel pode¬
roso elemento de instrucción científica, se echaban los cimientos
de otra institución meritoria, por lo altamente humanitaria: el
doctor Federico Susviela Guarch [1851-1928, graduado de
157 Cantón, E. op cit, 1928, 3: 359-360.
158 Soiza Larrosa, A. Prof. Dr. Abel Zamora, 1883-1964. Abel Zamora, psiquiatra y mé¬
dico legista, Soc Urug Hist Med, en prensa.
159 Escudero Morére, P. Evolución histórica de los estudios de odontología en el Uru¬
guay. 1 a Parte-Desde la época Colonial hasta la creación de la Escuela de Odontolo¬
gía. Odontoestomatología (Montevideo), 2010; 12 (14): 10.
140
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Médico en Berlín en 1884] 160 había tenido la feliz idea de dotar
a Montevideo de un laboratorio Pastear, destinado a conjurar los
terribles efectos de las mordeduras de perros rabiosos, llevándose a
efecto su planteamiento sin pérdida de tiempo y entrando a prestar,
acto continuo, importantísimos servicios a la población de toda la
República.
En 1885 Joaquín de Salterain y Enrique Pouey enviaban desde
París, en colaboración, dos informes a propósito del tema, elabora¬
dos en base a las observaciones realizadas directamente en el labo¬
ratorio de Pasteur, con los datos recogidos en conferencias y por el
estudio concienzudo de la bibliografía disponible.
Continúa Cantón:
Refiriéndose al laboratorio de bacteriología, recientemente in¬
augurado, decía el señor Decano Carafí en uno de sus discursos: A
mediados del año académico, se realizó otro programa de alguna
importancia, creándose -en 1884- a pedido del señor catedrático
de Botánica Médica, un laboratorio de Bacteriología. Los alumnos
de primer año han podido ser ejercitados prácticamente en el uso
de las preparaciones microscópicas y han podido comprobar de visu
los caracteres morfológicos de los organismos inferiores y durante la
epidemia de cólera, se han podido estudiar en el laboratorio, los
bacilus coma que caracterizan la infección colérica, según Koch.
Consiguió nuestro biografiado que el Ministerio de Instrucción
Pública emitiera una resolución “por la que se disponía la entrega de
todos los cadáveres no reclamados porfamiliares de internados fallecidos
en el Hospital de Caridad o en el Manicomio Nacional. ” Se preocupó
por mejorar la conservación de los mismos, lo que hasta entonces
resultaba una dificultad grave:
El segundo disector 161 [Nereo Iturriaga] fue a principios de
1886 a París, a tomar conocimiento del modo práctico como se
hacen las inyecciones conservadoras en los anfiteatros de aquella
Escuela. Seguimos pues, el mismo método en nuestro anfiteatro.
Recordarán ustedes, sin duda, señores, los ensayos de embalsama-
160 Mañé Garzón, F. y Ayestarán, A. Federico Susviela Guarch (1851-1928), discípulo de
Virchoiv y primer patólogo uruguayo. Montevideo, Facultad de Medicina, Departa¬
mento de Historia de la Medicina, 1988.
161 El primer disector fue Florentino Felippone en 1876, que viajó a París en 1884 con
la intención de estudiar química junto a Marcelin Berthellot.
141
• José Máximo Carafí •
miento de cadáveres que se han venido practicando en el anfiteatro
que han dado resultados tan inesperados como inseguros.
Logró asimismo el Decano que el profesor de Medicina Legal
y Enfermedades Mentales tuviera libre acceso, en compañía de los
alumnos, al Manicomio Nacional.
Un asunto álgido era el dictado de las clases prácticas de obste¬
tricia. Hasta 1885 la entrada a la sala de partos del Departamento de
Mujeres del Hospital de Caridad estaba vedada a los estudiantes de
Medicina, que hasta entonces -durante nueve años- obtuvieron su
título sin haber hecho prácticas, sólo provistos de los conocimien¬
tos teóricos impartidos en el Aula de Enfermedades de las Mujeres y
de los Niños.
Dice al respecto Carafí en el acto de inauguración de los cursos
de 1887:
Desde la fundación de la Facultad de Medicina, y más espe¬
cialmente, de la Cátedra de Partos, nuestros predecesores habían
gestionado repetidas veces la creación de una Clínica Obstétrica
y Ginecológica, absolutamente indispensable en la Facultad de
Medicina. Todas las gestiones que se hicieron en ese sentido que¬
daron infructuosas. La Clínica de Partos ha funcionado por la
primera vez, durante el año anterior [1886], con gran provecho
para los alumnos, que terminaban su escolaridad, lo mismo que las
alumnas de parteras que antes se presentaban a rendir sus exáme¬
nes sin el estudio de la Clínica Obstétrica . 162
Suma otro aspecto a la formación de los médicos:
La cátedra de Ofialmología, que sólo funcionó durante un
par de meses en el año de 1885, habiendo estado clausurada du¬
rante el año pasado, funcionará regularmente este año [1887],
habiendo sido nombrado Catedrático el señor doctor [Albérico]
Isola [1858-1933].
Proyectó mejoras en los laboratorios de Física, Química,
Fisiología y Terapéutica, planes que no alcanzaron a concretarse:
El laboratorio de Química deberá ser vasto y provisto de doce
a veinte mesas, dotadas de sus correspondientes reactivos, a fin de
que los estudiantes de Medicina y de Farmacia tengan a su dispo-
162 Apéndice Documental N° 14.
142
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
sición todos los medios necesarios para habituarse a todas aquellas
manipulaciones y análisis que puedan hacerse individualmente,
cooperando, por series, a los análisis e investigaciones químicas que
por su dificultad requieren del Catedrático.
Por medio de estos trabajos prácticos, la enseñanza de la
Química Médica y Biológica será desarrollada de una manera
conveniente, para que una vez entrados en el ejercicio de la profe¬
sión, sepan nuestros estudiantes practicar, por sí mismos, todos los
análisis clínicos que puedan necesitar en el curso de su carrera.
La creación del gabinete de Física, ampliamente provisto de
todos los instrumentos de exploración y de tratamiento, y en cuyo
manejo sean los estudiantes familiarizados, simplificará el estudio
de todos aquellos capítulos consagrados a la descripción y empleo de
estos instrumentos que se encuentran en los tratados de Fisiología y
de Patología General, sea en los de Terapéutica.
El doctor Piaggio, Catedrático de Fisiología, fue a París con el
objeto de preparar un curso de Fisiología experimental. La viruela
que contrajo al poco tiempo de haber llegado a aquella ciudad
puso obstáculo a la realización de sus deseos, postergándose toda¬
vía por algún tiempo la creación de un curso complementario de
experimentos fisiológicos, tan necesarios hoy para la enseñanza de
la Fisiología. Así que el Laboratorio de Fisiología y de Terapéutica
esté creado, se llenará un vacío cuya urgencia se hace sentir cada
día más.
En su afán de mejoramiento de la Facultad, concibió dotarla de
un Jardín Botánico. Hace referencia en tal sentido al “herbario que
posee la Facultad, lo mismo que [a] la colección de láminas iluminadas
de plantas medicinales que adquirió la Facultad el año pasado, [las
que, sin embargo,] no podrían nunca suplir completamente al estudio
directo de los vegetales frescos. ”
Con respecto a la Escuela de Parteras, afirmaba que “cuenta con
todas las cátedras (esta enseñanza no cuesta ni un centesimo al Estado) ”,
en efecto, quienes las dictaban, entre ellos el propio Carafí, lo ha¬
cían en forma honoraria.
Como colofón a la obra de Carafí en el Decanato, puede agre¬
garse el siguiente juicio de Piaggio Garzón:
143
• José Máximo Carafí •
Fue el primer Decano uruguayo, después de la sucesión de
distinguidos decanos extranjeros [...] Todos duraban un año en
sus funciones, pero al término del mandato de Carafí entra en
vigencia la ley orgánica de julio de 1885 por la cual el decanato
pasaba a durar dos años [por eso su decanato dura casi tres años]
Al asumir sus funciones nuestra naciente Casa de Estudios era un
desquicio, sin profesores, sin material de enseñanza, sin orden, sin
método con exigüidad de locales que eran estrechos e indecorosos.
Carafí puso “orden en el caos” de ese ambiente de imprevisión y de
desorden, alentando un anhelo legítimo de grandeza y tratando de
poner en acción sus mejores aptitudes. Tuvo así una certera intui¬
tiva visión de las futuras proyecciones de nuestra Facultad. Fue un
reformador y un orientador . 163
Piaggio Garzón, W. op cit, 1946.
Capítulo XIV
Reelección frustrada de Carafí
para el Decanato
F rente a una tan brillante gestión, según parece (aunque
carecemos de sustento documental al respecto), Vásquez
Acevedo procuró la reelección de Carafí, pero se vio en¬
frentado a serios obstáculos, provenientes del propio ám¬
bito universitario. Podrían atribuirse los mismos a la disciplina im¬
puesta por el joven Decano y la severidad con que había exigido
el cumplimiento de programas y horarios de clase. Visto el asunto
más en profundidad, cabe preguntarse si no jugaron además facto¬
res ideológicos. Hasta la actuación de Carafí, el positivismo evolu¬
cionista y materialista -sembrado desde la época fundacional de la
Facultad por Julio Jurkowski, Francisco Suñer y Capdevila y José
Arechavaleta desde el Ateneo del Uruguay (1877) y consolidado con
el segundo rectorado de Vásquez Acevedo (1884)- primaba como
filosofía casi exclusiva en la Universidad. El joven Decano, primer
oriental en ocupar esta posición, de familia tradicional, afrancesado
por su formación, tenía una postura conservadora; era católico y
por consiguiente opuesto a la mencionada corriente filosófica. Para
decirlo de otro modo, puede que se lo considerara un antiliberal y
que su candidatura, aún cuando fuera propuesta y sostenida por
el propio Rector, se viera vetada -expresa o tácitamente- por sus
145
• José Máximo Carafí •
adversarios ideológicos desde el Consejo y quizás también por la
Masonería. No creemos que haya influido el cambio de titular del
Poder Ejecutivo acontecido ese año, salvo que se viera a Carafí co¬
mo un hombre de Santos (que de seguro no era). Dichas posiciones
ideológicas, a su vez, pudieron haber inducido la postura adversa
de los estudiantes, que tenían voz pero no voto, en su calidad de
integrantes del Consejo. El hecho es que, al retirarse de la Facultad
el último día de su Decanato, Carafí fue objeto de abucheos e in¬
sultos, lo que ensombreció su notable gestión. Este distanciamien-
to de los estudiantes persistió hasta su muerte, aunque algunos lo
admiraban. Prueba de ello es que sólo tres lo cuidaron durante su
larga enfermedad y los tres eran católicos militantes: Urbefil Acuña,
Pablo Scremini y José Agustín Aguerre (1872-1941). Sin embargo,
cuando algunos de ellos decidieron fundar la Sociedad de Medicina,
eligieron a Carafí como primer presidente. ¿Fue quizás un home¬
naje de reconocimiento de una minoría, o acaso, la iniciativa de
algunos arrepentidos que ahora justipreciaban su gestión al frente
de la Facultad?
Refiere Turenne, nada conservador ni propenso a hacer conce¬
siones a los reaccionarios:
Fue un gran decano y porque quiso serlo en su época, cayó
arrollado por la injusta oposición de los estudiantes de entonces
¡Cuántas veces he oído, años después, apreciarlo mejor por algu¬
nos de aquellos que le habían preparado una ruidosa despedida.
¡Verdadera broma de gauchos! Aún lo veo abandonar el decanato
entre dos jilas de estudiantes, sereno, grave, pronto sin embargo a la
valiente reacción personal al menor asomo de insolencia [...] Los
estudiantes vociferaron después que hubo arrancado el coche que
lo alejaba del cargo, que había honrado con su acción. Anónima
cobardía de la muchedumbre! 164
Pedro Visca fue elegido para sucederlo; su decanato fue incolo¬
ro , según la sutil calificación de Turenne. 165
164 Turenne, A. La celebración del LX aniversario de la fundación de la Facultad de Me¬
dicina. An FacMed (Montevideo), 1936; 21 (1, 2 y 3): 425.
165 Turenne, A. Influencia de la Ciencia Médica francesa sobre la Medicina nacional uru¬
guaya. Conferencia en la Facultad de Medicina, organizada por Amigos de Francia.
An Fac Med (Montevideo), 1947; 32 (11-12): 324.
146
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Debemos agregar algunas expresiones más sobre los rasgos de
Carafí vertidas por Piaggio Garzón:
Sin ser un aristócrata espiritual, fue por su exotismo, el genui¬
no representante de una nobleza nueva en medio del ambiente casi
colonial de su época. Era una personalidad deslumbrante, de am¬
plia cultura, que “tenía el defecto intrínseco de valer demasiado”, y
tal vez esto chocaba a nuestra vieja bohemia universitaria. Al fin,
si había cursado sus estudios en Europa, no era un espíritu foráneo
o hijo de un país extraño, era uruguayo! Y nunca vivió apartado
por su noble estirpe del duro mundo en que vivimos.
Supo salir vencedor o victorioso: “Discedere Superior”...
Refiérennos, que cuando dejó el decanato, pasó por el hall de
la Facultad entre doble fila de estudiantes que lo vieron atravesar
en silencio, y sólo cuando se alejó en su coche arreciaeron los dicte¬
rios de una destemplada actitud. 166
La tardía aunque valiosa reivindicación por parte del
Consejo Nacional de Higiene (1921) 167
Pese a que Carafí continuó ocupando posiciones oficiales, den¬
tro y fuera de la Universidad, durante el militarismo y a comienzos
del civilismo, su figura no recibió homenaje alguno sino transcurri¬
dos veintiséis años del fallecimiento. En esa oportunidad y como
forma de resarcir la injusticia, La Sociedad de Medicina organizó un
acto en 1921 en el Cementerio Central. Pero ni aún así fue posible
revertir totalmente esa tendencia al olvido colectivo. En la misma
fecha, la Asistencia Pública Nacional decidió poner su nombre a una
de las salas del HospitalMaciel, lo que nunca se materializó.
Es digno de mencionar el magnífico discurso pronunciado por
Augusto Turenne en tal ocasión. De esta manera, dicho profesor
demostró que, más allá de posiciones ideológicas, primaba para él
166 Piaggio Garzón, W. op cit, 1946.
167 A conciencia de ser repetitivos, incluimos, por su importancia, estos fragmentos de dis¬
cursos, ya citados, tanto en el Proemio como en el Anexo Documental correspondiente.
Pedimos excusas al lector, pero en ocasiones “insistir es en enfatizar” ( N.de los A.)
147
• José Máximo Carafí •
el espíritu universitario, unido al deseo de hacer justicia, llamando
a responsabilidad a los omisos y proclamando lo que a su modo de
ver eran valores a rescatar. Dice Turenne:
Con el acto que hoy nos congrega, en breve espacio de tiempo,
el Cuerpo médico nacional habrá dado dos resonantes ejemplos de
justicia distributiva.
Ayer rodeábamos todos al profesor Morquio, a quien, en plena
robustez mental, dábamos el preciado goce de contemplar en vida
una apoteosis de su labor científica.
Melancólica es la comparación. El doctor Carafí, muerto os¬
cura e injustamente, ha necesitado casi un tercio de siglo para que
se alzara la voz justiciera que lo colocará entre las figuras de un
pasado borroso para los jóvenes de hoy, pero que surge nimbado de
luz para los que vivimos la Edad heroica de nuestra Facultad de
Medicina.
Pongamos énfasis sobre la siguiente reflexión del ginecotocólo-
go uruguayo que nos ilumina, un poco desde la perspectiva de su
propia experiencia, la figura que consideramos:
La aparición del doctor José M. Carafí en nuestro medio fue
casi un anacronismo. Inteligente, culto, poseedor de una ilustración
médica poco común y muy superior a la de sus contemporáneos
profesionales, moldeado su cerebro en esa admirable Escuela de
Montpellier, perfeccionado su saber en la entonces incomparable de
París, su vida y su acción tenían que desentonar en Montevideo.
Señorial y distinguido en sus maneras, pulcro y atildado en el
vestir, era su exterioridad fiel reflejo de una vida interior que debía
molestar a los que encubrían con desgaire que quería parecer bo¬
hemio, una gran proporción de incultura y de bravia, casi salvaje,
resistencia a los halagos de la civilización.
Surgido de un ambiente de orden y refinamiento, el espec¬
táculo de nuestra Facultad, debió serle doloroso y despertar en él,
con ansia patriótica, el invencible deseo de encauzar energías y
capacidades que veía perderse en el rutinario ejercicio profesional o
esterilizarse en las fáciles molicies de una vida sin freno.
Su ingreso a una cátedra de la Facultad fue una pincelada de
luz sobre un fondo mezquinamente pardo.
148
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Por provenir de una figura señera en cuanto a exigencia críti¬
ca de los contenidos y métodos de educación médica, de los que
tenía profundo conocimiento, son especialmente importantes los
siguientes juicios, no exentos de condena a los integrantes de su
propia generación estudiantil y a quienes fueron sus profesores:
Pero el respeto, la veneración, la gratitud que debemos a nues¬
tros precursores no debe llevarnos a desconocer que casi por vez
primera con el doctor Carafí, un verdadero profesor, dictó cursos
magistrales e incorporó los resultados de su labor y de su observa¬
ción al acervo mental de sus alumnos.
Ascendido al alto sitial de Decano, Carafí no podía encontrar
sino resistencias. Ni profesores ni estudiantes estaban acostumbra¬
dos al orden ni preparados al respeto de las disciplinas científicas.
Aquel hombre, que tan a menudo hablaba de París, tenía que
chocar con los que hacían gala de un misoneísmo muy charrúa.
Dura fue la lucha e incompletos los resultados. Aún recuerdo
la violencia de la campaña que provocó la imposibilidad de su
re-elección. Me sonrojo al pensar en los excesos con que mis compa¬
ñeros festejaron su victoria.
Victoria, sí, como las victorias de Pirro; esos mismos que tras¬
mitían como tradición oral, nunca documentada, la versión de
las injusticias del Decano Carafí, llevaban en sí el germen que su
acción había sembrado.
Ellos, sus más crueles detractores, serían más adelante los vec¬
tores de una orientación que su muerte prematura le impidió reali¬
zar, pero que tal vez en las horas postreras de su vida se le apareció
como el legítimo galardón que la posteridad habría de discernirle.
El ateo anticlerical que fue Turenne, refiriéndose al católico
comprometido que fue Carafí, da un ejemplo de tolerancia y del
imperativo de deponer ideologías ante la condición suprema de “la
ética [...], la honradez [...], el altruismo’' que encarnaba el homena¬
jeado “ como prototipo del Médico integral
Si como Profesor y como Decano José M. Carafí fue un refor¬
mador, como profesional fue un modelo. Duros son los tiempos y
de prueba para la Etica médica. Factores encontrados, rachas de
149
• José Máximo Carafí •
anarquía moral, amarguras y dificultades envuelven con demasia¬
da violencia en sus vórtices al médico de hoy.
Justo y necesario es que a menudo, con energía, con intensa
convicción de la importancia de los “imponderables”, destaquemos
en plena luz la figura noble y desinteresada de los que supieron
mantener enhiesto el penacho gallardo de la probidad profesional.
José M. Carafí fue el prototipo del médico integral; su in¬
teligencia, su cultura, su honradez acrisolada, fueron puestas al
servicio de la sociedad en la que desarrolló sus actividades con tal
altruismo, con tal abnegación, que bien podemos invocar sus ca¬
racterísticas para incorporarlo a la falange desaparecida de nues¬
tros más preclaros antecesores.
Y finalizaba diciendo:
Respetuoso alumno del doctor Carafí, desarmado entonces y
casi solitario adversario de sus enemigos, cumplo hoy una deuda
que contraje conmigo mismo en aquellas épocas turbulentas.
Honrado con la representación del Sindicato Médico
Nacional, que hoy comprende a la mayoría de los médicos del país,
al aportar a los manes del doctor Carafí la expresión de su home¬
naje, tráigole también uno personal, de afecto y veneración, que
desde la alta situación a que me ha encumbrado la voluntad de
mis colegas, exteriorizo, como un tributo justiciero al hombre, al
médico, al ciudadano. 168
Nos preguntamos, por último, por qué Carafí nunca figu¬
ró entre los que fueron nominados para ocupar el rectorado de la
Universidad. En realidad, la gran mayoría de quienes alcanzaron tal
posición, hasta entrado el siglo XX con la sola y fugaz excepción
de Soca al comienzo de dicha centuria, pertenecieron a la rama
del Derecho. En años posteriores, el poder médico comenzó a ha¬
cerse notar, siendo casi excepcionales los galenos que no llegaron
a ocupar un escaño parlamentario, un sitial en el Consejo Nacional
de Administración, un Ministerio o el Rectorado de la Universidad.
Sin embargo, con la excepción de Francisco Antonino Vidal, por
168 Turenne, Augusto. Discurso en homenaje al doctor José M. Carafí, con motivo del
XXVI aniversario de su fallecimiento, Bol ConsNacHigPúb (Montevideo), 1921, en:
Cantón, E. op. cit, 3: 354-356. Ver Anexo Documental N° 26.
150
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
dos veces Presidente constitucional de la República (la 1881-1882,
marzo a mayo de 1886) y Tabaré Vázquez (2005-2010), ningún
otro médico ocupó la Primera Magistratura.
Carafí no tuvo afiliación política conocida y lo que probable¬
mente jugó más en su contra a la hora de una eventual postulación
para tales jerarquías universitarias, fue su decidida adhesión a la cau¬
sa católica, que quizás le valió la opinión adversa (aunque solapada)
de algunos masones. No ha de olvidarse que si en una primera épo¬
ca podía admitirse la coincidencia de la condición de católico y ma¬
són, más tarde la misma fue inviable, como quedó bien sentado en
las sucesivas y tajantes manifestaciones en tal sentido emitidas tanto
desde Roma como desde Montevideo, como por ejemplo en las
Cartas pastorales del Vicario Apostólico José Benito Lamas (1787-
1857), del primer Obispo de Montevideo, Monseñor Jacinto Vera
(1813-1881) y del primer Arzobispo, Monseñor Mariano Soler.
Debe consignarse por otra parte que con la fundación, en 1856, de
la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, esta institución cobró
progresiva influencia. A ella pertenecieron numerosos presidentes,
parlamentarios y ministros. Es muy difícil saber a qué punto, en
aquel momento, el enfrentamiento entre la masonería y el catolicis¬
mo podía ocasionar la postergación de un personaje de real jerar¬
quía intelectual como el que estamos considerando. Sin embargo,
hay hechos bien comprobados que demuestran que la lucha era
enconada.
Tampoco tuvo Carafí gran notoriedad pública como médico, si
bien pertenecía a una familia de arraigo y vinculaciones en nuestro
medio. Sus pocos años, su precoz y podríamos decir radical com¬
promiso con los cargos oficiales, le dejaron poco tiempo para desa¬
rrollar la clínica, que siempre ha sido demandante. Si bien los mé¬
dicos y cirujanos gozaron de general reconocimiento e influencia,
no fue éste el caso de Carafí. La causa principal de ello fue su tan
temprana muerte. Probablemente además, al actuar como docente
de una disciplina básica como la anatomía, no pudo desarrollar en
su entorno una escuela. La tradición oral - y esto lo ha demostrado
con singular acierto Velarde Pérez Pontana (1897-1975)-, fue en¬
tre los cirujanos el principal medio por el cual se mantuvo viva la
151
• José Máximo Carafí •
imagen de los Maestros. Mientras tanto, los médicos tuvieron más
tiempo para publicar. Esta fue la vía para forjar su fama. Libros y
revistas contribuían al conocimiento y perduración de las escuelas.
Entre quienes cultivaron las ciencias básicas no se dio esa continui¬
dad transgeneracional. Es cierto que la anatomía es la base de la
cirugía; pero también es un hecho tradicionalmente observado que
para crecer en jerarquía académica, los profesores ocupaban prime¬
ro ésta u otras materias relacionadas (como la medicina operatoria
o la anatomía topográfica), para pasar luego a las de patología y de
clínica. Era en el ámbito de la sala de hospital y en el del quirófano
donde el alumno se convertía en discípulo y el profesor en maestro.
Agregamos otro argumento a los anteriores. Dice un viejo pre¬
cepto latino: “Un hombre, un carácter”. Alude a la forma en que de¬
terminados rasgos de la personalidad, ya positivos como negativos,
tiñen toda una vida, y más allá de las condiciones de inteligencia
y bondad, pueden ser decisivos. El rostro serio -que a veces sólo
disimula la timidez-; un rictus despectivo -que no necesariamente
traduce petulancia-; la risa fácil o el habitual pesimismo; la natural
capacidad para comunicarse a través de frases, expresiones humorís¬
ticas, gestos; el buen o mal carácter predominante, también infuyen.
Igualmente la forma suave o enérgica de reaccionar; la tolerancia o
severidad ante el error ajeno; el modo desaliñado o excesivamente
atildado de vestir. En fin, el estilo austero o rimbombante de vivir;
la tendencia a la sociabilidad o al aislamiento; la generosidad o el
egoísmo, son otras condiciones determinantes. Es así que unos per¬
sonajes son aceptados, aún con sus imperfecciones, y otros rechaza¬
dos, aún siendo excelsos.
¿Podríamos atribuir la resistencia hacia la figura de Carafí a
alguna actitud personal distante, inflexible, taciturna, impostada,
magistral, dogmática, intolerante? ¿O fue la timidez 169 lo que no
le ayudó a prosperar socialmente? ¿Acaso fue un inadaptado, que
nunca llegó a integrarse a un medio del cual intentó permanecer
distanciado, pero al que se vio obligado a volver e incorporarse for¬
zadamente?
169 Recordemos el magnífico libro de Gregorio Marañón, Amiel: un estudio sobre la timi¬
dez , Madrid, 1933.
152
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Quizás su juventud lo obligó a asumir una pose de rigidez y
distanciamiento que era su armadura frente a un elenco profesional
bien conocido por sus desavenencias y querellas y ahora, para peor,
regido por un oriental.
Por otro lado, se vio encarado a un medio estudiantil, natural¬
mente díscolo y revoltoso, volcado al positivismo materialista cu¬
yos naturales opositores eran los católicos entre los que se contaba
Carafí.
Sin embargo, los datos objetivos, los que se desprenden del to¬
no respetuoso y moderado de sus comunicaciones al Rector de la
Universidad, de sus notas a la Comisión de Caridad y Beneficencia
Pública, a otras autoridades y de los pocos discursos que han perdu¬
rado de él, nos ofrecen -contrariamente a lo que cabría esperar- la
imagen de un hombre sobrio, respetuoso, ilusionado por la misión
que estaba desempeñando, deseoso por introducir mejoras, pronto
a acatar las disposiciones reglamentarias, a cumplir con las obliga¬
ciones inherentes a su cargo, cortés, amistoso, nada engolado.
En suma, es este un misterio de los tantos que rodean la vida de
un ser humano y su ambiente, que al decir de Ortega y Gasset, ni el
propio involucrado pudo haber conocido en profundidad.
153
Capítulo XV
Integrante del Consejo de
Enseñanza Secundaria y
Superior
E l 20 de junio de 1888, Carafí fue designado, por deci¬
sión del Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto ,
miembro del Consejo de Instrucción Pública , conjuntamen¬
te con Alfredo Vásquez Acevedo y Carlos María de Pena
(1852-1918). 170
En 1889 fue nombrado integrante del Consejo de Enseñanza
Secundaria y Superior , del que ya había formado parte entre 1885
y 1887 y ahora lo haría nuevamente hasta su muerte, seis años más
tarde. Según lo establecido en la ya mencionada Ley del 14 de ju¬
lio de 1885, dicho Consejo era presidido por el Rector, “en cali¬
dad de Vicepresidente, pues la Presidencia corresponde al Ministerio
de Instrucción Pública.” Lo integraban además los Decanos de la
Sección Enseñanza Secundaria y de las Lacultades y un número
igual de “miembros elegidos a mayoría de votos por los ciudadanos
inscriptos en la Universidad o Universidades de la República con el ti¬
tulo de Doctor o Licenciado, con aprobación del Poder Ejecutivo. ” Los
170 Memoria del Presidente de la República a la H. Asamblea General , 1889.
155
• José Máximo Carafí •
mismos duraban cuatro años en sus funciones. Las atribuciones del
Consejo eran, entre otras, las siguientes: dictar los reglamentos gene¬
rales e internos “de las Universidades” ; sancionar programas, méto¬
dos y textos de enseñanza; proponer al Poder Ejecutivo el nombra¬
miento de los Catedráticos; “reprimir con multas o amonestaciones a
los Catedráticos’ ’ en falta y eventualmente, solicitar su destitución
al Poder Ejecutivo; “reglamentar la percepción y administración de
las rentas universitarias informar anualmente al Poder Ejecutivo
sobre el estado de la Enseñanza Secundaria y Superior; presentar
el presupuesto anual de sueldos y gastos; “ exonerar de las cuotas im¬
puestas por diplomas, matrículas y exámenes” si así estaba justificado;
organizar las Facultades y determinar sus funciones; “fijar las con¬
diciones de admisión de toda clase de títulos profesionales y certificados
de estudio emitidos en el extranjero” y revalidarlos; reglamentar las
elecciones, etc. 171
Una anécdota, bastante conocida pero que vale la pena recor¬
dar porque vincula a dos personajes de singular relieve en la his¬
toria de la Universidad, es la siguiente, que aconteció en el año
1889, habiendo cesado Carafí como Decano, pero cuando ya for¬
maba parte del Consejo. Se llamó a concurso para proveer en pro¬
piedad la Cátedra de Terapéutica. El único aspirante fue Américo
Ricaldoni. Carafí, asombrado por la juventud del candidato -pese
a que él mismo contaba entonces tan sólo con 35 años de edad-,
manifestó al Decano Elias Regules y al Consejero José Scoseria: “La
Facultad no debe ser un Asilo maternal”. Las lecciones impartidas
por Ricaldoni una vez impuesto en su cargo fueron tan notables,
que a los tres meses, el propio Carafí manifestaba a Scoseria: “¡Eljo-
vencito vale!”. 172 Tendremos oportunidad de comentar más adelante
in extenso el notable discurso que pronunció ese gran personaje de
nuestra Medicina en oportunidad del sepelio de Carafí. En él se
develan afinidades electivas espirituales, que no nos resultan extra¬
ñas conociendo la personalidad de ambos. Sin estar vinculados por
lazos generacionales ni por ideales religiosos, ambos pertenecían a
171 Ley del 14 de Julio de 1885, artículo 30.
172 Brito Foresti, José. Ricaldoni. Conferencia leída en el Club y Sindicato Médico. An
FacMed (Montevideo), 1929; 14: 943.
156
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
la aristocracia intelectual y espiritual. En efecto, Ricaldoni, habién¬
dose formado en el positivismo de nuestra Universidad, alcanzó, al
igual que la generación del 900 a la que pertenecía, un nivel más
alto, que sin ignorar dicha filosofía, la superaba con las elevadas
miras puestas en cuestiones morales y estéticas, sin menospreciar
por eso el cultivo de las ciencias, ya definitivamente adoptado en
forma unánime. El paradigma de esta nueva filosofía lo constitu¬
yó la prédica que, bajo distintos ángulos, elaboraron José Enrique
Rodó (1871-1917) y Carlos Vaz Ferreira (1872-1958), entre otros.
Podemos considerar a Carafí, que por su precocidad fue integrante
de la generación previa, como parte de la siguiente y por tanto un
adelantado en tal postura intelectual, lo que lo situó por encima de
los enfrentamientos, sin dejar por eso de participar de las iniciativas
que significaron un progreso de la cultura nacional.
El año 1890 señala el acceso de Julio Herrera y Obes a la
Presidencia de la República: un civil de alto vuelo intelectual, ateo,
espiritualista, perteneciente al Partido Colorado, que, cerrando el
largo período del militarismo, nombró, en demostración de su eclec¬
ticismo, a Francisco Bauzá como Ministro de Gobierno y a Carlos
A. Berro (1853-1930) en el de Justicia, Culto e Instrucción Pública,
personajes ambos de notoria militancia católica. El Presidente esta¬
ba decidido a enfrentar algunas tendencias que venían imperando
en nuestro medio, impulsadas por la mayoría positivista spence-
riana universitaria. Con ese golpe de timón, la llamada influencia
directriz, que algunos historiadores han puesto en tela de juicio til¬
dándola de intransigencia ideológica, se dio un salto cualitativo (ya
que evidentemente no fue un simple retroceso al viejo esplritualis¬
mo ecléctico francés). 173 Lejos de empobrecerlo, amplió el campo
de la inteligencia uruguaya (estudiada en sus diferentes etapas por
Ardao) 174 hacia caminos más promisorios, vinculados al pensamien¬
to de John Stuart Mili (1806-1876), William James (1842-1910),
Henri Bergson (1859-1941), Pierre Janet (1859-1947), entre otros,
los que se mantendrían vigentes durante casi medio siglo.
173 En efecto, la filosofía de Víctor Cousin (1792-1867) había sido suplantada, al menos
en su forma de divulgación, por la de Paul Janet (1823-1899).
174 Ardao, Arturo. Etapas de la inteligencia uruguaya. Montevideo, Dep Pub Ed Univ
Rep, 1971.
157
• José Máximo Carafí •
En el famoso Mensaje elevado por el Presidente Herrera y Obes
a la Asamblea General en 1891, manifestaba entre otras cosas:
Alarmado del materialismo filosófico que desde hace años do¬
minaba en absoluto la educación escolar y [...] en la Universidad
Mayor [...] para conjurar ese peligro, el Gobierno usando de su
derecho y cumpliendo un estricto deber, ha declarado oficial la doc¬
trina y los textos espiritualistas en la enseñanza pública [...] Este
hecho no excluye las controversias universitarias y escolares .
El Primer Mandatario encontró, al decir de Arturo Ardao, “un
animador [de su postura] en el seno de la Universidad: Justino Jiménez
de Aréchaga [1850-1904]. ”
El 4 de junio de 1890, Vásquez Acevedo
da cuenta de la nota remitida por el Ministro Berro en la
que se hace saber al Consejo que había resuelto integrarlo con 5 ó
6 miembros más, en atención a las excepcionales tareas que iba a
pesar sobre él ese año [...]
Dicha autoridad universitaria, enfrentándose al Poder Ejecutivo
como lo hiciera su antecesora en 1884, si bien las cosas ahora no
llegarían tan lejos como entonces:
Solicita que la resolución sea reconsiderada y si [el Ministro]
persiste en ella, propone [como miembros adicionales] a: J. C.
Blanco [1847-1910], Martín Berinduague [1840-1915], José P.
Ramírez, Pablo De María, Luis Melián Lafinur [1850-1939] y
José Arechavaleta.
Herrera, en acuerdo con Berro, nombró directamente a José
Pedro Ramírez, Martín Aguirre (1847-1909), Lucas Herrera y Obes,
Juan Zorrilla de San Martín (1855-1931), José Román Mendoza y
Domingo Mendilaharsu (1854-1909).
El Consejo planteó su disconformidad ante tan “ desconsiderado
proceder”, lo que no modificó las decisiones ya tomadas y a fines de
agosto, Berro concurrió personalmente a su seno, a fin de dar pose¬
sión de sus cargos a los nuevos miembros integrantes, al tiempo que
se incorporaba también Justino Jiménez de Aréchaga.
158
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Quedaba de este modo en minoría el positivismo, lo que se
puso de manifiesto en oportunidad de la votación referente al pro¬
grama de enseñanza de la filosofía, tema crucial desde el punto de
vista de la orientación filosófica oficial de la Universidad. Jiménez
de Aréchaga había presentado un proyecto con ese propósito, que
fue modificado por una comisión expresamente designada por el
Consejo al efecto. Llegado el momento, se aprobó la moción de
Aréchaga por mayoría, que por supuesto era de corte espiritualista.
Votaron a favor: Zorrilla de San Martín, Herrera y Obes (Lucas),
Aguirre (Martín), Carafí y Saráchaga. Lo hicieron en contra: Vásquez
Acevedo, Regules (Elias), Brito del Pino (Eduardo) y Scoseria. Es
evidente que había surgido una división en dos sectores, otra vez
enfrentados ante ideologías filosóficas, si bien ya en un ambiente de
mayor tolerancia. Esta decisión dio lugar a una verdadera “ guerrilla
periodística .” El Bien decía, con razón, que “no se necesita ser católico
para ser espiritualista”, mientras El Siglo replicaba que se trataba de
una “reacción clerical los espiritualistas de La Razón se pusieron
del lado del Rector, lo mismo que los estudiantes. Mientras tanto
se establecía la Academia Literaria, integrada por jóvenes católicos,
impulsados por el Pbro. Dr. Mariano Soler.
En 1893, con motivo de la renovación de la Sala de Doctores,
el Consejo elevó al Poder Ejecutivo, una terna de candidatos for¬
mada por el entonces Rector, el espiritualista Pablo de María y los
positivistas Eduardo Brito del Pino y Alfredo Vásquez Acevedo.
Julio Herrera y Obes eligió a Pablo de María (1850-1932). Este
renunció en 1895, no sin antes haber sido autor e impulsor del
golpe de gracia a los conservadores integrantes de la Comisión de
Caridad y Beneficencia Pública, que daban sus últimas batallas con¬
tra la Facultad de Medicina. Ante la dimisión de Pablo De María,
nuevamente el Consejo presentó otra terna, integrada por Vásquez
Acevedo, De María y Brito del Pino, de la cual el nuevo Presidente,
Juan Idiarte Borda, eligió al primero, que ocuparía de este modo
por última vez el rectorado hasta 1899.
Es de hacer notar cómo esas disputas filosóficas que enfrentaron
a los intelectuales en distintos niveles de la actividad nacional, tu¬
vieron tan sólo una tangencial relación con las posiciones políticas,
159
• José Máximo Carafí •
si bien puede decirse que -al menos al comienzo- los blancos eran
más afines al positivismo y proclives a colaborar con los militares,
mientras los colorados lo eran más al esplritualismo e inclinados a
posturas democráticas. Según expresa Ardao:
En 1893 se produce la caída de telón en el intenso drama
ideológico desarrollado en el país a lo largo de veinte años. El te¬
lón se levantará de nuevo, desde el punto de vista filosófico, para
que entre en escena —con otro repertorio, pero, sobre todo, con otro
estilo y con otros ademanes, que eluden el pugilato polémico- la
generación encabezada por Rodó y Vaz Ferreira. [Tal como se ve
en las primeras décadas del siglo XX] bajo la égida de los Bergson
y los James, contiene elementos de espiritualismo y elementos de
positivismo. Pero no corresponde, en rigor, ni a uno ni a otro en su
forma clásica y militante [...] De una manera curiosa, quedó ape¬
nas de todo el estrépito que hicieron, un rumor cada vez más sordo
y confuso en el que se fueron desvaneciendo episodios, doctrinas y
protagonistas. Y lo más curioso fue que quienes de estos últimos
siguieron en acción, también las olvidaron, o procedieron como si
las hubieran olvidado , 175
Dentro de la tan profusa como variada temática tratada en el
Consejo durante la actuación de Carafí (1885-1887 y 1889-1895),
hemos elegido una que demuestra su versación en temas pedagó¬
gicos, aún cuando estos no tuvieran en apariencia nada que ver
con la Medicina. Se trata del pedido de informes que el Rector De
María le formulara, el 26 de enero de 1894, acerca de un asunto
puntual: el programa de enseñanza del idioma francés, presenta¬
do por el catedrático de la materia en la Universidad, Monsieur
Legoust. En la respuesta, Carafí demuestra la compenetración que
poseía y que sólo pudo haber obtenido por el estudio y la reflexión
prolongados acerca de los métodos pedagógicos (“elsistema concén¬
trico’). Asimismo, acerca de la necesidad que tiene todo profesor de
conocer los objetivos que persigue en su enseñanza; cuál es el mejor
modo para llenar las necesidades concretas y prácticas del alumno
como ser individual; la trascendencia de apreciar objetivamente las
capacidades con que éste cuenta, al igual que los recursos humanos
y materiales de los que debía disponer la institución y el docente.
175 Ardao, A. Batlle y Ordóñez y el positivismo filosófico, op cit: 148-149.
160
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
En suma, son las suyas consideraciones que van desde las nociones
generales, abstractas, podría decirse doctrinales, hasta los recursos
de aplicación. Sólo quien ha sido un estudiante disciplinado y me¬
tódico, quien ha ejercido la docencia durante largo tiempo con vo¬
cación, quien ha recorrido en los dos sentidos el sendero que une
los libros y la mente de los alumnos, puede producir un informe de
este fuste. Probablemente sea ésta una de las mejores piezas que co¬
nocemos -y no creemos exagerar en esta afirmación pese al carácter
restringido del informe-, existentes en la bibliografía uruguaya en
tal ámbito intelectual. Sin embargo, las pocas oportunidades, múl¬
tiples ocupaciones y su desaparición prematura, no permitieron a
Carafí dar una total dimensión a su mentalidad en ese sentido. En
nuestro medio, casi sin excepción, los buenos profesores universita¬
rios, lo fueron por intuición y experiencia, más que por aprendizaje
sistemático de la pedagogía y la didáctica. Desde épocas tempranas
el Uruguay contó para sus maestros con una formación cuidadosa,
científicamente fundamentada y con firme base institucional, que
fue el cimiento de nuestra Escuela Primaria. La Universidad, en
cambio, no estuvo dotada de nada similar; raras fueron las inquie¬
tudes en tal sentido y mucho más tardías, teniendo como portaes¬
tandartes a Américo Ricaldoni y Juan Pou y Orilla (1876-1947).
He aquí el escueto pero valioso informe de Carafí:
Habiéndose servido el Consejo cometerme el Informe sobre
el programa del señor Catedrático Legoust, para el estudio de la
lengua francesa, dividido en dos años, he tomado en cuenta las
justas observaciones que dicho Catedrático formula en la nota de
remisión, sobre la conveniencia y hasta la necesidad de que nuestra
Universidad adopte para la enseñanza secundaria el sistema con¬
céntrico en el estudio de las lenguas. Es hoy una de esas cuestiones
pedagógicas más universalmente reconocidas la superioridad del
método concéntrico sobre el opuesto, cuando se trata de alumnos de
bachillerato, y en especial, durante los primeros años de estudios.
La experiencia ha demostrado, corrigiendo las imprevisiones de la
teoría, que no se observa igual aprovechamiento en los alumnos
cuando se les exige un amplio programa en breve tiempo, ó cuan¬
do por el contrario las materias que ha de dominar en un año
son más reducidas y se consagra mayor tiempo al estudio de todo
161
• José Máximo Carafí •
el programa de una asignatura. Estas consideraciones revisten un
carácter más decisivo cuando se aplican al estudio serio, metódico y
proficuo de una lengua extranjera, puesto que el alumno tiene que
estudiar desde el valor fonético de las letras, de los diptongos y de las
palabras y poseer un conocimiento circunstanciado de la ortografía
y del sentido de las voces para formar la más sencilla frase. Es in¬
dispensable, además, que en la parte mecánica del estudio pueda el
alumno llegar á poseer con propiedad las partes oracionales de un
uso más común. Sólo después del conocimiento fonético de las letras
y palabras y de su equivalencia en la lengua propia, podrá el alum¬
no abordar con ventaja el estudio de la gramática, arte siempre
difícil, aún cuando se trate de la propia lengua. Resulta, pues, de
las precedentes observaciones, que la división trienal del programa
de francés surge con toda naturalidad. En el ler año se estudiará
toda la parte mecánica de la lengua, acordando especial atención
a la lectura y a la fonología de las palabras; se aprenderán los vo¬
cablos más usuales y las reglas más elementales y más sencillas de su
uso, basadas en la imitación; se conjugarán los verbos regulares más
comunes, y se adquirirá conocimiento de las definiciones de todas
las partes de la Analogía. Así preparado el alumno, por un curso
diario, durante el ler año, podrá después de saber leer el precioso
librito de Larousse, empezar á estudiar en el 2 o año (lección al te¬
ma), todo lo que comprende el programa de M. Legoust, excepto lo
que dejamos apuntado; quedando para el 3er año (lección al tema)
todo lo que figura en el 2° año del programa de M. Legoust, y los
ejercicios de traducción y composición francesa.
Abrigo la esperanza de que, bajo el plan de estudios que pro¬
pongo, podrán los alumnos de nuestra Universidad, al terminar
sus clases de francés, traducir cualquier obra literaria saboreando
sus bellezas, y con el diccionario en la mano, para los pocos térmi¬
nos técnicos que desconozcan, traducir de corrido cualquier obra
didáctica de que hayan menester en el transcurso de sus estudios
superiores, lo mismo que hablar y escribir de un modo discreto
en la lengua de Moliere. Para plantear la enseñanza del francés
según las bases expresadas, hay necesidad de encargar a uno de los
señores sustitutos, del ler año, quedando el 2°y el3° a cargo del
Catedrático. Para ello es menester solicitar del señor Ministro de
Fomento que, por eventuales, se abone el sueldo de Catedrático de
ler año, quien, como es natural, quedará bajo la jurisdicción del
actual Catedrático en propiedad, con el fin de dar así unidad a la
162
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
enseñanza. De acuerdo con los principios que dejo expuestos, creo
que elprograma de M. Legoustpuede ser aprobado, encargándosele
de segregar del primer año, convertido en segundo, todo aquello
que corresponde al primer año según nuestra propuesta división.
Saludo al señor Rector con mi mayor consideración.
J. M. CARAFÍ.
Frente a una tan rotunda síntesis, el Consejo decide aprobar
el programa del Aula de Francés presentado por el señor
Catedrático don Juan P. Legoust, con las modijicaciones aconseja¬
das en elprecedente dictamen por el señor Vocal del Consejo, doctor
don José M. Carafí . 176
En ese mismo ámbito y ya con posterioridad a la desaparición
de Carafí, el Rector Eduardo Brito del Pino señala un problema
que había preocupado desde largo tiempo atrás al primero: el de la
deserción estudiantil. En efecto, dada la modalidad de los diseños
curriculares en la Universidad de entonces -como en la actualidad-
aquel estudiante que comenzaba una carrera, debía proseguir en
ella hasta culminarla. De lo contrario, pese a tener una muy buena
formación, carecería de las oportunidades laborales y de ascenso
socio económico que brindaba el poseer un título universitario. Por
otra parte, la alta carga horaria en algunas carreras, como Derecho
y Medicina, las hacía poco compatibles con actividades laborales
que permitieran al alumno autofinanciarse, situación agravada por
la escasez de becas y la obligatoriedad del pago de los derechos de
inscripción, exámenes y título. 177
Otra de las inquietudes que nuestro biografiado planteó repe¬
tidamente en el Consejo y que fue retomada por Turenne después
de 1909, fue la necesidad de enriquecer los contenidos humanís¬
ticos de los estudios preparatorios previos al ingreso a la Facultad
de Medicina y Ramas Anexas. De este modo, según afirmaron am¬
bos independientemente pero en total concordancia, entrarían “con
menos anteojeras" a una carrera que les exigía una dedicación casi
176 An Univ (Montevideo), 1894; 9: 892-894.
177 An Univ (Montevideo), 1895; 9: 877.
163
• José Máximo Carafí •
exclusiva a las disciplinas científicas, la que, no obstante, reque¬
ría una gran amplitud de criterio para poder encarar las variadas y
complejas problemáticas humanas a las que los egresados se verían
enfrentados en la práctica.
164
Capítulo XVI
Miembro y Presidente del
Consejo de Higiene Pública
D esde los tiempos de la Ilustración, fue tomando cuerpo
entre las ideas médicas, el estudio de las condiciones
ambientales (clima, altura, temperatura, humedad), la
nutrición, la conveniencia del aislamiento de los en¬
fermos (en salas u hospitales especiales, barrios, lazaretos), el control
del desplazamiento de personas y productos, la pureza de las aguas,
la preparación e higiene de los alimentos y el empleo de sustan¬
cias antisépticas para suprimir agentes de enfermedad, aún no bien
identificados (miasmas, parásitos, los infinitamente pequeños, etc.).
Las Naciones-Estado establecieron los Consejos o Juntas de Higiene,
equivalentes a lo que hoy llamamos Ministerios de Salud. Por su
intermedio se establecieron Tratados y Organismos internacionales,
se fundaron Institutos de Higiene y Cátedras.
Poco después de establecida la teoría celular como base de la
Patología, lo que ocurrió en la década de 1850 (Virchow), comenzó
a perfilarse el otro paradigma médico, la teoría microbiológica, que
quedó definida hacia 1880 (Pasteur, Koch). Entre tanto, los ciru¬
janos, con la figura señera de Joseph Lister a la cabeza, iniciaban el
empleo de los productos antisépticos, primero en forma de pulveri-
165
• José Máximo Carafí •
zaciones o aplicaciones locales y más tarde por vía sistémica, preten¬
diendo de este modo actuar directamente sobre las lesiones. En un
proceso interesante y no siempre suficientemente enfatizado, fue a
través de la investigación de los productos yodados (von Behring),
mientras nacía la asepsia con el autoclave (von Bergmann), que se
llegó a la administración intracorpórea de agentes específicos, debu¬
tando con el empleo de un producto arsenioso, el Salvarsán o bala
mágica (Ehrlich), utilizado contra la sífilis. En las dos últimas dé¬
cadas del siglo XIX, comenzó a esbozarse la inmunología, que tuvo
como mojones la elaboración y empleo de vacunas (Pasteur y otros)
y sueros (Roux y otros), métodos precedidos en más de un siglo por
la variolización (Jenner) y la vacunación antivariólica.
En un camino anticipado al anterior pero paralelo, las auto¬
ridades idearon y llevaron a la práctica medidas para el control
de epidemias, la correcta asistencia médica (fiscalización de títu¬
los profesionales, condiciones de ejercicio profesional, arbitraje en
conflictos y demandas), el buen funcionamiento de las farmacias, la
buena calidad de los productos allí expendidos, etc. Todo lo ante¬
rior se tradujo en la redacción de Reglamentos que habilitaban a las
instituciones competentes para actuar, incluso adoptando en caso
necesario, medidas drásticas (suspensión de títulos, cierre de boti¬
cas, castigos a quienes ejercían ilegalmente la medicina). El Estado
debió también normatizar las cuestiones médico legales (magnitud
y agentes de heridas, causas de muerte, indicios de delito o suicidio,
expedición de certificados de defunción, modo y tiempo de velar y
enterrar los cadáveres, condiciones de los cementerios, análisis de
sustancias tóxicas, etc.).
Surge así la idea de Policía sanitaria , 178 dando a entender la apli¬
cación de medidas preventivas comunitarias frente a temas referidos
a la salud y la enfermedad. El progresivo desarrollo de la Higiene,
privada y pública, general y especial (de los niños, las mujeres, las
escuelas, etc.) implicó no sólo disposiciones y autoridades que las
hicieran cumplir, sino un cuerpo de doctrina respaldado por la in¬
vestigación en varios campos de la ciencia. Al desarrollo de lo que
178 Según el Diccionario de la RAE, policía: "conjunto de medidas para mantener el orden y
la seguridad de los cmdadanos".
166
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
terminamos de expresar contribuyó la Higiene militar, habida cuen¬
ta la infinidad de situaciones sanitarias planteadas en los conflictos
bélicos, terrestres o marítimos, así como los conocimientos emana¬
dos del comercio y los viajes. El bigienismo dominó la mentalidad
de los ciudadanos en toda esa época y de él surgieron las campañas
de lucha contra los flagelos (tuberculosis, enfermedades venéreas,
difteria, tifoidea, tifus exantemático, cólera, viruela, cáncer, alco¬
holismo, enfermedades ocupacionales, etc.), muchos de los cuales
derivaban de la creciente migración hacia las ciudades y de un con¬
tinente a otro, con las condiciones de pobreza y promiscuidad que
podía ocasionar en amplios sectores de la sociedad.
La legislación fue evolucionando paralelamente a la toma de
conciencia acerca de estos problemas, hasta imponerse el concepto
de los derechos sanitarios colectivos que podían incluso primar sobre
los individuales. Piénsese en las discusiones sobre la obligatoriedad
de la vacuna antivariólica por ejemplo, que duraron muchos años y
de las que Soca participó decisivamente en nuestro Parlamento. 179
La ideología higienista y sanitarista llevó a incurrir a veces en
exageraciones y abusos protagonizados por los médicos desde posi¬
ciones académicas o políticas, llegando a ejercer un poder desmedi¬
do, conocido como medicalización de la sociedad.
En el Río de la Plata, el Protomedicato (1780-1820) fue el
primero en asumir dichas responsabilidades. Cuando el Uruguay
comenzó a transitar su vida independiente, se redactó y aprobó el
Reglamento de Policía Sanitaria (vigente desde 1832). 180 También
se estableció la Administración General de la vacuna. Durante
el Gobierno Provisorio de Juan A. Lavalleja (1829) y la primera
Presidencia de Lructuoso Rivera (1831-1835) se creó un Consejo de
Higiene Pública, que fue cambiando de denominación, modalidad
de integración y funciones a lo largo de los años. Se instituyeron
179 Soca, F. Discursos parlamentarios, op cit, 1891 y Turnes, A. Los Cien años de la Orga¬
nización Panamericana de la Salud y el Sindicato Médico del Uruguay, www.smu.org.
uy/cartetelera/ 100ops.pdf (consulta: 3.3.2013).
180 Redactado por el Dr. Pedro de Oliveira y declarado vigente por decreto del 10 de
noviembre de 1832. In: Registro Nacional de Reglamentos del Uruguay, N°l, Tomo
1, Imprenta de la Independencia, de los Amigos y de la Caridad (sucesivamente),
Montevideo, 1835, págs 192 y siguientes
167
• José Máximo Carafí •
también Juntas Económico Administrativas (los actuales Gobiernos
Departamentales), dentro de cuyas atribuciones figuraban las re¬
ferentes a la salud {Juntas o Comisiones de Salubridad), de alcances
no bien definidos legalmente, hecho que dio lugar a roces con el
Consejo a que más adelante haremos referencia. Además, en el puer¬
to de Montevideo actuaba un Médico de Sanidad Marítima, de¬
pendiente -al igual que las otras corporaciones- del Poder Ejecutivo.
Estos organismos subsistieron hasta que en 1895 se creó el Consejo
Nacional de Higiene que los abarcó a todos. En diciembre de 1910,
se aprobó la Ley de la Asistencia Pública Nacional, organismo de
gran amplitud que se encargó de la administración de los hospitales
y policlínicas. Continuó vigente el Consejo Nacional de Higiene, con
atribuciones en la vigilancia de epidemias, estadísticas demográficas,
medidas de política sanitaria, etc. Con la creación del Ministerio de
Salud Pública en 1934, desaparecieron los antes citados que queda¬
ron incluidos en la nueva Cartera.
Dada la importancia de las funciones y el poder de contralor que
tenían estos organismos, sus miembros fueron los médicos más no¬
torios del país. Entre ellos estuvieron, hasta la época que estudiamos:
Gabriel Mendoza, José Pedro de Oliveira, Fermín Ferreira, Teodoro
M. Vilardebó, Francisco A.Vidal, Gualberto Méndez, Pedro Visca,
Isabelino Bosch, Juan L. Héguy, José M. Carafí, etc.
La primera función pública desempeñada por Carafí, una vez
revalidado su título en Montevideo en octubre de 1882, fue, como
dijimos, la de vocal del Consejo de Higiene Pública, con Francisco
A. Vidal como presidente, Pedro Visca, Julio Rodríguez y Joaquín
Canabal en calidad de vocales.
En febrero de 1884, fue comisionado por el Consejo, conjun¬
tamente con el médico español Licenciado Tomás Paseyro, para
inspeccionar los lavaderos de ropa en las inmediaciones de la vieja
quinta de Cunha, próxima a la playa Ramírez. 181
En 1885 ocupaba todavía Vidal la presidencia; Isabelino Bosch,
la vicepresidencia; como vocales actuaban los Dres. Visca, Carafí y los
Licenciados Paseyro y Julio Rodríguez. Joaquín Canabal se desempe-
181 Zubillaga, C, Balmis, J. Historia del movimiento sindical uruguayo: Vida y trabajo de los
sectores populares, Montevideo, Ed de la Banda Oriental, 1985; 3: 69.
168
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
ñaba como vocal-secretario. Eran miembros adjuntos, los Profesores
de Farmacia José M. Carrera y Froilán Márquez. Figuraban como
Médicos de Sanidad, Eugenio Piaggio y Ernesto Fernández Espiro y
en calidad de Médicos Forenses, Paseyro y Canabal. 182 También en¬
traba en la órbita del Consejo la Administración General de la Vacuna ,
encargada de obtener el virus , distribuirlo, vigilar su debida inocula¬
ción y controlar la evolución de los pacientes tratados.
En 1886, mientras desempeñaba el Decanato, Carafí continuó
ocupando el cargo de vocal del Consejo, conjuntamente con Pedro
Regules, Arturo Berro y José María Espinosa, bajo la presidencia de
Isabelino Bosch (hasta 1887) y de Juan L. Héguy (entre 1888 y 1892).
Algunos hechos de importancia tuvieron lugar en ese período:
En diciembre de 1886 estalló el cólera en Buenos Aires,
Santa Fe y otros puntos de la Argentina. Desde el primer momento
el Poder Ejecutivo se dirigió a la Asamblea, en demanda de fondos
para organizar la defensa sanitaria, incluidos los gastos de movili¬
zación de varios Regimientos de Caballería para establecer un cor¬
dón de vigilancia a lo largo de la costa del Uruguay. No obstante la
energía de las medidas adoptadas, entre las que alcanzó a figurar
la clausura de nuestros puertos a las procedencias argentinas, el
contagio se produjo, por lo menos en forma de casos sospechosos en
el Asilo de Mendigos y sus alrededores de la Unión y también en
Fray Bentos. 183
Las reacciones de los organismos rectores de la Salud Pública no
se hicieron esperar. Por un lado,
la Comisión de Salubridad [dependiente de la Junta
Económico Administrativa de Montevideo a partir de 1858]
publicó un manifiesto con el propósito de tranquilizar a la pobla¬
ción: «La situación higiénica de Montevideo no es de aquéllas
que puedan calificarse de malas. Las medidas preventivas que
se adopten no deben alarmar a nadie. Sólo se lleva a la Casa de
Aislamiento a los atacados de cólera que carecen de personas
que puedan atenderlos. Con el propósito de que se conozcan
182 Consejo de Higiene Pública- Anuario Médico Oficial. Montevideo, Tip Bol Med Far-
mac, 1885.
183 Acevedo, E. Anales históricos, op cit.; a esta ficha corresponderán las citas a dicho autor
en el presente capítulo, mientras no se indique otra.
169
• José Máximo Carafí •
todas las decisiones de la Comisión, se ha resuelto invitar a
la prensa a que mande sus reporters a la sala de sesiones de la
Corporación.»
Por su parte,
el Consejo de Higiene Pública dictó [...] dos ordenanzas. La
primera declaraba obligatoria la denuncia de los casos sospechosos y
prescribía una desinfección constante en el cuarto del enfermo, ro¬
pas y deyecciones, mediante bicloruro al uno por mil o ácido fénico
al 5 %o. El médico debería desinfectarse en la misma forma al salir
de la habitación del enfermo. Los cadáveres serían amortajados en
sábanas empapadas en una solución de sublimado al dos por mil y
enterrados en el suelo a un metro y medio de profundidad. Por la
otra, se disponía que a la casa en que ocurrieran casos sospechosos
sólo pudieran entrar el médico, el sacerdote, el escribano, el comisa¬
rio y el agente de salubridad encargado de la desinfección, y que el
aislamiento continuara por espacio de siete días desde la curación
o del fallecimiento. Ante la posibilidad de que el contagio se pro¬
pagara surgieron varias comisiones populares. Entre ellas, una de
socorros a los pobres bajo forma de suministro de alimentos, ropa,
remedios, desinfección, presidida por don Cipriano Brian y Ríos,
y otra de asistencia a los enfermos compuesta por don Nicomedes
Castro 184 y doña Dorotea B. de Errazquin.
En tal oportunidad, la Facultad no podía dar la espalda a la
realidad, por lo que
el doctor Pedro Visca, catedrático de Clínica Médica, dio
varias conferencias de estudio y divulgación, que contribuyeron a
formar opinión acerca del plan de medidas más eficaz contra la
importación del flagelo.
Cuando las estadísticas mostraron un retroceso en el número
de casos,
al finalizar el mes de febrero del año siguiente el Poder
Ejecutivo resolvió dejar sin efecto las medidasprecaucionales adop¬
tadas contra las procedencias argentinas, invocando la desapari¬
ción del cólera.
184 Hoja de servicios del señor General de división D. Nicomedes Castro, Montevideo, Dor-
naleche y Reyes Ed. 1903.
170
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
En esa ocasión tuvieron lugar las investigaciones microbiológi-
cas, no por bien conocidas menos dignas de ser referidas aquí, con¬
cernientes a la enfermedad de marras, llevadas a cabo por nuestros
primeros bacteriólogos:
El profesor don José Arechavaletay el doctor Federico Susviela
Guarch presentaron a la Universidad en febrero de 1887 el resul¬
tado de los estudios practicados durante la epidemia de cólera de
fines de 1886, en diversas muestras de agua del aljibe del Asilo de
Mendigos, de los estanques y aljibes de Maroñas, de las aguas del
arroyo Seco, de las aguas del cuartel de la Aguada y del Circo de
las Carreras de Punta Carretas, con la advertencia de que habían
descubierto en todos esos puntos de infección, el bacilus del cólera,
como causa explicativa de la epidemia reinante.
Quien siete años antes había sido autor de los primeros informes
demográficos de Montevideo 185 emitió en esa fecha su opinión:
El doctor Wonner publicó una estadística de la que resultaba
que en diciembre de 1886habían ocurrido 67defunciones de cóle¬
ra y casos sospechosos de cólera y en enero y febrero de 1887, 279y
105. Advertía el doctor Wonner que su estadística era más alta que
la oficial, en razón de que ésta no había computado las defunciones
ocurridas en la Casa de Aislamiento, en el Asilo de la Unión y en
el cuartel del 3 de Cazadores.
A partir de 1888 el Consejo quedó integrado del siguiente mo¬
do: Juan L. Héguy como presidente, Arturo Berro como secretario
y, en calidad de vocales, Isabelino Bosch, José M. Carafí, Manuel
M. Espinosa y José Samarán (quien sustituia a Pedro Visca). Eran
miembros adjuntos los Farmacéuticos Luis Surraco y Froilán M.
Márquez. En el informe correspondiente a que haremos mención
seguidamente, aparece explícitamente la Administración General de
la Vacuna, a cargo del Dr. Juan Obiol, que contaba como practican¬
tes a los Flebótomos Joaquín y Agustín Beraza.
185 La Universidad, 1885, 1 (15): 259-260. Los Dres. Florentino Ortega, Víctor Rappaz
y Esteban Wonner emitieron un informe que compredía del 1 de enero de 1877 al 30
de junio de 1878, en base a los datos suministrados por el encargado de cementerios,
Sr. A. J. Cámpora.
171
• José Máximo Carafí •
En la Memoria del Consejo correspondiente a ese año, docu¬
mento de gran interés histórico, 186 se estudian algunas epidemias:
Especialmente la Capital ha sido profundamente afectada por
enfermedades de carácter grave, como ser la difteria, la viruela,
la tifoidea y la infección puerperal, aunque estas dos últimas no
revistieron formas tan alarmantes.
A través de la Dirección de Salubridad, oficina encargada de
recibir las denuncias de enfermedades, [se sabe que] hubieron 645
casos [de difteria], 288 terminados fatalmente.
Se establecen las medidas para evitar la propagación de la enfer¬
medad, siguiendo las
instrucciones al abrigo del Reglamento de Policía Sanitaria
[...] ya que no se conoce ningún otro preservativo del contagio.
[En él se aconseja] vigilar atentamente toda enfermedad de la
garganta, [...] alimentar bien a las criaturas y no exponerlas a la
acción prolongada del aire frío y húmedo [véase la persistencia de
la idea de los “factores locales”, tan mentados por los contagio-
nistas]. Declarada [la enfermedad] en una casa, [deben] alejarse
de ella todas aquellas personas que no sean indispensables para cui¬
dar al enfermo [...] Debe prohibirse a los Jefes de familia que en¬
víen sus niños a las escuelas mientras dure la enfermedad y 15 días
después de terminada. Quienes cuidan enfermos, deben abstenerse
de besarle, abrazarle, respirar su aliento y tener la cara delante de
la boca del paciente durante los accesos de tos [...] si cayera saliva,
deberá lavarse inmediatamente y por repetidas veces [...] cubrir
con colodium las heridas. [Los consejos] a los que cuidan [son]:
alimentarse bien, lavarse frecuentemente cara y manos con ácido
bórico al30% o timolal 1%. [...] Todas las materias expulsadas
por el enfermo deberán ser desinfectadas con ácido fénico al 50
por mil, bicloruro de mercurio al 2 por mil, cloruro de zinc al 50
por mil, cloruro de mercurio al 2 por mil o sulfato de cobre al 50
por mil. Las ropas deberán desinfectarse y ser pasadas por lejías
hirviendo; los objetos sin valor, deberán ser incinerados [Habrá
de procederse a la] desinfección de cucharas, tazas, copas [...] La
habitación deberá ser despojada de todos los muebles que no sean
indispensables [...], diariamente la habitación se desinfectará con
186 Memoria presentada al Ministerio de Gobierno por el Consejo de Higiene Pública. Co¬
rrespondiente al año 1888. Montevideo, Tip Uruguaya, 1889.
172
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
azufre (20 gramos por metro cuadrado), dejándose cerrada por 24
horas.
En estos preceptos flota el espíritu antiséptico; no se hace refe¬
rencia al diagnóstico etiológico (bacteriológico), pese a que el bacilo
de la difteria ya había sido identificado (Loeffler, 1884). Recién con
el adveninimiento del suero antidiftérico (Roux, 1894) la micro¬
biología tendría relevanvia en la práctica clínica. Probablemente la
teoría miasmática aún dominaba la mente de muchos médicos, si
bien ya había comenzado en Montevideo la investigación bacterio¬
lógica. Se tenía en consideración las circunstancias sociales que ro¬
deaban la aparición y el curso de las epidemias, factores que fueron,
conjuntamente con los laborales, uno de los importantes temas de
la Higiene pública y privada. Montevideo era una ciudad en rápida
expansión por la masiva llegada de inmigrantes. La mayoría de ellos
pasaba a formar parte de la clase trabajadora y vivía en condiciones
deplorables, lo mismo que los afrodescendientes, típicos habitan¬
tes del Barrio Sur y sus conventillos o casas de inquilinato. Si bien
en nuestra capital había agua potable y obras sanitarias, éstas sólo
beneficiaban a un grupo reducido de la población: la que habitaba
las manzanas de la Ciudad Vieja. En otros aspectos, Montevideo
conservaba características vetustas, como la existencia de “ tambos
y caballerizas en el centro de la ciudad ’, calles cenagosas y malo¬
lientes por los excrementos humanos y animales -en esa época los
tranvías eran aún de tracción a sangre-, las basuras y a causa de “ los
caños maestros que por su poca extensión dentro de la bahía deja[ ba]
n completamente descubiertas sus bocas apenas se experimenta) ba] la
menor bajamar”. Todos estos eran problemas que tenían que ver,
de alguna manera, con las responsabilidades del Consejo de Higiene
Pública , organismo que según dice la citada Memoria-, “propondrá al
Gobierno las medidas [que] llenarán la reclamada necesidad de sanear
la ciudad de Montevideo. ”
Una interesante iniciativa fue presentada por la corporación
en mayo de 1887 al Presidente de la República General Máximo
Tajes: “ arbitrar medios para fundar un Asilo de diftéricos”, que fue
auspiciosamente recibida por la autoridad. El Consejo comunicó “su
resolución a la Dirección de Salubridad y a la Comisión de Caridad
173
• José Máximo Carafí •
y Beneficencia Pública” y seguidamente nombró como “Director del
Asilo de diftéricos y como Médico vecinal, a los Dres. D. Manuel M.
Espinosa y D. Luis Bergalli, respectivamente. "Este Centro comenzó a
funcionar, hasta que “el 4 de abril de 1888, el Gobierno decretó la res¬
titución de la Casa a la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública,
a fin de que fuera convertida en Hospital de Niños. ” Entre las razones
que motivaron esta decisión estaba la resistencia que los ciudadanos
oponían a la visita de los médicos vecinales, así como la interferencia
de éstos con los facultativos tratantes, quienes “se veían en la alter¬
nativa de dejar de asistir al enfermo o no hacer la denuncia
Otra enfermedad contagiosa mortífera era la viruela, que se
presentó en forma epidémica en esos años, tanto “en la Capital co¬
mo en Canelones, Salto, Colonia y Rivera! El Consejo recordó a los
Médicos de Policía la obligación de denunciar las enfermedades in¬
fecto contagiosas y aconsejó: “ 1) la vacunación y revacunación, 2) el
aislamiento de los enfermos y 3) la desinfección. "A efectos de ampliar
el número de vacunados, estableció Institutos con ese fin.
La fiebre tifoidea era motivo de gran preocupación. Como es¬
taba relacionada con las “malas condiciones de las aguas que se usan
para beber, debido a las filtraciones que se operan en los depósitos, por
su proximidad al sitio en que se vierten las materias fecales, o de los ca¬
ños que conducen a éstas hasta los caños maestros”, el Consejo contrató
un ingeniero, quien redactó un informe sobre “la mejor manera de
construir un aljibe. ”
Una vez más, la Memoria de 1888 enumera las medidas pre¬
ventivas:
Autorizar incluso a que se destruyan por el fuego los materia¬
les de las viviendas que por sus malas condiciones de construcción,
por ejemplo, construcciones de madera, favorezcan el desarrollo
de toda enfermedad infecto contagiosa y la formación de focos,
siempre que en estas viviendas se hubiesen producido uno o más
casos [...] Blanqueo de las casas de inquilinato [...] Supresión de
tambos y caballerizas [...] Prohibir el lavado de ropa en las casas
de inquilinato [...] Enviar Comisarios de Salubridad que vean
las condiciones de las casas, especialmente piezas, cocinas, letrinas
[...] Desinfección por el calor [...] Sería conveniente establecer un
174
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
servicio de desinfección por medio de estufas con vapor sobrecalen¬
tado, según los sistemas más perfeccionados y limitar el tiempo de
velatorio a 6 horas, en lugar de las 12 establecidas.
Se refiere finalmente a la fiebre puerperal, que según se afirma
había dejado de ser un problema de graves proporciones, pese a que
siguieron viéndose casos en las dos primeras décadas del siglo XX.
Insiste el Consejo en la obligación de denunciarlos, así como
la prohibición de asistir simultáneamente un parto si [los
profesionales] han atendido a una enferma con fiebre puerpe¬
ral ..] Lavarse las manos con agua, jabón y cepillo, frotarse con
aguardiente, sumergirlas durante tres minutos en bicloruro de
mercurio [...] Si hay omisiones se suspenderá al responsable en el
ejercicio de la profesión.
En otro orden de cosas, en procura de resolver la asistencia
pública domiciliaria, el Consejo de Higiene elabora un proyecto en
tal sentido:
Habiéndose suprimido, como antes fue mencionado, los mé¬
dicos vecinales, se designarían tres facultativos, nombrados por el
Superior Gobierno, a propuesta del Consejo de Higiene, a quienes
se asignaba un sueldo de 60 pesos mensuales. Anualmente uno de
ellos sería nombrado Director del Servicio de Asistencia externa
domiciliaria. Estarían bajo la dependencia inmediata del Consejo
de Higiene. Atenderían a los pobres de solemnidad, quienes debían
recurrir al Comisario de Salubridad en caso de enfermedad. Las
recetas serían despachadas gratuitamente por las farmacias de los
establecimientos dependientes de la Comisión de Caridad. Para la
distribución de las tareas de los médicos, la ciudad quedaba divi¬
dida en tres zonas . 187
La propuesta recibió la autorización del Gobierno:
De acuerdo al decreto emanado del Poder Ejecutivo, el
Consejo llamó por la prensa a los médicos que se encontraran en las
condiciones requeridas [...] y desearan desempeñar el cargo de mé¬
dicos de la asistencia pública domiciliaria, habiéndose presentado
los Dres. D. Luis P. Lenguas, D. Ignacio Rivero y Maza, D. José
Scoseria, D. Federico Velazco, D. Vicente Nisivocciay D. Atanasio
187 Nota al Ministro de Gobierno, 13 de agosto de 1888; resolución del Gobierno, 31 de
agosto de 1888.
175
• José Máximo Carafí •
Cubiló. Se procedió a la elección de tres facultativos que deben ejer¬
cer las funciones de médicos de asistencia externa domiciliaria, en
las secciones Central, de la Aguada y el Cordón, resultando electos
los Dres. Cubiló, Soseria y Lenguas, respectivamente y designándo¬
se al Dr. D. Manuel M. Espinosa para el cargo de Director de la
Institución según el artículo 20 del Reglamento, y aprobados estos
nombramientos por el Superior Gobierno, quedó definitivamente
constituida la Asistencia pública domiciliaria.
Con motivo del traslado del Cementerio Británico Central
a su actual emplazamiento en el Buceo, hubo una larga tramitación
para la exhumación de los cadáveres, a la que se procedió en junio
de 1887.
En 1888 el Consejo recibió una nota redactada por los médicos
forenses, que era una reseña de todos los problemas sanitarios que
estos profesionales consideraban debían resolverse a la mayor breve¬
dad, lo que indica que formaban un grupo preocupado y estudioso
de las dificultades que enfrentaban en su práctica. Entre ellas, suge¬
rían la urgencia por establecer mecanismos que permitieran prepa¬
rar y calificar al personal de salubridad. Fueron los firmantes: Diego
Pérez, Vicente Tagle, Florentino Felippone, Luis P. Lenguas, José
Gennari, Juan H. Grolero, Juan P. de Freitas y Joaquín Canabal.
Como no podía ser de otra manera, este proyecto, tan extenso co¬
mo utópico, fue informado favorablemente por el Consejo.
En marzo de ese año, se planteó uno de los tantos enfrentamien¬
tos entre el Consejo y la Junta Económico Administrativa en torno a
la salubridad de los terrenos de la playa de la Aguada, donde se
acumulaban basuras y aguas servidas. El Consejo solicitó a Florentino
Felippone un análisis de la composición de las tierras de la zona para
comprobar el porcentaje de sustancias orgánicas que la componían,
indicio de su contaminación. Al mismo tiempo requirió informes
a los médicos más relevantes de la ciudad, acerca del peligro que a
su juicio significaba la contaminación de las tierras para la salud de
la población. Todos fueron contestes en afirmar la inconveniencia
de tal hecho. La lista de los firmantes, permite recordar la inte¬
gración del cuerpo médico montevideano. Era la siguiente: Crispo
Brandis, Azaróla, Herrero y Salas, P. M. Castro, Cándido Irazusta,
176
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
P. Blanes, R. De Feo, José Pugnalin, E. Cassanello, Julián Obiol,
Vicente Tagle, Alberto Mullin, José Samarán, Federico Leopold,
O. G. Greene, Tomás D. Lawrie, Dr. Marotta, Dr. Colombo, José
Gennari, Casimiro Soler, Luis Barattini, Dr. Martínez y Antonio
Senator. 188
La Junta Económico-Administrativa se opuso al informe, so¬
licitando otro análisis al Químico municipal José Arechavaleta.
Prudencio de Pena, presidente de la misma, planteó además temas
de competencia, objeciones a las afirmaciones del Consejo y pidió
aclaraciones.
Intervino seguidamente el Ministerio de Gobierno , recogiendo
las observaciones del Consejo de Higiene y haciendo indicaciones
correctivas a la Junta, al tiempo que ordenaba tomar medidas en
contra lo denunciado. Luego de cabildeos se nombró una Comisión
que dejó el asunto en suspenso.
Muy interesante es el proyecto presentado al Consejo el 14 de
julio de 1888 por Arturo Berro, consistente en un reglamento para
instruir a los médicos a fin de llenar correctamente los certificados
de defunción. Hace una lista muy completa de la nomenclatura de
las causas de muerte y estipula en qué casos los médicos tratantes
tienen la obligación de firmar el certificado de defunción, cuándo
pueden ser relevados de la misma, los casos en que no deben firmar
y aquellos en que les está prohibido hacerlo. Dicho sea de paso,
estas disposiciones se han mantenido vigentes hasta la redacción del
presente trabajo.
Mención especial merece la intervención del Consejo de Higiene
en la
construcción de edijicios públicos, a efectos de asegurar
el aseo, la ventilación y demás exigencias de la salubridad y de
la higiene en los establecimientos del tipo de los hospitales, cárce¬
les, etc. Por ejemplo, el Hospital Italiano que se construye en Tres
Cruces y el Hospital de Rocha [...] "En adelante -decía la dispo¬
sición gubernamental dictada al efecto- no se puede construir
ningún establecimiento donde haya acumulación de personas
188 Respetamos el modo como están firmadas las notas.
177
• José Máximo Carafí •
sanas o enfermas, ya sean establecimientos industriales, cemen¬
terios o de cualquier cosa que atañe a la higiene pública o a
la salubridad, sin que previamente sea oída la opinión de esta
Corporación al respecto”. Con este propósito se intercambian co¬
municados con la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública y
con la Dirección General de Instrucción Pública.
Un caso médico legal en el que debió actuar a Carafí, fue cuando
el Consejo de Higiene procuró verificar la veracidad del informe emi¬
tido por el Médico de Policía de Río Negro, Dr. Pascual Cione, a raíz
de un presunto homicidio. Con ese propósito la Corporación soli¬
citó al Jefe Político que remitiera el cráneo del occiso a Montevideo y
nombró una Comisión, integrada por Héguy, Carafí y Berro, quie¬
nes, asistidos por el Primer Disector Nereo Iturriaga, examinaron la
pieza anatómica en la Facultad de Medicina. La Comisión concluyó
estableciendo la “falsedad de la afirmación del Dr. D. Pascual Cione
sobre la entrada del proyectil que afectó la masa encefálica”, puesto
que hallaron el orificio de entrada de la bala atravesando el hueso
frontal, lo que no había sido consignado por el forense. Carafí, en
calidad de vicepresidente, el 10 de enero notificó al acusado acerca
de los “cargos gravísimos para Ud. en su doble carácter de facultativo
y de médico de Policía”. Le solicitó que “baje a la Capital ’ para “oír
directamente su versión. ”
Otros médicos de Montevideo fueron observados por el Consejo,
a consecuencia de la omisión en la declaración de enfermedades in¬
fecto contagiosas (en su mayoría por negligencia).
En 1892 Carafí fue designado presidente del Consejo de Higiene
por resolución de Francisco Bauzá, Ministro de Gobierno de Julio
Herrera y Obes. Lo acompañaban en tal ocasión los Dres. Arturo
Berro (en calidad de vocal-secretario), Joaquín de Salterain, Enrique
Pouey, Luis P. Lenguas, Juan L. Héguy y Pedro Regules (como
vocales). 189 A comienzos de 1895, renuncian todos, a excepción de
los dos últimos. Dice al respecto la revista del Centro Farmacéutico
Uruguayo-,
A última hora, y ya en prensa estas páginas [marzo 15], tene¬
mos conocimiento de la renuncia que al Gobierno han elevado los
189 La renuncia del Consejo de Higiene. Centr Farm Urug, 1895; 2 (3): 50-51.
178
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
miembros del Consejo de Higiene [...] Son bien conocidas las cau¬
sas de su renuncia, motivada por desavenencias con la Dirección
de Salubridady con el mismo Gobierno que se empeñan en ocultar
y negar la existencia del cólera, prescindiendo de la opinión del
Consejo de Higiene y desconociendo sus atribuciones. La renuncia,
pues, se imponía, como cuestión de dignidadpersonal y profesional.
Quedan aún formando parte del Consejo de Higiene dos miembros
que no han renunciado: el doctor Pedro Regules y el doctor Héguy,
siendo éste último, a la vez. Director de Salubridad.
Entretanto, a fines de 1893, como ocurría con frecuencia en
todo el país, causando elevada mortalidad infantil,
estalló una formidable epidemia de difteria en Pan de
Azúcar, durante la cual el doctor Tardío ejerció un alto y noble
apostolado, que el Consejo de Higiene resolvió premiar con una
medalla de plata. El acto de entrega de la medalla tuvo lugar en la
Facultad de Medicina, en presencia de numerosos médicos y estu¬
diantes. El doctor José M. Carafí, presidente del Consejo Nacional
[sic] de Higiene, hizo notar que en el curso de esa epidemia el
doctor Tardío había oficiado de médico, de farmacéutico y de en¬
fermero de las clases pobres. Y el secretario de la misma corpora¬
ción, doctor Joaquín de Salterain, agregó: «Habéis probado que la
medicina no limita sus ideales a resolver ecuaciones numéricas, en
que el diagnóstico frío se presenta como primera incógnita; que no
es tampoco un medio para llegar a la opulencia, explotando sin
pudor las lágrimas de los que sufren, sino que es una fuente pura
de verdaderos conocimientos y árido yermo para los que como vos
alientan en su alma, aspectos que no elucidan las disertaciones del
anfiteatro, ni las experiencias del laboratorio, el afán del bien, el
misterioso y perpetuo estímulo del pensamiento.» 190
Otro tema que ocupó la atención del Consejo de Higiene bajo la
presidencia de Carafí fue el de las aguas corrientes disponibles para
el uso de la población de Montevideo, planteado en 1894. El asun¬
to surgió a raíz de la propuesta sobre la organización de un nuevo
190 Buño, W. Sobre la epidemia de difteria de 1893, y medalla otorgada por el Consejo
de Higiene al médico Luis Tardío, que lo fue de la Sala de Mujeres del Hospital Es¬
pañol, por su ejercicio en Pan de Azúcar durante la epidemia, Ses Soc Unig Hist Med,
1984.
179
• José Máximo Carafí •
servicio financiado por capitales privados, cuyo puesto de toma se
situaría en el Paso de las Toscas sobre el río Santa Lucía. 191
El Consejo de Higiene, que presidía el doctor José María [sic]
Carafí, presentó un informe, obra del secretario de la misma cor¬
poración, doctor Joaquín de Salterain, en el que se formulaban
observaciones fundamentales. Nada habría que observar, decía el
Consejo de Higiene, si se tratara de una empresa concurrente, cuyo
servicio superaría al de la empresa actual por arrancar su punto
de captación de zonas mejores. Pero la nueva empresa pide un
monopolio absoluto y eso es lo que no puede admitirse. Se trata de
aguas de río. La carencia de aguas de fuente, ha relegado a mu¬
chas ciudades a utilizar las aguas de río. Entre nosotros no se ha
comprobado todavía esa carencia y antes por el contrario tenemos
en explotación las aguas del Puma, que son química y bacterioló¬
gicamente puras. \...]
Habría que levantar el promedio [de consumo de agua en
la ciudad de Montevideo] a 200 o 250 litros por cabeza. Y, sin
embargo, la empresa monopolista sólo ofrece 91 litros por habi¬
tante [...] En esos mismos momentos comunicaba la Dirección
de Salubridad a la Junta Económico - Administrativa, que las
aguas corrientes contenían 3 miligramos de materia orgánica, y
agregaba que antes de las importantísimas mejoras introducidas en
los depósitos de Santa Lucía la proporción era de 5 miligramos por
litro. En concepto de la Dirección de Salubridad y de sus oficinas
técnicas podría fijarse como máximo para la admisión de las aguas
el porcentaje de 3 miligramos.
Minibiografía de Joaquín de Salterain
Deseamos hacer mención especial a la figura de Joaquín de
Salterain, quien fue un personaje de gran jerarquía, vinculado a la
Higiene pública y amigo personal de Carafí. Nacido en Montevideo
tres años después que éste, de padre vasco y madre argentina, cur¬
só sus primeros estudios en Montevideo. Pasó en 1870 -un año
antes que nuestro biografiado- para continuarlos en los Escolapios
191 Ver Capítulo XVIII.
180
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
de Barcelona, de donde hubo de regresar por razones de salud a
Montevideo en 1873 192 -momento en que Carafí, habiendo ya cur¬
sado dos años en la Facultad de Medicina de la Ciudad Condal,
emigraba hacia Montpellier-. Joven talentoso, de Salterain cultivó
con cierto éxito la poesía en su juventud. 193 Ocupó primero un
cargo administrativo en la Universidad y luego, mientras cursaba
su carrera, el de Secretario de la Facultad de Medicina. Egresó en
1884 con una tesis titulada Contribución al estudio del Desarrollo y
Profilaxia epidémicas en Montevideo, 194 que muestra su precoz incli¬
nación hacia la Higiene pública. Ese mismo año, viajó a París como
becario del gobierno de Santos, conjuntamente con Soca y Pouey,
de donde regresó en 1889, habiéndose especializado en oftalmo¬
logía. No obstante su dedicación a esta disciplina, atraído por los
estudios de Pasteur, formó parte del grupo de jóvenes que realiza¬
ron, conjuntamente con Morelli y Scoseria, los primeros estudios
microbiológicos, bajo la influencia de Arechavaleta. En 1893, inte¬
gró el núcleo fundacional de la Sociedad de Medicina. En 1899, en
carácter de Director de la Oficina Municipal de Estadísticas y Censos,
comenzó a publicar una serie de estudios sobre la mortalidad en
Montevideo (en años ulteriores los generalizaría a todo el país), que
hicieron de él uno de los primeros demógrafos compatriotas. Fue
fundador de la Liga uruguaya de lucha contra la tuberculosis (1902)
y de la Liga antialcohólica (1915). No menos importante fue su
decisiva participación en la fundación del Museo Histórico Nacional
(1905), la reorganización del Instituto Histórico y Geográfico (1915)
y el establecimiento de una Biblioteca Pública Municipal que hoy
lleva su nombre. Fue -por corto tiempo- Ministro de Relaciones
Exteriores de Juan Lindolfo Cuestas durante el interinato de éste en
la Presidencia de la República (cesó luego del golpe de Estado). Más
tarde, siendo elegido diputado por el Partido Colorado, tuvo una
importante participación en la discusión del proyecto de Ley de la
192 Ver Capítulo IV.
193 Obtuvo el segundo premio, con su poema “ Lira rota , en el certamen celebrado en
1879, con motivo de la inauguración del monumento a la Independencia en Florida.
El primero correspondió a Mariano Berro. La “ Leyenda Patria” de Zorrilla de San
Martín, quedó fuera de concurso por su excesiva longitud.
194 De Salterain, Joaquín. Contribución al estudio del Desarrollo y Profilaxia epidémicas en
Montevideo, Montevideo, Imp Nacional [s/p], 1884.
181
• José Máximo Carafí •
Asistencia Pública Nacional en 1910. De familia patricia, de cuño
católico, aunque no militante, casó en 1889 con una de las hijas del
matrimonio de Herrera-Quevedo, matrimonio del que nacieron
varios vástagos. Falleció en 1926, rodeado de estima y respeto. 195
Joaquín de Salterain
La relación entre Carafí y de Salterain fue particularmente cer¬
cana y amistosa, por su coetaneidad, por haberse relacionado du¬
rante la común estadía en Barcelona, por su compartida vocación
médica, por formar parte ambos de familias tradicionales, coloradas
y católicas. Pese a que las fechas de nacimiento son próximas, de
Salterain perteneció a una generación posterior a la de Carafí, de¬
bido a su ingreso relativamente tardío a la Facultad de Medicina,
no llegando a ser su alumno (obtuvo el título en mayo de 1884).
Probablemente gracias a Carafí realizó su perfeccionamiento en
París, conforme hemos probado que lo hizo Pouey. Finalmente,
actuaron juntos en el Consejo Nacional de Higiene, según venimos
analizando. La presencia de estos clínicos en los órganos directivos
de la Salud Pública, quienes tenían al mismo tiempo buena forma¬
ción clínica y en la materia a la vez que interés por los estudios epi¬
demiológicos, explica el peso de las opiniones que surgían de estas
corporaciones, que más allá de su papel político, tenían una efectiva
función científica.
195 Gorlero Bacigalupi, R. Joaquín de Salterain (1856-1926). En: Horacio Gutiérrez
Blanco (ed): Médicos Uruguayos Ejemplares, Montevideo, 1988, I: 83-84.
182
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Algunas resoluciones durante la presidencia de Carafí
En 1892 el Consejo de Higiene encaró la reglamentación de la
prostitución, proponiendo al Gobierno las siguientes bases:
Abolición de los prostíbulos. Supresión de los radios oficiales
de prostitución. Tolerancia de la prostitución individual disemina¬
da. Inscripción obligatoria para toda prostituta mayor de 18 años.
Libertad acordada a la meretriz, para que la visita de inspección
sea realizada por el médico oficial o por un facultativo particular.
La visita de inspección oficial será siempre gratuita. La meretriz
afectada de una enfermedad venérea o sifilítica, será atendida gra¬
tuitamente por el médico oficial. No podrán alojarse sino de a dos
prostitutas en cada casa. La vigilancia de la prostitución quedará a
cargo de la Municipalidad . 196
A raíz del antedicho proyecto, se produjo una enérgica reacción
a nivel parlamentario, que culminó en la negativa a aceptar la dis¬
posición -que se había convertido en Decreto al ser aprobada en su
integridad por el Poder Ejecutivo- por lo que constituyó una grave
extralimitación del Parlamento en sus atribuciones.
Cabe señalar al respecto que siendo Montevideo una ciudad
portuaria, por donde pasaban barcos mercantes y de pasajeros hacia
o desde Buenos Aires, el Pacífico y el hemisferio boreal, había siem¬
pre un crecido número de marineros así como una significativa masa
de inmigrantes, en su mayoría hombres jóvenes. La prostitución y su
principal secuela, las enfermedades venéreas, eran un verdadero fla¬
gelo. La trata de blancas fue la forma de esclavitud (que persiste aún
hoy) que siguió a la de los africanos, constituyendo un negocio ma¬
ñoso de gran envergadura, que explica tan exageradas reacciones.
Debemos señalar especialmente que en la época que estamos
considerando, como poco tiempo después ocurriría con la tubercu¬
losis, -a través de medidas de policía sanitaria, de policlínicas espe¬
ciales (anexas a servicios ginecológicos o a las clínicas dermato sifilo-
páticas)- se procuró hacer el diagnóstico de casos de enfermedades
venéreas, así como el aislamiento y tratamiento de los mismos.
196 Acevedo, E. op cit. 1934.
183
• José Máximo Carafí •
En cuanto a denuncia obligatoria de las enfermedades con¬
tagiosas, el Consejo de Higiene estipuló como:
[...] obligatoria para el médico y el jefe de familia la de¬
nuncia en los casos de difteria, viruela, escarlatina, sarampión, tos
convulsa, fiebre puerperal, fiebre tifoidea, cólera y fiebre amarilla.
Invocaba [el Consejo de Higiene Pública], la necesidad de hacer
efectivas las medidas profilácticas necesarias y a la vez formar la
estadística médica sanitaria. [El Poder Ejecutivo así lo decretó,
agregando] la clausura de las escuelas por razones sanitarias. [A]
mediados de 1894 se produjo en Montevideo una epidemia de
escarlatina.
Surgió entonces una nueva polémica:
Las autoridades escolares decretaron de inmediato la clausura
de las escuelas. Pero en seguida reaccionaron, con motivo de un
informe del Consejo de Higiene Pública en el que se atacaba esa
medida. Para el Consejo de Higiene las escuelas debían permane¬
cer abiertas, sin perjuicio de que la Municipalidad se encargara de
desinfectar los edificios y las autoridades escolares de excluir a los
niños procedentes de hogares donde hubiera escarlatina.
Véase cuáles eran las razones, en parte compartibles, esgrimidas
por la autoridad sanitaria:
La concurrencia a la escuela, decía el Consejo, obliga a las
madres de familia a lavar y poner ropa limpia a sus hijos, con
más frecuencia que si los conservaran en sus casas. Por otra parte,
agregaba, los niños de familias obreras que concurren a la escuela,
quedan durante las horas de clase en un ambiente generalmente
más higiénico que el de las casas en que viven.
La corporación hizo efectivos acuerdos sanitarios con los paí¬
ses vecinos, cuyo antecedente había sido el firmado en Montevideo
en 1887, entre Uruguay, Argentina y el Imperio del Brasil: 197
Las autoridades sanitarias de Montevideo y Buenos Aires
arribaron en 1894 a un acuerdo, ante el desarrollo del cólera en
197 Convención Sanitaria. Reglamento relativo, celebrado entre La República Orien¬
tal del Uruguay, el Imperio del Brasil y La República Argentina, Montevideo,
Imp. Nacional, 1887
184
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
el Brasil, por el cual se establecía que los buques que estuvieran
provistos de inspector sanitario y de todas las instalaciones exigidas
por los reglamentos de ambos países, sólo serían sometidos a cua¬
rentena de rigor cuando tuvieran a bordo personas atacadas de
enfermedades pestilenciales, y que fuera de ese caso, si procedían de
un puerto sucio o sospechoso y la duración del viaje fuera menor
que el período de incubación de la enfermedad, sufrirían cuaren¬
tenas complementarias. Los buques procedentes de un puerto sucio
o sospechoso que carecieran de inspector sanitario, sufrirían cua¬
rentenas de rigor por el término máximo de la incubación de la
enfermedad, que se fijaba en 10 días para la fiebre amarilla y en
8 para el cólera.
Sin embargo, no todos los profesionales estaban de acuerdo con
esos criterios. La teoría de los gérmenes, ya en plena vigencia, había
venido a complicar las medidas prácticas que con anterioridad eran
de utilidad, pese a las discusiones que se dieron entre contagionistas y
anticontagionistas. Téngase presente que imponer medidas restricti¬
vas significaba, para la mentalidad liberal preponderante, establecer
trabas. En esos reclamos gravitaban también razones económicas
(limitación del comercio, sobre todo portuario) que políticas o filo¬
sóficas. Con posterioridad, el desarrollo del Derecho Internacional
y la universal aceptación de los principios que ponen a salvo de los
contagios a las personas y las sociedades, hizo más fácil la adopción
de medidas de esa naturaleza.
Como lo afirma rotundamente Eduardo Acevedo:
La tendencia dominante entre nuestros médicos no era esa.
La mayoría se inclinaba a la supresión de las cuarentenas, a la
condenación de las medidas profilácticas restrictivas del tráfico de
mercaderías, y a la adopción de procedimientos científicos más en
armonía con los progresos de la higiene y de la medicina etiológica,
tales como la inspección médica, la desinfección, la vigilancia de
pasajeros.. El establecimiento de las cuarentenas, con su lazareto en
la isla de Flores dio lugar a grandes y resonantes escándalos de la
empresa concesionaria, por los estipendios de las cuentas de hospe¬
daje. Dos de esas cuentas, una del vapor «Argos» y otra de la barca
«Atlantic», fueron publicadas por «El Siglo”. 198
198 Anales Históricos (Montevideo), op cit: 104-106
185
• José Máximo Carafí •
Por Ley del 31 de octubre de 1895 (un mes después de la muerte
de Carafí), se dispuso la creación de una nueva autoridad sanitaria:
Fueron refundidos el Consejo de Higiene Pública y la Junta
de Sanidad Marítima en una nueva corporación, bajo el título
de Consejo Nacional de Higiene. La ley dictada por la Asamblea
Legislativa en esa oportunidad establecía que el Consejo Nacional
de Higiene tendría a su cargo la administración sanitaria ma¬
rítima y terrestre de todo el país y sería la autoridad superior en
materia de higiene pública, correspondiéndole a ese título dictar
las disposiciones que fueran necesarias para evitar la invasión y
propagación de las enfermedades infecto-contagiosas, dictar y diri¬
gir la reglamentación profiláctica de la prostitución y reglamentar
los Consejos Departamentales de Higiene, que la misma ley creaba
en cada uno de los departamentos de la República.
186
Capítulo XVII
Actuación de Carafí
COMO INTEGRANTE DEL LAICADO
CATÓLICO URUGUAYO DE
ENTRE-SIGLOS
La Iglesia oriental en la primera mitad del siglo XIX
N o obstante la actuación en los albores de la Patria de
ilustres figuras a ella pertenecientes, 199 la Iglesia uru¬
guaya no tuvo gravitación decisiva en nuestra histo¬
ria política, pese a haber sido la Religión Oficial del
Estado entre 1830 y 1919. Las ideas de la intelectualidad tampoco
estuvieron signadas por dicha confesión. Fueron excepcionales los
eclesiásticos que ocuparon bancas parlamentarias (J. B. Lamas, D.
199 Los Presbíteros Dres. José Manuel Pérez Castellano (1742-1815) y Dámaso Antonio
Larrañaga (1771-1848), fundadores de la ciencia en el Uruguay; Monseñor José B.
Lamas Regueira (1787-1857), primer catedrático universitario en Montevideo; el Pres¬
bítero Lorenzo A. Fernández Larrobla (1792-1852), primer Rector de la Universidad.
También merecen ser citados el Presidente de la Asamblea de la Florida de 1825 Dn.
Manuel Larrobla y los miembros de la Constituyente de 1828 -30, Presbíteros Dn.
Lorenzo Fernandez (1792-1852, luego miembro de la asamblea de Notables de la De¬
fensa), Dn. Miguel Barreiro (1789-1848, también integrante del Congreso de Abril de
1815, secretario de Artigas, Senador en la I Legislatura y Ministro de hacienda y RREE
de la Defensa), Dn. Lázaro Gadea (1786-1876, integrante de la Cruzada Libertadora de
1825, Inspector de escuelas y diputado) y Dn. Solano García (chileno, 1864-1845).
187
• José Máximo Carafí •
A. Larrañaga, J. Brid, M. Soler y S. Estrázulas y Lamas). La Iglesia
oriental dependió de la de Buenos Aires, a pesar de los tempranos
reclamos de Artigas en 1813 en pos de su autonomía. Hasta la fun¬
dación del Obispado de Montevideo en 1878, quienes estaban a su
frente lo hacían, desde 1832, en calidad de Vicarios Apostólicos. Para
designar las autoridades eclesiásticas, el gobierno civil del Uruguay
hacía valer el derecho de Patronato -herencia de la relación entre
Iglesia y monarquía-, arma que fue una de las más frecuentemente
esgrimidas por los opositores para ahogar la grey católica en épocas
de crisis. A partir de la fundación del Gran Oriente del Uruguay en
1856, la Masonería, a la que el año previo Monseñor Lamas había
declarado incompatible con el catolicismo, fue uno de sus princi¬
pales antagonistas. El presidente Gabriel Antonio Pereira (1794-
1861) expulsó a los jesuitas en 1859, Bernardo Prudencio Berro
(1803-1868) extraditó a Monseñor Jacinto Vera (1813-1881) en
1862, Santos creó tal atmósfera anticlerical a partir de 1882 que
Soler se vio obligado a alejarse hacia Europa y Medio Oriente, en
exilio voluntario que duró dos años (1885 a 1887). Sólo Venancio
Llores (1808-1868) y Lorenzo Latorre (1844-1914) fueron católi¬
cos y propiciaron las iniciativas provenientes de esa colectividad. El
primero promovió el retorno de Monseñor Vera del exilio (1865),
el segundo abogó por la creación del Obispado de Montevideo
(1878). Puede afirmarse sin embargo que las familias uruguayas se¬
guían proclamándose católicas, aunque en forma progresiva la reli¬
gión pasó de ser un hecho público a constituir una postura privada
y aún reservada. Esta costumbre, tan uruguaya, de no manifestar
el credo -a la que Mañé ha denominado criptocatolicismo-, ya era
un hecho común antes de los acontecimientos reseñados. El gran
enfrentamiento recién se dio a inicios del siglo XX con el ascenso
de José Batlle y Ordóñez a la Presidencia, quien fue eliminando el
catolicismo de todos los ámbitos oficiales, incluso aquellos que tra¬
dicionalmente estaban más vinculados con esa confesión, como la
salud y la educación. Dicho líder no fue masón ni positivista, como
bien lo ha demostrado Arturo Ardao, 200 contradiciendo las biogra¬
fías del estadista previas a su ensayo al respecto. 201
200 Ardao, Arturo. Batlle y Ordóñez y el positivismo filosófico. Montevideo, Número, 1951.
201 Batlle y Ordóñez, educado en el catolicismo y con cierta inclinación por esa creencia
en su juventud, adoptó precozmente una postura deísta, espiritualista y antipositi-
188
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Las posiciones en pugna entre Iglesia y Estado se mantuvieron
hasta cierto punto equilibradas, gracias a la inteligente mediación
de Juan Zorrilla de San Martín, hasta la muerte de Soler en 1908,
momento a partir del cual Batlle y sus sucesores dieron la espalda a
las autoridades eclesiásticas y reforzaron las campañas anticlericales,
negándose a la designación de las jerarquías. Esta tirantez culminó
con la separación de la Iglesia y el Estado a partir de la entrada en
vigencia de la nueva Constitución, el primero de marzo de 1919.
Tal beligerancia otorgó sin embargo a la Iglesia uruguaya un
perfil muy particular (asunto no siempre bien valorado por los his¬
toriadores), ya que sus miembros, tanto eclesiásticos como laicos, se
vieron estimulados a profundizar la formación y militancia, tenien¬
do desde una posición opositora, influencia moderada en la cultura
de la Nación. En este país no ocurrió lo que en otros, donde ser
católico era un factor de promoción social y política; al contrario,
fue más bien una causa enfrentamiento, crítica y postergación.
La cuestión social y el ingreso del laicado católico
En la segunda mitad del siglo XIX surgieron en Europa, par¬
ticularmente en Bélgica, Suiza, Alemania y Francia, organizaciones
que aglutinaron a laicos católicos en grupos tendientes a procurar
una solución para la llamada cuestión social desde la perspectiva de
su ideología confesional. Este gran problema de convivencia se ha¬
bía originado en Inglaterra a raíz de la revolución industrial o ma¬
qumismo. La misma tuvo como consecuencia un aumento del ren¬
dimiento en la fabricación de productos, mientras decrecía el nú¬
mero de los obreros necesarios, con el consiguiente abaratamiento
del costo del factor mano de obra. Desaparecieron definitivamente
los artesanos medievales y sus tradicionales corporaciones. Los tra¬
vista, influida por el kmusismo alemán (Heinrich Ahrens [1808-1876]), más especí¬
ficamente por las vertientes belga y española de esa ideología (Guillaume Tiberghien
[1819-1901] y Francisco Giner de los Ríos [1839-1915] respectivamente, difundidas
en Montevideo, a partir de 1879, por el malogrado íntimo amigo de Batlle, el juris¬
consulto y filósofo Prudencio Vázquez y Vega (1853-1883).
189
• José Máximo Carafí •
bajadores quedaron a merced de los patronos y muchos cayeron
progresivamente en la pobreza y el desempleo, la enfermedad y la
ignorancia, frente al progresivo enriquecimiento de empresarios e
intermediarios. Esto fomentó el descontento y la formación de gru¬
pos que concebían o llevaban a la práctica reclamos más o menos
violentos.
A ello se agregó la política del liberalismo económico , que permi¬
tía la libre circulación de materias primas y productos, cuyos precios
oscilaban según la oferta y la demanda, manipulados por los más
poderosos, que fijaban arbitrariamente el número de asalariados y
el monto de sus retribuciones.
Se gestó una nueva interpretación de la historia, basada en el
impacto de los factores económicos. Se concretaron estas ideas en
declaraciones de principios y reclamos, se organizaron sindicatos,
crecieron los movimientos socialistas, comunistas y anarquistas de
carácter internacional, que procuraban concientizar a los explotados
e inducirlos a la revolución, orientada a lograr la utópica dictadura
del proletariado.
Esto determinó reacciones y recelos de la contraparte, que in¬
volucraron también a los integrantes de la burguesía, quienes vieron
amenazados sus intereses ante los anuncios de mayores impuestos,
reparto de la producción, abolición de la propiedad privada, des¬
aparición de las clases sociales, igualdad entre hombres y mujeres,
libertad sexual, etc. En otras palabras, esos grupos revolucionarios
procuraban terminar con todos los privilegios de los burgueses que
obstaculizaban su avance innovador. Uno de sus más notorios an¬
tagonistas era la religión -el opio de los pueblos- en particular el
Catolicismo, hasta entonces tan vinculado al poder político tradi-
cionalista. Por tal razón, aquellos movimientos patrocinaron prin¬
cipios ateos, anticlericales y negaron todo lo que, según sostenían,
suponía poner trabas, a través de prohibiciones y cadenas para es¬
clavizar a los proletarios. En 1864, Pió IX (1792-1878) dio a cono¬
cer la Encíclica Quanta Cura, que llevaba por apéndice el Syllabus.
Condenaba la libertad de culto, el liberalismo ideológico y político,
la cultura moderna, el positivismo, el utilitarismo, el laicismo, el
190
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
comunismo, así como los llamados estados aconfesionales. Se profun¬
dizaron de este modo las grietas que separaban los nuevos Estados
y la Iglesia en el proceso conocido como secularización (reducción
significativa de la influencia de la religión sobre la vida política y
social). Mención especial merece Francia, hija primogénita de la
Madre Iglesia. Ya iniciado el decaimiento de su fidelidad católica a
partir de la Revolución, el proceso se fue acelerando (con sucesivos
empujes intermedios) hasta el advenimiento de la Tercera República
en 1871 (en la Carafí vivió casi una década). Este régimen propició
las ideas liberales, contrarias a las monárquicas y católicas. En años
sucesivos, declaró la estatización de las posesiones del clero, la pro¬
hibición de la enseñanza religiosa, se legalizó el divorcio, etc.
Deben mencionarse, de paso, algunos hechos adicionales que
ayudan a comprender las razones que llevaron al laicado católico
(en Europa y notoriamente en Francia, Bélgica, Suiza y Alemania)
a asumir posiciones de militancia. El primero de los condicionantes
fue la disminución de las vocaciones sacerdotales y religiosas en una
Iglesia donde la clerecía ejercía todas las prerrogativas (oficiar el cul¬
to, predicar, confesar, interpretar las Sagradas Escrituras, conservar
la Tradición, elaborar la teología), mientras los laicos sólo desempe¬
ñaban tareas menores y subordinadas (mantener económicamente
al clero, ayudar a la pulcritud y conservación de los templos, actuar
como sacristanes o monaguillos). En segundo lugar, las autoridades
eclesiásticas, imbuidas por esa visión clerical, procuraron compen¬
sar el fenómeno antes mencionado con la aceptación del ingreso
de sacerdotes de escasa formación y pobre espiritualidad. En tercer
término, ello significó cierta reacción anticlerical dentro de la pro¬
pia Iglesia. Fue en este escenario que hicieron su aparición laicos
influyentes y de gran nivel intelectual, representantes de la alta bur¬
guesía y la nobleza. Su posición socio económica y el acceso que
tenían a los medios de comunicación, les permitió crear movimien¬
tos de resonancia pública. Se destacarron figuras como Charles de
Montalambert (1810-1970), René de laTour du Pin (1834-1924) y
Albert de Mun (1841-1914). El primero dio Ímpetu a la Asociación
de Sociedades de San Vicente de Paul, entre cuyos integrantes ha¬
bían muchos médicos, puesto que, además del estudio y cultivo
191
• José Máximo Carafí •
de la espiritualidad, se acercaron a los enfermos, los niños y los
pobres. De Mun fue el impulsor de los Círculos Católicos de Obreros.
También actuaron militantes burgueses, hijos de profesionales, de
notorio peso, como Antoine Bayle (1799-1858) y Frédéric-Antoine
Ozanam (1813-1853). Algunos preclaros sacerdotes como el Padre
Lacordaire (1802-1852) vieron, con años de anticipación, dónde
radicaba el problema y cuál era su solución; otros clérigos se plega¬
ron a esta postura de acompañamiento sacerdotal a los movimien¬
tos laicos.
Dichos católicos de élite, plantearon una interpretación diferen¬
te de los enfrentamientos sociales entre grupos humanos. Partieron
del principio evangélico que todos son hijos de Dios e integran¬
tes de la misma Iglesia. Esa redefinición de la cuestión social debía
fundarse, a su modo de ver, en la fraternidad evangélica y en las
enseñanzas cristianas sobre la convivencia pacífica, en un mundo
donde existían desigualdades naturales y donde cada cual ocupaba
el puesto deseado por Dios. De ahí que las relaciones entre clases
debían orientarse, no como una reivindicación de grupos, sino se¬
gún un encare sobrenatural y corredentor de la vida humana, que
daba un significado diferente al sufrimiento, el trabajo y la pobreza.
Los obreros debían ser mansos y obedientes; los patronos, cons¬
cientes de su privilegio, habían de contraer obligaciones y asumir el
compromiso de dar un trato considerado y respetuoso a sus subor¬
dinados. Estos grupos laicos promovieron la creación de Círculos de
Obreros, cuyo primer objetivo era acercar los obreros a Dios, acre¬
centando su fe y formación religiosa. En una instancia siguiente,
aspiraban a encauzar pacíficamente los conflictos, descartando la es¬
trategia materialista y utilitaria. Un paso ulterior consistía en elabo¬
rar una legislación social acorde a dichos objetivos y crear Uniones
o Seguros que contemplaran diversos aspectos de la vida individual
y colectiva del obrero (trabajo, esparcimiento, salud, enfermedad o
invalidez, jubilación, vivienda, ahorro, etc).
El 5 de mayo 1891, León XIII (1837-1903), el Papa de los tra¬
bajadores, emitió la encíclica Rerum novarum, en la que concretó
los principios de la nueva doctrina social de la Iglesia, recogiendo
en cierta medida las inquietudes antes esbozadas. Este documento
192
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
abrió otra postura en los católicos, que sólo tiene parangón con la
que sobrevino con posterioridad al Concilio Ecuménico Vaticano II
(1962-1965). Sin embargo, las luchas sindicales continuaron y se
generalizaron, al tiempo que aparecieron tendencias aún más radi¬
cales como el anarcosindicalismo (nacido en las décadas de 1880 y
1890).
La Iglesia uruguaya en la segunda mitad del siglo XIX
El Uruguay no fue una excepción a lo que acabamos de relatar.
En el último cuarto del siglo XIX, el creciente flujo migratorio ha¬
cia nuestras costas dio origen a una clase obrera más numerosa, en
la que pronto se sembraron las iniciativas de revuelta, más o menos
exageradas por los sentimientos xenófobos para con los gringos , a
quienes se atribuían no sólo estos movimientos sindicales sino tam¬
bién los delitos.
En nuestro país, en medio del clima hostil a la Iglesia, hubo
un grupo muy activo de laicos que se congregó en torno a figu¬
ras relevantes del clero nacional. Dos de éstas merecen destacarse,
Monseñor Jacinto Vera y Durán, primer Obispo de Montevideo
(1878) y Monseñor Mariano Soler, tercer Obispo (1891) y primer
Arzobispo de Montevideo (1897). Este último, con recia prepara¬
ción teológica, inteligencia luminosa, palabra convincente y fuerte
personalidad, tuvo desde joven decisión y voluntad de ganar terreno
en diversos ambientes laicos, aún a costa de discusiones y rechazos.
Carismático y respetado, tenía Soler buena relación con los jóvenes
y excelente vinculación con la Curia romana. Fue la suya figura de
primera línea en la organización y promoción de iniciativas impor¬
tantes en la historia de la Iglesia nacional.
El 24 de junio de 1875, bajo la égida de Monseñor Vera,
un grupo de jóvenes que frecuentaba el convento e iglesia de los
Capuchinos , fundó en Montevideo el Club Católico. Fue en gran
medida una respuesta frente a los movimientos positivistas del Club
Universitario (1868) -luego Ateneo del Uruguay y más tarde Ateneo
193
• José Máximo Carafí •
de Montevideo- que habían dado lugar a las Profesiones de fe racio¬
nalista (1872 y 1878) y a discusiones ideológicas en tomo a la anti¬
nomia positivismo-espiritualismo, que abarcaron, según Ardao, las
dos décadas comprendidas entre 1870 y 1890.
Gran importancia revistió la llegada de los hijos de San Juan
Bosco (1815-1888), que establecieron el Colegio Pío de Villa Colón en
1877, bajo la dirección del futuro Monseñor Luiggi Lasagna (1850-
1895), quien transmitió su espiritualidad y entusiasmo al grupo de
jóvenes que allí estudiaba, algunos de cuyos integrantes serían gesto¬
res de los movimientos de laicos católicos en el Uruguay a que hace¬
mos referencia en este capítulo.
En 1877, Soler organizó un Liceo de Estudios Universitarios que
fue la primera Universidad Católica del Uruguay. Siguiendo esta lí¬
nea de la libertad de enseñanza, en 1881 Francisco Bauzá fundó el
Instituto Pedagógico y respaldó esa postura con una prolongada e
incesante actividad parlamentaria, que se concretó en varias leyes.
Entre 1877 y 1897 existió en Montevideo una Sociedad de
Ciencias y Artes, surgida del Club Universitario a partir de un grupo
que se escindió del Ateneo. Contó con una revista, el Boletín de la
Sociedad de Ciencias y Artes. En una primera época actuaron más
que nada en su seno ingenieros positivistas y cristianos, que dieron
cursos de física y matemáticas. Más tarde incorporaron como pre¬
sidente a Mariano Soler, con lo que este bravo paladín del catolicis¬
mo ganó otra tribuna, cambiando, a partir de entonces, la temática
y el tono de las discusiones en el seno de dicha corporación.
En 1878, por Bula de León XIII, se dispuso que « la nueva
Diócesis de Montevideo no era sufragánea de nadie y que, por lo tanto,
su Prelado [Monseñor Jacinto Vera y Durán, hasta entonces Obispo
de Megara in partibus infidelium\ sería un Obispo que no dependería
de ningún otro sino directamente de la Santa Sede. ”
Ese mismo año, se fundó el diario católico El Bien bajo la direc¬
ción del jurisconsulto y escritor Juan Zorrilla de San Martín (1855-
1931).
194
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
El 6 de mayo de 1881 falleció Monseñor Vera, siendo sucedido
por Inocencio María de Yéregui (1833-1890), que a su vez lo sería
por Soler en 1891, promovido éste último, como ya fue dicho, en
1897 a la jerarquía de Arzobispo de Montevideo, que ejerció al
mismo tiempo las nuevas diócesis sufragáneas de Mercedes y Meló,
que permanecerían acéfalas durante veinte años.
En 1882, dos jóvenes universitarios, Luis P. Lenguas (1862-
1932) y Juan O’Neil, iniciaban consultas epistolares en Francia (di¬
rigiéndose al conde Albert de Mun) y en Barcelona (con Monseñor
José María Urquinaona, 1814-1883), que conducirían a la fun¬
dación, el 21 de junio de 1885, bajo la presidencia de Francisco
Bauzá, del Círculo Católico de Obreros. Si bien el nombre de Carafí
no aparece mencionado en relación con esa institución, plantea¬
mos la hipótesis que, recién llegado de París aquel año, pudo haber
orientado a los entusiastas promotores hacia las personas y orga¬
nizaciones confesionales que había frecuentado durante su perma¬
nencia europea, impulsándolos a su concreción.
Ese mismo año, arreció la lucha anticlerical desde el Ejecutivo
y el Parlamento, liderada por el impetuoso y prepotente Presidente
Santos.
En 1888, se fundaba Xa Academia Literaria del Uruguay, que
perduró hasta 1896. 202
Su intención no respondió] al nombre que lleva) ba], pues
[era] una Agrupación, más que una Academia, formada por la
intelectualidad católica nacional, destinada a defender sus fueros,
tanto en la opinión como en la docencia y en las leyes, para lo cual
public[ó\ una revista (Revista de la Academia Literaria Uruguaya,
Montevideo, 18901).
Fue fundada “para preservar la moral, la filosofía cristia¬
na y perfeccionar los conocimientos adquiridos en las aulas”.
Presidida inicialmente por el padre Cándido Darder, congregó a
toda la juventud católica de cierto relieve del momento, como Luis
Varela, Elbio Fernández (h), Gabriel Otero, Juan B. Schiaffno,
José Espalter, Alejandro Gallinal, etc. Fueron sus académicos
202 Mañé Garzón, F. Un siglo de darwinismo en el Uruguay, Montevideo, 1988: 157-
177.
195
• José Máximo Carafí •
honorarios: Inocencio M. de Yéregui, Mariano Soler, Francisco
Dura, Carlos A. Berro, Francisco Bauza, Joaquín Requena, José
M. Carafí, Lorenzo Pons, Hipólito Gallinal y Juan Zorrilla de
San Martín . 203
A la muerte de Yéregui, en 1890, pasó Soler a ocupar la presiden¬
cia de honor. Allí dictó varias conferencias en torno al tema Armonía
entre la fe y la ciencia. Según el ya citado comentarista, Soler, que diez
años antes había sido un implacable contrincante en las contiendas
mantenidas en el Club Católico , ahora se mostraba más tolerante y
“4io] amplia acogida a opiniones independientes que salvaguardaban]
los puntos esenciales de los dictados de la fe. Destac[ó\ la importancia de
las ciencias, cuyos adelantos [iban] unidos al destino del futuro del hom¬
bre [...] “Hay que hacer ciencia católica, ciencia universal” [dijo...]
Entr[o\ en la cuestión del evolucionismo, manifestando que no ha[ bía]
contradicción alguna entre la teoría teísta de la evolución y las Sagradas
Escrituras”. Planteamos si, entre los asesores en materia científica del
prelado, no estuvo Carafí quien, como todos aseveran, era individuo
estudioso, empapado desde joven en los temas filosóficos que tenían
que ver con la biología.
Primer Congreso Católico del Uruguay
Vinculado desde su regreso al Club Católico, Carafí llegó algu¬
nos años después a ser su Presidente y en condición de tal, Presidente
efectivo del Primer Congreso Católico del Uruguay, que tuvo lugar en
1889.
Esta reunión fue consecuencia de una iniciativa de Mariano
Soler, que éste había dado a conocer en el seno del Club Católico.
Tuvo lugar en la sede de dicha corporación entre el 28 y 30 de
abril de 1889, en la última etapa del militarismo, ya bajo el man¬
dato del General Máximo Tajes. Fueron numerosos los partici¬
pantes, muchos procedentes del interior del país país. Ejerció la
203 Cita tomada por Mañé Garzón de: Salaberry, J. F. Los jesuítas en el Uruguay, Monte¬
video, 1940: 41-42.
196
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Presidencia de honor el Obispo Yéregui; la Presidencia efectiva, Carafí
y la Vicepresidencia de honor, Joaquín Requena (1808-1901). Fue
Primer Vicepresidente el Dr. Hipólito Gallinal de Arce (1835-1895),
Segundo Vicepresidente, el Dr. Francisco Durá; Tercer Vicepresidente,
el Sr. Jacinto Casaravilla Vidal (1857-1944). El grupo de Vocales
estuvo integrado por los doctores Mariano Soler, Juan Zorrilla de
San Martín, Carlos A. Berro y los Sres. Jacinto Casaravilla, Hipólito
Gallinal (hijo), Antonio J. Rius, Francisco Bauzá y Francisco García
y Santos. Actuaron como Secretarios, el Dr. Miguel A. Tomé y los Sres.
Luis Varela, José J. Schiaffino y José P. Espalter; como Prosecretarios
los Sres. Damián Vivas Cerantes, Eugenio Pérez y Carlos D. Durán
y en calidad de Inspectores, los Sres. Héctor Pareja, Juan M. O’Neill
y Enrique Guillemete. 204 .
Monseñor Mariano Soler
Se formaron seis Comisiones Especiales con la finalidad de repar¬
tir la actividad según las áreas temáticas que importaba promover.
Cada una de ellas estudiaba y proponía un texto, que luego de dis-
204 Congreso Católico Uruguayo, celebrado en Montevideo en los días 28, 29y 30 de abril de
1889, Montevideo, Imp. El Telégrafo Marítimo, 1889.
197
• José Máximo Carafí •
cutido y eventualmente modificado, era votado en el plenario. Las
mismas fueron las siguientes:
COMISIÓN DE LA UNION CATÓLICA: Francisco Bauzá
(Presidente), Mariano Soler, Jacinto Casaravilla, Antonio González
Roca, José M. Clara.
COMISIÓN DE LA PRENSA: Dr. Carlos A. Berro (Presidente), Dr.
Francisco Durá, Dr. Hipólito Gallinal (hijo), Saturnino Echevarría
y Miguel Ugaríc.
COMISIÓN DE ENSEÑANZA: Dr. Mariano Soler (Presidente),
Dr. Antonio J. Rius, Luis Varela, Dr. F. Carié y Calzada, Pedro
Lezama.
COMISIÓN DE LOS CÍRCULOS DE OBREROS CATÓLICOS:
Dr. Pedro Blanes (Presidente), Dr. Lorenzo Pons, F. Bauzá, Dr. Javier
Gurruchaga, F. García.
COMISIÓN EJECUTIVA: Dr. Mariano Soler, Dr. Hipólito Gallinal
(hijo), Dr. Antonio J. Rius.
COMISIÓN DE INVITACIÓN: Dr. Antonio J. Rius, Eugenio
O’Neill, Pantaleón Pérez Gorgoroso.
Señala la crónica:
En el momento de la inauguración, formaban parte de
la mesa los Sres.: Dr. Don José M. Carafí, Presidente del Club
Católico de Montevideo, Dr. Don Joaquín Requena, Presidente
de la Comisión Organizadora del Congreso y los Sres. Vocales de
la misma, doctor don Mariano Soler, doctor don Juan Zorrilla de
San Martín, doctor don Jacinto Casaravilla, don Francisco Bauzá
y don Francisco García y Santos. Actuaron como secretarios, el Dr.
don Miguel A. Tomé y el bachiller don José J. Schiaffno.
El primero en hacer uso de la palabra en el acto de apertura fue
Monseñor de Yéregui. Inmediatamente después,
Los congresales y la concurrencia se pusieron de pie y salu¬
daron con estruendosos aplausos la palabra del Prelado. El Dr.
Zorrilla de San Martín propuso y fue aclamado, el siguiente tele¬
grama á S. S. León XIII:
Al Exmo. Cardenal Rampolla.
Roma.
198
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Primer Congreso Católico Uruguayo, presidido por el Ilust. Sr.
Obispo protesta por la libertad e independencia del Sumo Pontífice
e implora humildemente la bendición apostólica. El Presidente.
Reproducimos en los Anexos Documentales 205 el discurso de
Carafí. El mismo está concebido dentro de moldes muy formales,
con expresas menciones religiosas, tan poco frecuentes en los actos
públicos en boca de profesionales y menos aún de médicos. “El
respeto humano es hoy, como en épocas anteriores -dijo- un gran obstá¬
culo para la propagación del catolisimo” , siendo muchas “ las personas
que podrían dar ejemplo de edificación y de piedad’ , pero tienen el
“pusilánime temor de parecer buenas y clementes”. Por eso alaba a los
presentes que no hacen “ caso del escudo de debilidad y manifiestan
públicamente sus creencias”, en una época en que “espíritus ilusiona¬
dos llegaron a sostener que la fe menguaba” , afirmando que “se había
refugiado en el corazón de algunas señoras. ” Hace alusión a las “ difi¬
cultades suscitadas por las potestades adversas”, que habían atacado al
catolicismo del Uruguay en el curso de su historia reciente, si bien
ahora corrían “tiempos más apacibles para el catolicismo.” Refiere los
hitos mundiales y las importantes figuras de religiosos y laicos que
han jugado papeles decisivos en esta lucha por los “derechos incon¬
cusos e inalienables de la Iglesia Católica. ” Menciona en especial los
provenientes del mundo europeo y francófono, en el que Carafí se
había nutrido directamente.
Pasadas están las épocas, afirma, en las que “todo el trabajo pesa¬
ba sobre el clero secular y regular y los laicos se limitaban a sostener la fe
en las guerras religiosas.” Son llegados los tiempos en que “empezaron
los seglares a contribuir con su ilustración y saber a sostener las buenas
doctrinas” y pone el ejemplo de Montalambert, de Mun, Ozanam
y otros.
Nuestro biografiado era representativo, no sólo por su posición
social sino también por sus antecedentes universitarios, su actua¬
ción en la enseñanza oficial y la salud pública y por su prestigio pro¬
fesional. Es probable que hubiera figuras más notorias que Carafí,
pero le tocó esa actuación protagónica porque el acontecimiento
205 Ver Anexo Documental N° 19.
199
• José Máximo Carafí •
tuvo lugar mientras presidía el Club Católico. Es muy factible que,
no obstante la influencia decisiva de Soler, las ideas y la militancia
de Carafí fueran categóricas a la hora de trazar el programa del
Congreso y para convocar participantes.
Con un discurso de Bauzá se dio por fundada la Unión Católica
(de la que Carafí era miembro en el momento de su muerte) y que
tendría especial significado, porque a partir de su división en tres
Uniones-, la Social, la Económica y la Cívica, que tuvo lugar en el
Cuarto Congreso Católico de 1911, surgió de ésta última un partido
político (la Unión Cívica), en el que canalizaron su quehacer con¬
notadas figuras del catolicismo, al punto de ocupar escaños parla¬
mentarios durante décadas, si bien la autoridad eclesiástica dejó a
su feligresía en libertad de acción en la materia.
Los grandes temas abordados en el Congreso y las medidas adop¬
tadas fueron, en síntesis, los que se consideran seguidamente:
Con respecto a la prensa, fundamental para marcar presencia en
la sociedad, donde, salvo El Bien, Los Debates, La semana religiosa y
Montevideo católico, los restantes medios representaban a distintas
corporaciones políticas e ideológicas, todos ellos sin compromiso
confesional.
PROYECTO DE RESOLUCIÓN
El Congreso Católico resuelve:
1. ° Constituir, dentro de la Unión Católica, una Comisión
especial con el carácter de protectora de la prensa, cuyo fin será
contribuir a la fundación de nuevos diarios y al sostenimiento de
los ya existentes en la República.
2. 0 Exhortar a los clubes católicos de los departamentos y a
todas las asociaciones de carácter religioso de la República, a que
contribuyan a la obra que tendrá a su cargo la Comisión de pro¬
tectorado de la prensa Católica.
3.° Recordar a los Católicos que, de acuerdo con lo que es¬
tablecen los preceptos de la Iglesia y lo que exige el progreso de la
causa católica, están no sólo en el deber de abstenerse de la lectura
200
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
de libros y periódicos en que se atacan las doctrinas o los intereses
religiosos, sino también, en el de no contribuir en manera alguna,
sea pecuniariamente, sea con su concurso moral o intelectual a la
propagación y sostenimiento de esos libros y periódicos.
Carlos A. Berro (Presidente), Francisco Dura, Hipólito
Gallinal (hijo), Saturnino Echevarría, Miguel Ugarte, José P.
Espalter, secretario.
También fue puesto a consideración y aprobado el siguiente
proyecto sobre los Círculos Católicos de Obreros, que en los años
siguientes conocerían singular despliegue (como trasunta la enume¬
ración de las diversas ciudades del interior donde ya habían surgido
subsidiarios del de Montevideo). También los Círculos motivaron
varias reuniones independientes, los Congresos respectivos, bajo la
égida de la idea del fraterno y mutuo socorro entre los cristianos,
ocasiones en las que Luis P. Lenguas tuvo singular prevalencia.
Comisión de los CÍRCULOS CATÓLICOS DE OBREROS.
PROYECTO DE RESOLUCIÓN
I o Que es posible y aun fácil proteger al obrero católico, ofre¬
ciéndole un centro de mutuo socorro, o bien de instrucción y recreo,
evitando así que el necesario descanso del día festivo sea para él un
peligro.
2. ° Que el orden cristiano y la sumisión tranquila del jorna¬
lero afianzan y acrecientan el bienestar general.
3. ° Que los Círculos Católicos de obreros fundados con an¬
terioridad en Montevideo, Salto, Paysandú, Fray Rentos, Pando,
Santa Lucia, Piedras y Colón, son testimonio fehaciente de la ac¬
ción pacífica y moralizadora de estas asociaciones.
4. ° Que los poderosos tienen el deber moral y la conveniencia
material de ayudar a sus correligionarios menos favorecidos de la
fortuna, quienes por efecto de su mayor dedicación al trabajo ma¬
nual desatienden el cultivo de su espíritu, hallándose expuestos al
mal ejemplo y al contagio del error.
201
• José Máximo Carafí •
LA ASAMBLEA ACUERDA:
1. ° Recomendar especialmente al Círculo Central de Obreros
Católicos instalado en Montevideo, el estudio de las necesidades
generales de las asociaciones católicas de obreros existentes en la
República.
2. ° Poner al cuidado del mismo Círculo el nombramiento de
una comisión de su seno, compuesta de nueve miembros, con el fin
de activar la fundación de asociaciones de obreros en cada uno de
los pueblos de la República donde no los hubiere.
3. ° Esta Comisión procederá a su vez, al nombramiento de
sub-comisiones locales, las que emprenderán en los pueblos respecti¬
vos, de acuerdo con el señor Cura Párroco, los trabajos conducentes
a la instalación y reglamentación definitiva de dichos centros, en
armonía con las necesidades de cada localidad.
4. ° La Comisión Central procurará persuadir a los empresa¬
rios de talleres, fábricas y saladeros la alta conveniencia que existe
para ellos mismos y para sus dependientes, en coadyuvar a la pron¬
ta instalación de las mencionadas asociaciones.
Montevideo, Abril 19 de 1889.
Gurruchaga — Blanes — Gaveta — Bauzá — D. Vivas
Cerantes, Secretario
El otro gran asunto que preocupó sobremanera entonces a la
grey católica fue el de la enseñanza libre , reflejado en la inauguración
del Liceo de Estudios Universitarios y más tarde de numerosas escue¬
las en todo el país, relacionadas a diversas congregaciones religiosas.
Sin duda, pese al avance progresivo de la Enseñanza Primaria públi¬
ca y laica a partir de José Pedro Varela (de 1877 en adelante) y al casi
total monopolio de la Secundaria y Superior a influjo de Alfredo
Vásquez Acevedo (desde 1880 en más), los católicos mantuvieron
un lugar importante como portaestandartes del derecho a la educa¬
ción religiosa y moral de los hijos de las familias pertenecientes a su
confesión, que eran la mayoría. Esto se ve reflejado en las sucesivas
publicaciones estadísticas de Bauzá desde el Instituto Pedagógico, en
las que demuestra el incremento del número de escuelas católicas
202
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
en todo el país y de los niños inscriptos en ellas, frente a la progre¬
siva disminución de los alumnos en las escuelas estatales.
Comisión de ENSEÑANZA.
PROYECTO DE RESOLUCIÓN:
Considerando que la cuestión de la enseñanza es una de las
más trascendentales, por cuanto todo el porvenir de un pueblo está
en la educación de la juventud.
Considerando que sólo basándose en la enseñanza religiosa
la educación llegará a ser la gran palanca regeneradora y la obra
magna de civilización,
El Congreso Católico sanciona la siguiente resolución:
l. ° Que los esfuerzos de los católicos en pro de la regeneración
social deben incluir entre sus fines principales la creación y soste¬
nimiento de escuelas católicas, a fin de que en cada parroquia se
funde una o más, según las necesidades de la población; para cuya
obra se reclama de una manera especial el auxilio y protección de
los Comités y Juntas de la Unión Católica.
2. 0 Que existiendo en Montevideo el Instituto Pedagógico pa¬
ra la dirección de las escuelas católicas, se aconseja que las comi¬
siones parroquiales se valgan de sus servicios y experiencias para la
fundación de dichas escuelas; y
3. ° Que en cumplimiento del deber que tienen los padres
de dar a sus hijos instrucción religiosa, se les recomienda los en¬
víen a las parroquias respectivas á la explicación de la Doctrina
Cristiana,
M. Soler (Presidente)—Pedro Lezama—Antonio J. Rius —
Francisco Bauzá—Eugenio Pérez Gorgoroso, Secretario.
Se procede seguidamente a la designación de los integrantes del
Directorio de la Unión Católica:
El señor Francisco García y Santos, de acuerdo con el arti¬
culo 3. 0 del Reglamento del Congreso y a nombre del doctor don
Hipólito Gallinal (hijo), miembro de la Comisión Organizadora,
203
• José Máximo Carafí •
presentó la siguiente lista para constituir el Directorio de la Unión
Católica:
Sr. Dr. Joaquín Requena.
« « Mariano Soler.
« Francisco Bauza.
« « Juan Zorrilla de San Martín.
« « Carlos A. Berro.
El Presidente efectivo , José Máximo Carafí, clausuró el acto con
breves palabras.
En la sesión solemne de clausura, presidida por Monseñor
Yéregui, el día 30 de abril, el prelado dio lectura al telegrama de
León XIII, que los congresales aclamaron y que decía así:
Al limo, señor Obispo del Uruguay.
Roma, 29 de Abril de 1889.
El Padre Santo, complacido, pide favor celestial sobre Congreso
Católico y lo bendice. Cardenal Rampolla.
Segundo Congreso Católico del Uruguay
En los primeros días de enero de 1893 se reunió el Segundo
Congreso Católico Uruguayo , donde continuaron tratándose los im¬
portantes problemas que tenían que ver con el laicado uruguayo,
ya bajo el obispado de Soler y del que también participó Carafí.
Quizás sea ésta la única de las reuniones que estamos estudiando
que tuvo lugar en un clima de relativa tranquilidad y equilibrio
con el poder político durante la administración de Herrera y Obes.
Contó con la ya decidida participación de Bauzá, que se había de¬
finido como uno de los más fervientes e inteligentes partidarios de
la causa católica, luego de Juan Zorrilla de San Martín, en su carác¬
ter de intelectual no universitario y político de fuste, con todas las
energías -y aún las gracias espirituales- propias del converso.
204
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Minibiografía de Francisco Bauzá
Pese a haber nacido y ser formado en un hogar católico, se ha¬
bía alejado de la práctica. Primero militó en el Club Racionalista
hasta que la Profesión de Fe lo separó de él y lo aproximó más al
esplritualismo deísta. No obstante haberse iniciado con antelación
a esta fecha, su nueva conversión al catolicismo ocurrió en opor¬
tunidad de una cena ofrecida en el Club Católico en 1882 a los
periodistas argentinos que habían participado en su país de los mo¬
vimientos en pro de la libertad de enseñanza, ocasión en la que hizo
uso de la palabra. A partir de entonces, con la emoción y la fuerza
del converso, participó de todos los movimientos, en especial en su
calidad de parlamentario. Su extracción era colorada y en esas filas
siguió participando, si bien se alejó de Santos, habida cuenta del
furioso anticlericalismo del militar, que fue no obstante su amigo.
Debemos a Juan E. Pivel Devoto (1910-1997) varios estudios dedi¬
cados a la vida y obra de Bauzá, 206 cuya lectura es esclarecedora de
esta tan fascinante figura. De ellos surge además el concepto gené¬
rico que no hubo asimilación entre tendencias políticas y confesio¬
nes religiosas. Otros colorados, como de Salterain, también fueron
católicos. Mientras tanto, muchos blancos, como el propio Luis
A. de Herrera (1873-1959, de formación anglicana), no comulga¬
ban con dicha confesión. Algunos, como Luis P. Lenguas (1862-
1932), abandonaron el Partido Nacional para plegarse a la Unión
Cívica. Roberto Berro (1886-1956) -católico toda su vida- actuó
junto a Herrera. Juan B. Morelli (1868-1947) -un converso tardío-
perteneció también a esta última tendencia política. Otros, como
Zorrilla de San Martín se manifestaron siempre en forma explícita
al margen de las distintas posiciones políticas tradicionales. Creada
la Unión Cívica y planteada como una opción política, la autoridad
eclesiástica se encargó de dejar claro que ningún católico debía sen¬
tirse obligado para con ella, puesto que la actuación en el marco de
206 Pivel Devoto, J. E. Esmdio Preliminar. En: Francisco Bauzá: Historia de la dominación
española en el Uruguay , Montevideo, Ministerio de Instrucción Pública, Colecc Clás
Urug, N° 97, 1967; Ibídem. Prólogo. En: Francisco Bauzá: Estudios Sociales y Econó¬
micos. Montevideo, Ministerio de Educación y Cultura, Biblioteca Artigas, 1972.
205
• José Máximo Carafí •
la sociedad laica debía buscarla cada cual según su conciencia, siem¬
pre que esto no fuese en contra de los principios del catolicismo.
Esta fue la lúcida posición asumida por Monseñor Juan Francisco
Aragone (1883-1953), segundo Arzobispo de Montevideo.
Francisco Bauzá
Juan Zorrilla de San Martín
Asociación católica LeónXIII
En 1893, Carafí aparece formando parte de la Asociación
Católica León XIII, fundada ese año con la finalidad de apoyar los
movimientos sociales acaudillados por los integrantes de los Círculos
Católicos, dentro de los cuales se habían producido algunas fractu¬
ras, quizás por la posición excesivamente paternalista (podría decir¬
se hoy conservadora) de sus primeros integrantes, frente al encare de
Soler, que planteaba ir a las causas de fondo, las que tan lúcidamen¬
te expuso en sus Cartas Pastorales. Lo propio ocurrió más adelante
en El Bien, cuando Zorrilla se alejó de la dirección por haber mani¬
festado públicamente en ese medio de prensa su afinidad con ciertas
políticas impositivas propugnadas por Batlle y Ordóñez, las que no
eran compartidas por sus colegas y correligionarios.
206
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Solicitud formulada por laicos uruguayos a León
XIII PARA LA DESIGNACIÓN DE SOLER COMO ARZOBISPO DE
Montevideo
La otra oportunidad, en 1893, que Carafí encabezó un grupo
importante de laicos católicos uruguayos fue cuando estos dirigie¬
ron una nota al Secretario de Estado de León XIII con la finalidad
que intercediera ante el Pontífice para elevar a Monseñor Mariano
Soler a la jerarquía de Arzobispo de Montevideo. Debemos tener
presente la fluida relación que había tenido este último, invetera¬
do viajero, con León XIII y la expresa negativa del Santo Padre
-en ocasión de la muerte de Monseñor de Yéregui en 1890- a la
solicitud que Soler le formulara en el sentido de retirarse a la vida
contemplativa.
Refiere la fuente bibliográfica -rescatada y publicada por
Pedro Gaudiano y que reproducimos íntegramente en los Anexos
Documentales- 207 que a posteriori de que Monseñor Irazusta digi¬
riera una nota al cardenal Rampolla con fecha 5 de diciembre de
1893, adjuntando la de la Unión Católica del Uruguay y una copia
de la nota redactada por el Ministro de Relaciones Exteriores de
nuestro país, Dr. Manuel Herrero y Espinosa, el segundo de los
prelados respondió, el 14 de diciembre, en estos términos:
[...] Su Santidad, mientras se complacía en reconocer y apre¬
ciar los distinguidos méritos del celoso Monseñor Soler, como asi¬
mismo la noble prueba de devoción y adhesión a la Iglesia y a
la local autoridad eclesiástica de la susodicha Unión Católica, se
mostraba por otra parte dolido por no poder acceder al deseo de los
recurrentes, no estando tal concesión en la pragmática de la Santa
Sede, la cual está acostumbrada únicamente a conservar el título
de Arzobispal a aquellos Prelados que de una Sede Metropolitana
sean transferidos a otra Sede puramente Episcopal.
Sin embargo, en vista de la importancia de la Sede en la
Capital de la República Uruguaya, el S. Padre de buen grado esta¬
ría dispuesto a elevarla a Metropolitana, siempre que el Gobierno
haga los trámites necesarios para la erección de al menos una
Diócesis Sufragánea a la misma.
207 Anexo Documental N° 20.
207
• José Máximo Carafí •
Cabe agregar que un telegrama, fechado en Roma el 16 de
diciembre de 1893, anunciaba que León XIII, en el consistorio
de Navidad de ese mismo año, crearía dos nuevos obispados en
Uruguay y elevaría el obispado de Montevideo a Arzobispado, de¬
signando a Monseñor Soler para regirlo. Aunque esta noticia no era
veraz, se difundió como cierta a través de la prensa montevideana y
también argentina.
Recién el 14 de abril de 1897, León XIII firmaría las bu¬
las correspondientes a la erección y circunscripción de la nueva
provincia eclesiástica del Uruguay, elevando a metropolitana la
sede de Montevideo, y creando las dos nuevas sedes episcopales de
Salto y de Meló. Cinco días después, el 19 de abril, un lunes de
Pascua, Mons. Mariano Soler era preconizado en Roma como pri¬
mer Arzobispo de Montevideo. Y el 5 de octubre de aquel mismo
año. Soler firmaría el llamado Auto Ejecutorial, por el cual daba
a conocer la bula leonina y tomaba posesión del gobierno de las
tres diócesis.™
Carafí no tendría ocasión de ver esta nueva etapa de la Iglesia
uruguaya.
Luego de la muerte de Soler, ocurrida en 1908, transcurrió un
largo período durante el cual la Arquidiócesis permaneció acéfala,
hasta la separación de la Iglesia y el Estado en 1919, momento en
que se designó a Monseñor Francisco Aragone.
Los Decanos católicos de la Facultad de Medicina de
Montevideo
Para finalizar este capítulo consagrado a la actuación pública de
los laicos católicos, deseamos mencionar a los cuatro médicos deci¬
didamente católicos que desempeñaron el Decanato de la Facultad
de Medicina. Fueron ellos, además de Carafí: Pablo Scremini (1874-
1950), entre 1936 y 1939, Julio C. García Otero (1895-1966), de
1939 a 1946 y entre 1955 y 1958 y Eduardo Touyá (n. 1937), entre
1992 y 1998.
208 Gaudiano, P. El primer antecedente de la creación del arzobispado de Montevideo en
el Archivo Vaticano. Soleriana [Montevideo], 1998; 9: 87-94.
208
Capítulo XVIII
COFUNDADOR Y PRIMER
Presidente de la Sociedad de
Medicina de Montevideo
Importancia de la Sociedad en la la creación de una
Medicina nacional
D urante más de treinta años tuvo esta Sociedad singular
importancia para la Medicina uruguaya. Fue el ámbi¬
to de discusión donde se intercambiaron experiencias,
opiniones e iniciativas, sin visos de parcialidad ideo¬
lógica, tanto acerca de casos clínicos puntuales como sobre temas
de ciencias básicas y sobre otros que preocupaban a los médicos en
cuanto responsables de la salud colectiva.
Esta corporación ofreció un complemento necesario a la
Facultad de Medicina, puesto que se convirtió en un espacio de in¬
terrelación de sus catedráticos, transformando un grupo disperso de
profesores en una colectividad orgánica de investigadores, más que
nada clínicos, de la que no estaba ausente la competencia, si bien
su principal propósito era la creación, a veces en mínima medida,
de nuevos conocimientos o enfoques diferentes y hasta originales
209
• José Máximo Carafí •
frente a viejas posturas. Podemos aseverar sin temor a equivocarnos
que de esta vinculación entre la Facultad y la Sociedad surgió una
Medicina nacional con perfiles propios, que se difundió como tal,
tanto en América como en Europa, perdiendo todo viso de colonia¬
lismo científico. Esta Sociedad fue el núcleo de cristalización que la
naciente escuela médica uruguaya necesitaba para adquirir carta de
ciudadanía -como un adulto joven cuando se vuelve capaz de rele¬
var a un veterano- sosteniendo enhiesta la llama de su tradición.
No en vano formaban parte de ella todos los profesores de la
Facultad, con mayor o menor protagonismo y con encares diferen¬
tes según su condición de clínicos o básicos, pero también otros que
no pertenecían a dicho ámbito. No es poca cosa la mención de que
los estudiantes de Medicina y Farmacia asistían a las reuniones en
calidad de oyentes.
En este ámbito pronto se delinearían poco a poco las especia¬
lidades. En efecto, además de la medicina, la cirugía y la obste¬
tricia, comenzaron a presentarse contribuciones concernientes a la
oftalmología, la otorrinolaringología, la urología, la neurología, la
ginecología, etc. Entre sus integrantes se fueron conformando es¬
cuelas que persistieron a lo largo de los años y, más tarde, Sociedades
especializadas, primero Seccionales de los Congresos e independien¬
tes de la Sociedad madre después. Quizás esto fue lo que motivó a
Turenne, en un esfuerzo por mantener la cohesión, a convertirla en
una Federación de Sociedades de Medicina, Cirugía y Especialidades.
Fundación de la Sociedad de Medicina y su vinculación
CON LOS FARMACÉUTICOS
En 1893 tuvo lugar la fundación de la Sociedad de Medicina,
gracias a la inquietud de los jóvenes doctores Joaquín de Salterain
y José Scoseria. 209 A diferencia de la Sociedad de Medicina monte-
videana (que funcionó entre 1852 y 1856), de la que la presente
puede considerarse heredera, así como de las fugaces agrupaciones
209 La Sociedad de Medicina. Centr Farm Urug, 1893; 1 (4): 40-41
210
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
científico médicas que lideró Cari Brendel en 1879 y 1885, 210 des¬
aparecidas a consecuencia de disputas entre sus integrantes, la que
estamos considerando fue la primera en perdurar varios decenios
(exactamente 39 años) 211 y contar, a partir de 1898, con su propio
órgano de publicaciones, la Revista Médica del Uruguay.
Con referencia a este acontecimiento, dice la revista Centro
Farmacéutico Uruguayo-.
El progreso de los centros y agrupaciones que persiguen un fin
práctico, debe manifestarse por iniciativas que despierten movi¬
miento en las esferas de su actividad, porque en las colectividades,
como en los individuos, el silencio y el aislamiento no son nunca
signos de vida exuberante.
Las profesiones Médica y Farmacéutica de nuestro país, han
llegado, por una serie de mejoras graduadas y progresivas, a un
nivel científico elevado que exige de ellas manifestaciones intelec¬
tuales que demuestren su adelanto y su valer. Ocupadas hasta el
presente de la vida material y de los intereses profesionales, sus actos
como colectividad han tendido únicamente a la unión entre sus
miembros y al mejoramiento de las condiciones del medio en que se
agitan, sin propender ostensiblemente al cultivo de las ciencias mé¬
dicas ni al acumulo de caudal científico por quienes las ejercen.
Detacamos el párrafo que sigue:
Y así, por falta de estímulo, por falta de ambiente adecua¬
do, yacían muchos de estos en el marasmo, reducidos a la práctica
diaria y al estudio diario, y los más activos perdían observacio¬
nes y despreciaban o descuidaban hechos de valor científico dignos
de enriquecer la literatura médica, dando brillo a la colectividad
Médica Nacional.
Finalizando la nota afirma:
Comprendiéndolo así el doctor Salterain y deseoso de llenar
vacío tan notable, dirigióse a los Catedráticos de la Facultad de
Medicina y propúsoles la creación de un Centro exclusivamente
científico, destinado a la exposición y discusión de cuantos asun¬
tos tengan relación con las Ciencias Médicas. Aceptada la idea
210 La Universidad, 1885; 1 (11-17): 212, 227 y 277-78.
211 Fue seguida en 1932 por la Federación de Sociedades Médicos Quirúrgicas del Uruguay,
fundada por Augusto Turenne, cuyo órgano oficial fueron los Archivos Uruguayos de
Medicina, Cirugía y Especialidades.
211
• José Máximo Carafí •
con entusiasmo y adoptadas brevemente las bases fundamentales,
quedó fundada la Sociedad de Medicina de Montevideo, formán¬
dola desde el momento los Catedráticos de Medicina y Farmacia
de nuestra Facultad y pudiendo en adelante pertenecer a ella cuan¬
tos Médicos o Farmacéuticos lo soliciten, cumpliendo previamente
lo que prescribe el Reglamento, que está redactándose, respecto al
ingreso de nuevos miembros; y procediéndose de inmediato a la
elección de la Junta Directiva.
A modo de corrección de una errata, más adelante agrega la
misma fuente de información:
En nuestro artículo del número anterior, referente a la funda¬
ción de la Sociedad de Medicina, incurrimos en un error involun¬
tario que, en honor de la verdad, tenemos el deber de salvar.
Hacíamos aparecer como iniciador de la idea al doctor
Salterain y a él exclusivamente, según se desprendía de nuestras
palabras, se debía la fundación de la Sociedad.
Sin quitar gloria al doctor Salterain ni disminuir el valor de
sus afanes y activos trabajos para ver establecida la Sociedad de
Medicina, debemos hacer constar que la idea inicial de su fun¬
dación partió del doctor Scoseria, el cual la expuso ante todos los
Profesores de la Facultad en el banquete que, para celebrar el ani¬
versario de su creación, tuvo lugar el 16 de Diciembre próximo
pasado. Y, preocupado de ello desde entonces, el doctor Scoseria
cambió opiniones con el doctor Salterain y unió a los de éste sus
deseos, haciendo ambos juntos los trabajos preliminares que pronto
[se] vieron coronados del más completo éxito. 212
Joaquín de Salterain y José Scoseria
212 Centr Farm Urug, 1893, 1 (5): 68.
212
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Integración de la primera Comisión Directiva e
INICIALES SESIONES CIENTÍFICAS
La primera reunión científica de la Sociedad de Medicina tuvo
lugar el 14 de setiembre de 1893, bajo la presidencia de Antonio
Serratosa y la secretaría de Américo Ricaldoni, que también ocupa¬
ron esas jerarquías en las dos siguientes, el 21 y el 28 de ese mismo
mes y año. En esta última ocasión “se declaró instalada la Sociedad y se
discutieron algunas de las bases principales El 3 de octubre “se eligió
la primera Junta Directiva, que quedó constituida en la forma siguien¬
te: Presidente, doctor Carafí; Vicepresidente, doctor Serratosa; Tesorero,
doctor [José] Samarán; Bibliotecario, doctor Salterain; y Secretario el
doctor Ricaldoni”. En la sesión del 11 de octubre, el ya Presidente
Carafí “pronuncia unas palabras explicando los fines y objetivos de la
Sociedad de Medicina” y a partir de ese momento, se inicia la serie
de presentaciones propiamente científicas por parte de los distintos
miembros. Estos eran veinticuatro al constituirse la corporación y
veintidós al fin del primer año. El 10 de mayo de 1894, “el doctor
Ricaldoni presenta renuncia del cargo de Secretario, que por su carácter
indeclinable es aceptada. Se propone al doctor Lamas, que no acepta.
Se nombra por unanimidad al doctor [Jacinto] De León. ” Ignoramos
las razones que motivaron el alejamiento de uno de los promotores
de la iniciativa, quien, sin embargo, continuó actuando. 213
Como homenaje, que quizás haya sido el único que se le tri¬
butó en vida, José Máximo Carafí, según acaba de verse, fue nom¬
brado Presidente, en tanto el viejo médico español, profesor de la
Facultad de Medicina desde la época de su instalación, don Antonio
Serratosa, lo fue en carácter de Vicepresidente. La explicación de es¬
tas designaciones pudo haber sido que los noveles médicos desearan
recurrir a dos profesionales de prestigio: uno joven, aureolado por
una brillante formación europea; el otro viejo, de reconocida au¬
toridad moral, a modo de respaldo para llevar adelante una inicia¬
tiva que congregaba a médicos de diferentes edades, formaciones,
tendencias y aspiraciones, quienes en oportunidades previas habían
213 CentrFarm Urng , 1893,1 (4): 41.
213
• José Máximo Carafí •
probado ser irreconciliables. Las reuniones contaron con la asisten¬
cia de “ numeroso público de estudiantes, Médicos y Farmacéuticos”.
Antonio Serratosa
En el seno de la Sociedad de Medicina se dio una proficua inte¬
racción entre los médicos y los químicos farmacéuticos, quienes ha¬
bían formado primero su propia corporación y acogido a aquellos
en sus publicaciones, como demuestra el hecho que las primeras
actas de la Sociedad de Medicina nos han llegado a través de la revis¬
ta Centro Farmacéutico Uruguayo. Uno de los pertenecientes a este
gremio había sido el Maestro e iniciador de los galenos nacionales
en materia de historia natural, uso del microscopio y procedimien¬
tos bacteriológicos, por no decir en la metodología científica expe¬
rimental: el español José Arechavaleta.
Para el ingreso de nuevos socios, era preciso que dos titulares
informaran acerca de un trabajo elaborado por el aspirante, que en
caso de ser aceptado, era leído. 214
214 Así ocurrió el I o de octubre de 1894 cuando “se da lectura al trabajo de ingreso a la
Sociedad, presentado por el doctor Quíntela, así como del informe suscrito por los doctores
Figariy Pouey, siendo entrambos aprobados”.
214
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Contra el ejercicio ilegal de la Medicina
Todos se oponían al charlatanismo y la improvisación, como se
evidencia en la reunión del 16 de julio de 1894, ocasión en que “por
moción del doctor Salterain se trata del asunto de Monseñor Estrázulas,
resolviéndose dirigir una petición al Poder Ejecutivo, firmada por los
miembros de la Sociedad, solicitando se vete la Ley que confiere al men¬
cionado derechos para ejercer la medicina. ” Igualmente, cuando se¬
ñala que “han pasado ya cuatro meses desde que, por intermedio del
Centro Farmacéutico, nuestros colegas de Paysandú elevaron al Consejo
de Eligiene Pública una denuncia sobre ejercicio ilegal de la Farmacia
en aquel departamento, citando casos concretos de faltas a la ley de abu¬
sos graves. Posteriormente a esta denuncia y como para confirmarla ple¬
namente, se produjo en aquella ciudad la muerte por envenenamiento
por el arsénico, de una persona a quien equivocadamente se expendió
dicha sustancia tóxica en una casa de comercio, de lo cual dimos opor¬
tuna y detallada noticia en esta Revista. Pues hasta ahora, el Honorable
Consejo de Eligiene no ha tomado disposición alguna que ponga reme¬
dio a lo que, con peligro grave de la salud pública y en perjuicio de los
derechos de los Farmacéuticos pasa en PaysandúL 215
Temas clínico-patológicos
En la Sociedad de Medicina se planteaban temas procedentes de
la clínica, se presentaban piezas anatomo patológicas o se exhibían
los propios pacientes. En otros casos se brindaba una interpreta¬
ción fisiopatogénica de los hechos, poniéndolos en perspectiva con
referencia a las teorías, de las más arcaicas a las más de avanzada.
Los trabajos eran sobrios, casi diríamos modestos, aunque de gran
precisión en los términos y apego a los hechos, lo que daba valor a
estas primeras piezas de investigación clínica, elaboradas en base al
método descriptivo y comparativo. Las discusiones ponen de ma¬
nifiesto las formas de ser dispares de los consocios, que contrasta
215 Sueltos. Centr Farm Urug, 1894, I (11): 164.
215
• José Máximo Carafí •
al tímido frente al fogoso, aunque manteniendo siempre el debido
respeto. Las ideas procedentes del mundo francés se fecundan con
las que venían del de habla inglesa o alemana, a través de recientes
traducciones o de la lectura de revistas en sus idiomas vernáculos.
El que llegaba de París se ufanaba de conocer también a los alema¬
nes. El que practicaba el francés tan bien como si del español se
tratase, se complementaba, en el ámbito de las reuniones o en las
conversaciones de corredor, con el que, por razones de origen o de
adopción cultural, tenía más a mano la experiencia inglesa, alemana
o norteamericana.
La discusión sobre la potabilidad de las aguas
CORRIENTES DE MONTEVIDEO
Las inquietudes sanitarias también surgían en el seno de esta
Sociedad. Sus miembros, desde diferentes puntos de vista, procura¬
ron darles solución y así continuó hasta el siglo siguiente, ya que en
este ámbito fue donde se plantearon inquietudes sanitarias que más
tarde trascendieron al país, la región y el mundo (quiste hidático,
enfermedades venéreas, cáncer, etc.). Tal el asunto del agua potable
para uso de los habitantes de Montevideo, que es de ellas la primera
en proponerse. Vale la pena hacer mención especial a este episodio
acontecido durante la Presidencia de Carafí. Se estaban jugando las
cartas del poder -en buena ley- a favor de la autoridad sanitaria, res¬
paldándola con el conocimiento clínico y científico experimental.
Se entabló una discusión en torno a los informes que cotidia¬
namente publicaba el Laboratorio Químico dirigido por los pro¬
fesores Morelli, Carlosena y Guglielmetti en el diario El Siglo en
cuanto a la potabilidad de las aguas corrientes de Montevideo. En
el correspondiente al I o de abril de 1894, se afirma que las mismas
son de sospechosa calidad, “difiriendo este adjetivo notablemente de
la clasificación que hace del agua este Laboratorio, de la que, de la
misma agua, hace el Laboratorio Municipal [dependiente de la Junta
Económico-Administrativa y que publicaba sus datos en las colum-
216
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
ñas de La Tribuna , razón por la cual], la Dirección de Salubridad se
dirigió a este último requiriendo informes sobre el caso y pidiendo las
explicaciones necesarias
A renglón seguido, el Centro Farmacéutico Uruguayo daba a co¬
nocer, en primer término, el informe del Laboratorio Municipal, que
estaba a cargo de Carlos Regúnaga y bajo la órbita de la Dirección de
Salubridad, dependiente de Juan L. Héguy (que a la vez era miembro
del Consejo de Fíigiene Pública). Estaba fechado el 7 de junio y seña¬
laba que de acuerdo a los criterios adoptados años antes, “el agua se
encuentra [...] en las condiciones reglamentarias Al mismo tiempo
califica a los otros informes como “ carentes de valor científico’ ’, a su
redacción como “ilógica y hueca de sentido” , llena de “ inexactitudes
[y] numerosos errores” , lo que pone de manifiesto, a su entender, el
“poco tino de los señores Morelli, Cario sena y Guglielmetti” . Termina
aseverando que, si desea conocerse la potabilidad del agua, debería
sumarse el examen bacteriológico a la determinación del contenido
en proteínas.
Siguió a ésta una Carta abierta que en nombre de los aludidos
envió Guglielmetti con fecha 11 de junio, refutando, mediante ar¬
gumentos científicos y citas bibliográficas, cada una de las asevera¬
ciones del informe previo. Enfatiza el farmacéutico que el mínimo
criterio para considerar potable el agua es si su contenido en ma¬
teria orgánica no rebasa los 3 miligramos por litro. Agrega que ni
la identificación ni el recuento bacteriano tienen valor adicional
alguno.
Casi enseguida, el 15 de junio, Regúnaga plantea que, por ha¬
berse comprobado que “ con el aumento progresivo de la materia or¬
gánica en el agua corriente, ha aumentado también de un modo consi¬
derable en estos últimos días el número de bacterias” , a lo que se suma
la aparición de una “ especie sospechosa, [el Director de Salubridad
debería dirigirse...] a la empresa [de Aguas Corrientes], haciéndole
conocer este estado de cosas, a fin de que ella adopte las medidas con¬
venientes”.
A raíz de esta discusión, la Junta pasó el asunto “ a informe
del Honorable Consejo de Higiene, a fin de que se sirva manifestar el
217
• José Máximo Carafí •
máximum de materia orgánica tolerable en las aguas de consumo y sus
demás condiciones de potabilidad”.
Con la firma de Carafí y Carlos A. Berro, ésta última corpora¬
ción transcribe el “ dictamen emitido [...] con motivo del proyecto para
dotar a esta capital de agua potable del río Santa Lucía, captada en el
Paso de las Toscas, que dice así: “El Consejo opina que, en ningún caso
debe tolerarse que el agua contenga más de tres miligramos por litro
de materia orgánica, calculada en oxígeno consumido, empleándo¬
se para el análisis el procedimiento de M. Girard”. Asimismo, que
“el Consejo considera excesiva la cifra de 4.000 gérmenes, a que hace
referencia el informe del Laboratorio Químico Municipal
A esta nota siguió otra, dirigida a la Junta, procedente de la
Empresa de Aguas Corrientes, en la que ésta manifiesta que el lí¬
mite de tolerancia en cuanto a potabilidad había sido fijado en 5
miligramos de materia orgánica por litro con fecha 24 de julio de
1888. De ahí se sigue -dice la misiva- que “nopuede [...] modificar¬
se arbitrariamente ese límite”. Y finaliza con esta frase, casi cómica:
“Es, pues, sobre este hecho que no puede caber modificación, tanto más
cuanto que no excediendo la materia orgánica de la cantidadfijada, el
agua es de perfecta calidad. ” 216
Debemos tener presente que en las primeras reuniones de la
Sociedad, en octubre de 1893, un semestre antes de los hechos pre¬
viamente relatados, Morelli se había ocupado de “El Bacterium Coli
comune en el agua corriente”, de Salterain, de la “Profilaxia del cólera”
y en noviembre, Carlosena había dado lectura al trabajo titulado
“ Observaciones sobre la composición de la leche de vaca que se expende
en Montevideo”y, otra vez Morelli, sobre las “ Causas de la infección
del agua corriente: preservación individual y preservación colectiva”. O
sea que el tema ya preocupaba a médicos y farmacéuticos antes de
plantearse la discusión.
En julio de 1894, coincidiendo con los hechos mentados, “el
Profesor Guglielmetti, da lectura a un trabajo sobre las aguas corrientes
de Montevideo, hecho en unión del profesor Carlosena, y en el cual
216 Las aguas corrientes de Montevideo. Centt Fram Urug , 1894,1(12): 165-176 y (13):
192-199.
218
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
se determina la existencia en el agua de apreciables proporciones de
ázoe albuminoide y ázoe amoniacal. Toman parte en la discusión sub¬
siguiente, además del conferenciante y por su orden, el doctor Carafí,
profesor Carlosena y doctores Morelli, Lamas, Vidal y Fuentes, Scoseria
y de SalterainJ
Podemos concluir que a punto de partida de la “ movida cien¬
tífica e intelectual” ocasionada por los miembros de la Sociedad de
Medicina, con inquietudes científico experimentales y de higienis¬
tas, que tuvo lugar ya en las primeras sesiones y culminó con el in¬
cidente de marras, se avivó la discusión pública sobre el asunto. La
misma puso de manifiesto la debilidad de las bases conceptuales de
quienes estaban a cargo de la Junta de Salubridad y del Laboratorio
respectivo, que, si bien quisieron arremeter valiéndose de su po¬
sición, debieron luego desdecirse, dejando muy mal parada a la
Compañía de Aguas Corrientes. En otras palabras, como bien lo dice
la primera Comisión Directiva en el Informe al final de su primer
año de gestión, esta Corporación sirvió “para la defensa de la salud
individual y colectiva 217
Es altamente probable, además, que a partir de dichas in¬
quietudes -y por retro alimentación- surgiera del mismo seno de
la Sociedad de Medicina, el impulso para crear en la Facultad el
Instituto de Higiene Experimental, inquietud liderada por Morelli y
Scoseria, que se concretaría por Ley de diciembre de 1895.
Fin de la actuación de la primera Comisión Directiva
Volviendo a la consideración de la primera Comisión Directiva,
al finalizar ésta su primer año de actuación, concluye con el texto
que va a continuación, de estilo netamente carafiano:
Acaba de vencerse el plazo designado por nuestro Reglamento
para el cese de las funciones que tuvisteis a bien encomendar a
nuestras mejores voluntades, y antes de separarnos, os debemos una
palabra de agradecimiento y una explicación, que aunque bre-
217 Sociedad de Medicina de Montevideo, Centr Farm Urug 1895, 2 (3): 51-57.
219
• José Máximo Carafí •
ve, traducirá el estado actual de la naciente asociación que recién
cumple un año de vida.
En el escaso tiempo transcurrido desde la fundación de la
Sociedad de Medicina, hasta el presente no ha sido posible vigo¬
rizar su existencia, difícil como la de todos los organismos nuevos.
Aceptar, como un hecho impuesto por las necesidades de nuestra
vida intelectual, la idea de su creación; discutir las bases de su
funcionamiento y garantizar su estabilidad; tales han sido los obje¬
tivos principales que han distraído vuestros Utilísimos esfuerzos.
Gracias a vuestro celo y mal grado las dificultades de los pri¬
meros pasos, habéis vencido todos los obstáculos y dado resolución
al problema, cimentando sobre sólidas bases siquiera la estabilidad
de una sociedad que no tiene otro interés sino el interés científico.
Sólo para obtener ese resultado, fue menester seleccionar entre
los individuos que forman el cuerpo médico de la República, aque¬
llos que, merced al caráctger profesional que invisten, estuvieran
ajenos a toda sospecha y ofrecieran positivas garantías de seriedad,
sin negar por eso competencia suficiente a los que no reunieran
semejantes condiciones.
Planteado el problema de tal manera, no se podía dudar que
el núcleo de profesores titulados de las Facultades de Medicina y
Farmacia fuera indicado para ese fin. Por esas razones se constituyó
la Sociedad, en sus albores, con la base antedicha: por esas razones,
y porque la idea primitiva de su fundación había sido escogida
especialmente con beneplácito entre el número de los señores cate¬
dráticos.
Sintetiza el espíritu nuevo del grupo en estos términos:
El descrédito, por otro lado, en que habían caído no hacía
mucho tiempo, diversas sociedades análogas, nos aconsejaba proce¬
der con entera prudencia, vinculando a los intereses primordiales
de la reciente institución a aquellas personas que, como os decíamos
hace un momento, tuvieran directa ingerencia en las cuestiones de
orden científico.
Ese principio, adoptado después de reflexiones maduras, no
ha sido un principio de exclusión, sino por el contrario, se trataba
de constituir una sociedad científica con base de representación,
220
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
y nadie mejor que los señores Profesores para organizaría en los
albores de su existencia.
Fundada ya, garantida su estabilidad, abre sus puertas hoy a
todos los que se interesan por el progreso de los estudios científicos,
siendo bien modestas las condiciones que exige para su ingreso, pues
no se concibe que exista hombre de insignificante valor intelectual
que no pueda llevar a cabo, si no la ejecución de un trabajo de
largo aliento erudito, la exposición, al menos, de una observación
concisa, clara y exacta. El tiempo, espero, enseñará si esas condi¬
ciones, bien poco exigentes por cierto, deben de permanecer incon¬
movibles.
Para terminar, agregando que nada resulta desdeñable en
Medicina cuando se trata de aprender y superarse:
Vencidos todo género de dificultades, merced a vuestra cons¬
tante cooperación, la Sociedad de Medicina de Montevideo cuenta
ya con un año largo de vida, durante el cual, según acabáis de
verlo, numerosos han sido los trabajos presentados, activas las dis¬
cusiones y fecundos entrambos, sino para el público en general,
para vosotros mismos.
Quizás en lo futuro, nuestras reuniones deban revestir carácter
más familiar, limitándose la mayoría de las comunicaciones a la
simple enunciación de un hecho práctico, que si bien no se presenta
con todos los atavíos exigidos por las obras de largo aliento, ofrezca
el seductor incentivo de la observación y de la experiencia.
Si así sucediera, vosotros bien lo sabéis, por reducido que fuera
nuestro público, mucho se ganaría, que una observación bien to¬
mada y un hecho clínico bien analizado; no son simiente perdida
arrojada al acaso, sino positiva enseñanza jamás olvidada en el
trascurso del tiempo.
Multiplicar asimismo nuestra esfera de acción, ventilando
los problemas prácticos que se presentan, según nuestra situación,
nuestro clima y nuestras costumbres, temas fecundos ofrecerán a
nuestras actividades, y no dudamos que en esa noble tarea, coope¬
raréis como alumnos de la escuela de medicina, que enseña a hablar
después de haber pensado y a pensar después de haber aprendido y
observado. Carafí.- Serratosa.- Lamas. - Samarán.
221
• José Máximo Carafí •
Del Movimiento de caja, que sigue al que acabamos de mencio¬
nar, se puede sacar en conclusión que el presupuesto ascendió a 294
pesos por concepto de cuotas, de los que, entre gastos de imprenta,
papelería, portería y el ayudante de secretaría (Sr. Viacaba), se gasta¬
ron 137 pesos, con una existencia en caja de 294 pesos.
Segunda Comisión Directiva de la Sociedad de Medicina
En la sesión del 28 de enero de 1895 se eligió la segunda
Comisión Directiva. “ Resultaron electos: Presidente, doctor Samarán;
Vicepresidente, doctor Salterain; Secretario, doctor Ricaldoni; Tesorero,
doctor Scoseria; Bibliotecario, doctor Figari. Se resuelve agradecer al
Señor Presidente saliente, los esfuerzos llevados a cabo en beneficio del
progreso de la Sociedad. ” 218
Proyecto de re al i za ción del Primer Congreso Médico
Nacional
En 1895 Ricaldoni presentó las bases para la organización del
Congreso de Medicina del Uruguay, que se celebraría el 25 de agosto
de 1897 (y que no se llevó a cabo sino hasta 1916, siendo precisa¬
mente la fecha propuesta en la que ocurrió el asesinato del Presidente
Idiarte Borda, precedida por la sangrienta primera revolución enca¬
bezada por Aparicio Saravia y Diego Lamas). Se designó en aquella
ocasión una Comisión encargada de la redacción del Reglamento y
del Programa, formada por: Ricaldoni, Alfonso Lamas, Carafí, Isola
y de Salterain.
Dice la revista que venimos citando:
La Sociedad de Medicina, que en su corta existencia ha
demostrado que posee valor científico y que alcanza en cultura
218 Memoria de los trabajos anuales y del estado de la Sociedad, presentada por la Junta Direc¬
tiva saliente en la sesión del 6 de marzo de 1895. CentrFarm Untg, 1895, 3 (3): 51-57.
222
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
intelectual alto nivel, ha resuelto celebrar un Congreso Médico
Nacional que ponga de manifiesto el grado de progreso de nuestras
profesiones médicas y sirva de estímulo al asunto. Partió la ini¬
ciativa del doctor Ricaldoni, Secretario de la Sociedad, quien en
la sesión del 4 de marzo presentó su idea en una moción verbal,
que fue apoyada calurosamente por varios socios, encargándose al
mismo doctor Ricaldoni que, en unión del doctor Lamas, fundase
más ampliamente su moción, informando por escrito acerca de su
conveniencia.
Continúa el relato:
Hiriéronlo así, presentando su informe en la sesión del 18
de marzo, y votada entonces favorablemente y por unanimidad
la moción, nombróse para redactar las bases de organización del
futuro Congreso a los doctores Ricaldoni, Lamas, Carafí, Isola y
Salterain, que se expidieron en breve término, sancionándose con
algunas modificaciones por la Sociedad, en su sesión del I o de abril,
el proyecto que dichos señores presentaron [...]
Y a continuación viene el informe de los doctores Ricaldoni y
Lamas:
Señor Presidente de la Sociedad de Medicina de Montevideo,
doctor don José Samarán:
La Comisión designada por usted para informar sobre la mo¬
ción de uno de los infrascriptos relativa a la celebración de un
Congreso Nacional de Medicina, patrocinado por la Sociedad que
usted preside, cree que la expresada moción merece ser aprobada
por la Sociedad. Conocidas son la importancia y la trascenden¬
cia de esos actos, que los pueblos cultos realizan, con el objeto de
estimular la lucha científica, que, en todos los ramos del saber,
pero sobre todo en medicina, equivale a la lucha por el bien de la
humanidad. Los conocimientos que desparramados tienden a per¬
derse en el más completo olvido, retardando a veces de muchos años
de progresos de considerables proporciones, se reúnen, se concentran
y se discuten o depuran, dejando constancia notoria y perenne, de
modo tal que pueden de ellos aprovecharse otros trabajadores para
edificar obras de gran aliento y valer. Esos Congresos son todavía,
si es posible, más necesarios y ventajosos en los países que, como el
nuestro, no cuentan con un número suficiente de centros en los que
se ofrezca campo a todas las actividades para la exposición de sus
observaciones e investigaciones.
223
• José Máximo Carafí •
Los integrantes de la Comisión señalan enfáticamente:
Los infrascriptos creen que mucho ganaría la República, que
mucho ganaría la Sociedad de Medicina y la colectividad médica
con la celebración del Congreso de que vienen hablando. Muy cier¬
to es que nuestro país no se halla aún en condiciones de medirse, en
el terreno de la ciencia, con las naciones que dan al mundo su sello
de civilización; pero muy cierto es también que no hay adelanto
posible si no hay aprendizaje. Inútil sería que los años pasasen y
pasasen para nosotros, si nunca llegase a pronunciarse una inicia¬
tiva, si nunca hubiese de tentarse el ensayo.
La inquietud por el conocimiento científico se pone de mani¬
fiesto en estas frases:
Quedaríamos condenados a hacer eternamente la vida vege¬
tativa de la profesión. Es innegable que, a pesar de nuestra cor¬
ta vida como pueblo estudioso, algo debe haberse aprendido, algo
nuevo debe haberse ofrecido a nuestra observación. Que, si así no
fuese, habríamos de creer que constituimos una raza completamen¬
te inepta o que nuestro medio, contra lo que la Naturaleza en to¬
das partes enseña, es un medio sin caracteres propios, que no tiene
ni atmósfera ni suelo que le den una fisonomía cualquiera. Pero,
como esto no es ni puede ser así, hemos de admitir que también
dentro de nuestras fronteras han nacido, muchas o pocas, algunas
enseñanzas que merecen conocimiento y decisión. Se objetará que
un Congreso de Medicina, con los escasos elementos de que hoy
se dispone, será un fracaso; un fracaso por el reducido número de
sus concurrentes; un fracaso por la pobreza de sus novedades. [...]
Arrojemos la semilla, que nunca nadie ha podido decir que en la
zona que riegan los tributarios del Plata, no se encuentra terreno
capaz de fecundar las iniciativas grandes y generosas. 219
El siguiente es el concreto esbozo de una reunión que nunca
vería la luz:
Bases de la organización del Congreso de Medicina del Uruguay
Montevideo, marzo 30 de 1895. Señor Presidente de la
Sociedad de Medicina, doctor don José Samarán. La Comisión
nombrada para formular las bases del Congreso de Medicina tiene
el honor de someter a la consideración de la Sociedad el siguiente
219 Congreso de Medicina del Uruguay. Centr Farm Urug, 1895, 2 (5): 100-102.
224
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
proyecto: Art I o . La Sociedad de Medicina resuelve la celebración
de un “Congreso Médico Nacional del Uruguay”y tendrá su asien¬
to en Montevideo. Los trabajos de organización estarán a cargo
de una Comisión ejecutiva, nombrada del seno de la Sociedad
de Medicina. Esta Comisión presentará en tiempo oportuno a la
Sociedad, para su aprobación, el Reglamento del Congreso.
Art 2 a . El Congreso se declarará instalado el 25 de Agosto de
1897.
Art 3 o Serán considerados miembros del Congreso todos los
que, prestando adhesión a las presentes bases, satisfagan una cuota
de cinco pesos oro.
Art 4 o El Congreso comprenderá cinco secciones: I a Medicina
general, -enfermedades nerviosas y mentales, -pediatría, -te¬
rapéutica; -2 a Cirugía general, -ginecología, -obstetricia; -3 o .
Dermatología y sifilografía, -oftalmología, -otología y rinolaringo-
logía; -4 a Higiene pública y privada, -medicina legal y deonto logia
médica, -ciencias biológicas; -5 a Farmacia.
Art 5 o Los trabajos destinados al Congreso serán enviados por
sus autores a la Comisión ejecutiva, con anterioridad por lo menos
de tres meses a la época de apertura del Congreso.
Art 6 o Los gastos que demande el Congreso se satisfarán con el
importe de las cuotas a que hace referencia el Art 3 o y por medio de
recursos que la Comisión ejecutiva arbitrará del modo que juzgue
más conveniente.
Joaquín de Salterain.- J.M. Carafí.- Alfonso Lamas.- A.
Ricaldoni.- Albérico Isola. 220
Carafí no asistiría a la reunión científica que tendría lugar once
años luego de su muerte.
220 Bases de la organización del Congreso de Medicina del Uruguay. Centr Farm Urug,
1895, 2 (5): 103.
225
• José Máximo Carafí •
Proyecto de una publicación propia
de la Sociedad de Medicina
En El Bien de octubre de 1895 se lee que “están adelantados
los trabajos para iniciar la publicación de la revista de la Sociedad de
Medicina”. La misma, bajo el título de Revista Médica del Uruguay ,
hizo su aparición en 1898, persistiendo hasta 1932.
Carafí tampoco la conocería...
226
Capítulo XIX
Trabajos científicos de Carafí
en Montevideo
A demás de ejercer las funciones propias de su jerarquía,
Carafí presentó comunicaciones e intervino en las dis¬
cusiones de la Sociedad de Medicina. Los cinco trabajos
que comentaremos brevemente a continuación revisten
singular importancia en el esclarecimiento de esta personalidad mé¬
dica.
El primero de ellos, el día 13 de diciembre de 1893, se refiere
a un enfermo de bocio exojiálmico. En la discusión tomaron parte
Isola, Serratosa, Leopold y Lamas. Se ignoran otros detalles.
El segundo fue leído el día 4 de abril de 1894, ocasión en la
que “el doctor De León expone sus observaciones sobre el Tratamiento
del bocio exoftálmico [lo hacía por aplicación de corrientes eléctri¬
cas], replicándole luego el doctor Caraff . Tampoco hay más elemen¬
tos sobre el particular.
El tercero, corresponde a la misma sesión, oportunidad en
que Carafí presenta la comunicación titulada Un triple bimen im¬
perforado, , cuyo texto no nos ha sido posible localizar, si es que al¬
guna vez fue publicado. La bibliografía previa a esta fecha sobre el
tema es numerosa, en diferentes idiomas e incluso alcanza la época
227
• José Máximo Carafí •
de la medicina clásica. Frecuentemente el diagnóstico ocurría como
consecuencia de una amenorrea primaria , asociada con: bematocol-
pos, observación de la membrana bimeneal íntegra saliente entre los
labios menores y de coloración rojo vinosa, bematometra (raramen¬
te acompañado de bematosálpinx), dolor abdominal espontáneo (in¬
termitente o continuo), palpación de una tumoración abdominal
intraper itone al dolorosa , elementos de irritación peritoneal, anemia ,
cuadro toxi infeccioso (excepcionalmente), y, como mucho después
se comprobó, mayor frecuencia de lesiones endometriósicas. Su solu¬
ción quirúrgica era y es relativamente sencilla: basta con la incisión
de la membrana , que es seguida por la salida de abundante cantidad
de sangre oscura y lacada y casi inmediata desaparición de los sín¬
tomas y signos descritos.
No podemos suponer a qué se refiere Carafí con triple himen\ si
hacía referencia a la existencia de más de una membrana (o tabique
vaginal transversal) por encima del verdadero himen, o si señalaba la
forma que adoptaba el himen o los orificios que el mismo mostra¬
ba. 221 Podría tratarse en la primera de las hipótesis señaladas de una
forma de presentación del sindrome de agenenesia o atresia vaginal y
uterina, conocido como sindrome de Rokitanski-Küstner-Hauser-
Meyer, que fue objeto de la tesis de doctorado de Montevideo pre¬
sentada por José Mondino a comienzos del siglo XX 222 y tema de
una observación publicada por Augusto Turenne. 223
El cuarto trabajo es del 18 de abril de 1894 y en él expone
sus ideas sobre Etiología de la fiebre tifoidea , contribución que fue
publicada íntegramente por El Siglo, el 20 de abril del mismo año
y que recogemos en el Anexo Documental. 224 Esta comunicación
221 Enel/Wexcata/og'delaNLM hemos localizado 15 trabajos anteriores a 1895, en su ma¬
yoría en inglés, algunos en francés, uno es español y pocos en otros idiomas, referidos
a la imperforación himeneal. http://indexcat.nlm.nih.gov/logicrouter/servlet/Logic
Router?OUTPUTXSL=relationships_enc36ui.xslt&pm_CRC=REPOICAT4&pm.
Consulta: 12.17.2012.
222 Mondino, J. Contribución al estudio de las atresias congénitas de vagina. Tesis para op¬
tar al grado de Doctor en Medicina y cirugía, Montevideo, 1901, 56 págs. Original
manuscrito conservado en la Biblioteca de la Facultad de Medicina de Montevideo.
223 Turenne, A. Ausencia congénita de vagina: creación de una vagina artificial. An Fac
Med (Montevideo), 1930;15 (9-10): 725-749.
224 Ver Anexo Documental N° 23.
228
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
presentada por Carafí ante la Sociedad de Medicina tiene un claro
estilo de intención docente. Revela un conocimiento preciso de la
etiología microbiana específica de esta grave enfermedad, epidémi¬
ca en ese momento en Montevideo. El autor pone en duda que la
misma pudiera ser ocasionada por el bacilo coli comune, encontrado
en las aguas del río Santa Lucía por Juan B. Morelli, según ya vi¬
mos. Hace hincapié en los diversos medios a través de los cuales el
bacilo de Eberth puede alcanzar el tubo digestivo humano y provo¬
car la enfermedad.
Seguidamente enfatiza, con espíritu de higienista , las precau¬
ciones que deben tomarse para evitar su propagación, al tiempo
que afirma que “el bacilo de Eberth no se halla en el agua corriente de
Montevideo'. Estima que para la drástica reducción o supresión de
la enfermedad, es esencial que las ciudades cuenten con una red de
agua potable y que se consuma exclusivamente la de esa procedencia
(recuérdese la utilización del agua de aljibe y las habituales filtracio¬
nes que las contaminaban a punto de partida de pozos negros). Para
demostrar su afirmación trae a colación las estadísicas que muestran
la diferencia en la morbimortalidad por fiebre tifoidea que se ob¬
serva cuando se compara la población de Londres -que disponía de
agua potable y donde casi no se observaba la enfermedad- con la de
París -que carecía de tal recurso y cuyos habitantes eran severamen¬
te afectados por la fiebre tifoidea-.
Enseña acerca de otros modos de contaminación de la enfer¬
medad, menos habituales y evidentes, que también deben tener¬
se en cuenta si quiere erradicársela. Pone por ejemplo la tifoidea
contraida por la leche, ya sea por el agregado de agua o bien por
la existencia de la enfermedad en los vacunos, que la transmiten al
ser humano, directa o indirectamente, a través de las manos de los
ordeñadores.
De este modo, Carafí pone a consideración de sus colegas un
problema que preocupaba, muy justificadamente, tanto al catedrá¬
tico de la Facultad de Medicina como al Presidente del Consejo de
Higiene Pública.
229
• José Máximo Carafí •
Etiología' de la fiebre tifoidea
.* ■ . pon. EJ4 DQOTOIt OARapi
(cOMUNlGÁtlOM l.felDA EN LA 80CÍE0M) DK .MliOlCINA
EL 18 ^UIXIL. DE 18941
El <1 oícu brillé i on to dal microbio tic ffborth consti-
ttiyo oí hecho mas culminan ta en la bacteriología
do la Oobre tifoidea; on bl*ovo tiempo o.sta. no^loh
etioh.gira hn ido tomando ol higar quo lo corro.spou-
üiii en toiloá loa tratado*:? raoxlornod. consaKi*a<lo* al
estudio do osa.enfermedad y on las obras tío patolo¬
gía Jiuorna, mas recientes. l4is Inyestilaciones- lio—
clms, por varias misionéis higiénicas* iV efecto do estu¬
diar ios caus v s dol tifus; bart confirmado lo» estudios
do Eberth con ol hallazgo de su microbio en ol o^ua
«lo que hacia uso la población epidemiada, sin-em¬
bargo, la teoría dol origen focal déla liebre tifóMloa,
comprobada por- numerosas observaciones, había
^echado proAindas raíces on ol ospiritu do mtlóhós
patólogos y no es de oxtTa.ími* quo algunos so hayan
mostrado reacios ¿i admitir quo ol microbio «Jo Kboig,h
soa la única causa bacteriológica tle la liebre tifqi-
doft. En efertto.*désele 18Ü2, Roux, Itodot y Vallet ;.db
j^y onl han sostenido *a opinión do que un bacilo,
^onoralmcnte . inofensivo, el b€t<'(t**'iu7rt. otJti , poüiv
volverse, oborthiformo, lo que, r.ognn la expresión
do un hábil publicista módico, ^quivalUriú ve quo un
rejív/^jvi Kf* /»v/>j.v r r>r»in.’c¿* t»n Icjíjo. •
Su figura se yergue en este breve texto con la autoridad del que
sabe de qué habla y de quien es capaz de expresarlo en pocos y con¬
tundentes conceptos.
Lo cierto es que la fiebre tifoidea siguió siendo frecuente y de
suma gravedad durante la primera mitad del siglo XX, hasta la apa¬
rición de la vacuna y del primer antibiótico efectivo, el cloramfe-
nicol. Es digno de hacer mención que los infectados morían con
gran frecuencia a causa de una peritonitis, muchas veces luego de
un período de acalmia engañosa , ocasionada aquélla por las perfora¬
ciones de las paredes de las últimas asas ileales. Ante este desenlace
fue un médico, Georges Dieulafoy, y no un cirujano, quien prime¬
ro planteó la necesidad del control clínico y térmico, cuidadoso y
prolongado, de los enfermos, así como su eventual intervención
quirúrgica (laparotomía) ante la aparición de signos clínicos de pe¬
ritonitis inminente o precoz. Esta actitud intervencionista tenía por
finalidad suturar las perforaciones. Tal conducta fue adoptada por
los cirujanos.
Deseamos dejar especialmente consignados los numerosos tra¬
bajos sobre fiebre tifoidea en general y el tratamiento quirúgico de
su complicación perforativa en particular, publicados en el Uruguay
entre la Tesis de Luis Morquio en 1892 y la publicación de Medulio
Pérez Fontana, en 1947.
230
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
El quinto trabajo de Carafí en el seno de la Sociedad de
Medicina es del I o de octubre de 1894. En tal oportunidad lee
una contribución titulada Un caso de Tocología : Muerte delfeto en los
primeros meses de embarazo y su expulsión al término normal del mis¬
mo. Presentación de la pieza anatómica, también transcripta, debido
a la jerarquía que le asignamos, en el Anexo Documental . 225 Es ésta
una presentación digna de figurar en la antología de la especialidad
ginecotocológica. Comienza reafirmando su convicción de que es
posible el diagnóstico del embarazo en las primeras etapas de su
desarrollo. Pasa luego al caso clínico. Se trataba de una paciente,
vista por el autor con anterioridad a la complicación que motivó
este trabajo, en oportunidad de un aborto incompleto, ocasión en
la que que realizara la extracción quirúrgica de los restos ovulares
retenidos, que le habían ocasionado metrorragias y severa anemia,
situación que otros médicos no habían podido resolver.
En un nuevo embarazo, Carafí la controló en dos oportunida¬
des, sospechando en la segunda la muerte fetal (por la discordancia
entre la fecha de la última menstruación normal y las dimensiones
uterinas, así como por la ausencia de incremento de éstas últimas
entre un control y el siguiente, unido a la no percepción por la
mujer de movimientos fetales ni la auscultación de latidos fetales
por parte del médico). No obstante, el estado general de la pacien¬
te era satisfactorio. En la fecha probable de parto, se produjo la
expulsión completa y espontánea del contenido uterino. El mis¬
mo era un huevo momificado, cuya pieza Carafí presentó ante la
Sociedad y de la que hizo una cuidadosa descripción. Comparó los
datos cuantitativos obtenidos (dimensiones y pesos de huevo, feto y
anexos ovulares) con los de otros casos consignados en la literatura
internacional.
225 Ver Anexo Documental N° 24.
231
• José Máximo Carafí •
236 Centro Farmacéutico Uruguayo
Sociedad de Medicina
('Sesión riel /.* de Octubre de 1894)
Muerte del feto en loa primeros meses dol embarazo y su
expulsión al término normal del mismo
PRESENTACION DE LA PIEZA ANATOMICA
l*OR EL DOCTOR JOSÉ M.* CARAFÍ
Señores: en una comunicación que tuve el honor de dirigiros, en
la última sesión de esta Sociedad, sostuve que, á pesar de que la
De la lectura de esta comunicación, surgen las observaciones
de orden general que enumeramos seguidamente. En primer lugar,
queda claramente demostrada la sólida formación ginecotocológica
del autor, cultivada en varias maternidades parisinas durante sus
años de Interno , junto a maestros de primer nivel. En segundo tér¬
mino, enseña que no obstante haber sido profesor de Anatomía,
Carafí también actuó como docente de Obstetricia, no sólo en la
Escuela de Parteras (lo que ya sabíamos por su foja de servicios),
sino también en el Aula de Enfermedades de las Mujeres y los Niños,
curso destinado a los alumnos de Medicina, en ocasión suplir inte¬
rinamente al titular, Alejandro Fiol de Perera. Llama positivamente
nuestra atención el dominio que Carafí tenía de la semiología gi-
neco obstétrica, la ponderación de los mínimos detalles, que sólo
tomándolos en cuenta permitían acceder a un diagnóstico presun¬
tivo casi exacto como el que hace. Igualmente, el atinado segui¬
miento del caso y la terapéutica utilizada. Pocos serían en esos años
en Montevideo los médicos que tenían tal capacidad, quizás con
la excepción de Pouey, a esa altura ya con seis años de práctica en
nuestra capital. Revela además la perfecta descripción y la ponde¬
rada interpretación de los datos observados en la pieza anatómica,
232
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
lo que también era de esperar por su competencia en este campo,
forjada en las innumerables autopsias hechas en París. Finalmente,
se trata el que comentamos, de un verdadero trabajo de investiga¬
ción clínica, comparando los propios datos con los publicados en el
Tratado de Obstetricia de Stéphane Tarnier.
Esta lección de clínica ginecotocológica de Carafí es de una
calidad superior, excelsa, tanto por su contenido como por su for¬
ma. En efecto, transcripta de la versión oral, todavía muestra la
corrección de la sintaxis, la exactitud en los términos, la acertada
adjetivación y el correcto empleo de la puntuación. Todo esto da al
conjunto una tersura literaria digna de ser subrayada, que coincide
con las afirmaciones que nos han llegado de testigos directos, acerca
de la claridad y riqueza del lenguaje que Carafí empleaba, tanto en
sus clases como en la conversación cotidiana.
Si sumamos estos cinco trtabajos montevideanos a los que
habían sido publicados en París , 226 totalizan veintidós los aportes
científicos de investigación clínica realizados por Carafí que cono¬
cemos (además de los dos que son referidos como de su autoría en
observaciones publicadas íntegramente por otros colegas).
No se toman en cuenta los innumerables discursos, informes
e intervenciones, tanto en la Facultad como en el Consejo de la
Enseñanza Secundaria y Superior , el Consejo de Eíigiene Pública o las
corporaciones culturales y confesionales donde Carafí tuvo destaca¬
dísima actuación.
226 Ver Capítulo IX.
233
Capítulo XX
Fallecimiento de José
Máximo Carafí
E l primero de setiembre de 1895, falleció en su domicilio
de nuestra capital José Máximo Carafí a la edad de 42
años. Según su partida de defunción, la causa del dece¬
so fue una “influenza con pleuro-pneumonía y absceso del
hígado ” 217 . Sabemos que la enfermedad, entre sus primeras manifes¬
taciones y el trágico final, insumió treinta y tres días 228 . Refiere al
respecto Piaggio Garzón:
Enfermó gravemente a mediados de 1895. Médicos eminen¬
tes rodearon su lecho, celebrando consultas diarias. Visca, Soca,
Ricaldoni, Samarán, [Rodolfo] Fonseca, [Federico de] Velasco
[ 1859-1921 ], 229 [Enrique] Figari...Como véis era un verdadero
cónclave de ilustres consultantes, pero sin recibir los cuidados de
un único médico de cabecera, habiendo así exceso de asistencia.
Distinguidos estudiantes de sexto año se desvivían para acompa-
227 Ver Anexo Documental N° 25.
228 Discurso de Agustín J. Aguerre, ver Anexo Documental N° 27.
229 Federico de Velasco, era de origen español, cursó estudios en la Facultad de Medicina
de Montevideo, se caracterizó entre sus contemporáneos por su habilidad manual
como cirujano.
235
• José Máximo Carafí •
ñarlo y se turnaban [Urbefil] Acuña , [José Agustín] Aguerre 230 y
[Pablo] Scremini. 231
Presumiendo lo que tenía y haciendo su propio diagnóstico,
dejaba a los médicos consultantes que decidieran sobre su suerte,
dando así una lección de ética médica.
Carafí soportó con resignación estoica toda su enfermedad:
una colección purulenta subhepática, que fue puncionada —ase¬
gurando el diagnóstico- por el entonces practicante Don Uberfil
Acuña, el día antes de su deceso. El absceso era tan superficial que
se le atribuye al Dr. Velasco, esta frase: “Hasta con un cortaplu¬
mas me animaría a incindirlo”. Y cuando estaba resuelto que
Ricaldoni quedara a cargo de la asistencia, la muerte lo reclamó
en apoteosis de dolor el primero de setiembre de 1895. 232
A punto de partida de lo establecido en el certificado antedicho,
podría pensarse que el proceso se hubiera iniciado por una gripe o
influenza. No tenemos noticia, a través de la prensa diaria, que a
fines de julio de ese año hubiera existido en Montevideo una epide¬
mia de dicha enfermedad. No obstante, tratándose de una afección
estacional, a la que los clínicos estaban habitualmente expuestos,
bien podría haberse verificado un pico coincidente con los días más
fríos del año. La misma le podría haber ocasionado a Carafí, secun¬
dariamente, una infección bacteriana, tipo neumonia lobar, locali¬
zada del lado derecho, con compromiso pleural. Consecutivamente
230 Hizo una pasantía en el Laboratorio de Oskar Hertwig en Berlín a fines del siglo
XIX, donde llevó a cabo, en colaboración con Krause, estudios originales sobre la
microglía del sistema nervioso central del ser humano, que fue el tema de su tesis de
doctorado en Montevideo, de 1900. Trabajó luego como histopatólogo, vinculado a
Pouey, como integrante del Laboratorio Central de las Clínicas y se dedicó finalmente
a la actividad privada en un “Centro Electro-Radiológico”, que fundó junto a Pedro
Barcia.
231 Alumno de Morelli en Fisiología, se doctoró en 1896 con una tesis titulada Contribu¬
ciones al estudio de las funciones del cuerpo tiroides. Alumno de Visca, Soca y Ricaldoni,
también actuó con Arturo Lussich y Juan C. Dighiero. Sucedió interinamente a Ri¬
caldoni en Terapéutica, luego fue catedrático de Semiología y finalmente alcanzó la
titularidad de la Clínica Médica, sucediendo a Visca a su muerte en 1912. De impor¬
tante actuación universitaria, fue Decano de la Facultad. Entre sus alumnos merecen
destacarse: Fernando Herrera Ramos, Antonio Sicco, Juan José Leúnda, Justo Montes
Pareja y Roberto Velasco Lombardini. Como Aguerre, fue un católico militante.
232 Piaggio Garzón, W., op cit, 1946
236
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
pudo producirle una colección subfrénica derecha o un verdadero
absceso hepático.
La hipótesis que parece más fundada es, a nuestro juicio, la
siguiente: que se tratara de un absceso o abscesos de hígado a pun¬
to de partida de una apendicitis aguda no tratada oportunamente
(“hígado apendicular de Dieulafoy”). Si bien de extrema rareza, esta
complicación se veía frecuentemente con anterioridad a la época
en que comenzó a operarse de urgencia, en caliente, dicha afección.
En el presente caso, nadie parece haber planteado siquiera la po¬
sibilidad de practicar una laparotomía exploradora, con eventual
apendicectomía y drenaje de la cavidad peritoneal, aunque, tratán¬
dose (como creemos) de un caso como el señalado, ello no habría
modificado su evolución fatal.
Al no haberse practicado intervención quirúrgica ni necropsia,
no tenemos datos probatorios definitivos de la hipótesis de Mañé.
Sin embargo, el cuadro clínico, que conocemos en forma muy ge¬
nérica, la hace probable. En efecto, era un hombre joven y sano,
que comenzó con manifestaciones inespecíficas, elementos toxi-
infecciosos, síndrome pleuro pulmonar, pero con escasos o nulos
síntomas abdominales. Tal situación desconcertó a los calificados
y numerosos clínicos consultantes, llevándolos al diagnóstico es¬
tablecido en el certificado. En el curso de un mes, la situación se
fue agravando, para manifestarse finalmente con las características
semiológicas de un absceso hepático, que terminó con la vida del
paciente. Es llamativo que en el grupo de quienes lo asistían no
participara ningún cirujano de los que ya entonces practicaban la
nueva cirugía, es decir la laparotomía, como era el caso de Enrique
Pouey, Alfonso Lamas y sus colaboradores.
Como antecedentes en la bibliografía nacional sobre esta com¬
plicación, mencionaremos dos aportes, uno referido al paciente
adulto, que es el que más interesa en el presente estudio (al que re¬
lacionaremos luego con una publicación extranjera y relativamente
reciente), y otro, no menos significativo, referido a los abscesos he¬
páticos en el niño, edad en la que con más frecuencia se observan.
237
• José Máximo Carafí •
En 1941, Carlos V. Stajano (1891-1976) publicó un interesante
artículo titulado El hígado supurado apendicular de Dieulafoy, 2ii en
el que podemos encontrar muchas claves acerca del diagnóstico pre¬
suntivo que hemos formulado. El destacado cirujano compatriota,
sagaz e inquieto investigador clínico en los temas de fisiopatología
abdominal, presentó cuatro casos, ocurridos entre 1924 y 1935 (tres
propios y el cuarto de Pedro Larghero Ybarz, 1901-1963), todos
fueron operados y murieron al cabo de unos días. Sus historias se
acompañan con los protocolos de las respectivas autopsias, prolijas
y reveladoras, realizadas por Héctor Ardao (1907-1969). Tuvieron
en común: presentarse en pacientes jóvenes y previamente sanos;
la enfermedad se inició con un cuadro febril prolongado; síntomas
inespecíficos (en alguna oportunidad topografiados en base de tó¬
rax); escasos o nulos elementos evocadores de patología abdominal.
Este conjunto de circunstancias condujo a diagnósticos diversos.
Al prolongarse y agravarse, los enfermos consultaron en servicios
de emergencia hospitalarios, donde los cirujanos hicieron el diag¬
nóstico de apendicitis aguda (a veces con peritonitis, trombosis de
la vena porta, etc.). Luego de la intervención, el sindrome toxi-
infeccioso se intensificó, con fiebre en ganchos y un severo dolor
abdominal (en ciertos casos, con hepatomegalia y subictericia).
Stajano busca una razón que explique la extrema rareza de esta
complicación de la apendicitis aguda en el momento de su publica¬
ción, que contrasta con su alta frecuencia en la época de Dieulafoy,
lo que permitió al ilustre médico parisino hacer su magistral des¬
cripción, referida también en la literatura como “ absceso areolar
múltiple de Chauffard”. Al respecto, dice Stajano lo siguiente:
Dieulafoy vivió la época de la lucha encarnizada entre la
abstención sistemática y la intervención decidida. Dieulafoy ins¬
truyó a médicos y cirujanos sobre el significado de la tan men¬
tada prudencia de los médicos abstencionistas, debiéndosele a él
la simplificación de la buena conducta en las apendicitis agudas.
Suprimió la odisea del apendicular enfriado y enseñó a los médicos
y a los cirujanos el buen camino de la decisión salvadora. Enseñó
233 Stajano, C. El hígado supurado apendicular de Dieulafoy. An FacMed (Montevideo),
1941, 26: 226-238.
238
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
además a los que recomendaban prudencia ante la intervención
indicada, que sólo de la ignorancia de la malignidad del proceso
apendicular, podía surgir la inconsciente indicación de la absten¬
ción operatoria.
Concluye que la lesión hepática que da nombre a la entidad en
estudio y que presumiblemente costó la vida a Carafí, es una locali¬
zación supurada metastática. La misma es producida en algunos casos
por una tromboflebitis séptica que se extiende sin discontinuidad
“entre elfoco inicial en la fosa ilíaca derecha y el interior del hígado, en
donde cada terminación venosa es sede de un absceso”, mientras que en
otros “no hay evidencias de proceso venoso inflamatorio intermediario
y la luz de los vasos mesentéricosy de la porta están indemnes” , 234 Hace
una enumeración de los elementos clínicos a tener en cuenta para
diagnosticar este cuadro, que aparece como consecuencia de la omi¬
sión de la apendicectomía de urgencia, siempre indicada, “ salvo en
los casos de peritonitis plástica ya en evolución, que debe ser respetada
por su eficacia en la limitación del proceso ”:
I o ) La febrícula persistente sin causa objetivable después de
una apendicectomía severa, debe hacer pensar en una microfle-
bitis visceral, que puede retroceder en sus etapas bien localizadas.
En otros casos puede responder a la etapa venosa hepática con su
evolución y pronóstico irremediablemente mortal. 2 o ) El signifi¬
cado del chucho y del gancho térmico en esta etapa imprecisa del
diagnóstico, adquiere un valor extraordinario y asocia la idea de
la complicación venosa y de su localización hepática. En algunos
casos constituyen toda la sintomatología. 3 o ) Es inútil querer com¬
probar una sintomatología física hepática y mismo abdominal. Ni
el dolor, ni la defensa de pared se hacen presentes. Si lo hacen es por
excepción, dado que es excepcional el absceso grande y en segundo
término es rarísima la perihepatitis, mismo en las etapas finales
del proceso. 4 o ) El agrandamiento circunscripto del hígado, clíni-
234 Véase que esta patología nada tiene que ver con el Síndrome de Stajano-Cnrtis-Fitz-
Hugh y que le dio fama internacional al cirujano uruguayo, quien lo describió, en
colaboración con su maestro Pouey en 1920, que se trata de una perihepatitis a punto
de partida de procesos infecciosos pélvicos (en un principio de origen gonocócico o
séptico, hoy día provocados en su gran mayoría por Clamydia trachomatis ), especial¬
mente en la mujer, vehiculizados por la luz de la cavidad peritoneal, de acuerdo a la
ley de las presiones intraperitoneales enunciada luego en nuestro medio por Duomar-
co.
239
• José Máximo Carafí •
camente observable y radioscópicamente comprobado, es lo único
físico que puede a veces consignarse, en las etapas avanzadas de
este mal. 5 o ) Como se ve, es la clínica la que permite sospechar y
afirmar este terrible diagnóstico que no autoriza al cirujano, sino
a dejarlo evolucionar, hasta la muerte. La duración de la enfer¬
medad hepática fue de 28 días, 40 días, 7 días y un mes aproxi¬
madamente en los casos 1, 2, 3 y 4, respectivamente. 6 o ) Diversas
búsquedas y exámenes de laboratorio permiten confirmar el grado
de insuficiencia hepática y completar la documentación que exigen
estos casos. 7 o ) Las necropsias bien observadas permiten distinguir
dos formas anatómicas: a) la primera corresponde al hígado supu¬
rado metastático puro. Abscesos areolares múltiplesperivenosos, sin
lesión visible intermediaria con el foco original. Casos N° 1 y 2; b)
la segunda, al hígado supurado apendicular, con flebitis supurada
intermediaria apendículo-portal. Casos N° 3 y 4.
En 1982, aparece en Uruguay otro artículo, de Silvia Da Silva,
Fernando Mañé Garzón y Oscar Chavarría, ésta vez referido a los
abscesos hepáticos piógenos en el niño, 235 donde se recogen otras
publicaciones nacionales, en su mayoría relacionadas a la patología
pediátrica. Esta publicación es de especial interés porque cita prác¬
ticamente todas las fichas nacionales sobre hígado apendicular.
Un trabajo de revisión más reciente, publicado en 1991 por
Rade B. Vulnik, corrobora y complementa las notables aseveracio¬
nes de Stajano:
Desde la antigüedad, los abscesos hepáticos han sido conside¬
rados como una entidad patológica asociada, con una significati¬
va morbilidad y mortalidad. En 1886, [Reginal Herbert] Fitz? 36
[1843-1913, quien en 1889 acuñó el vocablo apendicitis, para
designar el cuadro descrito en su forma completa por Charles
Mac Burney, 1845-1913], dio cuenta que los abscesospiogénicos
del hígado eran una complicación, que ocurría en adultos jóvenes,
secundariamente a una apendicitis [entidad conocida como] “le
235 Da Luz, Silvia, Mañé Garzón, Fernando, Chavarría, Oscar. Abscesos hepáticos pióge¬
nos en el niño. Arch Ped Urug, 1982; 53 (3): 147-153.
236 Fitz, R.H. Perforating inflammation of the vermiform appendix, with special ref-
erence to its early diagnosis and treatment, Transactions ofthe Association of Ameri¬
can Physicians, Philadelphia, 1886, 1: 107-144; Ibidem: Perforating inflammation of
the vermiform appendix with special reference to its early diagnosis and treatment.
Am JMedSci 1886; 91-92: 321-345.
240
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
foie appendiculaire ” [de Georges Dieulafoy, 1839-1911]. 237 El
estudio reciente de las tendencias de la enfermedad, muestra tasas
de incidencia, morbilidad y mortalidad estables, aún después del
advenimiento de nuevas modalidades diagnósticas y terapéuticas.
Los abscesos piogénicos del hígado siguen siendo, en la actualidad,
una enfermedad de la edad media de la vida, que ocurre como
consecuencia de una complicación de [una apendicitis o] de una
enfermedad biliar. El factor pronóstico más importante es el retar¬
do con que se formula el diagnóstico. Las manifestaciones clínicas
más frecuentes son: fiebre de origen desconocido y colangitis , 238
Vulnik acompaña su presentación con la descripción del caso
clínico que la motiva:
Hombre sano de 21 años, que presentó fiebre, malestar, náu¬
seas y vómitos, a quien antes se había hecho diagnóstico de: síndro¬
me viral, infección urinaria y prostatitis. Es frecuente que se obser¬
ven elementos clínicos y radiológicos de toque pulmonar y pleural
(tos, puntada de lado, sudores nocturnos, imágenes evocadoras en
la radiografía de tórax). En este caso, el examen por tomografía
computada mostró que se trataba de un absceso solitario del lóbulo
hepático derecho (de 15 cms de diámetro). La colección piogénica
requirió punción percutánea seguida por drenaje quirúrgico abier¬
to, lo que implicó una satisfactoria recuperación del paciente.
Uno de los aportes más significativos del trabajo que comen¬
tamos son los datos referidos a la incidencia de la afección, que
representa el 0,008 al 0,016% de las admisiones hospitalarias y
el 0,29 al 0,54% de los hallazgos autópsicos. El autor aclara que,
habiendo antecedente de un viaje a regiones con escasos recursos
sanitarios o de contacto con otro enfermo con diarrea, dolor ab¬
dominal, hepatomegalia y presentación insidiosa, debe tenerse en
cuenta, especialmente en el grupo de los enfermos de menos edad,
el diagnóstico diferencial de absceso amebiano.
Para concluir, brinda los siguientes datos, que definitivamen¬
te permiten aseverar que, de tratarse como creemos en el caso de
Carafí de un caso de hígado de Dieulafoy , su suerte estaba ya jugada
237 Dieulafoy G. Le foie appendiculaire: abcés consécutif á l’appendicite. París Méd,
1889: 449-452.
238 Vulnik, R. B. Pyogenic Hepatic Abscess. Ann EmergMed, 1991, 20: 129-151
241
• José Máximo Carafí •
irremisiblemente desde el comienzo, cualquiera hubiera sido la te¬
rapéutica empleada. El agente microbiano más común -según lo
muestran los estudios bacteriológicos actuales- es la Escherichia coli
(más raramente, el estafilococo o el estreptococo no hemolítico). El
tratamiento consiste -al día de hoy- en el empleo de antibióticos y el
drenaje quirúrgico, previa punción para obtener una muestra (con
la finalidad de hacer estudio bacteriológico y elegir el antibiótico).
Actualmente -concluye Vulnik- la mortalidad es del 100% en
los casos no tratados, hasta del 25 % en los tratados y no compli¬
cados y del 75% en los tratados con una o más complicaciones
ulteriores (perforación, septicemia, recurrencia).
Volvemos ahora a Montevideo, a los primeros días de setiembre
de 1895. Continúa Piaggio Garzón con la crónica:
Su muerte representó una sentida nota de duelo en la socie¬
dad montevideana, la que acompañó su cortejo en masa, el que
fuera presidido por el ilustre prelado Don Mariano Soler y por
Monseñor Isasa y en el que figuraba lo más granado de nuestro
mundo social.
Al inhumarse sus restos, decía Ricaldoni en nombre de los
Profesores de la Facultad: “He de ser yo, su más humilde discípulo
que siempre ha callado ante el Maestro, quien ha de alzar su voz
al abrirse su tumba, es decir, cuando mayor y más grande debía ser
mi respeto hacia él [...] Lo que la Facultad de Medicina pierde,
lo dirá mil veces mejor ese viejo edificio en el que el doctor Carafí
se ha movido hasta ayer con extraordinaria actividad. En él se en¬
cuentra su sala de disección ante cuya puerta, el ciprés se inclinará
gimiendo, -en él se encuentran los laboratorios, los libros y las mis¬
mas Salas por él prestigiadas [...] Ida esa Escuela y preguntad hoy,
preguntad dentro de cien años, desde cuándo comenzó a ser digna,
la sencilla inscripción que ostenta a su frente, y en todo momento
oiréis decir, que ha sido desde que su decanato fue ocupado por el
Dr. Carafí [...] Espíritu reformador, era un erudito, era un con¬
vencido. Se podía discutirle, pero no se podía dejar de admirarle
[...] Había algo que daba un sello especial a su carácter, y era su
cuidado en escoger siempre el sendero más difícil y sobre él marcha¬
ba, con alientos de gigante, buscando las espinas y alejándose de las
242
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
flores, que sólo ahora, porque ya no está en su voluntad apartarlas,
podrán dormir en paz sobre su tumba.
En representación de la Universidad, hizo uso de la palabra el
Decano de Medicina, Elias Regules; en el de la Unión Católica,
Carlos A. Berro; por la Sociedad de Medicina, Joaquín de Salterain
y como portavoz de la Asociación de Estudiantes, el bachiller José
Agustín Aguerre. 239 La noticia fue comunicada por la revista Centro
Farmacéutico Uruguayo en estos términos:
Con profundo dolor habéis tenido todos vosotros noticia del
fallecimiento del doctor José M. Carafí, primer presidente efectivo
de la Sociedad y uno de sus más entusiastas fundadores, acaeci¬
do el I o de Setiembre. En la imposibilidad de reunir asamblea
con la urgencia que el caso requería, la Junta Directiva tomó en
esa ocasión, por su cuenta, las disposiciones necesarias para que la
Sociedad manifestase debidamente su pena por la sensible pérdida.
Envió una corona fúnebre a la casa mortuoria, designó al doctor
Salterain para que tomase la palabra en el acto del sepelio y dirigió
una nota de pésame a la señora madre del extinto. Era lo menos
que podía merecer el doctor Carafí, lo menos que podía merecer el
que, como presidente, supo llevar por una ruta feliz a la Sociedad,
y el que, como miembro descolló siempre por su abundante y varia¬
da ciencia y su palabra fácil y llena de brillo. Cuando se recuerdan
su amor por la Sociedad, su celo por darle la notoriedad y elevarla
al rango que le correspondía, cuando se recuerda el entusiasmo
con que excitaba a todos al trabajo, no se puede dejar de pensar
que gracias, en gran parte, a él, adquirió raíces la Sociedad de
Medicina, la que tal vez, si su fuego no hubiera durado para tanto,
con él habría perecidoF 0
En tal ocasión, el Rector de la Universidad, en nombre del
Consejo de Instrucción Secundaria y Superior , envió una nota de con¬
dolencias a la madre de Carafí. 241
239 Ver textos completos de todas las oraciones fúnebres en Anexo Documental N° 27
G.
240 Centr Farm Urug, 1896; 3 (4):71.
241 An Univ (Montevideo), 1895; 8: 527-528.
243
• José Máximo Carafí •
Haciendo una recapitulación de los acontecimientos de
trascendencia para la institución se expresa en los Anales de la
Universidad-.
La Universidad ha tenido la desgracia de perder en los dos úl¬
timos años tres meritorios profesores: el doctor don José M. Carafí,
inteligente e ilustrado Catedrático de Anatomía, cuya pérdida no
será bastante lamentada por la Facultad de Medicina, a la que
prestó importantísimos servicios como Decano y profesor; el bachi¬
ller don Benigno Paiva, modelo de jóvenes virtuosos y aprovecha¬
dos, que ha dejado un hondo vacío en la Sección de Enseñanza
Secundaria, en la que desempeñaba el puesto de profesor de
Matemáticas; y el doctor don Guillermo Leopold, uno de los más
antiguos Catedráticos de la Facultad de Medicina, profundamente
estimado por su contracción y afable carácter .: 242
Como ya fue visto, recién en 1921, al conmemorarse los vein¬
tiséis años de su muerte, el Consejo Nacional de Higiene junto a la
Asistencia Pública Nacional , ofreció el primer homenaje Carafí, que
había sido promovido por la Sociedad de Medicina, presidida enton¬
ces por Bernardo Etchepare. El mismo tuvo lugar en el Cementerio
Centraly fueron los oradores Juan Servetti Larraya, Augusto Turenne
y José Mainginou. 243 En el Consejo de la Facultad de Medicina, ins¬
titución al frente de la cual se hallaba Manuel Quintela, sólo se
trató el tema horas después de consumado el homenaje, puesto que
por olvido (diríamos negligencia) no se informó oportunamente a
la entidad rectora de los estudios médicos y nadie la representó. En
esa oportunidad el Decano propuso la colocación de un busto en
el hall de acceso, a lo que Gerardo Arrizabalaga, entonces miembro
del Cuerpo, manifestó que primero había de procederse a hacer
lo mismo con Visca, cosa ya decidida con anterioridad. Nunca se
cumplió ninguno de tales propósitos. Tampoco, el de dar el nom¬
bre de Carafí a una de las salas del Hospital Maciel, como lo había
decidido la Asistencia Pública.
242 An Univ (Montevideo), 1898, 9: 46.
243 Apartado del Boletín C.N.H.P., Montevideo, Imp Nac, 1926 y Cantón E. op cit,
1928, 3: 330 y 345-366.
244
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
El sepulcro de Carafí en el Cementerio Central de Montevideo
(fotografía del Dr. Antonio Turnes)
Debemos consignar como elementos adicionales para la con-
textualización del hecho antes referido, que ese mismo año, con po¬
cos días de diferencia, fallecía en Juiz de Fora, Brasil, a consecuencia
de un accidente ferroviario, también a edad temprana -aunque era
trece años mayor que Carafí- Monseñor Luiggi Lasagna, una de las
figuras que había desempeñado un importante papel en la instau¬
ración de la espiritualidad salesiana en el Uruguay, particularmente
entre los jóvenes que luego formarían las primeras generaciones de
laicos comprometidos.
Cuatro años después, en 1899, moría en Montevideo el amigo
y compañero de luchas ideológicas de Carafí, Francisco Bauzá, a los
cincuenta años de edad, en el momento en que se le suministraba
la primera inhalación de cloroformo con la finalidad de practicarle
una traqueotomía.
245
Capítulo XXI
Carafí en la Medicina del
Uruguay
E n el presente ensayo biográfico hemos podido sedimentar
algunas ideas acerca de la significación de este olvidado
personaje de nuestra Medicina.
Sin duda, contribuyeron a velar su figura muchos factores,
que hemos considerado; algunos evidentes, como su muerte en ple¬
na juventud y sin descendencia; otros hipotéticos, tal el rechazo por
parte de un medio anticlerical o el premeditado silencio de quienes
no quisieron que Carafí empañara su imagen.
Su obra magna, la reorganización de la Facultad de Medicina,
al punto que con razón Eduardo Acevedo la calificó de nueva -
a partir del Decanato de Carafí- se inscribió en un movimiento
más amplio, común al resto de la Universidad, liderado por Alfredo
Vásquez Acevedo. No obstante, Carafí puso celo, inteligencia e
imaginación, pero más que nada introdujo una modalidad metódi¬
ca de encarar los temas, conforme al espíritu científico en el que se
había formado en Europa. Esto se tradujo por el establecimiento de
orden administrativo, disciplina estudiantil, criterios pedagógicos,
programas y proyectos, ideas que plasmó parcialmente en hechos
en la medida que las circunstancias se lo permitieron. Dio, como
247
• José Máximo Carafí •
bien lo señala Turenne, imagen la severidad, rectitud, amor por la
verdad, ejemplo de conducta ética, tanto en su actuación universi¬
taria como asistencial. Eso fue mal aceptado en un ambiente donde
habían existido muchos talentos, pero frecuentemente imbuidos de
cierto dilettantismo, teñidos por la bohemia propia de un roman¬
ticismo trasnochado, a los que les faltaba maduración intelectual.
Contribuyó quizás también el clima de desequilibrio político y la
polarización ideológica que aún se vivía y continuaría hasta co¬
mienzos del siglo XX.
Si esa función directriz le fue encomendada demasiado precoz¬
mente, cuando sólo tenía poco más de 30 años y apenas un mes de
catedrático interino, nunca podrá aseverarse. Los resultados fueron
buenos, no sólo en hechos sino en tendencias que luego seguiría
Regules, su verdadero sucesor en el Decanato, y que culminarían
con el pleno desarrollo de una Facultad de Medicina que cumplió
plenamente los tres caminos propios del espíritu universitario: la
docencia, la investigación y la extensión, impregnados todos ellos
por un sentido ético, propio de una institución que debe marcar las
pautas a toda una colectividad.
Lo que no cabe duda, y en esto no se había insistido lo suficiente
hasta el momento, es que Carafí se había formado académicamente
con perseverante esfuerzo e integralmente, en un medio de prime¬
ra categoría, como eran las Facultades de Medicina de Barcelona,
Montpellier y París. Especialmente en este último destino, comple¬
mentado por la experiencia del Internado, fue el primer oriental que
publicó, podemos decir, profusamente. Sus trabajos, presentados
ante la consagrada Société Anatomique, aparecieron en la revista de
esta corporación y también en otras, todas de buen nivel. Esto le
da una jerarquía nunca sospechada (o muy bien escondida), dado
que su nombre circuló en los más diversos ámbitos del Viejo y del
Nuevo Mundo y continúa resonando hasta el presente, a más de
120 años de su muerte. Esto sólo lo logra quien tiene capacidad de
estudio, metodología intelectual, ojos para captar la quintaesencia
en la enseñanza de los Maestros (que pasa desapercibida para tantos
otros), sistematización en consignar todos los casos que observa.
Esto traduce, al leer sus trabajos, incluso los más precoces, un ver-
248
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
dadero amor por la verdad, centro neurálgico de todo aquel que
pretenda cultivar con seriedad una ciencia, sea en el laboratorio o
en las salas de hospital, más que nada cuando se tiene, además, la
vocación de realizarlo con la finalidad de hacer el bien y de transmi¬
tirlo a otros que desean amprender.
Llegamos así a otro de los aspectos del legado carafiano: la do¬
cencia. No pretendió, si bien seguramente esto hubiera colmado sus
expectativas, ejercer la enseñanza en la clínica; en todo caso lo hizo
honorariamente y en un medio como era la Escuela de Parteras,
que si bien universitario, no tenía el prestigio de la Facultad de
Medicina. Enseñó Anatomía, a cuya cátedra llegó muy joven pero
con gran experiencia, dado el largo camino que había recorrido en
esta disciplina. Lo hizo, dicen las pocas crónicas que al respecto han
sido recogidas, con dedicación, durante horas consagradas, en el
ámbito de la propia humilde Facultad de la Casa de Ejercicios, con¬
tando con poco material, pero aportando la claridad de su palabra,
ayudada por las ilustraciones más notables conocidas hasta el mo¬
mento, haciendo comprobar a los alumnos lo dicho en el hallazgo
con la disección. Empleó los recursos pedagógicos que luego conti¬
nuaron usándose en la asignatura, hasta el momento, relativamente
reciente, en que el uso de la informática hizo posible observar la
anatomía en los cortes tomográficos y las reconstrucciones de la
resonancia magnética, las que ofrecieron un camino casi revolucio¬
nario. Enseñó, nos refieren, sin olvidar la proyección de esa ciencia
básica a la clínica, especialmente a la cirugía, ofreciéndole el apoyo
lógico de la embriología y la fisiología y sin dejar de repetir princi¬
pios éticos, que podrían parecer fuera de contexto cuando se trata
de una asignatura básica y descriptiva. Probablemente, hizo mucho
más de lo que sus alumnos percibieron en el momento, no tuvo re¬
criminaciones para quienes lo habían despedido del Decanato con
insultos, en especial aquellos que luego se dedicarían a la cirugía.
Se ha hablado muchas veces de las habilidades semiológicas y de
técnica que dieron brillo a los integrantes de las diferentes escuelas
quirúrgicas uruguayas. Se ha subrayado, con razón, las figuras de
Pugnalin, de Pouey, de los tres Luis Pedros, de Lamas y otros. Pero,
¿cuántos de ellos no se formaron junto al cadáver, disecando en la sa-
249
• José Máximo Carafí •
la de Anatomía, guiados por las enseñanzas de Carafí? Honrémoslo,
pues, además, como Maestro de los futuros cirujanos.
La larga actuación de Carafí en el Consejo de Higiene Pública
agrega otra faceta a sus contribuciones: la del higienista. Junto a su
amigo Joaquín de Salterain, quien justificadamente debe conside¬
rarse nuestro primer sanitarista, Carafí estuvo presente en todas las
circunstancias en que la salud de la población se vio amenazada e
incluso para tomar las medidas necesarias para preservarla. Y lo hizo
libre de compromisos políticos, por su mera conciencia de médico,
que lo era hasta la médula, ocupando las energías y el tiempo que
otros prefirieron volcar al cultivo de una clientela y una posición
económica, social e incluso hasta a veces política.
No deseamos terminar este ensayo sin destacar la participa¬
ción que le cupo en el inicio de la Sociedad de Medicina, verdadera
continuadora de su casi homónima, de efímera existencia, nacida
cuarenta años antes. Una vez más, tuvo la ocasión de acompañar a
los jóvenes, ahora se agregan Scoseria, Ricaldoni, Morelli y varios
farmacéuticos, para crear un medio de incubación e interacción de
ideas, podríamos decir una pépiniére de donde recoger las nuevas
vocaciones, que permitieron que los médicos, los cirujanos, los quí¬
micos, los investigadores que hoy llamaríamos básicos y los mismos
estudiantes, se convirtieran en un conjunto orgánico, naciendo así
una comunidad de maestros y discípulos unidos por vocación para
crear y transmitir conocimientos y aptitudes, así como para volcar¬
los en beneficio de la comunidad entera.
Unía a todo lo anterior una profunda espiritualidad religiosa
-que no fue la de un místico ni la de un intrantransigente- la que
le permitió quizás canalizar tanto los esfuerzos satisfactorios como
las amarguras, al tiempo que compartir con otros laicos católicos las
aventuras de movimientos notables, de fuerte contenido social. No
era fácil, en épocas de profundas divisiones, transitar este camino;
no era sin duda un modo de propiciar la fama mundana; más bien,
de incitar enconos. Tenemos la personal certeza, sin embargo, que
nada de lo que hemos planteado en los precedentes párrafos dejó de
tener una vinculación con su dimensión teologal, y que, misteriosa-
250
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
mente, se enlazó a una muerte trágica y precoz, mas no violenta ni
súbita, como si ese tiempo de sufrimiento que Dios le concedió le
hubiera permitido completar su total madurez personal y su santi¬
dad -objetivo final de toda aventura humana-.
Pese a que nos consta que las alabanzas no deben ser el fruto de
un trabajo como este, de pretendida objetividad científica, experi¬
mentamos, al término del mismo, la necesidad de no esconder las
personales y subjetivas conclusiones a las que nos ha conducido, al
decir de Ortega y Gasset, este diálogo y amistad que hemos enta¬
blado con un muerto.
251
Capítulo XXII
Obra científica de José
Máximo Carafí
1875
1) Carafí, J.-M. Observation sur un cas de stéatomes gan-
glionnaires par infection, á la suite du traitement d’une lo-
upe du cuir chevelu par les caustiques. La Frunce Médicale,
1875;63:1-3.
1877
2) Carafí, J.-M. Pachimeningite avec hématome de la dure-
mére. Bulletins etMémoires de la SociétéAnatomique (París),
janv-avr 1877, [1878]: 325-326.
1880
3) Carafí, J.-M. Hernie diaphragmatique congénitale.
Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique (Paris),
1880, 3 éme Série, T. V: 205.
253
• José Máximo Carafí •
1881
4) Carafí, J.-M. Anevrysme artério-veineux de l’artére et de
la veine fémorale superficielles ayant subí les modifications
suivantes: Communication de l’artére avec la veine et avec
un sac; suppression de la communication avec le sac: cés-
sation de la phlébartérie; gangréne de la poche; ouvertu-
re; mort. Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique
(París), 1881, 4 éme Série, T.VI: 706-713.
5) Carafí, J.-M. Monstre anencéphale présentant plusieurs
vices de conformation- Bec de liévre commissural génial á
gauche- Bec de liévre latéral. Coloboma de la paupiére et de
l’iris a droite. Bulletin et Mémoires de la Société Anatomique
(París), 1881, 4 éme Série, T. VI: 733-736.
6) Carafí, J.-M. Calcul salivaire du canal de Warthon ex¬
pulsé spontanément. Bulletins et Mémoires de la Société
Anatomique (París), 1881, 4 éme Série, T. VI: 736-737.
7) Carafí, J.-M. Ligature de la verge á l’áge de sept ans; section
presque complete de l’organe ayant intéressé l’urétre; rétré-
cissement de l’urétre avec fistule; sclérose de l’urétre. Mort
par urémie dyspnéique. Bulletins et Mémoires de la Société
Anatomique (París), 1881, 4 eme Série. T.VI: 750-52.
8) Carafí, J.-M. De quelques légéres modifications du procédé
de Kocher, ayant pour but de le rendre applicable á la ré-
duction des luxations intra - coraco'idiennes de l’humérus.
Revue de Chirurgie (París) 1881: 922-925.
9) Carafí, J.-M. Traitement des fractures indirectes récentes
du rachis, Thése, París, 1881.
10) Carafí J.-M. Fracture indirecte de la neuviéme vertebre
dorsale; déformation; réduction; mort au 8 eme jour par
hémorragie cérébrale traumatique. Progrés Médical, 1882;
X: 635 y Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique
(París), 1882; 4 éme Série, T. VI: 752-756.
254
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
1882
11) Carafí, J.-M. Tremblement hystérique d’origine trauma-
tique du membre inférieur droit; élongation du sciatique;
guérison. La Frunce Médicale, 1882; I: 121-128 y Bulletins
et Mémoirs de la Société clinique de París, 1883: 24-30.
12) Carafí, J.-M. Lithotritie rapide par la méthode Bigellow;
calcul phosphatidique de 2 cms et demi broyé dans une
seule séance ayant duré vingt-trois minutes; guérison.
Observation du Professeur Le Fort. La Frunce Médicale,
1882: 195-198.
13) Carafí, J.-M. Des accidents du chloroforme chez les fem-
mes en travail. Archives de Focologie et Maladies des Femmes
et des Enfants Nouveau-nés, 1882; 9: 193-197.
14) Carafí, J.-M. Bassin rachitique tres rétrécie (51 millimétres).
Opération de Porro. Mort. Bulletins etMémoires de la Société
Anatomique (París), 1882; 5 eme Série, T.VII: 29-32.
15) Carafí, J.-M. Opération de Porro. Progrés Médical, 1882:
633-637.
16) Carafí, J.-M. Luxation du coude en dehors, réduite par
l’impulsion directe combinée á l’extension. La Frunce
Médicale, 1882: 268-269 y Bulletins et Mémoires de la
Société clinique de París, 1883: 42.
17) Carafí, J.-M. Hernie inguinale étranglée; fistule stercora-
le: guérison. La Frunce Médicale, 1882; 1 (22): 253-256 y
Bulletins et Mémoirs de la Société clinique de París, 1883:
44.
18) Dos observaciones de Carafí incluidas en obras de otros
autores:
A) Kleisis vaginale par fistule vésico-vaginale.
Observación incluida en: Le Double, Anatole. Du
Kleisis Génital et principalement de l’occlusion vagi¬
nal et vulvaire dans les fistules uro-génitales, París,
Delahaye éd, 1876: 71-72.
255
• José Máximo Carafí •
B) Escares de la région lombaire produites par com-
pression chez un albuminurique. Tétanus. Mort.
Autopsie. Incluida en: Mantey, Baptiste-Albert. Essai
sur le traumatisme chez les albuminuriques, París, A.
Derenne éd, 1881: 19-19.
1893
19) Carafí, J.M., Enfermo de bocio exoftálmico, Sociedad de
Medicina (Montevideo), 13 de diciembre de 1893 (no pu¬
blicado).
1894
20) Carafí, J.M. y De León, J. Observaciones sobre el tra¬
tamiento del bocio exoftálmico. Sociedad de Medicina
(Montevideo), 4 de enero de 1894 (no publicado).
21) Carafí, J. M. Un triple himen imperforado. Sociedad de
Medicina (Montevideo), 4 de abril de 1894 (no publica¬
do).
22) Carafí, J.M. Etiología de la fiebre tifoidea, Sociedad de
Medicina (Montevideo), 18 de abril de 1894, El Siglo, 20
de abril de 1894: 1.
23) Carafí, J.M. Un caso de Tocología: Muerte del feto en
los primeros meses de embarazo y su expulsión al térmi¬
no normal del mismo. Presentación de la pieza anatómi¬
ca, Sociedad de Medicina (Montevideo), I o de octubre de
1894, Centro Farmacéutico Uruguayo, 1894; 1 (3): 236-
238 y 284-287.
256
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Bibliografía sobre la vida y obra de José Máximo Carafí
1895
1) El fallecimiento del doctor José M. Carafí, El Siglo/Edición
de la mañana! Montevideo, Año XXXII, N° 9050, 3 de se¬
tiembre de 1895.
2) Editorial, El Bien, Montevideo, Año XVIII, N° 494, 3 de
setiembre de 1895.
3) El fallecimiento de José M. Carafí, La semana Religiosa,
Montevideo, 8 de setiembre de 1895.
4) El doctor don José M. Carafí, El Bien, Montevideo, 8 de
setiembre de 1895.
5) El doctor don José M. Carafí. Montevideo Católico, Año I,
N° 8, 8 de setiembre de 1895.
6) Corona fúnebre. El Bien, Montevideo, Año XVIII, N°
516, 25 de setiembre de 1895.
1915
7) La Facultad de Medicina, Memoria del Decanato del Dr.
Manuel Quíntela, Montevideo, Tip Moderna, 1915: 69-
74.
1921
8) Acto de Homenaje al Dr. José M. Carafí, realizado en el
Cementerio Central, el primero de setiembre de 1921, al
cumplirse veintiséis años de su fallecimiento. Boletín del
Consejo Nacional de Higiene, Montevideo, Imp Nacional,
(apartado), 1921.
257
• José Máximo Carafí •
1928
9) Cantón, Elíseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata
desde su descubrimiento hasta nuestros días (1512-1925),
Madrid, Bibl Hist Hispano-americana, 1928; 3: 345-
385.
1935
10) Turenne, A. Historia de la Facultad de Medicina de
Montevideo (1875-1935). Los precursores. Anales de la
Facultad de Medicina (Montevideo), 1935; Tomo XXI,
N°. 1, 2 y 3.
1946
11) Piaggio Garzón, Walter. Nuestra Facultad de Medicina en
su primera época. Los iniciadores. Evocación de la gran fi¬
gura médica del Profesor Carafí. El Día Médico Uruguayo,
1946; 159: 467, 469, 487, 489-92.
1989
12) Visca Visca, Pedro. Partidas de nacimiento y defunción de
José Máximo Carafí. Sesiones de la Sociedad Uruguaya de
Historia de la Medicina, 1989; 11:71.
13) Herrera Ramos, F.; Gorlero Bacigalupi, R. José María [sic]
Carafí (1853-1895). En: Horacio Gutiérrez Blanco (ed):
Médicos Uruguayos ejemplares, Montevideo, 1989; 1:1-6.
258
Anexos Documentales
259
Anexo N° 1.
Partida de Nacimiento de José
Máximo Carafí.
Procedencia: Visca Visca, Pedro. Ses Soc. Urug Hist Med, 1989, 11: 71.
Acta de la Parroquia de San Francisco, tomo 2, folio 222, partida 229
Con el nombre de José Máximo, nacido en Montevideo, el 15 de abril de 1853,
bautizado el 28 de agosto de 1853. Hijo legítimo de Ramón Carafí (natural de Buenos
Aires [lo correcto es que nació en Barcelona]jj/í/e LauraZás (deMontevideo). Abuelos
paternos: Gaspar Carafí y Antonia Pey; Abítelos maternos; José Zas y Manuela Días.
Cura Párroco: Zenón Aspiazú
261
Anexo N° 2.
Elenco profesoral de la Facultad
de Medicina de la Universidad de
Barcelona.
Procedencia: Siguan, Miguel. Textos y Documentos. La Universidad de
Barcelona, 1872
Anatomía Descriptiva y General (Primer curso): D. José de Letamendi.
Anatomía Descriptiva y General (Segundo curso): D. Carlos Silóniz Ortiz.
Ejercicios de Osteología y Disección: D. Ignacio Pusalgas y Guerris (1790-
1874) 244 (auxiliar).
Fisiología: D. Juan Magaz y Jaime, marqués de Magaz (1821-1901).
Higiene privada: D. Juan Giné y Partagás (1836-1903).
Patología General con su Clínica y Anatomía Patológica: D. Francisco de Paula
Folch y Amich (1780-1890).
Terapéutica, Materia Médica y Arte de Recetar. D. Narciso Carbó y d’Aloi
(£1898).
Patología Quirúrgica: D. Joaquín Gil (¿?)
Patología Médica: D. Antonio Coca y Cicera (1817-1872)
Anatomía quirúrgica, Operaciones, Apósitos y Vendajes: D. Antonio Mendoza
y Rueda (1811-1874).
Obstetricia. Patología Especial de la Mujer y el Niño: D. Juan de Rull y Xuriach
(£1891)
Clínica Quirúrgica (Primero y Segundo Cursos): D. Nicolás Homs y Pasquéis.
Clínica de Obstetricia: D. Lorenzo Vidal y Auté (f.1876) 245
Higiene Pública: D. Juan Giné y Partagás.
Medicina Legal y Toxicomanías: D. Ramón Ferrer y Garcés (1803-1872).
244 Personaje interesante y multifacético que ha sido estudiado hace unos años por un
historiador de la ciencia; véase: García González, Armando. Ignacio Pusalgas, un mé¬
dico romántico del siglo XIX, Asclepio, 2003; 55 (2): 201-230
245 Autor de un reputado “Manual del sangrador”, Madrid, 1849.
262
Anexo N° 3
Foja de estudiante de José Máximo
Carafí en la Faculad de Medicina
DE MONTPELLIER.
Procedencia de: Archives de la ville de Montpellier.
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Anexo N° 4
Foja de ingreso de José M. Carafí
a la Facultad de Medicina de París
Procendencia: Archives Nationales de Frunce
FACULTÉ DE MÉDECINE DE PARIS.
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GRADES UNIVERSITAIRES
Diplome de Baohelier es-lettres, dólivró a ^ /> „ le
¡ ou. <rf4-/fo
Diplome de Baohelier és-sclenoes, délivró ix ' lo-'
Gertlflcat de Grammaire, délivró á
Jiléoe de W
lo
Demeure el profession des párente: i™. 3t».
Nom, jtro/ession tt adresse du répowUuU :
y- /
Signatura de l'Éiudiaut:
Signatura du pire ou tuteur
ou du répo&dant :
i ou BeoW «te iléik&uo
264
Anexo N°5,
Fojas de exámenes de José M.
Carafí, en la Facultad de Medicina
de París
Procedencia: Archives Nationales de Frunce.
INSCRIPTIONS
llilL IB
XxImu úm titylLaux. oaatuira <n
Jnu [)•» U;U»tx, ctaojun dU Vi
265
• José Máximo Carafí •
t
EXAMENS
266
Anexo N° 6.
Foja del examen de Tesis doctoral
de José Máximo Carafí, en la
Facultad de Medicina de París.
Procedencia: Archives Nationales de France.
KXAMIBATBÜRS.
THÉSE.
Procés-verbal
.stcc ir*.
■U 1 U.Y.
IOISIKH.
LOI dn 10 Mars 1803 (19 Vem&se anXI) et AríiOtSs db l’Um-
vbrsitB du 20 Seplembro 1837 ot du 7 Saptambre 1846.
N” //
L’an 18 %/ le A ~
Noue, Professeurs et Agrigés, nommés par la
FacuIté^hy^íédecine. de paria jjour interroyer
M
¿y
sur sa Trése intilulée:
u i" ¡«lireclV.1
'¿cuate* du rachla.
Ayant élé satísfails de
ses répomes, tunta propositas á la Faculté de
lui faire délivrer le üiplúme de Pocleur cu
I
267
Anexo N° 7.
Carafí, ].-M- Observation sur un
CAS DE STÉATOMES GANGLIONNAIRES
PAR INEECTION, Á LA SUITE DU
TRAITEMENT DUNE LOUPE DU CUIR
CHEVELU PAR LES CAUSTIQUES.
Procedencia: La Frunce Médicale, 1875; 63: 1-3.
Sábado, 7 de agosto de 1875, año XXII, N° 63
Trabajos originales
Hótel-Dieu. Sr. Profesor Richet
Observación a propósito de un caso de esteatomas ganglionares por infección,
luego del tratamiento por cáusticos de un lupus de cuero cabelludo.
Por J.-M. Carafí. Externo de los Hospitales
Sra Alaé M...., de 40 años de edad, de ocupación labores, nacida en Epernay
(Mamé), entró en el Hótel-Dieu el 20 de mayo de 1875, siendo ubicada en la cama
N a 14 de la sala Saint-Cbarles.
En abril de 1873, la enferma consultó a su médico para tratar un lupus del volu¬
men de una cereza grande que tenía desde dos años atrás en la región parietal dere¬
cha, a dos centímetros de la sutura sagital. La lesión fue tratada por aplicación de un
cáustico (cuya naturaleza la paciente ignora) y que, luego de evolucionar hacia una
éscara, ésta cayó; no pudiendo saberse si el quiste se desprendió al mismo tiempo,
pero lo cierto es que la caída de la escara fue seguida por la aparición de crecimientos
carnosos muy voluminosos que se extendieron alrededor del sitio ocupado por la
parte del tumor mortificada por el cáustico.
268
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Luego de unos días de tratamiento, la enferma, que estaba impaciente por no
haberse curado aún, dejó de ver al médico y, desde esa época hasta abril de 1874,
no hizo ningún tratamiento. Durante ese período, las vegetaciones se hicieron más
considerables y tomaron un aspecto fungoso.
En abril de 1874, vino a consultar al Profesor Richet en el Hótel-Dieu.
En esa época, según dice Richet, operó a la enferma durante una lección clínica
que dictó ese día; las vegetaciones tenían aspecto canceroso, pero descartó esta idea
ante los antecedentes.
La aplicación de una ancha capa de pasta de cloruro de zinc fue suficiente para
determinar la caída de la masa fungosa. Un mes más tarde, la curación se había pro¬
ducido y la cicatriz se había cerrado.
Hasta el mes de febrero de 1875, la enferma no tuvo ningún accidente consecu¬
tivo a la operación; había engordado y su salud era excelente. En febrero, percibió en
la parte superior del cuello y a la derecha, varias tumoraciones, como nudosidades,
que se extendían desde el borde posterior de la rama montante del maxilar inferior,
hasta el músculo esterno-mastoideo. La piel del cuello no estaba alterada, los movi¬
mientos de la cabeza se acompañaban de cierta molestia, que luego se convirtió en
verdadero dolor.
Hacia el mes de marzo, los dolores, que primero sólo se manifestaban con los
movimientos, se volvieron espontáneos y continuos. Los percibía día y noche, a
veces con un carácter lacerante. Su violencia era tal que la enferma sólo podía dor¬
mir bajo el efecto de píldoras de extracto tebaico, que tomaba todas las noches. El
tratamiento local consistió en la aplicación de cataplasmas de fariña en grano sobre
la zona afectada. El mismo no determinó ninguna mejoría; por el contrario, la zona
se volvió más roja, caliente, lustrosa y exquisitamente dolorosa.
Leve movimiento febril, astenia tan considerable como para obligar a la paciente
a guardar cama, inapetente e insomne.
La herida se había convertido en una vasta úlcera que ocupaba toda la región pa-
rotídea derecha y la parte superior de la región esterno-mastoidea del mismo lado.
Se extendió luego en sentido horizontal, del borde posterior de la rama montante
del maxilar inferior hasta la mitad superior del borde posterior del esterno-mastoi¬
deo y en sentido vertical, desde la mitad inferior del borde adherente del cartílago
auricular hasta una línea horizontal imaginaria que pasara por el ángulo de la man¬
díbula. La úlcera presentaba una cavidad profunda, anfractuosa; su diámetro vertical
era de 3 centímetros aproximadamente; su diámetro antero posterior era menor; la
profundidad era de 2 centímetros y medio a 3 centímetros. El fondo de las paredes
y sobre todo los bordes estaban ocupados por vegetaciones carnosas, fungosas, de
coloración rosada y que segregaban pus de buen aspecto. Los intersticios formados
por las vegetaciones que ocupaban el fondo de la herida desprendían, espontánea¬
mente o bajo ligera presión, materia sebácea, igual a la que anteriormente habíamos
extraído. M. Lannelonge, encargado interino del servicio, confirmó el diagnóstico
realizado a partir de los caracteres observados a ojo desnudo. Los fragmentos que
asentaban en los bordes cutáneos de la herida tenían similitud con las fungosidades
de los cancroides vegetantes. De no haber contado con los antecedentes clínicos, el
269
• José Máximo Carafí •
profesor habría planteado dicho diagnóstico. Con más razón aún porque las fungo¬
sidades tenían aspecto invasor, lo que quedaba demostrado por la perforación del
cartílago auricular, que permitía el pasaje de un estilete. Además, por la aparición de
lesiones similares, también vegetantes, en el conducto auditivo externo. El pus tenía
un olor muy desagradable, aunque no la fetidez del icor canceroso.
Las regiones vecinas, especialmente la región supra-hioidea y la parte superior de
la región esterno-mastoidea del mismo lado presentaban considerable tumefacción.
La enferma no podía separar las arcadas dentarias más allá de una distancia de dos
a dos centímetros y medio, pero la deglución y la fonación estaban poco compro¬
metidas.
Se comprobaron, por otra parte, todos los síntomas propios de una parálisis
facial incompleta del lado enfermo, cuya causa fue fácil de explicar: la destrucción
del tronco del nervio facial en su trayecto parotídeo. Esta parálisis se traducía por los
síntomas habituales de esta entidad cuando obedece a una lesión periférica. La mitad
derecha de la cara estaba traccionada hacia el lado opuesto; los pliegues de la frente
y sobre todo el naso-geniano, casi habían desaparecido completamente; la abertura
bucal tenía una dirección oblicua de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda; la
comisura labial izquierda estaba muy elevada. El ojo del lado enfermo podía cerrarse
casi completamente; los movimientos de la masticación no determinaban ningún
cambio en la mejilla del lado paralizado, lo que era debido probablemente a una
especie de tensión producida por la tonicidad del lado sano, que no hallaba ninguna
resistencia del lado enfermo; este aplastamiento de la mejilla por tracción era muy
acusado. La lengua no ofrecía desviación alguna, lo que estaba plenamente justificado
por el lugar en que asentaba la lesión del facial, por fuera del acueducto de Lalopio.
Cuando la enferma hablaba, todos los elementos de desviación se acentuaban.
Prescripción. Vendaje con agua alcoholizada dos veces por día. Comprimido de
cinco centigramos de extracto tebaico por la noche. Vino y régimen ad libitum.
El 20 de mayo, el estado general no había cambiado, la herida se encontraba
igual, la parálisis facial era más acusada, la mitad paralizada ofrecía una desviación
más notoria, y el orbicular no alcanzaba a cerrar el ojo derecho (lagoftalmos); los
músculos paralizados respondían, aunque débilmente a la acción de una corriente
farádica; esta exploración permitió localizar, con la mayor exactitud posible, el efecto
de la corriente intermitente, cuando se aplicaba sobre cada músculo en particular.
El corrimiento de saliva comenzaba a partir del momento en que la enferma se
colocaba en posición sentada.
El primero de junio se observó, durante las comidas, corrimiento de materias
alimentarias en el momento de la deglución.
El 2 la enferma salió del hospital.
Creemos poder sacar de esta observación las conclusiones siguientes: I o Nos
hemos visto enfrentados a un lupus que se ha reproducido luego de la operación
realizada sobre el mismo con cáusticos, en los ganglios donde drenan los vasos lin-
270
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
fáticos de la región afectada. La lectura de la descripción operatoria no deja, pienso,
ninguna duda sobre el sitio de la recidiva ganglionar.
2 o Esta recidiva se caracterizaba histológicamente por la presencia, en los gan¬
glios, de un tejido idéntico al que habitualmente se observa en los quistes sebáceos.
3 o Los síntomas de la infección ganglionar sebácea han sido clínicamente iguales
a los de la adenitis caseosa, caracterizándose, en esta enferma, en sus etapas finales,
por fenómenos reaccionales sumamente agudos.
4 o Nos debemos preguntar cuál ha sido el efecto de la cauterización del quiste
sebáceo primitivo sobre los accidentes posteriores que hemos observado.
Desde el punto de vista histórico, agregamos lo que sigue:
Richet ha visto en la Pifié el caso de un hombre viejo que ofrecía, luego de la
operación de un lupus por cáusticos, una verdadera generalización en los ganglios,
donde había esteatomas que lo llevaron a la muerte.
Lannlongue ha buscado en vano en libros y revistas periódicas algún caso de
recidiva ganglionar de un quiste sebáceo luego de la operación.
Nosotros hemos investigado también, por nuestra parte, en las obras más recien¬
tes y tampoco hemos encontrado algo similar.
271
Anexo N° 8.
Carafí, ].-M. Ligature DE LA VERGE Á
L AGE DE 7 ANS. SECTION PRESQUE COMPLETE
DE L ORGANE AYANT INTÉRESSÉ L URÉTRE~
RÉTRÉCLSSEMENT DE L ’URÉTRE AVEC FLSTULE.
SCLÉROSE RÉNALE. MORT PAR URÉMLE AVEC
FLSTULE SCLÉROSE CERÉBRALE. MORT PAR
URÉMIE DYSPNÉLQUE
Procedencia: Bulletins et Mémoires de la Société Anatomique de París.
1881.
Antecedentes. Nuestro enfermo, de unos 21 años de edad, presenta todos los
caracteres del infantilismo prologado. Tiene el desarrollo de un niño de 14 años.
Afectado de incontinencia nocturna de orina, a la edad de 7 años, tuvo la idea de
ligarse el pene para evitar orinar en la cama y para escapar a las amenazas de sus
padres. Esta ligadura determinó erecciones mecánicas, y consecutivamente, el estre¬
chamiento con sección parcial. La cicatrización de esta ulceración circular no ha po¬
dido ser obtenida sin que el calibre de la uretra haya sido notablemente reducido. El
estrechamiento del tejido de cicatrización ha llevado a un estrechamiento progresivo
del conducto de la uretra, que tuvo por consecuencia retenciones de orina repetidas.
Sin embargo, no había tenido jamás necesidad de ser sondado. Luego de muchas
horas de retención, lograba vaciar lenta pero enteramente la vejiga.
Antes de entrar al hospital, se había presentado a la consulta de M. Tillaux y
había sido sondado. Se reconoció, por medio de este cateterismo explorador, la exis¬
tencia de una estenosis muy marcada de la porción peneana de la uretra a cuatro o
cinco centímetros del meato urinario. El punto preciso donde se alojaba este estre¬
chamiento estaba indicado por la presencia de una pequeña fístula uretro penenana
que desembocaba en la cara dorsal del pene y a través de la cual salían algunas gotas
de orina durante la micción.
El 25 de noviembre el enfermo ha orinado espontáneamente luego que estuvo
en el hospital. La cantidad de la orina es casi normal, contiene un poco de mucus
272
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
y no es albuminosa. El enfermo, por otra parte, jamás había presentado fenómenos
que pudieran relacionarse con albuminuria. El cateterismo es practicado por M. Le
Fort, quien logra pasar una bujía muy fina que es dejada durante diez minutos.
30 de noviembre. Nueva sesión de cateterismo, pasando una bujía más volumi¬
nosa que la primera y M. Le Fort propone hacerle una sesión de dilatación rápida
por ese método.
2 de diciembre. Por la noche, el enfermo se queja de disnea. La auscultación no
da nada, tampoco la percusión; se supone una disnea urémica.
3 de diciembre. La disnea es mucho mayor, la secreción urinaria es casi nula, el
enfermo cuya temperatura es normal o un poco inferior, está en un estado de abati¬
miento muy pronunciado.
4 de diciembre. El enfermo no ha orinado desde ayer de noche. La vejiga está
vacía. La disnea urémica ha progresado y no da lugar a ninguna esperanza. Se pres¬
cribe un enema drástico, jarabe de pera y agua de vida alemana. El enfermo muere
en la tarde
Autopsia. Flecha 18 horas después de la muerte. Pulmones generalmente conges¬
tionados, corazón hipertrófico, no ha sido conservado. Los riñones son lobulados,
presentan este carácter en forma muy pronunciada. Al corte, se comprueba que están
muy esclerosados, que la sustancia cortical está muy atrofiada, se comprueba en los
riñones los signos de la retención urinaria, es decir una dilatación de los cálices y de
las pelvis renales, que se han establecido a expensas del riñón.
Los uréteres están extremadamente hipertrofiados y dilatados; ofrecen un calibre
que sobrepasa al del meñique.
La vejiga está enormemente hipertrofiada, sus paredes tienen siete a ocho milí¬
metros promedialmente, la mucosa está perfectamente sana. Contiene un poco de
orina, muy rica en mucus. La uretra está muy roja detrás del estrechamiento. Su
calibre está algo dilatado. El estrechamiento se caracteriza por una brida circular que
rodea casi enteramente la uretra, saliendo hacia la luz. Detrás del estrechamiento, se
ve el orificio interno de la fístula que hemos señalado antes. El trayecto de esta fístula
es muy oblicuo, casi de un centímetro de largo. El orificio cutáneo se abre en la cara
dorsal del pene. La uretra, por delante del estrechamiento, no está muy modificada
ni en su calibre ni en su estructura.
Reflexiones. Es curioso comprobar en este enfermo la existencia de una nefritis
esclerosa atrófica, de origen mecánico, habiendo terminado por determinar la ure¬
mia disneica que fue rápidamente mortal, sin que haya sido posible hallar albúmina
en la orina, ni fenómenos que aparecen como consecuencia de la albuminuria. La
anemia ha sido muy tardía, visto el estado de las lesiones, y ha precedido inmedia¬
tamente la muerte.
273
Anexo N° 9.
Carafí, J. Des accidents du chloroforme
CHEZ LES FEMMES EN TRAVAIL
Procedencia: Archives de tocologie, maladies des Femmes et des Enfants
Nouveau-nés (París), 1882.
Entre las cuestiones que se vuelven a considerar periódicamente ante las socie¬
dades científicas, entre las más interesantes, está el tema de los accidentes debidos al
cloroformo.
A medida que el uso de la anestesia se expande, los casos normales son más nu¬
merosos, y es bueno que la atención de todos los prácticos se dirija a los trabajos en
los que se estudian estos hechos. Pero, hay un punto de vista muy controvertido que
todo el mundo tiene el deber de aclarar en la medida de sus efuerzos, es el del peligro
inherente a la anestesia misma, en el caso en que se administra a personas cuya salud
general es buena. Esta condición se da más a menudo en las mujeres en trabajo de
parto que en los enfermos que se duermen para someterlos a una operación quirúr¬
gica, que no sea la reducción de una luxación u otros accidentes que pueden ocurrir
en individuos sanos.
Ya sea a consecuencia de condiciones de salud de las parturientas, o porque en
general no se acostumbra publicar las “calamidades obstétricas”, para utilizar la ex¬
presión de Sir James Paget, el hecho es que se ha extendido lentamente una noción
que nos parece peligrosa y en contra de la que, cada cual, debe reaccionar según
mejor le parece, en la medida de sus medios; deseo hablar de la pretendida inocuidad
del cloroformo químicamente puro, administrado a dosis quirúrgica en las mujeres
en trabajo de parto sanas. Pensamos que esta cuestión es lo suficientemente impor¬
tante para que sea útil publicar todos los hechos que puedan contribuir a arrojar
alguna luz. Es con este propósito que nos hemos decidido publicar la observación
que se presenta más adelante.
Muchos parteros enseñan que el cloroformo está desprovisto de peligro en las
parturientas; y bien, o esta proposición no tiene ningún sentido o quiere decir que
las parturientas sanas poseen en tal estado, cierta inmunidad contra los accidentes
del cloroformo. Campbell, habiendo puesto al día las investigaciones de Claude
Bernard sobre el efecto del cloroformo en los animales, había admitido que la situa¬
ción de esfuerzo en la cual están las parturientas combatía los efectos anemizantes del
cloroformo sobre el cerebro y el bulbo. Destaquemos primero que esta explicación
274
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
no es admisible más que si se considera el estado de las parturientas durante el perío¬
do expulsivo, cuya duración es relativamente corta, por regla general, pero mucho
más prolongada, es verdad, en la generalidad de los casos en que es preciso intervenir
operatoriamente y recurrir en consecuencia a la anestesia. Se ve pues, que fuera del
período de expulsión, la única condición favorable es la que deriva del estado de sa¬
lud de las parturientas, por lo general mejor que el de los sujetos a los que se somete a
la acción del cloroformo con un propósito quirúrgico. Ir más allá de esta conclusión,
parece tan temerario como peligroso.
Pero, en suma, el peligro del cloroformo en las personas perfectamente sanas no
nos parece haber sido puesto nunca en tela de juicio; los numerosos casos de muerte
durante la reducción de una luxación o durante una operación insignificante, en
sujetos sanos, sometidos a la cloformización, prueba que la salud más floreciente
no pone al abrigo de los accidentes de una manera absoluta. También, pensamos,
es mejor no dejar que esta opinión que combatimos se propague, y decir que el clo¬
roformo, administrado a dosis quirúrgica, es tan peligroso en las parturientas como
en otras personas, y en lugar de contar en una pretendida inocuidad, redoblar los
cuidados y precauciones a fin de evitar los accidentes
He aquí ahora nuestra observación:
Anestesia clorofórmica en una mujer en trabajo de parto en período expulsivo;
asfixia; respiración artificial; curación.- Catalina L, de 21 años de edad, primípara
a término, entra al Servicio del Dr. J. Lucas-Championniére en la Maternidad de
Cochin el 13 de diciembre de 1880.
El embarazo ha sido normal; la parturienta está muy bien constituida, con una
estatura por encima de la media. Presenta todas las apariencias de la salud más flo¬
reciente.
El trabajo de parto ha comenzado en la noche del 14. El niño se presenta por el
vértice en occípico-izquierda-anterior.
El 15, a las 9 horas de la mañana, los dolores son muy intensos; la mujer profiere
gritos violentos; la dilatación cervical es del tamaño de una moneda de un franco, la
presentación está muy encajada; algunos vómitos durante la mañana.
A la hora 10, los dolores son intolerables, la parturienta está muy agitada; co¬
mienzo las inhalaciones de cloroformo, a dosis de analgesia primero, pero esta mujer
era muy sensible y sentía gran repugnancia al cloroformo, que le provoca náuseas y
vómitos; me veo forzado a aumentar progresivamente la dosis del narcótico a fin de
aliviarla eficazmente. Conviene hacer notar que, desde las primeras inhalaciones de
cloroformo, la respiración era muy irregular, tanto precipitada como muy lenta, en
una palabra, era difícil inducir a la mujer para que respirara naturalmente; desde que
se logró inducir el sueño, el ritmo respiratorio se regularizó y, algunas gotas de clo¬
roformo, vertidas de tanto en tanto sobre una compresa, bastaron para mantenerla
dormida hasta el mediodía. En ese momento la dilatación era completa y se rompió
la bolsa de aguas.
275
• José Máximo Carafí •
Inmediatamente después que cesó la administración de cloroformo, la parturien¬
ta se despertó y reinició sus gritos desgarradores. El trabajo de parto, que estaba muy
avanzado durante la anestesia, sufrió un tiempo de detención.
A la hora 1, los dolores eran a tal extremo intensos que me veo forzado a reco¬
menzar la administración de cloroformo; la tensión del útero persistía en el inter¬
valo entre las contracciones; la cabeza estaba en el estrecho inferior, la rotación era
completa y la alta frecuencia de los latidos cardíacos fetales indicaba la pronta ter¬
minación del parto; entonces me propuse aplicar el fórceps si el parto no terminaba
espontáneamente en el espacio de media hora.
Luego del reinicio del cloroformo, las inhalaciones eran primero hechas con do¬
sis bajas, luego las aumenté gradualmente. La enferma se dormía enseguida sin la
menor excitación hasta la 1 y 15, cuando la compresa estaba casi seca, a causa del
escaso cloroformo que contenía. En ese momento, la parturienta cesó lentamente de
respirar, sin estertor, sin tragarse la lengua. La cara, principalmente los párpados y los
labios se volvieron lívidos, luego la respiración y la circulación cesaron enteramente.
Di vuelta de inmediato la cabeza de la paciente sobre el borde de la cama, para com¬
batir lo que podía haber de sincopal en su estado y comencé la respiración artificial,
boca a boca, ayudado por las parteras del servicio, que comprimían alternativamente
la base del tórax luego de cada insuflación. Se comprende que las ventanas fueron
abiertas para disminuir la concentración de cloroformo en el ambiente.
Al cabo de más de un minuto y medio de respiración artificial, tuve la dicha in¬
mensa de comprobar, primero, un débil movimiento de expiración; luego, algunos
segundos después, una inspiración. Entusiasmado por el signo, continué la respi¬
ración artificial, lo que fue coronado por el éxito, porque al cabo de dos minutos
aproximadamente la respiración se había restablecido por completo.
276
Anexo N° 10.
Carafí, J.-M- Lihotricie rapide par la
MÉTHODE DE BlGELOW. CaLCUL PHOSPHATIQUE
DE 2 CENT. 172 DE DIAMÉTRE BROYÉ DANS
UNE SELILE SÉANCE AYANT DURÉ VINGT~TROIS
MINUTES. GlIERISON
Procedencia: La France Medícale (París), 1882.
Hospital Beaujon- Servicio del Profesor Le Fort.
Litotricia rápida por el método de Bigelow Cálculo de fosfato de 2 centímetros y
medio aplastado en una sola sección que duró veintitrés minutos. Curación. La France
Médicale (París), 1881.
Por M. Carafí. Interno de los hospitales
El llamado Pain (Charles), de 33 años, doméstico, nacido en Jumeau, departa¬
mento de Deux-Sévres, entra el 21 de octubre de 1881 en el servicio del profesor Le
Fort, hospital Beaujon, Sala Saint-Denis, N° 36.
En 1871 el enfermo comenzó a observar expulsión de arenilla fosfática; su pro¬
blema persistió sin modificación apreciable hasta 1875.
El enfermo supone, a partir de los síntomas experimentados, que su cálculo exis¬
tía ya en esa época; sufrió ya entonces interrupciones bruscas de la micción.
De 1871 a 1878, el enfermo fue sometido al tratamiento por agua de Vichy
artificial.
En 1879, hizo en Vichy una cura de 25 días de duración (Fuentes del Hospital y
Célestins).
En 1889, segunda temporada en Vichy.
277
• José Máximo Carafí •
Bajo la influencia de este tratamiento, la pesadez en el perineo y la cistalgia se
atenuaron; durante la cura, la arenilla había desaparecido para reaparecer luego de
dejar Vichy.
Agreguemos que en la segunda temporada, el tratamiento fue menos eficaz y el
enfermo logró un alivio mucho menos duradero.
Los dolores perineales continuaron aumentando durante la marcha y los despla¬
zamientos en vehículo; a veces, durante la micción, observa que el chorro de orina
se interrumpe bruscamente, lo que se acompaña de sensación dolorosa aguda, que se
propaga a lo largo de la uretra hasta el glande.
Los dolores perineales han ido aumentando, así como los trastornos miccionales,
por lo que fue enviado a Le Fort por su médico tratante.
Nunca había sido sondado. Luego de tomar las precauciones necesarias se le
practicó el primer cateterismo explorador el 28 de octubre; el diagnóstico de cálculo
se confirmó. La cantidad de orina era normal, entre 1500 y 1800 gramos; contienía
un poco de mucus pero nada de albúmina.
El 3 de noviembre, Le Fort decide operarlo por la litotricia de Bigelow. Pero
como el calibre de la uretra era bastante estrecho y el meato de pequeñas dimensio¬
nes, comienza el tratamiento por la dilatación progresiva por medio de sondas de
Béniqué.
El 5. Se introducen las números 35 a 39 de la serie de Béniqué.
El 7. Se introduce el litotritor y se comprueba la existencia de un cálculo único
de 2,5 centímetros de diámetro.
El 12. Se continúa con las sesiones de Béniqué; llegándose a la número 48. El
único obstáculo a la introducción de las de número superior es la estrechez del mea¬
to. Le Fort practica su debridamiento. Esta sesión fue seguida de un acceso febril,
combatido por un gramo de sulfato de quinina.
El enfermo tomó un baño simple cada dos días.
El 24 se practicó la litotricia luego de anestesia completa.
El cálculo es aplastado sin mucha dificultad; cada fragmento es retomado y aplas¬
tado a su vez.
Se introduce la sonda de Bigelow; se adapta el aparato para inyectar agua en la
vejiga y reaspirarla; los fragmentos de cálculo se recogen en el reservorio.
Se introduce de nuevo el litotritor para tomar y aplastar los fragmentos que pu¬
dieran haber escapado al primer tiempo de la operación. Se concluye con un nuevo
lavado de la vejiga.
La duración total de la operación ha sido de 23 minutos. A la noche, el enfermo
está sin fiebre ni dolor y nota una micción mucho más fácil.
El 25, apirexia; el enfermo se halla muy bien. Ha despedido algunos fragmentos
muy pequeños de su cálculo. La orina contiene un poco más de moco que el habi¬
tual.
278
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
El 30, se hace un lavado suplementario con el aparato de Bigelow, para asegurar¬
se que no quede nada del cálculo en la vejiga. A pesar de los cuidados, no se obtiene
el más mínimo fragmento. La vejiga está limpia.
Este cateterismo y este lavado fueron seguidos de un violento acceso febril que
duró 24 horas. Sulfato de quinina, 1 gramo, otro al día siguiente.
I o diciembre. Apirexia.
El 5. Escalofrío, fiebre intensa por la noche, dolor perineal vivo. Al tacto rectal,
se comprueba la próstata muy dolorosa. El enfermo sufre mucho al orinar.
El 9. Por la mañana, el absceso prostático se abre espontáneamente en la uretra;
una cantidad apreciable de pus sale por el meato. El alivio es inmediato y completo;
la micción no causa dolor. El corrimiento de pus ha sido abundante durante 24
horas. Luego, ha disminuido notoriamente.
El 15. El corrimiento se reduce a una gota de pus. El enfermo no tiene más mo¬
lestias al orinar; sólo cuando retiene la orina por largo tiempo, presenta leve dolor.
El 16. Dolor nulo; estado general muy bueno. El enfermo se levanta y camina sin
dolor. La curación es definitiva.
El 19. Cateterismo explorador. No resta la más pequeña traza de cálculo en la
vejiga.
El 20. Deja el hospital perfectamente curado.
Reflexiones. Ele ahí, me parece, una prueba para agregar a las otras, sobre la
simplicidad del tratamiento de los cálculos de la vejiga por el método de Bigelow,
todas las veces que, por una preparación conveniente, se tenga a un enfermo en las
mejores condiciones operatorias. Es evidente que es importante asegurarse del estado
de la vejiga y de los riñones por el examen bien hecho de la orina. Cuando las vías
urinarias están en buen estado, el resultado de la operación será satisfactorio. En
cuanto a la duración de la sesión única, hemos oído decir a Le Fort que con un poco
de costumbre con el instrumento, se la puede reducir todavía más; y la cloroformi¬
zación es una condición favorable, de la que no debe privarse; el peligro de pinzar las
paredes de la vejiga entre las ramas del litotritor es una complicación que sólo puede
ocurrir a un cirujano desatento o inexperimentado.
279
Anexo N°ll.
Carafí, J.-M- Fracture indirecte de la
NEUVIÉME VERTEBRE DORSALE: DÉFORMATION,
RÉDUCTION. MORT LE 8 ÉME JOUR PAR
HÉMORRAGLE CÉRÉBRALE TRAUMATIQUE
Procedencia : Bulletins et Méinoires de la Société Anatomique de París,
1882.
Tengo el honor de presentar a la Sociedad Anatómica la columna de un hombre
de 25 años, muerto en el servicio del Profesor Le Fort, en el Hospital Beaujon, a
consecuencia de una hemorragia cerebral traumática en el curso de una fractura del
raquis.
Este hombre, carpintero, estaba en su trabajo el 16 de noviembre de 1881, cuan¬
do cayó sobre la cabeza, de una altura de alrededor de 10 metros. Enseguida fue
conducido al hospital Beaujon. Fue admitido por nuestro colega M. Petit, quien ha
tenido la amabilidad de darlos la nota siguiente sobre el estado del herido y la inter¬
vención a la cual fue sometido, de común acuerdo con nosotros.
El enfermo, acostado sobre un banco, estaba en decúbito dorsal, presentaba una
agitación marcada, repitiendo sin cesar el mismo grito: “Marie!”, se debatía cuando
se pretendía examinarlo, pero ejecutaba movimientos en la parte superior del cuerpo
y principalmente del brazo derecho; el brazo izquierdo estaba afectado por una con-
tractura en semiflexión muy marcada.
Descubriéndolo, se pudo comprobar el estado de sus miembros interiores; se
percibe que el pene está en erección; no hay trazas de emisión de esperma, orina ni
materias fecales. Los dos miembros inferiores están en estado de paraplejia fláccida
y con anestesia a ese nivel, así como sobre la parte inferior del tronco, la que parece
absoluta.
Procediendo al examen de la región raquídea, se comprueba aproximadamente
a nivel de la segunda vértebra dorsal, una deformación muy acentuada. La porción
del raquis por encima de este punto parece hundida en una extensión de algunos
centímetros, en tanto que por debajo, se percibe una saliencia brusca que limita la
depresión a ese nivel, en la cual se podría alojar una nuez gruesa. No se comprueba
280
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
en ese sitio, ni movilidad anormal de los fragmentos vertebrales, ni crepitación, pero
la palpación, aún la más ligera, resulta dolorosa.
Algunas horas después de la entrada del enfermo, se procede a efectuar tracciones
progresivas sobre los miembros inferiores, en tanto que la contratracción se hace por
medio de un lazo pasado bajo las axilas. Estas maniobras parecen poco dolorosas y se
obtiene fácilmente la desaparición de la deformación raquídea. En ese momento, la
erección desaparece, el enfermo cae en un estado semicomatoso y, permanece en de¬
cúbito dorsal, con una ligera tracción ejercida sobre la parte superior del tronco, me¬
diante un lazo pasado bajo las axilas y que fueron fijados a la cabecera de la cama.
El diagnóstico no presentaba dudas: se trataba a la vez de una fractura indirecta
de la columna vertebral y de una hemorragia cerebral: porque era difícil explicar
de otro modo que por una hemorragia cerebral la contractura estuviera limitada al
brazo izquierdo y el estado intelectual del paciente.
17 de noviembre. El enfermo está un poco agitado.
18 de noviembre. El enfermo no responde más a las preguntas que se le dirigen.
Está siempre agitado. Se aplican seis sanguijuelas en la oreja derecha. Se coloca el
enfermo en una gotera de Bonnet. A la visita nocturna la temperatura es normal,
el enfermo está muy agitado y hace movimientos violentos con el brazo derecho, el
único miembro que no está paralizado. Estado semicomatoso. El brazo izquierdo
está siempre contracturado. Como los esfuerzos del enfermo parecen originados bajo
la influencia del dolor, se le hace una inyección de un centigramo de clorhidrato de
morfina.
19 de noviembre. Desde ayer, han aparecido convulsiones epilépticas en el brazo
izquierdo y en la cara; se presentan bajo la forma de verdaderas crisis, con detención
respiratoria inicial, movimientos tónicos, y movimientos clónicos sin cesar. El coma
progresa siempre, sin que la respiración sea ruidosa, tampoco hay ruido traqueal. La
parálisis sensitiva y motriz persiste sin ninguna modificación; es la conmoción o más
bien la contusión cerebral que domina los accidentes y comanda el pronóstico.
La constipación y la retención de orina persisten.
Visto el estado comatoso del herido, se suprime la poción con extracto tebaico,
5 centigramos, y se prescriben seis nuevas sanguijuelas detrás de la oreja derecha.
A la noche, el mismo estado. Los ataques epileptiformes han sido más frecuentes
durante la jornada, sobrevienen casi a todas las horas y duran de 20 a 30 segundos.
Temperatura 38 ° 2.
20 de noviembre. El mismo estado. Cateterismo dos veces por día. La orina es
abundante y no está alterada.
21 de noviembre. El mismo estado. La respiración conserva siempre el mismo
carácter con ronquido.
22 de noviembre. El enfermo muere a mediodía.
Autopsia, practicada el 24 de noviembre en presencia de mis excelentes colegas
los Sres. Petit y Gautier. Lo que nos llama la atención primero es la perfecta correc¬
ción de la reducción. No habiendo visto la fractura antes de la reducción, me ha sido
281
• José Máximo Carafí •
necesario recorrer en tres ocasiones la línea de las apófisis espinosas para reconocer el
intervalo del callo que se había formado sobre la fractura.
La autopsia de la cabeza nos permite reconocer una equimosis extendida a una
gran parte de la región parietal. Los huesos de la calota craneana están intactos. La
misma, una vez elevada, permite observar ausencia de toda hemorragia fuera de la
duramadre. Se veía abombar en la región parieto frontal del cerebro derecho una
saliencia que era fácil de relacionar a la verdadera causa: una hemorragia en foco.
Este foco ocupaba los lóbulos frontal y parietal, a nivel de las circunvoluciones que
limitan el área de Rolando. Es un verdadero foco constituido por un coágulo negruz¬
co como un huevo de gallina, rodeado de serosidad, de un rojo vivo. Todo alrededor,
la sustancia cerebral estaba desflecada. El foco no estaba separado de la superficie del
cerebro sino por una capa fina de sustancia nerviosa, no comunica con el ventrículo
lateral.
La fractura del raquis afecta el cuerpo de novena dorsal, que está dividido en
dos fragmentos, el superior cóncavo, comprende la lámina superior y la mitad su¬
perior de la lámina del tejido compacto que recubre la cara anterior del cuerpo de
la vértebra; el fragmento inferior comprende el resto del cuerpo de la vértebra. En
este fragmento, el tejido óseo está tan laxo a causa del traumatismo, que la altura
del cuerpo de la vértebra está reducida a 13 mm, en tanto que las vértebras dorsales
situadas por encima y por debajo tienen un tercio más de altura. La apófisis espinosa
se ha desprendido en su base, pero no se ha desplazado, las apófisis articulares y
transversas están fracturadas en fragmentos pequeños a nivel de su cabeza. Los dos
fragmentos, formados por el cuerpo de la novena vértebra dorsal se introducen uno
en el otro como un cóndilo en una cavidad glenoidea. El aplastamiento del cuerpo
de la vértebra no ha afectado el calibre del canal vertebral.
La médula no parece haber sufrido a consecuencia del desplazamiento que ha
provocado la fractura, pero es preciso destacar que ha sido examinada 19 días des¬
pués de la muerte y que había quedado en el raquis, mientras la pieza anatómica
había sido conservada en una solución de doral durante ese tiempo. Señalamos de
todos modos que las meninges raquídeas están intactas y que no hemos encontra¬
do ninguna de las lesiones groseras que alejan toda esperanza de curación. No se
observan hemorragias en el canal vertebral. Había una hemorragia celular bastante
abundante, expandida en el mediastino posterior, bajo la pleura mediastínica.
Reflexiones. Hemos presentado nuestra pieza anatómica para probar la posibili¬
dad de una reducción completa y regular en las fracturas aisladas del raquis. Muchos
cirujanos que admiten la reducción como tratamiento de los traumatismos con des¬
plazamiento del raquis, sostienen que es en las luxaciones que la reducción resulta
útil y suponen que la reducción no es de gran ayuda en las fracturas aisladas, las
fracturas sin luxación, en las que el desplazamiento se produce entre dos fragmentos
del cuerpo de una vértebra y no a nivel del menisco intervertebral.
Esta pieza anatómica prueba justamente que la reducción es tan útil y eficaz en
las fracturas aisladas como en las complicadas por luxación.
282
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
No diremos más que una palabra sobre la hemorragia cerebral traumática, es
que, a pesar de la poca frecuencia de este tipo de accidentes, es evidente que la causa
de nuestro caso ha sido el traumatismo; todas las precauciones, y éstas eran bien sen¬
cillas, se han tomado para evitar errores. Es el propio traumatismo, caída de cabeza
de un sitio elevado, la que ha fracturado indistintamente el raquis y desgarrado los
vasos cerebrales, de los que se ha originado la hemorragia. El diagnóstico de esta
complicación había sido hecho por M. Le Fort desde los primeros días y se lo había
encarado terapéuticamente en forma adecuada.
283
Anexo N° 12.
Designación interina de los Dres.
José M. Carafí y Elías Regules para
DESEMPEÑAR LAS AULAS DE ANATOMÍA
e Higiene y Medicina Legal,
RESPECTIVAMENTE, 1884 .
Procedencia: Archivo Facultad de Medicina de Montevideo, s/f.
Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública
Montevideo, Noviembre 21 de 1884.
Comunico a Ud. que el Gobierno, con fecha de ayer, ha aprobado los nombra¬
mientos efectuados por el H. Consejo Universitario, en las personas de los Doctores
Don José M. Carafí y Dn. Elías Regules, para desempeñar en esa Universidad inte¬
rinamente, el primero el Aula de Anatomía y el segundo la de Higiene y Medicina
Legal.
Dios gde. a Ud. muchos años
J. L. Cuestas
Al Señor Rector de la Universidad Dr. Don Alfredo Vásquez Acevedo
284
Anexo N° 13.
Nota de la Comisión de Caridad
y Beneficencia Publica, por la
QUE ACEPTA QUE LOS ESTUDIANTES DE
Medicina de quinto y sexto año
ACCEDAN A LA SALA DE PARTOS DEL
Hospital de Caridad, 1886 .
Procedencia: Museo Histórico Nacional: Carpeta Hospital de Caridad,
1886
Enero 5 de 1886
Sr. Rector de la Universidad Mayor de la República Dr. D. Alfredo Vásquez
Acevedo.
A debido tiempo tuvo el honor de recibir esta Junta la atenta comuniación del Sr.
Rector de la Universidad, del 19 de Noviembre ppdo. contraída a obtener la aquies¬
cencia necesaria para que los alumnos de la Facultad de Medicina puedan concurrir
a la sala de partos del Hospital de Caridad.
En contestación, cumplo con transcribir a Ud., el informe del Director del
Hospital de Caridad aprobado de acuerdo por esta Corporación, a fin de que tanto
los estudiantes como los catedráticos, en conocimiento de sus principales conclu¬
siones, puedan asistir a la Sala que al efecto se les indique en la oportunidad que se
considere por conveniente:
“Dirección del Hopital de Caridad. Montevideo, diciembre 12 de 1885. Cumple
esta Dirección al evacuar el informe que solicita esa H. Corporación manifestar que
considera atendible el pedido que hace el Sr. Rector de la Universidad acerca de
que se permita a los Estudiantes de Medicina de quinto y sexto año, libre entrada
a la sala destinada a parturientas. Es innegable que para adquirir los conocimien-
285
• José Máximo Carafí •
tos que abarca la obstetricia es menester estudiar prácticamente dicha dolencia a la
cabecera de la enferma, observar las alteraciones que pueda tener y examinar dete¬
nidamente las diversas complicaciones que lleguen a presentarse en el trascurso de
la enfermedad. Así es que nada tan plausible que acceder a lo que se solicita, pues
así aprovecharán su tiempo y acopiarán mayor caudal de observaciones los que a la
carrera médica se consagran. Sin embarto, en un Establecimiento de Caridad, al cual
acuden voluntariamente los enfermos, no se les puede obligar a que sus afecciones
o males sean conocidos por los estudiantes, a no ser que espontáneamente quisieran
prestarse a ello, lo que no ocurriría si este hospital fuese clínico. Con todo, como
esta Dirección comprende la urgente necesidad de dar mayores facilidades a los es¬
tudiantes de Medicina para que logren ensanchar sus conocimientos en la materia
de obstetricia, cree que podría destinar en la sala de parturientas un departamento
especial, en el que estarían a disposición de los Estudiantes de quinto y sexto año,
aquellas enfermas que no tuvieran reparo en que sea público el secreto médico de
las dolencias que allí las tiene postradas. A ese Departamento especial podrían tener
acceso los estudiantes y sus catedráticos y en él encontrarían parturientas que les ser¬
virían para conseguir la práctica indispensable en obstetricia. Dejando así evacuado
lo que esa H. Corporación pide, saludo al Sr. Presidente con toda consideración.
Julio Rodríguez, Director, Héctor Lacueva, Secretario.”
Saludo al Sr. Rector con este motivo muy atentamente, Fdo., Oscar
Hordeñana.
Montevideo, enero 16 de 1886. Acúsese recibo y comuniqúese al Decano de la
Facultad de Medicina. Fdo. Vásquez Acevedo.
286
Anexo N° 14.
Nota del Catedrático de
Clínica Quirúrgica y Medicina
Operatoria, Dr. José Pugnalin, al
Decano Carafí, 1887 .
Procedencia: Arch. Fac Med Montevideo, 2 folios manuscritos s/n, 1887.
Sr. Decano de la Escuela de Medicina Dr. J. M. Carafí,
Animado el que suscribe del más vivo deseo de procurar a los Sres. Estudiantes
de Clínica Quirúrgica el que puedan, en cuanto sea posible, cursar con mayor pro¬
vecho esta importante asignatura, pide encarecidamente al Sr. Decano, que siempre
celoso se mostró del decoro y buen nombre de la Escuela de Medicina, se dirija a
quien corresponde, para conseguir con urgencia, lo que abajo se indica, siendo hoy
de absoluta necesidad para que dicha Clínica pueda prestar sus modernos y grandes
beneficios, a la humanidad doliente.
La Sala Maciel, destinada al estudio de la Clínica Quirúrgica, es de dimensiones
demasiado pequeñas para contener 18 camas, y además aglomerando en ella, un
número de enfermos, que no está en proporción con la capacidad cerca de la sala;
y estando mezcladas toda clase de afecciones -infecto contagiosas- como están //
no es posible muchas veces obtener los resultados que se desea, practicando graves
operaciones, así como tratando los más simples casos de Cirugía.
Necesítase, por consiguiente, sacar de la sala cierto número de camas -y re¬
comendar a los Médicos del establecimiento, no destinen a ellas los enfermos de
erisipelas, gangrena, pioemia, tuberculosis, sarna, etc. Para cuyas enfermedades, es
preciso establecer en el Hospital, cuartos apartados donde curarlas, sin peligro para
los demás enfermos.
Faltando una sala para operaciones, que esté próxima a la de Cirugía, pues es
impropio y penoso el deber de practicar operaciones de toda clase, en presencia de
los demás enfermos, es del parecer del peticionante que podría servir a tal objeto el
segundo cuarto de baños, sacando de él las camas que contiene- para dejar sola, la
de operaciones, un armario con arsenal quirúrgico y los diferentes aparatos de irriga¬
ción. En dicho cuarto convendrían algunas mejoras materiales//que se indicasen de
287
• José Máximo Carafí •
voz -pudiendo servir al mismo tiempo para las lecciones clínicas. El primer cuarto
de baños mejorado también en sus condiciones higiénicas, puede convenir para de¬
jar en él, los recién operados, que nunca se encuentran bien, en una sala grande y
con muchos enfermos.
Reducido del modo indicado el número de camas y con él, los enfermos co¬
rrespondientes a la Clínica Quirúrgica -10 ó 12 en la Sala Maciel y 3 en el primer
cuarto de baños- bien comprenderá el Sr. Decano que es insuficiente e imposible el
indicado número para que puedan los estudiantes hacerse siquiera una idea de las
más frecuentes afecciones quirúrgicas. La Cirugía moderna, que ha llegado al apogeo
de las Ciencias Médicas, y que tanto ennoblece a aquel que a ella se dedica - necesita
de un vasto campo para estudiarla y practicarla convenientemente.
Por lo expuesto comprenderá el Sr. Decano, cómo es necesario haga todo empe¬
ño con el Sr. Director del Hospital, para que destine a la Clínica Quirúrgica 12 ó 15
camas del reparto quirúrgico de mujeres, proporcionando así un nuevo e importante
contingente a los jóvenes estudiantes, a los cuales hasta la fecha no le fue permitido
poder estudiar clínicamente las afecciones quirúrgicas de las mujeres.
Para el mejor servicio, y en conformidad con el reglamento, es indispensable
también el nombramiento de un Jefe de Clínica Quirúrgica, que tenga disposición y
pueda auxiliar al Catedrático en su pesada tarea; así como es necesario que el alumno
interno se quede día y noche en las Salas de las Clínicas - siendo un hecho tanto
doloroso como conocido- la indiferencia y casi abandono en que son dejados por el
personal sanitario del Hospital, los enfermos asistidos en las indicadas salas.
Debiendo ser que los alumnos internos - uno para cada clínica- podrían estos
alternarse para hacer el servicio de guardia constante en las salas Clínicas. Para que
se acostumbren los Señores Estudiantes a un severo y minucioso examen //de los
enfermos, debería obligárseles a tomar apuntes de todas las observaciones clínicas de
los pacientes a cada uno asignado - para leerlas a pedido del Catedrático en la hora
de visita, y presentarlas a fin de año a la mesa examinadora.
El Sr. Decano, que bien sabe, que las salas destinadas a objeto de estudios clíni¬
cos, deben tener continuamente enfermos nuevos, para poder estudiar el mayor nú¬
mero y variedad posible de afecciones - espero se dirigirá a quien corresponde, para
obtener lo expuesto y además conseguir el permiso de pasar a otras salas del Hospital
los casos de enfermedades crónicas que no presenten interés para los Estudiantes.
Faltando al Hospital un buen arsenal quirúrgico y útiles de medicación para
poder practicar cualquier operación, es de urgencia que el Sr. Decano provea lo ne¬
cesario para que la Clínica Quirúrgica pueda cumplir su cometido. //
La reconocida competencia del Sr. Decano suplirá en lo posible cuanto pueda
faltar a las indicaciones hechas - y en la esperanza que no omitirá esfuerzos para
conseguir lo que de justicia se solicita, le es grato saludar a Ud. atentamente,
Dr. José Pugnalin
Catedrático de Clínica Quirúrgica y Operaciones
288
Anexo N° 15.
Nota del Decano de la
Facultad de Medicina al Rector
de la Universidad, respecto a
RESOLUCIONES PARA EL MEJOR SERVICIO
DE DICHO ORGANISMO, 1887 .
Procedencia: Arch Fac Med Montevideo, 3 folios manuscritos s/n, 1887.
Facultad de Medicina
Asunto: Nota pasada por el Decano de la Facultad respecto a algún punto refe¬
rente al mejor servicio.
Montevideo, Abril 11 de 1887.
Sr. Rector de la Universidad Dr. Don Alfredo V. Acevedo
Señor:
Creo de mi deber llamar la atención de Ud. sobre algunos puntos referentes al
mejor servicio de la Facultad de Medicina.
Durante el transcurso del año pasado, el anfiteatro de Anatomía fue abundan¬
temente provisto de sujetos, para la disección y la medicina operatoria. Habíamos
llegado, pues, a creer que la provisión de los cadáveres para el anfiteatro era un punto
definitivamente resuelto, pero desgraciadamente no ha sido así, puesto que hará
próximamente un mes que se han abierto los cursos de Anatomía y de Medicina
Operatoria, y todavía no hemos recibido un solo cadáver en el Anfiteatro. Suplico,
pues, al Señor Rector tenga a bien gestionar acerca de los Señores que componen la
Comisión de Caridad y Beneficencia Pública, con el fin de que no pongan obstáculo
alguno a que los cadáveres, de los individuos que mueran -sin ser reclamados por
sus parientes- en el Hospital de Caridad y en el Manicomio, sean entregados para los
trabajos de disección y de Medicina Operatoria, como se venía haciendo, en estos
últimos años, con los cadáveres del primero de los establecimientos mencionados y
289
• José Máximo Carafí •
como se resolvió se hiciera, el año pasado, con aquellos del segundo establecimiento
citado.
Al hacer las gestiones precedentes, el Señor Rector tendrá a bien recabar de la
Comisión de Caridad y de Beneficencia Pública, autorización para establecer en
dos pequeñas piezas del Hospital de Caridad, la Clínica de enfermedades de los
ojos. Estos cuartos deben contener; el uno cuatro camas para aquellos enfermos que
después de operados deban permanecer en el Hospital, estableciéndose en el otro,
una sala para exámenes del fondo del ojo en la cual serán depositados los aparatos,
cáusticos, colirios, etc., necesarios para atender diariamente a los enfermos que de¬
seen continuar habitando en sus domicilios y recibir el tratamiento en la Clínica
Externa, la cual, lo mismo que la Interna, estará bajo la dirección del Catedrático de
Oftalmología y su Clínica.
Me veo también en la necesidad, Sr. Rector, de llamar la atención de Ud. sobre
la conveniencia de que visto el número reducido de camas de que dispone la Clínica
Quirúrgica de la Facultad, estas sean escasamente ocupadas por aquellos enfermos
que ofrezcan padecimientos que sean útiles para la enseñanza de la asignatura, y
aquellos enfermos que por ofrecer padecimientos crónicos o que carezcan de interés
para la enseñanza, puedan pasar a otras salas del Hospital. Es fácil de apercibir que
este funcionamiento de la Clínica es necesario para que sea llenado el fin con que
ha sido creada, quedando además armonizadas las exigencias de la enseñanza, con
los cuidados asiduos y minuciosos a que tienen derecho todos aquellos que vienen a
implorar una cama en el Hospital.
En la Clínica Médica de la Facultad, se hace notar cada día más el vacío que
deja en la enseñanza práctica de las enfermedades internas, su estudio limitado al
hombre. Las enfermedades comunes a ambos sexos deben estudiarse también en en¬
fermos del uno y del otro sexo y en este sentido, sería de desear que la Clínica Médica
tuviera bajo su dirección una pequeña sala con quince o veinte camas del servicio
de mujeres. Solamente cuando la Clínica Médica posea enfermos de ambos sexos,
podrán los alumnos sacar todo el fruto necesario de este servicio nosocomial.
Lo que hemos dicho relativo al reclutamiento de los enfermos para la Clínica
Quirúrgica, debe decirse igualmente con respecto al reclutamiento de los mismos
para la Clínica Médica.
Para asegurar la elección de los enfermos para las Clínicas de la Facultad, sería
conveniente que los Internos, de las dichas Clínicas, hicieran guardias en el Hospital,
alternándose cada veinte y cuatro horas como se practicaba en los Hospitales más
adelantados de Europa. Estos Internos necesitaban, para llenar debidamente su co¬
metido, tener una sala de guardia en el Hospital. Provista de una mesa en donde
almorzarán todos los Internos y comerá el Interno de guardia, y una cama para este
último. Poseyendo así el Hospital el local conveniente para los Internos y estable¬
ciéndose -de una manera clara- cuáles son sus atribuciones, estoy seguro, Sr. Rector,
que no faltarán competidores en los Concursos de Oposición para la provisión de
estos puestos, lográndose así que los alumnos más distinguidos de la Facultad, sean
aquellos llamados a ejercer estas funciones, que tanta importancia tienen para asegu-
290
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
rar la buena, continua y rigurosa asistencia de los enfermos confiados a las Clínicas
de la Facultad.
La creación del internado, para los servicios de la Clínica en el Hospital, asegu¬
rando la visita de la tarde en esas salas, tendrá como consecuencia, los dos resultados
siguientes: en primer lugar, se prestigiará mucho el Hospital, puesto que los enfermos
podrán tener la seguridad de que recibirán en él, cuidados médicos tan asiduos como
pudieran procurárselos en su domicilio, la persona que tuviera los mayores recursos;
y en segundo lugar, porque estos jóvenes que hayan desempeñado las funciones de
Interno habrán adquirido durante este tiempo, una experiencia y una reputación
que les asegurará un pronto y legítimo éxito en el ejercicio de su profesión.
Me es grato aprovechar esta oportunidad para saludar al Señor Rector, con mi
mayor consideración.
Fdo, José Máximo Carafí
291
Anexo N° 16.
Discurso del Decano José
Máximo Carafí en ocasión de
LA INAUGURACIÓN DE LOS CURSOS
CORRESPONDIENTES AL AÑO 1887 .
Procedencia: Memoria presentada por el Decano Doctor Manuel Quíntela,
Montevideo, Tip Moderna, 1915: 69-74 y Elíseo Cantón: Historia de la
Medicina en el Río de la Plata , 1928, 3: 362-366.
Señores:
Antes de abordar el estudio de nuestra asignatura, vamos a pasar, someramente,
en revista todos los progresos hechos por nuestra Escuela, en el transcurso del pre¬
sente año, y luego enumeraremos aquellas reformas que sólo esperan, para plantear¬
se, que la situación del erario público sea más holgada y puedan consagrarse algunas
sumas, sin las cuales no es posible llevarlas al terrerno de la ejecución.
Desde la fundación de la Facultad de Medicina, y, más especialmente, de la
Cátedra de Partos, nuestros predecesores habían gestionado repetidas veces la crea¬
ción de una Clínica Obstétrica y Ginecológica, absolutamente indispensable en la
Facultad de Medicina. Todas las gestiones que se hicieron en este sentido quedaron
infructuosas. Este inmenso vacío recién ha sido llenado el año pasado. La Clínica de
Partos ha funcionado por la primera vez, durante el año anterior, con gran provecho
para los alumnos, que terminaban su escolaridad, lo mismo que para las alumnas
parteras que antes se presentaban a rendir sus exámenes sin el estudio de la Clínica
Obstétrica.
La enseñanza de la Medicina legal se venía haciendo de una manera puramente
teórica, y los alumnos, como es natural, no sacaban el provecho que debían del estu¬
dio de tan delicada asignatura.
Preocupados, el señor rector y yo, de los inconvenientes que presentaba esta
enseñanza como se hacía, gestionamos ante el Ministerio del ramo la autorización
necesaria para que el catedrático de la asignatura y los alumnos tuvieran entrada
libre en el Manicomio Nacional. El señor catedrático de Medicina Legal ha podido
explicar prácticamente a sus alumnos todas las formas de las enfermedades mentales,
que tanta importancia tienen en el estudio de la Medicina Legal.
292
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
El anfiteatro de disección, inaugurado en el penúltimo curso, ofrecía, a pesar de
sus cualidades higiénicas y de su comodidad, algunos inconvenientes en cuanto a la
provisión de sujetos para la disección y la conservación de los mismos sujetos.
El primer inconveniente ha sido salvado, gracias a una instancia promovida ante
el Ministerio de Instrucción Pública, por el señor Rector, instancia que tuvo por
consecuencia una resolución ministerial disponiendo que los cadáveres del Hospital
y Manicomio deberán ser remitidos a la sala de disección, siempre que no medie una
reclamación formal, hecha por los parientes del fallecido.
La conservación de los sujetos de disección se ha obtenido en perfectas condi¬
ciones, durante el último año escolar. El segundo disector fue a principios de 1886
a París, a tomar conocimiento del modo práctico como se hacen las inyecciones
conservadoras en los anfiteatros de aquella Escuela. Seguimos, pues, el mismo mé¬
todo en nuestro anfiteatro. Recordarán ustedes, sin duda, señores, los ensayos de
embalsamamiento de cadáveres que se han venido practicando en el anfiteatro que
han dado resultados tan inesperados como inseguros.
A mediados del año académico, se realizó otro progreso de alguna importancia,
creándose, a pedido del señor Catedrático de Botánica Médica, un Laboratorio de
Bacteriología. Los alumnos de primer año han podido ser ejercitados prácticamente
en el uso de las preparaciones microscópicas, y han podido comprobar de visu los
caracteres morfológicos de los más importantes de los organismos inferiores, cuyo
estudio promete una reforma en el conocimiento etiológico de muchas enfermeda¬
des infecciosas. Si bien es cierto que la bacteriología médico es hoy todavía más un
medio de exploración que un medio de demostración, a nadie se le oculta la extrema
utilidad de que nuestros estudiantes se familiaricen con este género de estudios.,
Ustedes deben saber, por haber cursado ya la botánica, que ciertas afecciones tienen
sus bacterias y bacilus característicos y durante la epidemia de cólera se han podido
estudiar, en el laboratorio, los bacilus coma que caracterizan la infección colérica,
según Koch.
La cátedra de Oftalmología que solo funcionó durante un par de meses em el
año de 1885, habiendo estado clausurada durante el año pasado, funciona regular¬
mente este año, habiendo sido nombrado Catedrático el señor doctor Isola.
Entre las reformas proyectadas se encuentran sucesivamente: la creación de los
Laboratorios de Química, de Fisiología y Terapéutica experimentales, el gabinete de
Física y un Jardín Botánico.
El Laboratorio de Química deberá ser vasto y provisto de doce a veintte mesas,
dotadas de sus correspondientes reactivos, a fin de que los estudiantes de Medicina
y de Farmacia tengan a su disposición todos los medios necesarios para habituarse
a todas aquellas manipulaciones y análisis que puedan hacerse individualmente, co¬
operando, por series, a los análisis e investigaciones químicas, que por su dificultad,
requieren la dirección del Catedrático.
Por medio de estos trabajos prácticos, la enseñanza de la Química Médica y
Biológica será desarrollada de una manera conveniente, para que una vez entrados en
el ejercicio de la profesión, sepan nuestros estudiantes practicar, por sí mismos, todos
los análisis clínicos que puedan necesitar en el curso de su carrera.
293
• José Máximo Carafí •
La creación del gabinete de Física, ampliamente provisto de todos los instru¬
mentos de exploración y de tratamiento, y en cuyo manejo sean los estudiantes
familiarizados, simplificará el estudio de todos aquellos capítulos consagrados a la
descripción y empleo de estos instrumentos que se encuentran, sea en los tratados de
Fisiología y de Patología General, sea en los de Terapéutica.
Se comprende fácilmente que cuando el gabinete esté fundado, el programa de
la asignatura de Física Médica, comprenderá el estudio de todos los aparatos e ins¬
trumentos empleados en Medicina y Farmacia, limitándose a tratar, de una mane¬
ra suscinta, todas las cuestiones de Física General que comprende el programa del
Bachillerato.
El doctor Piaggio, Catedrático de Fisiología, fue a París con el objeto de pre¬
parar un curso de Fisiología experimental. La viruela que contrajo al poco tiempo
de haber llegado a aquella ciudad puso obstáculo a la realización de sus deseos,
postergándose todavía por algún tiempo la creación de un curso complementario de
experimentos fisiológicos, tan necesarios hoy para la enseñanza de la Fisiología. Así
que el Laboratorio de Fisiología y de Terapéutica esté creado, se llenará un vacío cuya
urgencia se hace sentir cada día más.
Todo lo que pudiéramos decir para justificar la conveniencia y hasta la necesidad
de que la Facultad posea un Jardín Botánico, donde sean cultivadas las plantas me¬
dicinales, es en extremo obvio. En efecto, las plantas secas que posee el herbario de
la Facultad, lo mismo que la colección de láminas iluminadas de plantas medicinales
que adquirió la Facultad el año pasado, no podrían nunca suplir completamente al
estudio directo de los vegetales frescos. Esperamos que los Poderes Públicos oirán
favorables la voz de la Facultad dotando a la Universidad de un jardín de plantas.
El estudio de la Oftalmología, privado de su clínica, ofrecería tantas deficiencias
como el estudio de la Patología interna sin su clínica correspondiente. Para subsanar
este inconveniente, nos proponemos gestionar, en unión con el señor Rector, la crea¬
ción de una sala de Clínica Oftalmológica en el FJospital de Caridad. Añadiendo a
la clínica un servicio regular de Policlínica, para los enfermos externos, podemos es¬
perar, con sobrado fundamento, que esta clínica dará óptimos frutos de experiencia
para los alumnos de esta asignatura.
Si la Facultad ha encontrado en estos últimos años algunas dificultades para el
desarrollo de su enseñanza, si hasta ha llegado a encontrar prevención y obstáculo
de parte de aquellas corporaciones que debieran naturalmente favorecer y fomentar
todos sus medios de enseñanza, es de esperar que no ocurrirá lo mismo en lo sucesivo
y que el legítimo crédito que nuestra Escuela va adquiriendo, convencerá a todas las
personas y corporaciones que están llamadas por su misión a tener relaciones con la
Facultad, que es una obra patriótica y esencialmente moral, prestarle un concurso
decidido en todo aquello que se relaciona con su progreso y adelanto. Caídas las
barreras que impedían el progreso de nuestra Escuela de Medicina y perseverando
ésta en su propósito de perfeccionamiento, no es presunción esperar, que dentro de
pocos años, su reputación no solamente se hará extensiva a todo el país, sino que
franqueando sus límites, será extensiva en todo el continente americano.
294
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Es una verdad vulgar que no se realizan progresos materiales en instrucción pú¬
blica sin grandes recursos. Los que posee la Universidad son únicamente suficientes
para la adquisición de libros, instrumentos y aparatos. Necesita, pues, la ayuda del
Gobierno para la construcción de los laboratorios que dejamos mencionados, para
la creación de un rico y vasto Museo y para la fundación y mantenimiento del Jardín
Botánico.
La situación económica del país y los propósitos esencialmente patrióticos y pro¬
gresistas del Gobierno, nos hacen esperar, en breve tiempo, se destinen los fondos
necesarios para el fomento de nuestra Facultad, imitando así nuestro Gobierno a
los demás, que de quince años a esta parte han aumentado considerablemente el
presupuesto de Instrucción pública, seguro de que obtendrá el aplauso de todos los
hombres progresistas del país, puesto que los fondos que se invierten en la enseñan¬
za superior son tan útiles a la sociedad como son útiles al labrador las semillas que
siembra en la tierra.
Una palabra más antes de terminar. La Escuela de Medicina ha abierto los cursos
de primer año de Farmacia el año 1886. Los cursos de Obstetricia han continuado
durante todo el año para las parteras. La Escuela de Odontología, la única que falta
crear, será inaugurada probablemente en el transcurso del año.
De manera que, en nuestra Escuela de Medicina, se dan todos los cursos com¬
pletos hasta el doctorado en Medicina y Cirugía; están creadas todas las cátedras de
la Escuela de Parteras (esta enseñanza no cuesta ni un centésimo al Estado); están,
además, fundadas las cátedras de los dos primeros años de Farmacia y se fundarán
las demás sucesivamente, a medida que los actuales alumnos vayan entrando en los
siguientes años de la carrera.
295
Anexo N° 17.
Carátula del expediente por el
QUE SE CONCEDE PRÓRROGA A VARIOS
Profesores de la Facultad de
Medicina, 1892 .
Procedencia: Arch Fac Med de Montevideo, 1 folio manuscrito, s/n, 1892.
Universidad de Montevideo
Montevideo, Octubre 22 de 1892
Comunico al Señor Decano, que el Consejo de Enseñanza Secundaria y
Superior, que presido, en sesión celebrada el 21 del corriente, ha autorizado al Señor
Catedrático de Terapéutica y Materia Médica, Doctor D. Américo Ricaldoni, para
continuar explicando la asignatura que profesa durante el mes de Diciembre próxi¬
mo, debiendo verificarse los exámenes de sus alumnos, en los últimos días del ex¬
presado mes; al Señor Catedrático de 2 o año de Anatomía y del curso de Obstetricia
para parteras, Doctor Carafí, para mantener sus cursos hasta el 30 de Noviembre
entrante; y al Señor Catedrático de Química Médica, Dr. Scoseria, para prorrogar
sus enseñanzas hasta el 15 del mencionado mes de Diciembre.
Saludo al Señor Decano atentamente
Alfredo Vásquez Acevedo
Señor Decano de la Facultad de Medicina, Dr. D. Elias Regules.
296
Anexo N° 18.
Carátula del expediente por el
QUE SE CONCEDE LICENCIA AL Dr.
Piaggio, Catedrático de 1er año
de Anatomía y se designa a Carafí
COMO INTERINO, 1893 .
Procedencia: Arch Fac Med Montevideo, 1 folio manuscrito s/n, 1893.
Universidad de Montevideo
Montevideo, Julio 21 de 1893.
Comunico al Señor Decano que el Consejo de Enseñanza Secundaria y Superior
que presido, en sesión celebrada el 23 de junio próximo pasado ha acordado al Señor
Catedrático de 1er año de Anatomía Doctor Don Eugenio Piaggio una nueva licen¬
cia hasta la terminación del corriente año para permanecer en el extrajera atendien¬
do al cuidado de su salud, y nombrado al Señor Catedrático Doctor Don José M.
Carafí para sustituir interinamente al Profesor ausente, entre tanto que permanezca
en el goce de aquella licencia.
Saludo a Ud. Atentamente,
Alfredo Vásquez Acevedo
Enrique Azaróla
Señor Decano de la Facultad de Medicina, Dr. D. Elias Regules
297
Anexo N° 19.
Carátula del expediente del
NOMBRAMIENTO INTERINO DE CARAFÍ
en la Cátedra de primer año
de Anatomía mientras dure la
LICENCIA DEL Dr. PlAGGIO, 1894 .
Procedencia: Arch Fac Me Montevideo, 1 folio manuscrito, s/n, 1894.
Ministerio de Fomento
Montevideo, 28 de febrero de 1894.
Comunico a Ud. a sus efectos que el Gobierno ha aprobado el nombramien¬
to del Doctor Don José María (sic) Carafí para sustituir al Doctor Don Eugenio
Piaggio en la Cátedra de 1er año de Anatomía mientras dure la licencia que le ha
concedido el Consejo de Enseñanza Secundaria y Superior, debiendo disfrutar del
beneficio de la acumulación de sueldos, de acuerdo con lo dispuesto por el art. 39 de
la Ley del 14 de Julio de 1885.
Dios guarde a V.S.
Alfonso Pacheco
Al Señor Rector de la Universidad
298
Anexo N° 20.
Carátula del expediente por el
QUE SE CONCEDE PRÓRROGA DE LA
LICENCIA DEL Dr. PlAGGIO Y DEL
INTERINATO DE CARAFÍ, 1894 .
Procedencia: Arch Fac Med Montevideo, 1 folio manuscrito s/n, 1894.
Universidad de Montevideo
Montevideo, Marzo 5 de 1894
Comunico al Señor Decano que el Consejo de Enseñanza Secundaria y Superior,
al acordar al Doctor Don Eugenio Piaggio, Catedrático de primer año de Anatomía,
una nueva licencia para atender el cuidado de su salud en el extranjero, ha nombrado
para sustituir internamente al Profesor Doctor Piaggio en la regencia del aula que
desempeña, al Señor Catedrático de segundo año de Anatomía Doctor Don José M.
Carafí.
Saludo a Ud. Atentamente
Pablo De María
Enrique Azaróla
Montevideo, Marzo 6 de 1894
Téngase presente y archívese
Elias Regules
299
Anexo N° 21
Discurso de José Máximo Carafí
EN LA CEREMONIA INAUGURAL DEL
Primer Congreso Católico del
Uruguay, Montevideo, abril de
1889 .
Procedencia: Congreso Católico Uruguayo, Montevideo, 1889:12-14
Investido por la Comisión Organizadora de la honrosa Comisión de dirigir al¬
gunas palabras de bienvenida a las personas que han acudido solícitas a su llamado,
no tengo otro pesar sino el de que la elección haya recaído en mi, para tal objeto,
habiendo personas más autorizadas y más elocuentes para este fin.
Ilustrísimo Señor:
Vuestra presencia en medio de nosotros, en momentos tan solemnes, es un mo¬
tivo de júbilo y de confianza. Miramos como un favor especial el reunimos bajo
vuestra paternal presidencia y nos felicitamos de que hayáis acogido con vuestra
aceptación la celebración de este Congreso, que nos hayáis alentado, con ella, du¬
rante la preparación del mismo y como si todas estas bondades no fueran suficientes,
que hayáis querido honrarnos con vuestra presidencia de honor y con vuestra auto¬
rizada palabra. En nombre de los señores de la Comisión Organizadora y en el mío
propio, permitidme Ilustrísimo Señor, inaugurar las sesiones del primer Congreso
Católico del Uruguay, cuyos trabajos coloco bajo los auspicios de la gran Madre de
Dios la Inmaculada Virgen María y de los Santos apóstoles San Felipe y Santiago,
patronos de esta República.
Una vez empezados los trabajos del Congreso imploramos igualmente vuestros
sabios y prudentes consejos para resolver, con acierto, las cuestiones que serán objeto
de las deliberaciones de esta distinguida Asamblea y creo ser el intérprete de los senti¬
mientos de todos, pidiéndoos encarecidamente que os dignéis continuar dispensán¬
donos vuestra protección y alentándonos con vuestra elevada aprobación.
Es uno de los mayores títulos de honor y de gloria para las Asambleas del laicado
cristiano el reunirse bajo la presidencia de uno de los Obispos, ungidos, por Dios
como están, y puestos por el Espíritu Santo, para a gobernar y dirigir las iglesias,
300
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
y a nosotros nos ha cabido la inestimable dicha de tener a nuestro frente al digno
Prelado que ha sabido sostener con ese espíritu, a la vez grande y prudente, que
habéis mostrado en tantas circunstancias, los derechos inconcusos é inalienables de
la Iglesia Católica.
Muchas han sido las dificultades suscitadas por las potestades adversas, al ejerci¬
cio de vuestro augusto ministerio, las pruebas más dolorosas no os han faltado, pero
habéis salido siempre engrandecido de esos combates por la fe y por las prerroga¬
tivas del episcopado, y motivo por el cual hoy—en tiempos más apacibles para el
catolicismo, vuestros hijos fieles, tienen a honor reconocer y manifestar que la guía
puesta a la cabeza de la iglesia uruguaya, por la gracia divina ha conquistado títulos
extraordinarios a la veneración, al respeto, a la consideración y al cariño de los fieles,
y que ha merecido los elogios de la Iglesia universal.
En efecto, Ilustrísimo Señor, vuestro episcopado ha sido durante muchos años,
lleno de ímprobos trabajos y de penosas contradicciones que os han hecho sufrir
amargamente; por eso es justo que en desagravio, haya escogido yo este momento,
el más oportuno, para deciros, aún a riesgo de herir vuestra modestia, que el pueblo
uruguayo está orgulloso de su Obispo, probado como ha sido con la adversidad,
habiendo salido victorioso en cuanto cabe en lo humano, de las dificultades de los
tiempos presentes.
Dignaos recibir, pues, Ilsimo. Señor, en cambio de todos los méritos que habéis
adquirido, y, que he someramente recordado, la expresión de nuestra sumisión filial,
de nuestro sincero cariño y gratitud y dadnos vuestra episcopal bendición.
Señores Congresales:
Habéis venido desde los diferentes departamentos de la República, venciendo to¬
das la dificultades a contribuir con vuestras luces y vuestra catolicidad a una empresa
noble, digna y patriótica, os felicito cordialmente por ello y sois tanto más dignos de
estos parabienes, en cuanto vuestra presencia en medio de nosotros demuestra que
el corazón de todos los católicos del país late al unísono y que nos unen los vínculos
de la misma fe y de la misma caridad.
Concurriendo numerosos, como lo habéis hecho, dais una imponente demostra¬
ción de la sinceridad de la fe de los uruguayos y probáis que la creencia religiosa no
ha desaparecido en nuestro viril país.
Recordareis, señores, que hace poco tiempo espíritus ilusionados llegaron a sos¬
tener que la fe menguaba, que languidecía entre nosotros y por poco hubieran afir¬
mado que agonizaba habiéndose refugiado en el corazón de algunas señoras. Eso,
a Dios gracias, no es cierto y vuestra presencia aquí es una prueba irrefutable de lo
contrario. Apenas algunas semanas han bastado para la convocación de los congre¬
sales y en tan buen tiempo se ha reunido esta numerosa y distinguida asamblea, re¬
presentación genuina, de todos los departamentos, que como hermanos en la fe y la
caridad, han esperado unánimemente los mismos frutos del congreso católico. Que
por vuestro celo religioso y por la legítima ostentación de vuestras creencias habéis
merecido bien de la causa católica esto no deja la menor duda. El respeto humano es
hoy, como en épocas anteriores, un gran obstáculo para la propagación del catolicis¬
mo. Muchas personas que pudieran dar ejemplo de edificación y de piedad tienen un
301
• José Máximo Carafí •
pusilánime temor de parecer buenas y creyentes: vosotros, al contrario, convencidos
de la dignidad de la noble empresa que acometéis, no hacéis caso del escudo de la
debilidad, de ese respeto humano que tiraniza tantas almas buenas.
Señores: Estamos seguros de que durante las discusiones, en sesión privada, nos
haréis conocer las condiciones particulares en que se encuentran los departamentos
que representáis, y así podrá el Congreso extender la acción eficiente del cristianismo
a cada uno de ellos en la medida de sus necesidades y cuando terminados vuestros
trabajos volváis a vuestros hogares, podréis narrar, como testigos oculares, las mani¬
festaciones dadas por la población de Montevideo en favor del Congreso y podréis
difundir la idea cierta de que son muchos los que se interesan por la regeneración
moral y religiosa de nuestro país, y que la mayoría continúa siendo profundamente
católica.
En este primer congreso, ha debido forzosamente limitarse el programa, por
diferentes motivos. La premura del tiempo, la conveniencia de concentrar todos
vuestros esfuerzos a los más urgentes asuntos, y el corto número de sesiones. Liemos
pensado que estaríais contestes en que era preferible someter a vuestras meditacio¬
nes, un número restringido de asuntos. Un programa demasiado vasto hubiera sido
un escollo visto los pocos días que durará el Congreso.
Señoras y señores:
De ninguna manera podíais demostrar mejor la simpatía que os inspira este
Congreso que acudiendo a sus sesiones solemnes para participar así de sus trabajos.
Estoy convencido que todos reconocéis la importancia que tendrán sus deliberacio¬
nes para la difusión de las buenas doctrinas, sin embargo, como podrían encontrarse
algunas personas que se preguntaran el objeto de los congresos católicos y sus resul¬
tados prácticos, he creído conveniente trazar, aunque sea ligeramente, la historia de
estas asambleas. En cada época de la historia ha cabido un papel principal a tales o
cuales acontecimientos, o tales o cuales manifestaciones para avivar la fe y corregir
las costumbres de los pueblos. Las cruzadas, la fundación de órdenes religiosas con
sus múltiples objetos, las misiones apostólicas, los concilios universales, generales
o provinciales y otros muchos medios que seria prolijo enumerar, han tenido su
utilidad decisiva en ciertas épocas. Entonces todo el trabajo pesaba sobre el clero
secular y regular y los laicos se limitaban a sostener la fe en las guerras religiosas por
la conquista de los Santos Lugares, o por la conservación de la autoridad religiosa
amenazada y perseguida. Al fin del siglo pasado cuando la Revolución Francesa hu¬
bo hecho tantos destrozos en el orden moral y religioso, empezaron los seglares a
contribuir con su ilustración y saber a sostener las buenas doctrinas. El conde José
de Maistre, de Chateaubriand primero y luego una pléyade de apologistas católicos,
entre los cuales figuran Donoso Cortés, Ozanam, el fundador de las Conferencias
de San Vicente de Paul, el conde de Montalambert, M. de Falloux, el conde de
Mun, fundador de los Círculos Católicos de Obreros, Augusto Nicolás y tantos
otros en sus tratados y en sus discursos empezaron a reconciliar el laicato mina¬
do por la revolución con el catolicismo. Estos generosos atletas no contentos con
los brillantes resultados que obtenían por su acción individual resolvieron hacerla
colectiva y así nacieron los Congresos Católicos. Desde el memorable Congreso
de Malinas, de que formaron parte las primeras ilustraciones católicas de aquel en-
302
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
tonces: Monseñor Dupanloup, obispo de Orléans, el R. V. Félix, el R. P. Gratry, el
conde de Montalambert y M. Falloux y además muchos ilustres católicos de Bélgica,
se han venido celebrando con una frecuencia cada vez mayor, Congresos Católicos
en Bélgica, Francia y Alemania.
Es gracias a estas asambleas que se debe en gran parte el prodigioso desarrollo
de las obras piadosas y caritativas en aquellos Estados y la reivindicación de los de¬
rechos de los católicos en sus respectivos países. Todo el mundo conoce la situación
angustiosa porque pasó el catolicismo en Alemania después de la promulgación de
las demasiado célebres leyes de Mayo, que establecieron el Kulturkampf, por an¬
tonomasia. Pues bien, los católicos alemanes no desmayaron; y por medio de sus
congresos anuales de Fulda, emprendieron una campaña tan tenaz que acabó por
obtener, primero la inaplicación de las leyes de Mayo y después una modificación
tan radical de ellas, que puede decirse están hoy, enteramente derogadas. Los resulta¬
dos obtenidos en Alemania, en presencia de un adversario tan poderoso, como sagaz
político y profundo estadista, pueden alcanzarse en todas partes, pues la opinión
pública acaba por vencer todos los obstáculos y es ella quien establece esas corrientes
de opinión irresistibles, ante las cuales, los que más afirman que no irán a Canosa,
son los que se ven en la imprescindible alternativa de dimitir o ir a Canosa, que vale
decir, someterse.
Los católicos uruguayos no queremos violentar a nadie, pedimos solamente que
se nos dé, en cumplimiento de la Constitución del Estado, amplia libertad para el
ejercicio de nuestro culto, leyes católicas para los católicos y bajo el régimen de la
libertad que trajo Jesucristo del cielo, y que sólo vive próspera en la tierra bajo la
inspiración de sus ministros, como ha dicho Donoso Cortés, haya paz religiosa en
nuestro país y florezcan todas las instituciones caritativas y de beneficencia.
Fíe dicho.
303
Anexo N° 22:
Nota dirigida por laicos
CATÓLICOS URUGUAYOS A S. S. LEON
XIII, 1893
Procedencia: Gaudiano, Pedro: El primer antecedente de la creación del
Arzobispado de Montevideo en el Archivo Vaticano. Soleriana [Montevideo],
1998; 9:87-91.
Montevideo, 15.6.1893
Eminentísimo Señor Cardenal Rampolla, Secretario de Estado de S. S. León
XIII.
Montevideo, Junio 15 de 1893.
Eminentísimo Señor:
El Directorio Central de la Unión Católica, o sea la Junta permanente de los
Congresos Católicos del Uruguay, elegida por el voto unánime y colectivo de todos
los Católicos de la República, tiene el honor de dirigirse a V. Eminencia para que, en
su nombre y el de sus Comitentes, se digne presentar una humilde súplica a Nuestro
Santísimo Padre León XIII, cuya preciosa vida Dios guarde y conserve para bien de
la Iglesia y los grandes intereses de la causa católica.
Este Directorio, en el asunto que motiva la presente, no deja de reconocer que
solo le es dado apelar, como hijos, a la benignidad paternal del Padre común de los
fieles y a la benévola mediación de V. Eminencia.
Los propósitos de este Directorio Central de la Unión Católica sólo responden
al progreso, gloria y honor de la Iglesia en el Uruguay y al amor de hijos para con
su Padre y Pastor, por cuya razón no trepida en llegar hasta el Vicario de Cristo en
demanda de una gracia.
Los Católicos del Uruguay veneramos con amor y entusiasmo crecientes a nues¬
tro Obispo Diocesano Monseñor Doctor Don Mariano Soler pues, como bien sabe
V. E., Monseñor Soler ha sido para esta República el hombre suscitado por Dios, un
verdadero apóstol enseñándonos y guiándonos con las luces de su profundo saber
y arrastrándonos al cumplimiento de los deberes cristianos con el ejemplo de sus
virtudes.
304
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Tendríamos que molestar a V. E. si descendiéramos a enumerar las obras impor¬
tantísimas y de aliento que Monseñor Soler ha realizado, luchando en todo terreno
por conquistar el reinado de Dios, defender la religión, conseguir el triunfo de la
causa religiosa y formar un vigoroso partido católico.
Con tan noble y santo fin Monseñor Soler no ha malgastado tiempo, no ha per¬
donado vigilias, no ha excusado sacrificios, siempre en la brecha, peleó como soldado
y dirigiéndonos como Jefe. A Monseñor Soler se le ha visto activo y denodado en el
parlamento, en la tribuna, en la cátedra, en la prensa, en el estudio de las cuestiones
mas trascendentales, en el Ministerio Sacerdotal, fundando y promoviendo escuelas,
asociaciones, Club, Unión y Congresos Católicos consagrándoles, sin reserva, su
vasta erudición, su inteligencia vigorosa y su gran corazón.
Por estos antecedentes Mor. Soler ha sido y es el factor principal del movimiento
católico en esta República, y con toda propiedad el alma y vida de nuestras institu¬
ciones.
Los Católicos del Uruguay, quisiéramos dar a Mor. Soler un testimonio impere¬
cedero de gratitud por los inapreciables bienes que nos ha reportado y nos parece un
medio adecuado pedir al Santo Padre se digne promover a Mor. Soler a la dignidad
Arzobispal con el nombramiento de Arzobispo titular y Obispo de Montevideo.
Tenemos conocimiento que existen varios Obispos en igual condición de
Arzobispo-Obispo Diocesano, por cuya razón nos atrevemos a implorar de Su
Santidad gracia y privilegio semejantes para nuestro dignísimo Prelado.
Por otra parte, una circunstancia especialísima favorece esta súplica; en toda la
República es único Obispo Diocesano, con dos Obispos Auxiliares e independientes
del Arzobispado más próximo, que lo es el de Buenos Aires.
La República del Uruguay, nación independiente con un solo Obispo Diocesano
y dos Auxiliares, teniendo por vecinas dos Repúblicas, la Argentina y la de los E. U.
del Brasil, con sus respectivos Arzobispos, parece reclamar la organización de la je¬
rarquía eclesiástica en un orden más elevado; y ya que este Gobierno no puede por el
momento llenar las condiciones que serían del caso para negociar con la Santa Sede
la erección de un Arzobispado, los Católicos nos permitimos implorar del Santo
Padre supla, por un acto de magnanimidad, esa necesidad de honra nacional para la
Iglesia de Montevideo, en la forma que hemos manifestado a V. Eminencia.
Por el cariño que debemos a los méritos y virtudes de Mor. Soler quisiéramos que
él fuese el primero que en la Diócesis invistiese la dignidad Arzobispal.
Abonan en favor de esta súplica otras consideraciones que no escapan al elevado
criterio de V. E.: el Santo Padre elevando a Mor. Soler a la dignidad Arzobispal, en
premio a sus méritos, realza la personalidad de nuestro Prelado, dándole más auto¬
ridad, prestigio e influencia en el desempeño de su pastoral misión, como asimismo
en las relaciones con el Gobierno.
Además, al otorgar el Santo Padre gracia tan especial y extraordinaria, demostra¬
ría particular estima á la República del Uruguay, que ha de producir una saludable
y más estrecha correspondencia filial al Supremo Jerarca de la Cristiandad, en la
Nación, su Gobierno y pueblo.
305
• José Máximo Carafí •
Veneramos con amor filial al Vicario de Cristo, protestamos incondicional ad¬
hesión a la Cátedra de Pedro, reclamamos el dominio temporal del Sumo Pontífice,
admiramos y amamos la persona de S. S. León XIII, providencialmente dada a la
Iglesia Católica, pero el otorgamiento de esta gracia obligará todo nuestro afecto y
adhesión a la Silla Apostólica.
Reconocemos que no nos asiste derecho alguno, pero dirigimos al Santo Padre
por intermedio de V. E. un pedido como gracia especial, demostración de su pater¬
nal bondad y un recuerdo de su jubileo episcopal para la Iglesia de Montevideo.
No dudamos que Nuestro Santísimo Padre León XIII nos concederá la gracia
pedida y será el recuerdo imperecedero de su jubileo episcopal en la República del
Uruguay.
Confiamos, Eminentísimo Señor, que interpondrá su eficaz mediación para que
Su Santidad; acoja benigno esta súplica y la persona de V. E. será para los católicos
del Uruguay de cariñosos y gratos recuerdos.
Haciendo votos por la felicidad de V. E. le protestamos las seguridades de todo
respeto y estima.
[Firmado y rubricado:] José M Carafí, Carlos A. Berro, Francisco Dará, Miguel
Martínez, Nicolás Luquese, Héctor Pareja, Eugenio Zoa O’Neill, José Rodolfo [?], Jacinto
Darán, Vocal Secretario.
306
Anexo N° 23.
Trabajo presentado por J. M.
Carafí ante la Sociedad de
Medicina, titulado Etiología de la
FIEBRE TIFOIDEA, 1894 .
Procedencia: El Siglo, Montevideo, viernes 20 de abril de 1894, portada.
Gacetilla
Etiología de la fiebre tifoidea
Por el Doctor Carafí
(Comunicación leída en la Sociedad de Medicina el 18 de abril de 1894)
El descubrimiento del microbio de Eberth constituye el hecho más culminante
en la bacteriología de la fiebre tifoidea; en breve tiempo esta noción etiológica ha ido
tomando el lugar que le correspondía en todos los tratados modernos consagrados
al estudio de esa enfermedad y en las obras de patología interna, más recientes. Las
investigaciones hechas, por varias misiones higiénicas, a efecto de estudiar las causas
del tifus, han confirmado los estudios de Eberth con el hallazgo de su microbio en
el agua de que hacía uso la población epidemiada. Sin embargo, la teoría del origen
fecal de la fiebre tifoidea, comprobada por numerosas observaciones, había echado
profundas raíces en el espíritu de muchos patólogos y no es de extrañar que algunos
se hayan mostrado reacios a admitir que el microbio de Eberth sea la única causa
bacteriológica de la fiebre tifoidea. En efecto, desde 1892, Roux, Rodet y Vallet
(de Lyon) han sostenido la opinión de que un bacilo, generalmente inofensivo, el
bacterium coli, podía volverse eberthiforme, lo que, según la expresión de un hábil
publicista médico, equivaldría a que un cordero se transformase en lobo.
Las consecuencias de esta transformación, si fuera posible, las comprenderá fácil¬
mente el lector. La fiebre fitoidea tendría un microbio virulento, el bacilo de Eberth,
y un microbio ordinariamente no virulento, el bacterium coli comnne, el cual en
circunstancias especiales, se volvería también virulento y podría, a su vez, engendrar
la fiebre tifoidea; este dualismo bacteriológico está en contradicción con todas las
307
• José Máximo Carafí •
nociones de la microbiología y sin tener la pretensión de resolver en absoluto la
cuestión pensamos que, una vez admitida la especificidad del bacilo de Eberth, sólo
después de un número considerable de observaciones bacteriológicas y epidemioló¬
gicas, muy circunstanciadas, sería prudente modificar la noción, hoy admitida, del
origen morfológico del tifus. No conocemos los hechos que pudieran hacer vacilar
nuestra manera de pensar, en esta cuestión.
Hasta tanto, pues, que nuevas observaciones no hayan probado de un modo
indiscutible la posibilidad de que el bacterium coli commune pueda transformarse
en germen tifógeno, persistiremos en no admitir su acción patógena en la fiebre
tifoidea.
Hay que advertir, en cuanto concierne a nuestra epidemia, que el bacilo coli
commune no se ha encontrado siempre en las aguas del río Santa Lucía y solamente
de una manera accidental y pasajera, aún cuando, careciendo de las observaciones
necesarias, no podemos decir cuántos días en el año se ha demostrado su presen¬
cia en el agua y si sólo ha sido después de las crecientes del río Santa Lucía o de
alguno de sus afluentes, o por otras causas de alteración en el estado higiénico de
esa agua. Todo hace suponer que la cantidad del bacilo coli comune se hallaba en
pequeño número, lo que según los principios bacteriológicos admitidos hoy, atenúa
grandemente su acción patógena. Los experimentos del doctor Morelli, que dieron
tema a una interesante comunicación a la Sociedad de Medicina, fueron practicados
haciendo inyecciones con la materia orgánica, obtenida por la filtración de grandes
cantidades de agua, para obtener la infección de conejillos de Indias así tratados, y
luego después, practicó inyecciones con culturas puras de bacterium coli comune,
determinando fenómenos infecciosos que mataban en dos ó tres días a los conejillos.
En la serie de experimentos a que acabamos de hacer referencia, se comprueba, en
determinadas circunstancias, que el bacterium coli puede dar lugar a fenómenos de
infección que no tienen identidad con los que demuestran la anatomía y la bacterio¬
logía patológicas de la tifoidea.
Por otra parte, si la presencia de bacterium coli commune, en las condiciones en
que se encuentra en el agua de Montevideo, pudiera determinar una epidemia de
tifus o de otra enfermedad cuya forma clínica fuera parecida, se contarían en esta
ciudad, millares de enfermos de fiebre tifoidea ya no la cifra de 60 a 100 enfermos,
que es aproximadamente el máximum de los que han sido denunciados en un mes,
debiendo advertirse que no es exagerado afirmar que la mitad de la población (es
decir, algo más de 100,000 personas) beben exclusivamente el agua corriente tal cual
sale de la canilla.
Ya se ha dicho que el agua viciada por la presencia del microbio de Eberth no so¬
lamente es dañina cuando se bebe pura, sino también cuando penetra en el estómago
mezclada con alimentos: leche, ensaladas crudas, etc.
Hart y Auerbach han demostrado que durante la primera infancia, la fiebre ti¬
foidea ha sido observada no solamente en niños que beben agua, sino también en
aquellos que sólo tomaban leche mezclada con agua en las mamaderas.
308
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
El agua que los lecheros emplean para lavar los recipientes en que traen la leche
a la ciudad, puede toda vez que esté infestada, comunicar sus propiedades patógenas
a la leche.
Mucho peor es lo que sucede cuando a la leche le añaden agua con objeto de
adulterarla.
No es únicamente la leche aguada la que puede transformarse en vehículo del
microbio de Eberth. Existe otro medio de transmisión que ha causado varias epide¬
mias y del que vamos a ocuparnos dentro de un instante.
La patología comparada nos enseña que la fiebre tifoidea no es exclusivamente
una antroponosis, observándose también en algunos animales, con la particularidad
que la fiebre tifoidea de las bestias es, según su origen, transmisible o no transmisible
al hombre. Vamos a dar un ejemplo de este último caso.
El tifus de los ratones, cuyo microbio ha sido descubierto por Loeífler, no es
transmisible al hombre.
Podemos impunemente comer pan mojado en un caldo concentrado del bacilo
que lo produce. Basado en este dato, el profesor Loeífler, llamado por el gobierno
griego y acompañado por el doctor Pampuki, director del Laboratorio bacteriológi¬
co de Atenas, se trasportó a Larisa, capital de la Tesalia, para destruir por medio de
una epizootia provocada de tifus, una plaga de ratones que había invadido aquella
provincia amenazando devorar las cosechas. En un artículo publicado en La Natnre
del 10 de noviembre de 1892 (pág. 585) el señor Danyse, jefe del Laboratorio de
Parasitología de la Bolsa de París, da noticia de los datos bacteriológicos y de su apli¬
cación agrícola con el objeto indicado.
La fiebre tifoidea de los rumiantes: del buey y de la vaca, es en cambio transmi¬
sible al hombre. Por sus deposiciones en los estanques y ríos estos animales pueden
infestar las aguas que se vuelven tifógenas. Este es otro retorno a la vehiculización
hídrica.
Elay otro medio más sencillo de contagio de la fiebre tifoidea de las vacas al
hombre. Sabido es que en aquellos animales el tifus ofrece poca gravedad y se carac¬
teriza por una diarrea abundante y algo fétida.
El estado líquido de las heces y los movimientos incesantes de la cola ensucian
diferentes regiones de la piel del animal y la parte posterior de la ubre. Si el lechero
no toma la precaución de lavarse las manos y de desinfectar la ubre antes de ordeñar,
durante ese acto, partículas de estiércol podrán fácilmente deslizarse en la leche in¬
festándola y convirtiéndola en un agente de transmisión del tifus.
Nótese que la leche de esas vacas no contiene ni el bacilus de Eberth ni ningún
otro microbio al atravesar los orificios de los conductos lacticíferos, la infección se
produce por el contacto con los pezones sucios o con las manos sucias de los que
ordeñan.
Como se ha visto, varias son, pues, las vías y distintos los vehículos que puede
seguir el bacilo de Eberth para penetrar en el aparato digestivo del hombre y produ¬
cir la fiebre tifoidea, siendo de notar que la vía del agua es indiscutiblemente la más
frecuente y si debiéramos presentar los cuadros estadísticos, sería fácil de una simple
309
• José Máximo Carafí •
ojeada comprobar la resaltante exactitud de nuestro aserto; de ahí que con razón los
higienistas sostengan que las aguas potables, puras, abundantes y baratas tienen en
una ciudad todo el valor de un signo revelador del estado de salubridad de esa pobla¬
ción en lo referente a las enfermedades contagioisas y particularmente a la tifoidea.
Basta comparar bajo este punto de vista lo que ocurre entre Londres y París:
la primera con un coeficiente mínimo de enfermos y de fallecidos de tifoidea y la
segunda con casi un máximum en la morbilidad y en la mortalidad por la misma
causa.
Conclusiones
1. El microbio de Eberth es el único agente patógeno de la fiebre tifoidea.
2. El Bacterium coli comune puede determinar, en ciertos casos, fenómenos
graves, infecciosos, pero jamás la fiebre tifoidea.
3. No se ha comprobado hasta hoy, la presencia del bacilo de Eberth en el
agua corriente.
Líay que buscar en el agua de otro origen la causa de la actual epidemia. La causa
es, pues, el agua adulterada, por la presencia del microbio de Eberth en los malos
aljibes, pozos, arroyuelos y estanques.
310
Anexo N° 24.
Trabajo presentado por J. M.
Carafí ante la Sociedad de
Medicina, titulado Muerte del
FETO EN LOS PRIMEROS MESES DEL
EMBARAZO Y SU EXPULSIÓN AL
TÉRMINO NORMAL DEL MISMO, 1894 .
Procedencia: Centro Farmacéutico Uruguayo. Revista mensual. Organo de
la Sociedad de su nombre, de julio de 1893 a diciembre de 1894; I: 236-238 y
284-287.
Muerte del feto en los primeros meses del embarazo y su expulsión al término
normal del mismo.
Presentación de la pieza anatómica.
Por el Dr. José Ma. Carafí
Señores:
En una comunicación que tuve el honor de dirigiros, en la última sesión de esta
Sociedad, sostuve que, a pesar de que la generalidad de los tratados de obstetricia
están acordes en que “no existen signos positivos de embarazo antes del cuarto, y, por
regla general, del quinto mes, contados desde la última menstruación, es decir, que
los primeros signos seguros son los movimientos del feto o sus latidos cardíacos”.
Hace diez años, decía, que en mis cursos de distocia vengo sosteniendo todo lo
contrario, y la experiencia adquirida antes en las Maternidades de París, Caridad
(1878), Piedad (1879), Cochin (1880) y Beaujeon (1881) -y la adquirida después
en mi práctica cuotidiana obstétrica, me permiten confirmar hoy, con numerosas
observaciones, la exactitud de mis observaciones.
En el curso de Obstetricia que estuvo a mi cargo, interinamente, durante la au¬
sencia del catedrático titular, nuestro estimado colega, el señor Fiol de Perera, tuve
311
• José Máximo Carafí •
oportunidad de insistir de una manera más especial sobre esta interesante y, a mi
juicio, hoy resuelta cuestión.
Varias veces había pensado ocuparme de este asunto, cuando una observación
que voy a tener el honor de comunicaros, dentro de algunos instantes, y un artículo
del doctor Landau, de Berlín, aparecido en el número 11, pág. 385, del mes de
Mayo del presente año, de la Revista Médico Farmacéutica de Nueva York, me ha
determinado a hacerlo.
No es mi ánimo repetir los signos y el valor diagnóstico que les atribuyo, según
lo he formulado en la pasada sesión; hoy me voy a limitar a uno de los casos que, por
ser excepcionales y raros, merece ser citado y conocido, y además porque, aún en él,
las ideas que sostendré han salido victoriosas en medio de dificultades nada comunes
para el diagnóstico de embarazo en los primeros meses y en los subsiguientes.
He aquí la observación: N.N., de 34 años de edad, multípara, tuvo, a conse¬
cuencia de un aborto de cinco meses, una retención casi total de la placenta. El
aborto tuvo lugar en los últimos días de octubre de 1891. Después del aborto, y a
los pocos días, empezaron las metrorragias, que fueron aumentando cada vez más en
duración y en cantidad hasta llegar a amenazar gravemente la vida de la paciente.
Después de haber solicitado la asistencia de dos facultativos, la enferma cada
vez más alarmada por la repetición casi diaria de las metrorragias y en un estado
de profunda anemia, pálidos los labios, amarilla la piel, con un pulso frecuente y
depresible y con hemorragias casi siempre matinales, a pesar de guardar cama hacía
varias semanas; solicitó mis servicios en los primeros días del mes de enero de 1892,
más de dos meses después del aborto. Después de haber observado el estado que
dejo descripto, procedí a su examen local, y basándome en el volumen excesivo del
útero, aún cuando todos los antecedentes fueron negativos, diagnostiqué una reten¬
ción placentaria.
El día que le observé por vez primera, el cuello uterino estaba poco dilatado, a
penas permitía la introducción del pulpejo del dedo y la hemorragia había dismi¬
nuido un poco. Esto me dio una tregua para preparar la enferma a la operación que
fue practicada siete días después, cuando el cuello permitía el acceso del dedo y el
diagnóstico evidente de retención placentaria.
Practiqué la operación con las precauciones antisépticas ordinarias, extraje en
pequeños pedazos, la placenta en su totalidad, dejando la superficie uterina lisa por
partes y sin relieve apreciable en donde existían las adherencias parciales. Las conse¬
cuencias de la operación fueron normales y solamente la profunda anemia exigió el
empleo prolongado de tónicos y reconstituyentes, durante más de seis meses. Cesó
el tratamiento de una ligera endometritis cervical a los nueve meses de la operación.
La menstruación se restableció y se regularizó.
Hacía ya varios meses que no veía a la señora N.N., cuando un día se presentó en
mi consultorio manifestándome que hacía más de un mes y medio que había cesado
la menstruación y que deseaba saber si estaba encinta o tenía alguna enfermedad. No
acusaba ningún otro síntoma de gravidez.
El examen local, al tacto, me demostró la existencia de un tumor arredondeado
que hacía relieve en el fondo de saco anterior vagino-uterino, el cuello uterino estaba
312
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
algo resblandecido alrededor del orificio externo y el cuello ligeramente entreabier¬
to. Estos signos me permitieron afirmar la existencia del embarazo en sus primeras
semanas. El tacto combinado con la palpación demostraba el aumento simétrico
del útero -y el tacto demostraba que el tumor arredondeado, blando, resistente,
indoloro que se sentía en el fondo del saco anterior de la vagina, era susceptible de
endurecerse de tiempo en tiempo (contracción de la musculosa del útero).
Pasaron dos meses y la enferma se presenta nuevamente en mi consultorio que¬
jándose de algunos síntomas insignificantes.
Pasado cierto tiempo, que no puedo precisar exactamente, la señora vino nueva¬
mente a mi consultorio manifestándome dudas sobre su embarazo, porque no sentía
ni aumento del vientre, ni movimientos fetales, ni otros fenómenos que había expe¬
rimentado en sus embarazos anteriores. Siendo la hora algo avanzada y en atención
a lo que me acababa de manifestar, le pedí que volviera a la semana siguiente para
proceder a un reconocimiento prolijo y minucioso que me permitiera contestarle
categóricamente sobre si estaba o no encinta.
Este examen tuvo lugar en el tiempo fijado -y me convenció de que el útero
contenía un producto de concepción, a pesar de su blandura particular; la no exis¬
tencia de movimientos activos ni de latidos cardíacos- si bien el soplo uterino era
manifiesto.
Mi diagnóstico fue de embarazo, con el feto probablemente muerto y además
desproporción entre el volumen del útero y la época presumida del embarazo (más
de seis meses).
Debo añadir, que el estado general de la grávida era satisfactorio; no había expe¬
rimentado ni escalofrío, ni subida de la leche.
El 9 de Julio de 1894, después de nueve meses de cesación menstrual, dio a luz
el feto que tengo el honor de presentar a la Sociedad.
Voy a tener el honor de presentaros las piezas anatómicas relativas a la precedente
observación.
El feto y los anexos han sido conservados en alcohol desde el día de su expul¬
sión.
El óvulo fue expulsado casi entero; sólo encontré una pequeña rasgadura que tu¬
ve que agrandar para poder observar su contenido: no hallé casi líquido amniótico.
El feto está reducido de volumen, endurecido, desecado, en una palabra, momi¬
ficado; su consistencia es bastante considerable, casi corchácea.
La actitud que presenta le da en conjunto una forma arredondeada, que llama la
atención por su regularidad. La cabeza muy voluminosa relativamente, está aplicada
sobre la cara anterior del tórax y del abdomen, deprimiendo las regiones con las
cuales se halla en contacto, de tal suerte, que se ha creado una foseta que la aloja en
parte.
De ahí resulta que el límite de esa depresión hace relieve y se confunde gradual¬
mente con el relieve que forma el contorno de la cabeza. Pero la cabeza no está en
313
• José Máximo Carafí •
flexión directa sobre el tronco, sino que además, ha girado sobre su eje vertical, de
tal suerte, que uno de sus lados corresponde al plano anterior del tronco ocupando
la mejilla izquierda la parte central del huevo que la aloja.
El feto tiene unos 24 centímetros de longitud. La piel del feto es casi lisa y ofrece
muy escasas arrugas.
Los miembros inferiores están apelotonados. El feto pesa 95 gramos. El cordón
endurecido, ofrece cierta rigidez, su calibre es el de una pluma de gallina. Ofrece dos
circulares flojas: una alrededor del tobillo izquierdo y otra rodea el puño del mismo
lado. Su inserción placentaria es central. Su longitud es de 25 centímetros.
La placenta abultada, gruesa, seca, corchácea, ofrece por su cara amniótica una
depresión que se aplica a la superficie del feto y aloja en parte. La superficie uterina
es muy convexa y las vellosidades placentarias presentan un aspecto estoposo que
está de acuerdo con la consistencia de la placenta. Esta es bastante voluminosa y pesa
105 gramos, existiendo una marcada discrepancia entre el volumen y el peso, lo que
se explica por la disminución de la densidad.
Vamos a dar, en resumen, el peso de los óvulos, de los fetos, y de las placentas en
las dos observaciones del Tratado de Mr. Tarnier y de la nuestra:
I o ) 640 gramos: feto, 385 gramos; placenta, 255 gramos
2 o ) 325 gramos: “ , 175 “ ; “ 120
En nuestra observación:
200 gramos: feto, 95 gramos; placenta, 105 gramos.
Lo que prueba que la momificación estaba mucho más avanzada en nuestro caso,
porque el feto ha muerto antes, siendo expulsado en las tres observaciones al término
normal del embarazo.
Reflexiones: -Con respecto a esta observación, lo que más llama la atención es la
tolerancia tan prolongada del útero para el óvulo muerto - y las modificaciones que
éste ha experimentado por la absorción del líquido amniótico y de las partes líquidas
de la placenta y del feto.
La retención anterior tan prolongada de la placenta, en el aborto que precedió a
este embarazo, no justifica la opinión de una tolerancia habitual de la matriz, puesto
que la placenta que extraje estaba casi completamente adherente a la cavidad uterina,
por las ligas celulosas y vasculares, explicándose así naturalmente su permanencia sin
que sea menester invocar una tolerancia excepcional en este caso.
Pero si nos referimos al embarazo último con muerte del feto en los primeros
meses (sin que sea posible afirmar aún después de un minucioso examen de la pieza
anatómica en qué mes del embarazo cesó el feto de vivir), la observación ofrece
bastante interés. Son poco numerosos, relativamente, los casos de esta clase y no es
posible apreciar a qué grado llevan las reducciones de la momificación el volumen
que primitivamente tenía el feto, lo mismo que la disminución de su peso. Muerto
el feto, está sujeto a dos acciones importantes: la absorción de sus elementos líqui¬
dos y la compresión continuada que la musculosa del útero ejerce sobre todos los
elementos del óvulo.
314
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Teniendo en cuenta el segundo factor, nos explicamos la actitud del feto del
siguiente modo. Lo primero que ocurre es la absorción del líquido amniótico, en su
casi totalidad. Esto disminuye la capacidad uterina, pero modifica también su forma;
en efecto, de ovoideo pasa a ser esferoidal.
El feto modifica su actitud primitiva porque se encuentra demasiado largo para
ocupar el claustro materno y disminuye su diámetro longitudinal por la flexión de
la cabeza sobre el tronco y el apelotonamiento de las extremidades. La flexión es
primeramente directa, pero la disminución creciente de la cavidad uterina obliga a la
cabeza, ya doblada, a girar sobre su eje vertical, de tal suerte, que una de las mejillas
corresponde al plano anterior del tronco y la otra a la cara amniótica de la placenta.
Esta segunda posición la ocupa forzosamente la cabeza porque los diámetros trans¬
verso y antero posterior del útero se achican también a medida que la reabsorción
aumenta y, finalmente, ya no es simplemente la aplicación de la mejilla sobre el
plano anterior del tronco lo que ocurre, sino también la formación de una fosa, en
razón de la mayor dureza ósea de la cabeza reducida en la cara anterior del tórax y
abdomen. Así se llega a la forma esferoidal del óvulo acomodado a la forma igual de
la cavidad uterina.
No es permitido sacar de un solo caso conclusiones generales, pero si tenemos
en cuenta las dos observaciones publicadas en el Tratado de los Partos del profesor
Tarnier (Tomo I, pág. 541 y 542, nota) y la nuestra, podemos deducir que a la muer¬
te del feto durante el embarazo sigue el cambio de forma del útero, la cual traduce los
cambios que se operan en su interior, de acuerdo con lo que dejamos expuesto.
Podríamos, pues, decir que: tan pronto la resistencia del feto vivo y del líquido
amniótico que lo rodea y cuya secreción aumenta diariamente cesan de actuar sobre
la superficie interna de la matriz, ésta pierde la forma ovoidea y busca la forma esfe¬
roidal. Puede ser que la presión abdominal contribuya también, en parte, al mismo
resultado.
Hay también lugar a poner en claro otros puntos de interés. Es lo relativo al
diagnóstico del embarazo en los primeros meses, puesto que hemos visto que este
problema se ha presentado dos veces en el curso de la observación. No vamos a ex¬
poner aquí los signos que nos han permitido formular este diagnóstico, cuando el
feto vivía, porque sería repetir lo dicho en el curso mismo de nuestra historia clínica.
Ampliar más el estudio metódico y razonado de estos signos, es materia muy vasta
para ser tratada en este momento. Sólo nos limitaremos, pues, a hacer constar con
las pruebas en la mano, que con los signos que hemos descubierto y enseñado en
nuestra cátedra no solamente es posible formular el diagnóstico de embarazo en los
primeros meses, sino que él puede llegar a un grado de certeza suficiente en casi to¬
dos los casos cuando vive el embrión. Además, como se ha podido ver, aún la muerte
del feto y las modificaciones experimentadas, si bien aumentan en sumo grado las
dificultades, no han constituido, en nuestro caso, un escollo insuperable.
Resumiendo, diremos, que es al útero, sobretodo, a quien hay que interrogar
por el tacto, la palpación y ambos medios combinados cuando haya que proceder
al diagnóstico del embarazo sin por eso omitir los demás signos llamados de proba¬
bilidad.
315
Anexo N° 25.
Partida de defunción y
DOCUMENTO DE SEPELIO DE JOSÉ
Máximo Carafí.
Procedencia: Visca Visca, Pedro. Sesiones de la Sociedad Uruguaya de
Historia de la Medicina, 1989; 11: 71.
Con fecha 2 de setiembre de 1895, acta N° 939. Se presentaron los Sres. Alberto
Castellsy Vicente Fabio a declarar que el día anterior (I o de setiembre de 1895), a las
11 A.M., en la calle Cerrito N° 30, falleció José Máximo Carafí, oriental, nacido en
Montevideo, de 42 años de edad, soltero, de profesión médico cirujano, hijo legítimo de
Ramón Carafí y Laura Zás. Abuelos Paternos: Gaspar Carafí y Encarnación Pey. Abuelos
Maternos: José Zas y Manuela Días. Certificado firmado Dr. Fonseca; causa de defun¬
ción: Infltienza con pleuro-pnemonía y absceso del hígado.
En el Registro del Cementerio Central, con fecha 2 de setiembre de 1895, figura el
entierro de José Máximo Carafí, oriental, de 42 años, soltero. Fue sepidtado en el Nicho
N° 118 del Primer Cuerpo, propiedad de la familia Montestruc. [sic]
En el duplicado del títido correspondiente, archivado en el Dirección de Necrópolis
(Intendencia Mtmicipal de Montevideo), consta que el 30 de mayo de 1898 los restos
fueron trasladados al Nicho N° 11. Este se encuentra en el interior de la Rotonda; es
el primero a la derecha de la entrada. Su lápida, sin adorno alguno, lleva la siguiente
inscripción:
José Máximo Carafí
1853-1895
El nicho anterior, no existe en la actualidad. (Ver foto del actual)
316
Anexo N° 26.
Retrato de José M. Carafí,
PUBLICADO CON MOTIVO DE SU
FALLECIMIENTO, 1895 .
Procedencia: Montevideo Católico , 1895 año 1, N° 8, setiembre 8 de 1895
(reproducido de Ses Soc Urug Hist Med, 1989).
317
Anexo N° 27.
Artículos publicados con motivo
DEL DECESO DE JOSÉ M. CARAFÍ
A) Nota de El Bien.
Procedencia: El Bien , Año XVIII, n° 494, Montevideo, 3 de setiembre de
1895, editorial.
El doctor don José M. Carafí
“Disciplina medici exaltabit caput illius et in conspecto magnatorum coliauda-
bitus » (Ecclesiastico, XXXVI1I-3)
Aunque se conocía la gravedad del mal que había postrado al doctor Carafí,
aunque se le había visto prepararse como buen cristiano para el terrible tránsito, su
muerte ha sorprendido, y sorprendido con dolor a todos.
Ya no es de este mundo aquel espíritu selecto, aquella inteligencia enriquecida
por las ciencias, que en una edad en que todavía hay largo porvenir, ha roto las liga¬
duras corporales y ha volado a su Creador.
Con el doctor Carafí pierde la patria un noble ciudadano, la causa católica un
elemento distinguidísimo, la ciencia nacional uno de sus factores más importantes.
Para los que apreciaban así, su muerte hubiera sido siempre inoportuna; porque
en todo tiempo habría dejado un vacío grande y muy difícil de llenar en la sociedad
uruguaya.
No hemos tenido tiempo de recordar hechos y fechas para trazar su biografía.
No puede aplicársele a él aquella frase de Séneca (en el tratado de la brevedad de
la vida): que todo lo que ha trabajado ha sido para el epitafio del sepulcro. Muchas
de las obras a que ha contribuido le sobreviven y serán su alabanza, otras son de las
que han de fructificar en el futuro y que procuran galardón superior a los de la fama
mundanal.
Porque así como es imposible separar en la vida del doctor Carafí la fe y la ciencia,
imposible es también reducir su acción a la propaganda y a la práctica científica.
318
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
En admirable consorcio, la fe y la ciencia eran en él (según la frase de un inspi¬
rado apologista) dos gemelos que se desarrollaron en su espíritu para no separarse
durante toda la vida, dos flores que brotaron del mismo tallo.
Cuando joven, ansioso de saber y viendo delante de sus pasos el camino de la luz,
se fue a Europa a estudiar, llevaba ya como guía, este pensamiento de San Anselmo,
que fue norma y compendio de toda su vida:
“Cuanto más nos alimentemos de la fe, mayores serán las riquezas intelectuales
que llegará a atesorar nuestro espíritu”.
Para su bien tuvo la suerte de frecuentar en Barcelona donde estuvo algún tiem¬
po, comunicaciones con un profesorado ilustre, cuando todo estaba dominado por
el krausismo en España, mantenía alta y resplandeciente en la capital de Cataluña la
preeminencia de la filosofía cristiana.
Y cuando fue a Francia a completar sus estudios, mientras seguía los cursos de la
Facultad de Medicina, no dejaba de asistir a las sesiones de la Conferencia Ozanam
en el Club Católico de París, donde el R. P. Gratry y otros insignes oradores, soste¬
nían brillantemente la inseparable unidad de la fe y la ciencia y la inmutable verdad
de los Libros Santos y de la doctrina católica.
Estudiaba medicina siguiendo su decidida vocación, pero, por sus ansias crecien¬
tes de saber, era también asiduo concurrente de las clases de filosofía y letras de la
Sorbona.
Y así, cuando volvió a su patria, con un diploma de médico avalorado por las
más altas clasificaciones, no era solo un médico abundante de ciencia bebida en las
Cátedras y practicada en los hospitales, sino también un aficionado de la filosofía y
de las bellas letras, que unía todos sus conocimientos y todas sus ideas con el lazo de
oro de la fe católica.
Pronto sus méritos y su saber se conocieron y se estimaron. Colaboró en la or¬
ganización de la Facultad de Medicina, que le debe sin duda una gran parte del
prestigio honroso que ha llegado a adquirir.
Y en esa Facultad, ha venido durante muchos años enseñando anatomía ge¬
neral, con tal acopio de ciencia, con tan elevado discernimiento, que esa cátedra
podía compararse por muchos conceptos, con la fisiología de Claudio Bernard en el
Colegio de Francia.
En el progreso de la fisiología a que tanto contribuyó aquel ilustre autor, se
requiere para enseñarla debidamente un conjunto de cualidades y una suma de co¬
nocimientos que difícilmente se hallan reunidos tan cabalmente como lo estaban en
Carafí.
La filosofía le servía admirablemente para esa enseñanza, y en sus lecciones, que
desgraciadamente no se conservan, la ciencia del alma era auxiliar eficaz para la del
cuerpo. Por eso no titubeamos en repetir lo que Paul Bert dijo de Claudio Bernard
reconociendo una complejidad semejante. “Aficionado a la literatura, al arte y a la
filosofía, no perdió nada como fisiologista en esas nobles pasiones, por el contrario,
le sirvieron para el desarrollo de la ciencia con que se había identificado”.
319
• José Máximo Carafí •
Desde los estudios ya clásicos de Fechner, los de Flourens, Bernard y Wundt,
hasta los más recientes de Surbled y Binet, todo lo más importante de la fisiología en
sus relaciones con la psicología era de su dominio.
Su clase era y no era de anatomía, pues en ocasiones, como cuando trataba del
cerebro y de los sentidos, parecía a la vez cátedra de fisiología y cátedra de psicología.
Así se explica que a sus lecciones hayan acudido con frecuencia, estudiantes de
preparatorios deseosos de adquirir mayor suma de conocimientos para completar el
estudio de la filosofía.
Las convicciones espiritualistas del profesor presentaban entonces este contras¬
te singular: que mientras en la cátedra de filosofía, confiada a un materialista, se
bastardeaba con fisiología mal aprendida y peor usada la psicología, en la cátedra
de anatomía se levantaba hasta la psicología el estudio de las funciones del cerebro
y el de los sentidos; con la ventaja de que lo que faltaba en el profesor materialista
de ciencia médica, abundaba en el profesor de anatomía de sana filosofía unida a la
ciencia médica por el vínculo del talento.
No nos extenderemos respecto de la faz científica, pero diremos todavía que la
ciencia nacional le debe al doctor Carafí, a más de esas lecciones notables, una parte
importantísima en la iniciativa y en la fundación de la Sociedad de Medicina, que
tanto promete, y de la cual fue él primer presidente y el alma de las sesiones durante
el más difícil período.
Fue miembro del Consejo Universitario, siempre asiduo y laborioso; y por estas
cualidades, como también por sus conocimientos generales y su contracción, intervino
siempre con preparación y con saludable rectitud, en casi todas las cuestiones de pro¬
gramas, revalidación de títulos y demás que se suscitaron en los últimos tiempos.
La nación le es deudora por otra parte, de servicios importantes prestados en la
presidencia del Consejo de Fíigiene, donde ejercitó siempre un celo y una energía
ejemplares. FJasta su renuncia, de la que por ser reciente bien se recuerdan las causas,
fue digna y realzó los méritos que había ganado en aquel cargo honorífico.
Y si esto hizo como ciudadano y hombre de ciencia, como creyente dejó recuer¬
dos no menos dignos.
Fue presidente del Club Católico, Presidente del Primer Congreso Católico y
actualmente formaba parte del Directorio de la Unión Católica.
En toda su vida pública procedió como creyente y hasta en la muerte ha dado
ese valioso ejemplo del hombre de ciencia a quien la mayor sabiduría ha servido para
comprender mejor a Dios y para estimar más la gracia sobrenatural.
Al morir como piadoso cristiano, iluminado por la esperanza, entreviendo el
infinito más allá de la muerte, ratificaba el hermoso pensamiento de Schlegel:
“La ciencia es la estrella esplendorosa de la fe, pero la oración es la base de la
ciencia”.
Demos a su alma el tributo cordial de nuestras oraciones, mientras en el mundo
se recuerdan los hechos del ciudadano que ya no existe.
320
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
B) Segunda nota necrológica de El Bien
Procedencia: El Bien, Montevideo, martes 8 de setiembre de 1895.
El fallecimiento del doctor Carafí.
El triste desenlace de la enfermedad que venía padeciendo el doctor don José M.
Carafí, impresionó dolorosamente a toda nuestra sociedad.
La casa mortuoria se ha visto invadida por las personalidades más conspicuas. El
Cuerpo Médico, los alumnos de la Facultad de Medicina, los catedráticos, han esta¬
do allí para depositar su firma en el álbum y para expresar su pésame a los deudos.
Dos, tres veces al día iban los alumnos del doctor Carafí durante su enfermedad
a enterarse de la marcha de ésta, con la aflicción en el alma.
Los doctores Visca, Soca, Samarán, Fonseca, Ricaldoni, Figari y otros, celebra¬
ban dobles consultas junto a la cabecera del enfermo y concurrían a su asistencia
los estudiantes de sexto año Arregui, Scremini, Acuña, Aguirre, Ferreyra, Martínez,
González, Viacaba y otros. ¡Qué no hubieran dado todos por salvar aquella vida
preciosa y útil!
El Club Católico, del cual había sido Presidente el doctor Carafí, invitó a todos
sus socios para el entierro, lo mismo hizo el Directorio de la Unión Católica del cual
formaba parte.
El domingo y ayer multitud de familias pobres domiciliadas en la ciudad vieja
invadieron la casa mortuoria para orar y llorar frente al cadáver de aquel médico
querido y caritativo que les prodigaba su ciencia y atenciones desinteresadamente.
En la Universidad por disposición del Rector interino se fijó el siguiente aviso:
“Elabiendo fallecido en el día de ayer el señor vocal del Consejo de Instrucción
Secundaria y Superior doctor don José M. Carafí, el señor Rector interino de la
Universidad de la República, doctor don Eduardo Brito del Pino ha dispuesto:
I o Que se suspenda en el día de hoy el funcionamiento de las aulas de la
Universidad.
2° Invitar en su nombre a los señores catedráticos y estudiantes para el sepelio de
dicho finado que tendrá lugar en el día de la fecha a las 4 p.m. partiendo el cortejo
de la casa mortuoria calle Cerrito n° 30- Montevideo, Setiembre 2 de 1895.- El
Secretario general”
La Comisión Directiva de la Asociación de los Estudiantes invitó a todos
sus compañeros para el entierro.
Este tuvo proporciones imponentes. Todo lo más notable y distinguido
de Montevideo figuraba en el cortejo.
La Universidad, el Club Católico y el cuerpo médico tenían brillante
representación.
Antes de cerrarse su tumba, el senador don Carlos A. Berro, presidente de la
Unión Católica, pronunció en nombre de la misma el siguiente discurso:
321
• José Máximo Carafí •
Señores:
El Directorio de la Unión Católica del Uruguay de que era digno vice-presidente
el Dr. Carafí me ha confiado la penosa misión de dar en su nombre la eterna despe¬
dida al distinguido correligionario, al esclarecido ciudadano, al inolvidable amigo,
cuyos restos mortales yacen en ese féretro, y vengo a cumplir ese triste cometido con
el dolor que dejan en el alma y el estupor que producen los acontecimientos tan
inesperados y terribles como aquel que nos convoca en este recinto.
Todos sabemos, señores, que de las mil expectativas de la existencia, la única
segura, la única infalible es la muerte; pero a pesar de que la muerte sea el fenómeno
que a diario y por todas partes nos rodea, no podemos sin embargo, sustraernos a
una violenta impresión de sorpresa, de pasmo y aún de protesta cuando vemos que
también caen en su camino para no alzarse jamás seres a quienes nuestro afecto o
sus propios méritos parecía que les habían infundido alas para llegar a las más altas
cumbres de la vida.
Esa es la impresión que ha dejado en mi ánimo y probablemente en el de voso¬
tros la inesperada pérdida del doctor Carafí.
Elombres como él no deberían morir tan pronto. Era joven aún, y si la vida fuera
un premio, podría decirse que había conquistado como bueno el derecho de vivir.
La frente iluminada por los destellos de una inteligencia clara y serena, la mente
bien nutrida de verdadera ciencia, la memoria poderosa convertida en inmenso y
ordenado depósito de conocimientos y experiencias, el espíritu todo saturado en una
atmósfera de bien y de progreso, ocupando ya en su patria envidiable posición social
y científica, lleno de salud y de vida, nadie habría pensado hace apenas algunos días
que el doctor Carafí había llegado al término de su breve, pero noble existencia.
Cuéstanos convencernos de que quien ha sabido atesorar en su mente tanta cien¬
cia y en su alma tales virtudes, quien ha sabido conquistar tanto de lo que levanta
la personalidad humana sobre el fango de la tierra, no haya alcanzado siquiera la
facultad de detener por un momento más la hora en que el propio polvo ha de volver
al polvo.
El doctor Carafí era una descollante personalidad en nuestro centro de hombres
de ciencia. No era sólo un médico competentísimo y un distinguido profesor de
nuestra Universidad, sino también un hombre de instrucción tan general y positivo
que sorprendía siempre a los que lo trataban por sus conocimientos y extraordinaria
erudición en materias ajenas por completo a la profesión que ejercía. Así, la filosofía
y la historia, la literatura y la economía política eran tema frecuente de sus estudios
y su amena conversación revelaba de continuo el vasto caudal de conocimiento que
acumulaba incesantemente, con un poder intelectual y una laboriosidad sorpren¬
dentes.
Era un espíritu que se enriquecía constantemente, que avanzaba siempre, que
atesoraba ciencia sin descanso, con ansiedad de avaro y que parecía llamado a ser en
nuestro país foco de intensas radiaciones científicas.
Pero el doctor Carafí no era sólo un hombre de ciencia; era también un carácter,
un sincero católico y un digno ciudadano, de levantado ideal y de noble propósito.
322
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
El catolicismo uruguayo pierde en él una de sus más distinguidas personalidades.
Ocupaba en nuestras filas el puesto a que le hacían acreedor sus talentos, servicio y
virtudes. El Club Católico le vio más de una vez ejercer su presidencia y los correligio¬
narios todos no olvidarán que fue él quien presidió y supo dirigir con tanto celo como
acierto el segundo y último Congreso Católico. El Directorio de la Unión Católica,
surgida de ese Congreso, no podía olvidar tampoco los servicios que le debe.
Deja entre nosotros un vacío difícil de llenar.
Elombre de fe, tenía el valor de sus convicciones, Elabía estudiado y no había
hallado en el libro de la ciencia la condenación del sagrado libro que encierra los
dogmas y las esperanzas del cristiano.
Había profundizado la ciencia médica y en ese estudio, al querer arrebatar a la
materia el secreto de la salud y de la vida, aunque su escalpelo no había tropezado
con el espíritu, la mente del pensador no había necesitado negar la existencia del
alma ni maldecir de los destinos inmortales.
Había consagrado muchos días de su vida al estudio de la filosofía y la historia
había vigorizado sus creencias y tonificado su espíritu de ciudadano.
Hombre eminentemente culto, ni sus creencias filosóficas o religiosas, ni sus
opiniones políticas fueron jamás un obstáculo a sus vastas relaciones sociales, a la
consideración que le rodeaba, a los afectos que despertaban su ameno trato y las
relevantes condiciones que poseía.
Su fe y sus opiniones políticas merecían el respeto de sus adversarios, porque
detrás de ellas se divisaban la frente serena del pensador y el sano corazón de un
hombre sin odios y lleno de amor y caridad.
El doctor Carafí ha bajado a la tumba como había vivido, luchando, creyendo y
esperando, luchando con la muerte creyendo en el Dios-Hombre y confiando en sus
promesas de vida eterna.
Su vida de estudio y de incesante labor, sometida siempre a la lógica inflexible,
ha terminado como debía concluir; con la última plegaria dibujada sobre el labio
ya inmóvil, con la última mirada dirigida a la mansión de las postreras e infinitas
esperanzas.
Inclinémonos con respeto ante ese cadáver; digamos el último adiós al amigo
inolvidable los que abrigáis también esas esperanzas inmortales, los que creéis como
él en esa justicia de ultratumba, abandonad con menos dolor este lúgubre recinto
pensando en que ese espíritu selecto ha de haber alcanzado al fin y para siempre el
premio que debe corresponder a los que cruzaron la tierra amando la verdad y bus¬
cando sin descanso y practicando el bien. He dicho.
Después habló el doctor don Elias Regules, Decano de la Facultad de Medicina,
en representación de ésta; el doctor Joaquín de Salterain como amigo y compañe¬
ro de larga e íntima relación personal y profesional, el doctor Ricaldoni, haciendo
resaltar los méritos científicos del que había sido su primer maestro y después su
compañero de profesorado; y el bachiller Agustín Aguerre, en nombre de los estu¬
diantes y con particulares elogios de las prendas morales y de la fe religiosa del finado
maestro.
323
• José Máximo Carafí •
Todos los discursos, como el cortejo que acompañó los restos del doctor Carafí
hasta la última morada, son prueba bien elocuente del alto aprecio en que se le tenía
en nuestra sociedad.
El Club Católico mandará celebrar estos días un funeral en sufragio de este dis¬
tinguido consocio y se verá en ese acto piadoso una nueva demostración de la estima
en que se le tenía y de los sentimientos que suscitó su muerte.
C) Corona fúnebre.
Procedencia: El Bien, Montevideo, Miércoles 25 de setiembre de 1895.
Corona fúnebre. La familia del malogrado ciudadano doctor don José M. Carafí,
ha recibido entre otras manifestaciones de pésame, las siguientes:
a) Club Católico- Montevideo, setiembre 20 de 1895.- Señora doña Laura Zás
de Carafí.- Distinguida señora: La Junta Directiva del Club Católico se dirige a Ud.
por mi intermedio para hacerle presente sus sentimientos de condolencia y asociarse
al pesar que la embarga con motivo del fallecimiento de su inolvidable hijo, el doctor
don José M. Carafí.
El doctor Carafí era una personalidad descollante en nuestras filas. Por su talento
poderoso, por su ilustración vastísima, por sus virtudes y por su carácter, se había
elevado muy alto sobre el nivel de la generosidad, y su muerte que para usted habrá
sido un golpe dolorosísimo y terrible, ha sido para nosotros una pérdida irreparable,
pérdida que nunca deploraremos bastante y que nunca tampoco podremos olvidar.
El Club Católico tiene motivos especiales para recordar siempre al doctor Carafí
con gratitud y cariño no sólo por el valioso concurso y por los importantes servicios
que le prestó sino también por la predilección y amor con que siempre miró esta
asociación por cuyo engrandecimiento y prosperidad tanto se preocupaba.
Al hacerle presente a nombre de la Junta Directiva estos sentimientos, aprovecho
la oportunidad para invitar a Ud. y familia a la misa que en cumplimiento de una
disposición reglamentaria se celebrará el lunes 23 del corriente en la Catedral a las 8
y media de la mañana, en sufragio de su finado hijo el doctor don José M. Carafí.
Con este motivo me es grato saludar a Ud. con mi consideración más distingui¬
da. Miguel V. Martínez, Presidente. Jorge Sierra, Secretario.
b) Universidad de Montevideo. Montevideo, setiembre 7 de 1895. Señora:
He recibido especial encargo del Consejo de Instrucción Secundaria y Superior que
presido para presentar a Ud. en nombre de la Corporación, su más sentido pésame
por la irreparable pérdida que acaba usted de sufrir en la persona de su hijo, el doctor
don José M. Carafí. Profesor eminente de la Facultad de Medicina de la República,
Decano de la misma en un período dificilísimo para su laboriosa organización, pu¬
so siempre a su servicio, sin limitaciones, su claro talento, su vasta ilustración y su
infatigable buena voluntad. Miembro por repetidas veces del Consejo que estimaba
debidamente sus relevantes cualidades, la Corporación comprende bien el profundo
324
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
vacío que ha dejado en su seno quien por tantos títulos fue en los últimos años uno
de sus vocales más distinguidos. A los elevados sentimientos del Consejo, asocio los
míos en estos instantes de infortunio. Quiera usted, señora, aceptarlos como testi¬
monio sincero de los que embargan al Consejo en trance tan doloroso.
Dígnese usted, señora, recibir con benevolencia las protestas de mi más alta con¬
sideración y respeto. Eduardo Brito del Pino. Enrique Azaróla, Secretario general
c) Academia Literaria del Uruguay
Señora doña Laura Zás de Carafí.
Montevideo, Setiembre 18 de 1895. Señora de todo mi respeto: La Academia
Literaria del Uruguay a cuya legión honoraria pertenecía su llorado hijo el doctor
don José M. Carafí, llena el alma de dolor se ha asociado a las honras fúnebres que
Montevideo entero tributó al ilustre extinto, orgullo del cuerpo médico y del laicato
católico.
El doctor Carafí era nuestro: nos pertenecía a los católicos y a la Academia.
Apreciadora ésta de sus méritos intelectuales y de las virtudes de su corazón am¬
bicionó contarlo en el número de sus miembros y le nombró socio honorario. El
doctor Carafí demostró con su conducta que el nombramiento había sido acertado:
su presencia nos animaba en nuestras fiestas y su ejemplo nos fortalecía en los actos
de piedad. Era ilustrado y modesto, caritativo sin ostentación, culto sin serviles com¬
placencias, severo en los juicios sin odios personales, amante de la justicia, del bien y
de la sabiduría, en manera especial de esa sabiduría que, buscada con afán elevará y
glorificará cuantos la hayan abrazado, según el Libro de los Proverbios.
Pero si el doctor Carafí era nuestro, era también del Señor a quien plugo llamarle
para premiar sus méritos. Al entregarlo en manos del Creador, la Academia cubre la
tumba con siemprevivas cristianas, con fervientes emociones, única ofrenda que ha
encontrado dignas de su ex socio honorario.
Unido al profundo pésame que la Academia Literaria del Uruguay me ha encar¬
gado presentarle, acepte, señora, la expresión más sincera de mi justificado dolor.
Arturo Sonería, Presidente. Bernardo Ferrés, Secretario.
D) Aviso encuadrado, participación de la familia.
Procedencia: El Bien, Montevideo, Domingo 20 de octubre de 1895
+ / Dr. JoséM. Carafí (Q.E.P.D.) /Falleció el2 (sic) de Septiembre de 1895. / Laura
Z. de Carafí, madre; hermanos, hermanos políticos y demás deudos, invitan para el fu¬
neral que por el eterno descanso de su alma tendrá lugar en la iglesia de San Francisco
el miércoles 23 del corriente a las 10 de la mañana, favor a que quedarán eternamente
agradecidos. El dtielo se despedirá por tarjeta en el atrio de la iglesia.
325
• José Máximo Carafí •
E) Nota con motivo del fallecimiento de José M. Carafí.
Procedencia: La semana Religiosa, Montevideo, 8 de setiembre de 1895,
págs 6337-6338.
El fallecimiento del doctor Carafí. El triste desenlace de la enfermedad que venía
padeciendo el doctor don José M. Carafí, impresionó dolorosamente a toda nuestra
sociedad.
La casa mortuoria que ha visto invadida por personalidades más conspicuas: El
Cuerpo Médico, los alumnos de la Facultad de Medicina, los catedráticos, han esta¬
do allí para depositar su firma en el álbum y para expresar su pésame a los deudos.
Dos, tres veces al día iban los alumnos del doctor Carafí, durante su enfermedad
a enterarse de la marcha de ésta, con la aflicción en el alma.
El Club Católico, del cual había sido Presidente el doctor Carafí, invitó a todos
sus socios para el entierro; y lo mismo hizo el Directorio de la Unión Católica del
cual formaba parte.
El domingo y lunes multitud de familias pobres domiciliadas en la ciudad vieja
invadieron la casa mortuoria para orar y llorar frente al cadáver de aquel médico
querido y caritativo que les prodigaba su ciencia y atenciones desinteresadamente.
El Club Católico mandará celebrar en estos días un funeral en sufragio de este
distinguido consocio y se verá en ese acto piadoso una nueva demostración de la
estima en que se le tenía y de los sentimientos que suscitó su muerte.
LA SEMANA RELIGIOSA, envía su pésame a la distinguida familia de Carafí,
y pide a sus lectores las oraciones por el eterno descanso de su alma.
F) Invitación del Club Católico para una misa.
Procedencia: La Semana Religiosa, Montevideo, 20 de setiembre de 1895,
pág 6400.
Dr. D. José M. Carafí. El lunes 23 del corriente a las 8 y media el Club Católico
mandará celebrar en la Iglesia Catedral una misa en sufragio de su consocio el Dr.
D. José Carafí.
Aparte de cumplirse una disposición reglamentaria, el Dr. Carafí por sus relevan¬
tes méritos ha sido digno de tal manifestación de condolencia.
G) El entierro del doctor Carafí
Procedencia: El Siglo! Edición de la mañana/ Montevideo, Martes 3 de se¬
tiembre de 1895, año XXXII, Núm 9050.
El entierro del doctor Carafí
Pocas veces se ha visto en Montevideo una manifestación de duelo tan solemne
como la que tuvo lugar ayer. Más de ochocientas personas entre las que podía pre-
326
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
guntarse no quién estaba sino quién faltaba de los más conocidos que tiene esta capi¬
tal en ciencias, letras, foro, comercio, etc., se congregaron a las cuatro de la tarde en
el domicilio del malogrado doctor Carafí y siguieron su féretro cuando salió llevado
por algunos médicos y estudiantes de medicina.
Detrás iba el duelo formado por los hermanos del finado, señores Arturo
y Ramón Carafí, a quienes acompañaba el doctor Soler, obispo de Montevideo.
Inmediatamente marchaban más de cien estudiantes que recorrieron todo el trayecto
con la cabeza descubierta. Después iba el resto de la concurrencia por el centro de
la calle.
El féretro fue conducido a pulso hasta la esquina de Zabala y 25 de Mayo. Al
llegar allí fue colocado en el magnífico carro fúnebre y el cortejo siguió a pie hasta el
cementerio. Detrás iban varios carruajes descubiertos llenos de coronas. Había más
de ciento cincuenta, algunas de ellas espléndidas.
Cuando el carro fúnebre llegó al cementerio, el vestíbulo y parte de la calle cen¬
tral estaban ya llenos de gente. A duras penas consiguieron abrirse paso entre ella los
que llevaban el féretro, penetrando con él en la Rotonda.
Cumplidos los últimos ritos de la ceremonia religiosa y colocado el féretro en la
plataforma que se extiende ante la puerta principal de la Rotonda, se retiró el Obispo
de Montevideo, y empezó la ceremonia civil.
Hicieron uso de la palabra el Dr. Elias Regules, Decano de la Facultad de
Medicina, en nombre de la Universidad; el Dr. Carlos A Berro, en el de la Unión
Católica; en el de la Facultad, el Dr. Américo Ricaldoni; el Dr. Joaquín de Santerain
en el de la Sociedad de Medicina; y el Sr. Agustín Aguerre, en el de los discípulos del
Dr. Carafí y la Asociación de Estudiantes.
Publicamos a continuación esos discursos que fueron recibidos con generales
muestras de aprobación. Una vez terminados, fue conducido el féretro al sepulcro de
la familia situado en la esquina interior de la fachada que mira al Sur.
Allí quedó depositado el cuerpo del que fue hombre de ciencia distinguido, mé¬
dico de los pobres y buen ciudadano, mientras la luna asomaba su faz melancólica
entre los cipreses batidos por el viendo. La noche caía y la naturaleza parecía querer
asociarse con sus sombras al duelo general.
DISCURSOS
Del doctor Elias Regules
Cuando la naturaleza, cumpliendo sus leyes, impone la terminación de una
existencia que ha pisado las fronteras cronológicas de la vida, pueden encontrarse re¬
flexiones y frases que atemperen las fatales depresiones del sentimiento herido; pero,
cuando circunstancias accidentales aparecen en la mitad del camino para tronchar
la marcha de una vitalidad exuberante, es difícil hallar conceptos que aminoren la
enormidad del desastre.
327
• José Máximo Carafí •
Este es el caso actual, no hay palabras que puedan vestir ingenuamente un pensa¬
miento de consuelo para las afecciones lesionadas, pero existen deberes que obligan
a una franca y merecida manifestación de reconocimiento, en el solemne instante de
la definitiva despedida.
La Universidad ha recibido del Dr. Carafí los brillantes servicios de una inteli¬
gencia poderosa y bien nutrida, y el continuado esfuerzo de una voluntad siempre re¬
suelta para la fatigosa empresa de la enseñanza. Miembro del Consejo de Instrucción
Secundaria y Superior, durante muchos años concurrió de una manera eficaz a la
realización de las principales reformas efectuadas en la época de su cometido, y con
su actividad inquebrantable fue un obrero ejemplar en la pesada tarea de todos los
momentos. Su decanato en la Facultad de Medicina fue mano salvadora para una
institución que ya dejaba vislumbrar en su horizonte señales evidentes de próximo
derrumbe y sus magistrales lecciones justifican indiscutiblemente el fúnebre crespón
con que hoy se atavía la cátedra de sus triunfos.
No es un misterio que su personalidad levantó resistencias, como tienen que
producirla y soportarla los encargados de convertir en hechos las consecuencias de
modificaciones radicales; pero, por encima de susceptibilidades e impresiones más o
menos fundadas, está la serena voz de la justicia que corrige las exageraciones de una
opinión poco estudiada.
En nombre de esa voz, y en representación de la Universidad de Montevideo,
dejo sobre esta tumba una corona de siemprevivas.
Del doctor Carlos A. Berro
Ya se ha reproducido en el anexo correspondiente a El Bien.
Del doctor Américo Ricaldoni
Señores:
El cerebro de nuestra sociedad ha sido herido. La lesión ha sido profunda y do-
lorosa. La tierra, ávida del elemento noble, ha querido llevar a su seno una víctima
selecta.
Es allí donde se trabajaba por la difusión del saber, por el progreso del país, por
la salud de nuestro suelo y de los que en él viven; era allí donde se hace menester
pensar y donde se prescinde del propio bienestar para consagrar todas las energías al
bienestar de los demás; era allí, en los laboratorios de la civilización, en la Facultad
de Medicina, en la Sociedad de Medicina, en el Consejo Universitario, en el Consejo
de Higiene...; era allí, donde el doctor Carafí, hora por hora, empleaba los días de
su vida, prodigando, distribuyendo sin economías, los tesoros de ciencia que él,
mediante sus solos esfuerzos, había recogido.
Y es en nombre de los Profesores de la Facultad de Medicina, que yo debía ex¬
presar lo que significa la muerte del Dr. Carafí, -del Dr. Carafí que, en todo su vigor,
328
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
cuando en su dura lucha más se erguía, ha sido abatido por germen, de irremediable
mal.- Honrosa, honrosísima, pero singular designación! He de ser yo, su más hu¬
milde discípulo, que siempre he callado ante el maestro, quien ha de alzar la voz al
abrirse su tumba, es decir cuanto mayor, cuando más grande debía ser mi respeto
por él. Quisiera rendirle el homenaje que se merece, pero temo que mi oración valga
mucho menos que mi silencio. Y deben perdonarme mis compañeros de la Facultad
de Medicina, porque al fin no es culpa mía si lo que en mi corazón nace en mi co¬
razón quiere quedar.
Lo que la Facultad de Medicina pierde no puede decirlo mi palabra, que no sabe
vibrar ni puede durar. Lo que la Facultad de Medicina pierde lo dirá mil veces mejor
ese viejo edificio en el que el Dr. Carafí se ha movido hasta ayer con extraordinaria
actividad. En él se encuentra su sala de disección, ante cuya puerta hoy el ciprés se
inclinará gimiendo, en el que se encuentran los laboratorios, los libros y las mismas
aulas, por él prestigiadas, que en todo tiempo recordarán la obra inteligente, asidua
y tenaz del Dr. Carafí. Id a esa escuela, y preguntad hoy, preguntad dentro de cien
años, desde cuándo comenzó a ser digna de la sencilla inscripción que ostenta a su
frente, y en todo momento oiréis que ha sido desde que su decanato fue ocupado
por el Dr. Carafí.
Fuera de la Facultad, el Dr. Carafí ha sido siempre también el mismo espíritu
severo y más que con nadie consigo mismo, el mismo espíritu reformador e inde¬
pendiente. Era un erudito; era un convenido; se podía discutirle, pero no se podía
dejar de admirarle.
Había algo en el doctor Carafí que daba un sello especial a su carácter, y era su
cuidado en escoger siempre el sendero más difícil, el terreno más árido y penoso.
Sobre él marchaba, con alientos de gigante, gustando las espinas, alejándose de las
flores. Sí, alejándose de las flores, que solo ahora, porque ya no está en su voluntad
apartarlas, podrán dormir en paz sobre su tumba.
Señores: Con corazón encogido por el dolor, los profesores de la Facultad de
Medicina se inclinan reverentes ante los despojos del doctor Carafí.
Del doctor Joaquín de Salterain
Señores:
La Sociedad de Medicina de la que fue el doctor Carafí uno de sus fundadores,
primer presidente y activo colaborador, hasta hace muy poco tiempo, me ha hecho
el honor de designarme para representarla en esta dolorosa ceremonia.
Permitid, pues, que, antes de separarme, yo, el menos autorizado de entre vo¬
sotros, interrumpa, por breves instantes, la melancólica monotonía del silencio que
acompaña las tristes sepulturas, si no con acento elevado, ni profundos conceptos,
con el sentimiento que nos produce la desaparición del compañero, que deja hondo
vacío en su desolado hogar y dolorosa impresión en la sociedad de su patria.
Joven y ardiente, se alistó, desde temprano, en esa doble milicia que sin otras
armas sino las de la observación y del estudio, celebra sus victorias cuando enjuga
329
• José Máximo Carafí •
una lágrima, mitiga un dolor o da rumbos a una esperanza. En ese ejército, que no
retrocede ante las derrotas previstas y en los que dejamos a veces pedazos del corazón,
sin recoger más lauros, ni más coronas que las ideas, no de continuo, por la gratitud
de los desgraciados.
Trabajó como discípulo y prodigó más tarde como maestro, desde las bancas del
anfiteatro, la doctrina severa y triste que descubre a la curiosidad humana el meca¬
nismo entero de la organización, la estética del individuo y que, si no siempre, las
más de las veces, explica, en las anomalías o perturbaciones del desenvolvimiento, las
decrepitudes físicas, las degradaciones morales!
Médico, fue creyente y sin pretender discutir la razón de su fe en los dinteles de
su sepulcro, constatamos el hecho que prueba una vez más, cómo la verdadera cien¬
cia que enseña e ilumina los horizontes de la vida, ni apaga, ni entibia la explosión
del sentimiento humano, por torcida que sea la ruta.
En el ejercicio de tan nobles tareas, a pleno campo centró su actividad para or¬
ganizar con lazos sólidos nuestra entonces naciente Escuela, fundar la Sociedad de
Medicina, presidirla y con ella presidir asimismo varias otras sociedades y corpora¬
ciones científicas, sin olvidar jamás, el primero de todos los deberes, el deber de un
ciudadano para con su patria.
Se multiplicó por doquiera -se opuso con energía ante todos los obstáculos; y si
no coronó su obra....delante de nosotros está, muda y silenciosa la explicación del
enigma.
Señores: dialoguen perpetuamente alrededor de su lecho de muerte, con los ge¬
midos de los cipreses y el murmullo indistinto del océano inmenso, los cariñosos
recuerdos de sus compañeros de casa.
Del señor Agustín J. Aguerre
Señores:
Si no me sintiese animado de las convicciones que vivificaron el espíritu del
doctor José M. Carafí, al hablar ante su tumba en nombre de mis compañeros de es¬
tudio, tal vez dando rienda suelta al dolor que me embarga, comenzaría increpando
de esta manera a la muerte:
Triunfaste, muerte; con golpe certero y traidor has puesto fin a la penosa lucha
que treinta y tres días ha, empeñaste con la Naturaleza y con la Ciencia. Por eso ésta
y todos, arrasados los ojos en lágrimas y hechos trizas de dolor el corazón quedamos
hoy inconsolables, llorando, mientras tú, con aire triunfador, te alejas con tu presa
camino de la Eternidad.
Pero, señores, ofendería la resignación cristiana con que el doctor Carafí acató los
designios de la Providencia, de lo cual soy testigo, si no acatara también yo reverente
la Divina Voluntad.
Pocos hombres merecen con estricta justicia el elogio de sus contemporáneos
como el doctor Carafí.
¡Cuántos títulos para nuestra admiración y agradecimiento!
330
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
¿Ciencia? El sólo nombre del doctor Carafí, la sintetiza.
Decidlo si no vosotras, Facultades de Barcelona, Montpellier y Paris que arru¬
llasteis los primeros albores de su privilegiada inteligencia que presenciasteis su cre¬
cimiento y desarrollo, y que más de una vez os visteis obligadas a discernir a sus
desvelos notas brillantes y honoríficos títulos.
Dilo tú, Facultad de Medicina de Montevideo, tú que en la aurora de tu existen¬
cia, te sentisteis animada de nuevo vigor, ora cuando como Catedrático, te ilustró
con las luces de su preclaro talento, ora cuando como Decano lanzó por una nueva
senda de verdadero y científico progreso.
Dilo también tú, Flonorable Consejo de Fligiene, cuyos destinos presidió mucho
tiempo dejando siempre en pos de sí los destellos luminosos de su saber.
Y qué diré, si lo considero como fundador y primer presidente de la Sociedad de
Medicina en cuyo seno resonó más de una vez su fácil y elocuente palabra; qué de su
prudencia y acierto en el Consejo Universitario que en las más arduas cuestiones de
enseñanza siguió frecuentemente su dictamen; qué de su entereza de carácter que no
quiso doblegarse a exigencias para él incompatibles con la dignidad.
No me toca a mí considerar al doctor Carafí de otros puntos de vista, como
miembro del Club Católico, como presidente de éste y como presidente también del
Segundo Congreso Católico Uruguayo. Pero sí quiero recordar de paso, su caridad,
desinterés. ¡Cuántas lágrimas enjugadas, cuántas vidas arrancadas a la muerte!
Doctor Carafí:
Cuando todos esperábamos verte recoger el fruto dulce y suave de tus fatigas,
te acuestas a dormir en frío lecho bajo mudo y triste ciprés que velará tu sueño con
lúgubre sombra.
A darte el último adiós vengo yo también.
Estudiante: Cumplo aunque indignamente, la misión que la Asociación de
Estudiantes me ha confiado, depositando a tus pies la siempreviva del recuerdo y
de la gratitud, por tus actitudes por la juventud estudiosa, tus sabias lecciones y tus
prudentes consejos.
Uruguayo: Agradézcote por vez postrera en nombre de mis conciudadanos los
servicios que con tu ciencia y abnegación has prestado.
Católico: en fin, elevo humilde al cielo mi plegaria por tu descanso eterno.
Ele dicho.
331
Anexo N° 28.
Acto de Homenaje al Dr. José M.
Carafí, realizado en el Cementerio
Central, el primero de setiembre de
1921 , AL CUMPLIRSE VEINTISÉIS AÑOS DE
SU FALLECIMIENTO.
A) Consejo Directivo de la Asistencia Pública Nacional.
Procedencia: Boletín de la Asistencia Pública Nacional, 1921, año XI, N° 94
y 95, págs 186 y sig.
Acta N° 1057.- Sesión ordinaria del 31 de Agosto de 1921.
En Montevideo, a las diez y ocho horas del día treinta y uno de Agosto de mil
novecientos veintiuno, reunidos en el Salón de Sesiones del Consejo Directivo de la
Asistencia Pública Nacional, el señor Director General, doctor don José Martirené,
en su carácter de Presidente de la Corporación, los señores vocales doctor don Juan
Carlos Munyo, doctor don Agustín Sanguinetti, don Leopoldo Caravia, doctor don
Gerardo Arrizabalaga, doctor don Pablo Scremini, doctor don Miguel Becerro de
Bengoa y el infrascripto secretario, faltando por hallarse en uso de licencia el doctor
don Manuel Pacheco, el señor Presidente declara abierto el acto.
De inmediato, el señor Presidente manifiesta que según es notorio, diversas ins¬
tituciones médicas preparan un homenaje a la memoria del doctor José Máximo
Carafí con motivo del aniversariob de su muerte.
Cree, dados los indiscutibles méritos que reunió la personalidad del doctor Carafí
y los servicios que ha prestado, que la Asistencia Pública debe adherir al homenaje,
así como lo ha hecho el Consejo Nacional de Higiene.
Tras de un breve cambio de ideas se aprueba la indicación bdel señor
Presidente.
Por moción del señor Caravia se resuelve, además, que un miembro del Consejo
haga uso de la palabra en el acto del homenaje.
El señor Presidente designa entonces al doctor G. Arrizabalaga.
332
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Aprobadas las actas de las sesiones del 29 y 30 del corriente, se lee una lista de
22 asuntos de trámite:
Antes de considerar la orden del día el doctor Arrizabalaga manifiesta que hubie¬
ra aceptado gustoso el encargo del Consejo Directivo de hacer uso de la palabra en el
homenaje que se prepara al doctor José Máximo Carafí, en primer término porque
reconoce sus indiscutibles méritos y además por la circunstancia de haberlo sucedido
en la cátedra que aquel tenía en la Facultad de Medicina.
Pero para llenar esa tarea cumplidamente hubiera necesitado tiempo, del que no
ha podido disponer, por lo que se limitará a concurrir al acto.
Acta N° 1058.- Sesión extraordinaria del I o de setiembre de 1921. En
Montevideo, a las diez y ocho horas y diez minutos del día primero de Setiembre
del año mil novecientos veintiuno, reunidos en el salón de sesiones del Consejo
Directivo de la Asistencia Pública Nacional, el señor Director General doctor don
José Martirené, en su carácter de Presidente de la Corporación, los señores voca¬
les doctor don Agustín Sanguinetti, doctor don Juan Carlos Munyo, doctor don
Gerardo Arrizabalaga, arquitecto don Mario Moreau, y el infrascripto secretario,
faltando por hallarse en uso de licencia el doctor don Manuel Pacheco, el señor
Presidente declara abierto el acto.
Resuelto el asunto, el señor Director General teniendo en cuenta el homenaje
que en el día se ha tributado a la memoria del doctor José Máximo Carafí, homenaje
al que adhirió la Asistencia Pública, y dados los méritos de aquel facultativo, emi¬
nente decano y distinguido profesor de la Facultad de Medicina, pide que se le dé el
nombre de “Doctor José M. Carafí” a una de las salas del Hospital Maciel.
El Consejo así lo resuelve. Comuniqúese.
B) Consejo de la Facultad de Medicina
Procedencia: Libro de actas de las Sesiones del Consejo de la Facultad de
Medicina (manuscrito).
Sesión del 6 de setiembre de 1921
Acta
En Montevideo, a seis de setiembre de mil novecientos veinte y uno, bajo la
presidencia del Decano, Dr. Dn. Manuel Quíntela y actuando el Secretario que sus¬
cribe, siendo las horas 18 pasa a celebrar sesión el Consejo Directivo de la Facultad
de Medicina y Ramas Anexas. Concurren los Dres. Gerardo Arrizabalaga, Elias
Regules, Eduardo Blanco Acevedo, Abel Y. Zamora, Pablo Scremini y Francisco Juan
Antognazza-, Excusaron su inasistencia los Dres. Eugenio Lasnier y Enrique Pouey
// Homenaje a Carafí. El Decano da cuenta de que recibió la visita del Presidente de
la Sociedad de Medicina, Dr. Etchepare, quien le solicitó la adhesión de la Facultad
333
• José Máximo Carafí •
al homenaje proyectado al Dr. Carafí, realizado hace unos días. Como en el tiempo
comprendido entre el pedido del Dr. Etchepare y la fecha del homenaje no celebró
sesión el Consejo Directivo, por olvido no hizo lo que hubiera podido hacer: con¬
sultar a los miembros del Consejo al respecto así como la designación de orador. A
fin de subsanar la omisión propone se envíe una nota a la Sociedad de Medicina,
de adhesión al homenje efectuado. Propone además se coloque en la Facultad un
busto del Dr. Carafí. Así se resuelve. El Dr. Arrizabalaga, a propósito de este asunto
manifiesta que hace años el Consejo resolvió también la colocación de un busto del
Dr. Visca formulando moción, que se aprueba, para que el Decano se informe del
estado de ese asunto y de cuenta al consejo.
C) Discurso del Dr. Juan Servetti Larraya.
Procedencia: Cantón, E. Historia de la Medicina en el Río de la Plata, 3:
351-354 y Boletín del Consejo Nacional de Higiene, 1921.
Señores:
La Sociedad de Medicina de Montevideo me ha dispensado el alto honor de
designarme para que en su nombre haga uso de la palabra en este acto solemne,
justo homenaje, que recuerda en el XXVI aniversario de su muerte, a una de las más
robustas inteligencias que ha tenido el profesorado de nuestra Facultad de Medicina,
y que en vida se llamó José Máximo Carafí.
El Doctor Carafí nació en Montevideo el 15 de abril de 1853. El año 1870,
cuando el país sufría el injusto castigo de la guerra civil, estuvo de practicante inter¬
no en el Hospital Militar, a cargo del doctor Germán Segura. En febrero de 1871
partió para Barcelona, donde se recibió de Bachiller en Ciencias y Letras el 3 de
noviembre del mismo año. Cursó allí los primeros estudios de medicina, pasando en
1873 a Montpellier, donde revalidó los cursos que había ganado en Barcelona, y en
1874 ingresa en la Facultad de Medicina de París, ganando el concurso de alumno
externo de los Hospitales. En 1877 sacó la medalla de bronce del externado, ganan¬
do en el mismo año el concurso de alumno interno de los Hospitales de París, siendo
laureado con medalla de bronce por la Asistencia Pública.
Recibió el título de Doctor en Medicina y Cirugía en París el 27 de diciembre
de 1881, y lo revalidó en Montevideo el 27 de octubre de 1882. Era miembro de las
Sociedades de Anatomía y de Clínica de París.
Aquí sirvió a su patria con verdadera abnegación en los importantes puestos que
le fueron confiados: Profesor de Anatomía, Decano de la Facultad de Medicina,
Presidente y Miembro del Consejo Nacional [sic] de Higiene, Miembro del Consejo
Universitario, Socio fundador y primer Presidente de la Sociedad de Medicina de
Montevideo, donde prescindió del propio bienestar para consagrar todas sus ener¬
gías al bienestar de los demás, considerándosele desde el primer momento como una
de las más ilustres personificaciones de la ciencia médica.
334
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
El profesor Carafí fue uno de esos hombres privilegiados que, sin esfuerzo, bri¬
llan. En él todo era espontáneo y natural; cualidades de inteligencia, cualidades de
palabra, parecían que le eran facultades instintivas, que no habían tenido necesidad
de perfeccionarse con la educación.
Porque las dos cualidades en que se reconoce un maestro de primera fila: manera
magistral y perfecta elocución, Carafí las poseía como pocos. Su manera de fijar la
atención sobre las cuestiones más arduas, sus descripciones animadas y el tono fami¬
liar de una conversación cualquiera, con que expresaba los hallazgos más ingeniosos,
demostraban hasta qué punto poseía el don de enseñar.
En los diez años que fue profesor de Anatomía en nuestra Facultad de Medicina,
han pasado por su cátedra muchos alumnos, algunos de ellos reputadísimos médicos
y profesores que honran al maestro.
Los que recibimos sus enseñanzas y apreciamos sus trabajos, los que tuvimos
el honor de conocer al hombre y al profesor, conservamos el culto y la veneración
merecida a uno de los profesores que, sabiendo conservar indiscutible su puesto en
el mundo científico, ha honrado a su patria.
Pero es en el Decanato de la Facultad de Medicina -años 1884-87- donde su
obra de reformas radicales se presenta como salvadora de un inminente derrumbe,
y colocándola en la senda del verdadero progreso científico hace de ella una valiosa
institución, actualmente reconocida por propios y extraños.
Fue entonces que su personalidad levantó resistencias, las que no lo hicieron
desmayar, y oponiéndose con energía ante todos los obstáculos, trató de marchar por
el camino que se había trazado para conseguir la anhelada finalidad que se proponía,
seguro de obtener, como recompensa, la gratitud de los beneficiados -que fuimos to¬
dos-; pues quería formar médicos que honraran al país, por eso subordinó siempre su
doctrina al principio siguiente: la cabecera del enfermo debe ser el punto de partida
y el objeto final de toda investigación del clínico. Espíritu prudente y práctico, no
empujó hacia los estudios puramente teóricos la inteligencia del alumno, sino que
lo que él quería era formar, a su imagen y semejanza, excelentes prácticos, porque,
nos decía, la clínica ha engrandecido sus dominios y perfeccionado sus métodos
de investigación, y reclama, para ser debidamente conocida, un estudio más difícil
y prolongado, siendo el diagnóstico la parte que ofrece mayores dificultades, pues
constituye el fundamente de la Medicina práctica. Sin diagnóstico será imposible el
pronóstico; sin diagnóstico será la terapéutica incierta. Para triunfar de todos los obs¬
táculos de que están rodeados los estudios patológicos y comprender oportunamente
las indicaciones, es indispensable estar dotado de muy recto juicio, de sentidos finos,
y dedicarse, con toda actividad y perseverancia, a la observación de los enfermos.
Por eso nos repetía, con frecuencia: no hay, ni puede haber, libro que equivalga a la
clínica; faltando ésta, falta la verdadera educación médica, porque únicamente del
estudio clínico dimana el sólido y fecundo saber; y, nos agregaba, que no consiste en
estar enterados de lo que dijeron los demás, sino en ser capaces de juzgar por sí solos,
porque la ciencia impersonal es posible para todo el mundo, pero la clínica, arte muy
personal, solamente a algunos es posible poseerla.
335
• José Máximo Carafí •
El profesor Carafí, que, por el inmenso caudal de su ciencia, era sabio, y porque
manejaba admirablemente el arte de la Medicina, era eminente clínico, no se con¬
tentaba solamente con dirigir la educación científica de sus alumnos, sino que, a la
vez, se preocupaba de formarlos moralmente, haciendo de ellos verdaderos prácticos,
capaces de llenar todos sus deberes, de aceptar y comprender toda la extensión de
sus responsabilidades.
Este fue el gran servicio que prestó a su patria; fue también la obra vivificante que
produjo la gran figura intelectual, soberbia y luminosa de José M. Carafí, que fue
gran lumbrera de la ciencia y una de las más esclarecidas inteligencias de su época,
que, al rendir tributo a la tierra, ha dejado la imperecedera memoria de su genio,
luminoso foco que habrá de irradiar eternamente sobre la Medicina nacional.
En las más arduas cuestiones de enseñanza, el Consejo universitario -del que for¬
maba parte-, teniendo en cuenta su prudencia y acierto, aceptaba frecuentemente sus
dictámenes. Presidió por mucho tiempo el H. Consejo de Eligiene, donde dejó impre¬
sas las huellas de su acción benefactora, con los destellos luminosos de su saber.
Fue uno de los fundadores, primer presidente y activo colaborador de la Sociedad
de Medicina de Montevideo, en cuyo seno resonó, más de una vez, su fácil y elo¬
cuente palabra.
Vivió a un mismo tiempo consagrado a la enseñanza y al ejercicio de la profesión,
que él consideraba como inseparables, y, como en todo hombre superior, se aunaban
en su persona la ciencia y la filantropía, que hacían un consorcio poco común en el
noble postulado de la Medicina.
En nombre de la Sociedad de Medicina de Montevideo, deposito en esta tumba
que guarda sus restos, una corona de siemprevivas.
D) Discurso del doctor Augusto Turenne.
Procedencia: Cantón, Elíseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata,
3: 354-356 y Bol. Cons. Nac. Hig. Púb, 1921.
Señores:
Con el acto que hoy nos congrega, en breve espacio de tiempo el Cuerpo médico
nacional habrá dado dos resonantes ejemplos de justicia distributiva.
Ayer rodeábamos todos al profesor Morquio, a quien, en plena robustez mental,
dábamos el preciado goce de contemplar en vida una apoteosis de su labor científica.
Melancólica es la comparación. El doctor Carafí, muerto oscura e injustamente,
ha necesitado casi un tercio de siglo para que se alzara la voz justiciera que le colocará
entre las figuras de un pasado borroso para los jóvenes de hoy, pero en el que surge
nimbado de luz para los que vivimos la Edad heroica de nuestra Facultad.
La aparición del doctor José M. Carafí en nuestro medio fue casi un anacro¬
nismo. Inteligente, culto, poseedor de una ilustración médica poco común y muy
superior a la de sus contemporáneos profesionales, moldeado su cerebro en esa ad-
336
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
mirable Escuela de Montpellier, perfeccionado su saber en la entonces incomparable
de París, su vida y su acción tenían que desentonar en Montevideo.
Señorial y distinguido en sus maneras, pulcro y atildado en el vestir, era su exte¬
rioridad fiel reflejo de una vida interior que debía molestar a los que encubrían con
desgaire que quería parecer bohemio una gran proporción de incultura y de bravia,
casi salvaje, resistencia a los halagos de la civilización.
Surgido de un ambiente de orden y refinamiento en el espectáculo de nuestra
Facultad, debió serle doloroso y despertar en él, con ansia patriótica, el invencible
deseo de encauzar energías y capacidades que veía perderse en el rutinario ejercicio
profesional o esterilizarse en las fáciles molicies de una vida sin freno.
Su ingreso a una cátedra de Facultad fue una pincelada de luz sobre un fondo
mezquinamente pardo.
Lejos de mí la idea de empequeñecer la obra de los constructores de nuestra
Facultad, su acción modesta, pero hondamente sentida, su incansable fe en los des¬
tinos de la Institución apenas nacida, sin que ninguna hada benéfica hubiera derra¬
mado venturas ni siquiera adelantado presagios favorables en las tablas cronológicas
de su Fíistoria.
Pero el respeto, la veneración, la gratitud que debemos a nuestros precursores
no debe llevarnos a desconocer que casi por vez primera con el doctor Carafí, un
verdadero profesor, dictó cursos magistrales e incorporó los resultados de su labor y
de su observación al acervo mental de sus alumnos.
Ascendiendo al alto sitial de Decano, Carafí no podía encontrar sino resistencias.
Ni profesores ni estudiantes estaban acostumbrados al orden ni preparados al respeto
de las disciplinas científicas.
Aquel hombre, que tan a menudo hablaba de París, tenía que chocar con los que
hacían gala de un misoneísmo muy charrúa.
Dura fue la lucha e incompletos los resultados. Aún recuerdo la violencia de la
campaña que provocó la imposibilidad de su reelección. Me sonrojo al pensar en los
excesos con que mis compañeros festejaron su victoria.
Victoria, sí, como las victorias de Pirro; esos mismos que transmitían como tra¬
dición oral, nunca documentada, la versión de las injusticias del Decano Carafí,
llevaban en sí el germen que su acción habrá sembrado.
Ellos, sus más crueles detractores, serían más tarde los vectores de una orien¬
tación que su muerte prematura le impidió realizar, pero que tal vez en las horas
postreras de su vida se le apareció como el legítimo galardón que la posteridad habría
de discernirle.
Si como Profesor y como Decano José M. Carafí fue un reformador, como pro¬
fesional fue un modelo. Duros son los tiempos y de prueba para la Ética Médica.
Factores encontrados, rachas de anarquía moral, amarguras y dificultades envuelven
con demasiada violencia en sus vórtices al médico de hoy.
Justo y necesario es que a menudo, con energía, con intensa convicción de la
importancia de los “imponderables”, destaquemos en plena luz la figura noble y des-
337
• José Máximo Carafí •
interesada de los que supieron mantener enhiesto el penacho gallardo de la probidad
profesional.
José M. Carafí fue el prototipo del médico integral; su inteligencia, su cultura,
su honradez acrisolada, fueron puestas al servicio de la sociedad en la que desarrolló
sus actividades con tal altruismo, con tal abnegación, que bien podemos invocar sus
características para incorporarlo a la falange desaparecida de nuestros más preclaros
antecesores.
Por esta razón, el Sindicato y el Club Médico se adhirieron sin restricciones al
homenaje proyectado.
El doctor José M. Carafí, al caer vencido por la muerte, mereció, por su inmacu¬
lada vida, por su actuación profesoral, por el fermento de renovación científica que
aportó al país, el homenaje unánime y espontáneo aunque tardío de sus contempo¬
ráneos.
Con el alejamiento, que permite apreciar fríamente a los hombres, con el desapa¬
sionamiento, que da base a los juicios imparciales, hoy el Cuerpo médico nacional
celebra un acto de reparación al colega desaparecido.
Respetuoso alumno del doctor Carafí, desarmado entonces y casi solitario ad¬
versario de sus enemigos, cumplo hoy una deuda que contraje conmigo mismo en
aquellas épocas turbulentas.
Honrado con la representación del Sindicato Médico Nacional, que hoy com¬
prende a la mayoría de los médicos del país, al aportar a los manes del doctor Carafí
la expresión de su homenaje, tráigole también uno personal, de afecto y veneración,
que desde la alta situación a que me ha encumbrado la voluntad de mis colegas,
exteriorizo como un tributo justiciero al hombre, al médico, al ciudadano.
E) Discurso del doctor José Mainginou.
Procedencia: Cantón, Elíseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata,
3: 356-358 y Bol. Cons. Nac. Hig. Púb, 1921.
Señores:
El Consejo Nacional de Higiene, cuya representación asumo en este acto, me
encarga expresar sus sentimientos de respeto por la memoria esclarecida del doctor
José M. Carafí.
Y, cumplir tan honroso cometido, debo significar que “no es el tributo del dolor
que paga el corazón humano a la memoria de los seres que amó”, lo que aquí nos
reúne en este solemne instante.
Es la posteridad agradecida quien nos convoca delante del pasado a deponer con
devoción evangélica sobre la tumba que guarda unas cenizas veneradas, la corona de
rosas y de siemprevivas de su admiración y simpatía.
El Consejo Nacional de Higiene consideró un deber ineludible adherirse a este
merecido homenaje -acto de justicia postuma- no sólo porque el doctor Carafí for-
338
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
mó parte del antiguo Consejo de Higiene Pública, aportando el valioso y desintere¬
sado contingente de su labor y de su vasta ilustración a la causa de la defensa sanitaria
del país, sino también porque fue una figura descollante, de relieves propios, que
se destacó en su medio y en su época con los rasgos característicos de los varones
ilustres.
Varón benemérito, porque fue un abnegado que sacrificó su tranquilidad y su
reposo al ideal que perseguía: crear una Escuela de Medicina digna de su país y en
armonía con el desarrollo cultural de la época.
Yo, que tuve la fortuna de ser su discípulo, de formar parte del primer grupo de
estudiantes con que el doctor Carafí inaugurara sus clases en la vieja Facultad, puedo
afirmar -y con ello afirmo una verdad que bien la conocen algunos de los que me
escuchan- que la obra realizada por el inolvidable maestro desaparecido, fue fecunda
en bienes.
Labor fatigosa y proficua, misión altamente patriótica, fue la que como Decano
y profesor se impuso el doctor Carafí, al forjar, con las ruinas de la vieja Facultad,
una Escuela de Medicina.
A fines de 1884, la Facultad de Medicina estaba en plena bancarrota.
Sin dirección técnica, sin orientación definida, falta de profesores, y sin medios
de enseñanza.
Tal era, señores, la situación en que halló la Facultad el doctor Carafí, cuando a
ella ingresó como profesor y tomó su dirección.
Eran menester los talentos de una mentalidad superior, las energías de un ca¬
rácter inquebrantable, la firmeza de una voluntad dispuesta al sacrificio y toda la
abnegación de un apostolado, para acometer, como acometió, resuelto, el doctor
Carafí, su obra redentora.
¡Cuántos esfuerzos generosos puso al servicio de su tarea ardua y enojosa!
¡Cuántos propósitos nobles impulsaron su corazón abierto al amor y a la justicia,
y movieron su alma austera y severa, pero siempre justa! Sufrió las amarguras de la
diatriba; sufrió las ingratitudes de sus contemporáneos y gustó resignado el acíbar
de la impopularidad.
El destino ha querido así, sin duda, darnos en ese ejemplo de una existencia tan
útil como infortunada, tan pura como laboriosa y fecunda, una lección viva que
muestre de lo que es capaz el amor a las causas grandes y “aliente, en la escabrosa
senda del deber, a los que marchan tras sus huellas luminosas.”
Bello destino, que estimulará a las almas fuertes, modeladas para la práctica cons¬
ciente del bien, que no ven la felicidad en las satisfacciones de groseros apetitos,
sino cumpliendo la alta misión de vivir noble y dignamente la vida y de morir en la
serenidad que depara una existencia sin mancha y sin remordimiento.
Tal ha sido la obra meritoria y la vida del eminente maestro.
“Así tuvo que ser para que el sacrificio magnánimo y la noble abnegación brillara
en todo su esplendor.”
339
• José Máximo Carafí •
Bien merece, pues, este homenaje, quien fue maestro incomparable en la cátedra,
apóstol en el ejercicio de su profesión y obrero incansable en la realización de su alto
ideal.
Labró las piedras sillares, y, más afortunado que Sísifo, alcanzó a llevarlas a los
muros de la escuela que él creara y de la cual había de surgir la actual Facultad de
Medicina que honra a la República por los prestigios de su ciencia y la cultura de
sus maestros.
De ella salen años tras años, armados caballeros para las luchas de la vida, una
parte de nuestra gallarda juventud, libre y consciente, que encarna esa fuerza renova¬
dora que lleva en germen el futuro de la raza digna y altiva: gentil y austera juventud,
que bien puede, parodiando a un celebrado tribuno, gritarle a esta peligrosa cortesa¬
na, la ignorancia: “paso para mí; yo pertenezco a la Agora de Atenas...”
Paso para mí; yo soy un apóstol de la ciencia, de esa divina y piadosa ciencia,
que para ejercerla con amor, es preciso tener alma de artista, dispuesta a recoger en
“ingratitudes lo que se siembra en abnegaciones.”
Señores:
Cumplida la misión que me encargara el Consejo Nacional de FJigiene, sólo me
resta inclinarme reverente sobre esta tumba que encierra los despojos de tan preclaro
maestro, y, al rendir este tributo de mi particular reconocimiento y admiración, lo
hago con el profundo respeto de los grandes cariños.
340
ÍNDICE ONOMÁSTICO
A
Acevedo, Eduardo
XI
Ackernecht, Erwin H.
38
Acuña, Urbefil
146, 236, 321
Aguerre, José Agustín
146, 235, 236, 243, 323, 327, 330
Aguirre y Hernández, Amadeo
18
Aguirre, Martín
158, 159, 321
Agustí y Saladrigas, Eduardo
18,
Aigre, Noel
44
Alfonso XII de Borbón
16
Alvarez de Navía y Durán
de la Calle, José
8
Alvarez y Pérez, Juan A.
138
Amadeo I de Saboya
16
Anger, Théophile
111, 112
Aparicio, Timoteo
13
Aragone, Juan Francisco
206, 208
Araúcho, Francisco
8
Ardao, Arturo
12, 58, 131, 157, 158, 160, 188, 194,
Ardao, Héctor
238
Ardao, María Julia
130
Arechavaleta, José
128, 138, 140, 145, 158, 171, 177, 181, 214
Areta Platero, Concepción
8
Arredondo Areoso, Sara
Arrizabalaga, Gerardo
128, 264, 332, 333, 334
Artigas, José Gervasio
188
Azaróla, Enrique
176, 297, 299, 325
B
Baena, José Luis
109
Baker, Sara Josephine
116
Ballantyne, J-W.
70
Bar, Paul-Jean
113
Barattini, Luis
177
Barcia, Pedro,
236
341
• José Máximo Carafí •
Batlle y Grau, Lorenzo
13
Batlle y Ordóñez, José
XI, 58, 188
Bauzá, Francisco
11, 134, 157, 178, 194- 198, 200, 202-205
Bayle, Antoine
192
Beaunis, Henri-Etienne
128
Béclére, Antoine-Louis
44
Behring, Emil Adolf von
166
Bénard, Marie-Henri
45
Benoit, Justin
28
Beraza, Agustín
171
Beraza, Joaquín
171
Bergmann, Ernst von
166
Bergson, Henri
157, 160
Berinduague, Martín
158
Bernard, Claude
274, 319, 320, 325
Berro, Carlos Arturo
157, 158, 169, 171, 177, 178, 181, 196, 197,
198, 201, 204, 218, 243, 306, 327, 341, 328,
Berro, Prudencio Bernardo
188,
Berro, Roberto
205
Bert, Paul
319
Berthellot, Marcelin
46, 141
Bertheux, Pierre-Marie
44
Blanes, Pedro
177, 198, 202,
Blin, Adolph-Louis
44
Blum, Marcel
69, 85,
Bosch, Isabelino
21, 117, 137, 168, 169, 171
Bosco, San Juan
194
Bouchardat, Apollinaire
57
Boudet de Paris, Pierre
48
Bouillaud, Jean-Baptiste
46
Bouilly,Georges
105, 109
Boulay, Ellie-Pierre
44
Bourges, M.
68
Brazeiro Diez, Héctor
7
Brendel, Cari
117, 211
Brian y Ríos, Cipriano
170
Brian, Angel
116
342
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Brid, José
Brito del Pino, Eduardo
Broca, Paul
Brown-Séquard,
Charles-Edouard
Brunel, Louis
Buckey, Duncan
Budín, Pierre-Constant
Buisson, Etienne-Frédéric
Buño, Washington
Burggraeve, Adolphe
187
130, 159, 163, 321,325
46, 77
106
30
62
113, 114, 116, 117
28
7, 179
7
C
Caffera, Francisco A.
XVIII
Cahier, L.
81
Canabal, Joaquín
8, 128, 168, 169, 176
Canstat, Rodolfo
127
Cantó y Más, Agustín
18
Cantón, Elíseo
XII, 137, 140, 141, 150, 244, 258, 292, 334,
336, 338
Capdehourat, Pedro
13
Carafí Tarrida, José
6
Carafí Tórrelas, Gaspar
6
Carafí Tórrelas, José
6
Carafí Tórrelas, Ramón
6
Carafí y Pey, Ramón
6
Carafí y Zás, Arcadio
8
Carafí y Zás, Arturo
8
Carafí y Zás, Consuelo
8
Carafí y Zás, Laura
8
Carafí y Zás, Ramón
8
Caravia, Leopoldo
332
Carbó y d’Aloi, Narciso
262
Carié y Calzada, F.
198
Carlosena, Antonio P.
140, 216, 217, 218, 219
Casaravilla, Jacinto
Castells Montestruch,
197, 198
Juan Miguel
8, 9, 316
343
• José Máximo Carafí •
Castro, Juan Pedro
130, 159
Castro, Nicomedes
170
Ceppi, E.
80
Cerné, Alfred-Eugéne
44
Champetier de Ribes,
Louis-Antoine
113, 114
Charcot, Jean-Martin
44, 69, 77, 84
Chatelin, Charles
44
Chauffard, Anatole
44, 238
Chauliac, Guy de
28
Cibemont, Alphonse-Ambroise 113
done, Pascual
178
Coca y Cicera, Antonio
262
Colombo, Juan
177
Comby, Jules
44
Courty, Amédée
29, 30, 99, 100
Crispo Brandis, Juan Antonio
XIV, 138, 176
Cubiló, José María
126, 176
Cuestas, Juan Lindolfo
135, 181,284
D
D’Argent, Eugéne
90
Danyse, M.
309
Darder, Cándido
195
De Feo, R.
177
De María, Pablo
158, 159, 160, 299
De Pena, Carlos María
155
De Pena, Prudencio
177
Debré, Patrice
45,46
Dechambre, A.
80
Delbet, P.
81
Delorme, P.
80
Depaul, Elenri
111, 112, 113
Desnos, Ernest-Louis
45
Días Noble, Manuela Guiomar 6
Días, Joaquín Ignacio
6
Diás, Manuela
8
344
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Díaz, Pedro
Dieulafoy, Georges
Doléris, Jacques-Amedée
Domenech, José
Donoso Cortés, Juan
Dulieu, Louis
Duplaix, Jean-Baptiste
Duplay, S.
Durá, Francisco
Durán, Carlos D.
Dutertre, Emile
196
237, 238, 241, 250, 261
40, 51, 55
19
302, 303
31
44
81
196, 197, 198,201,306
197
87,88
E
Egger, Eugenio
Ehrlich, Paul
Enke, F.
Errazquin, Dorotea B. de
Escriú Torradelas, Margarita
Espalter, José P.
Espinosa, Manuel
Estrázulas y Lamas, Santiago
Etchepare, Bernardo
Eugenia de Montijo,
Emperatriz
126
166
68
170
6
195, 201, 217
124
187,215
XVIII, 129, 244, 333
88
F
Faisans, Michel-Léon 44
Falloux, M. 302, 303
Felippone, Florentino 141, 176
Félix, R. V. 303
Féré, Samson 44
Fernández Espiro, Ernesto 169
Fernández Viñas, Secundino 123
Fernández, Elbio (h) 195
Fernández, Lorenzo 187
Ferreira, Fermín 4, 168
Ferrer y Garcés, Ramón 262
345
• José Máximo Carafí •
Ferrés, Bernardo 325
Figari, Enrique 54, 109, 128, 137, 214, 235, 242, 321
Fiol de Perera, Alejandro 116, 117, 127, 136, 232, 311
Fitz, Herbert 239, 240,
Fleury, Luis 116
Flores, Venancio 188
FolchAmich, Francisco
de Paula 262
Folch, Francisco de Paula 262
Foniols y Anglada, Agustín 18
Fonseca, Rodolfo 235, 316, 321
Forgue, Emile 83
Fort, Joseph-Auguste 122
Fredericq, Léon 128
Freitas, Juan P. de 176
Freixas y Abreu, Juan 18
Furtado, Juan F. 8
G
Galliard, Lucien
44
Gallinal de Arce, Hipólito
196, 197
Gallinal, Alejandro
195
Gallinal, Hipólito (hijo)
197, 198,201,203
García de Zúñiga Diago, Javier 57
García Otero, Julio C.
208
Gastaud, Charles
44
Gastesi, Martín
125, 126
Gauchas. Alfred-Charles
44
Gaucher, Ernest-Charles
44
Gaudiano, Pedro
207, 208, 304
Gautier, Arthur-Léon
44, 77
Gaveta, José
202
Geífrier, Paul
83
Gennari, José
176, 177
Gerona, Eusebio
13
Gil Pérez, Juan
7, 12
Gil, Joaquín
262
346
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Giné y Partagás, Juan José
23, 262
Giner de los Ríos, Francisco
189
Giralt, Pedro
12
Godchaux Worms, M.
140
González Roca, Antonio
198
Gorlero Bacigalupi, Rubén
182
Gosselin, Léon-Athanase
111
Grandal, Juana
8
Gratry, R. P.
303, 319
Greene, O. G.
177
Grolero, Juan FL
176
Grynfelt, Casimir
29
Guelliot, Octave-Antoine
44
Guermonprez, F.
83
Guglielmetti, Juan
216, 217, 218
Gurruchaga, Javier
198, 202
H
Hannequin, Joseph-FFector
44
Flardy, Alan G.
84
Flausmann, Barón de
106
Flayem, Georges
80
Héguy, Juan L.
33, 109, 168, 169, 171,
Fierbelin, Georges
44
Flerrera y Obes, Julio
120, 131, 157, 158, 159
Flerrera y Obes, Lucas
158, 179
Fíerrera, Luis A. de
205
FFerrero y Espinosa, Manuel
207
FFerrero y Salas
176
FFerrrera Ramos, Fernando
236
FFertwig, Oscar
236
Hirst Barton, N.C.
70, 87
Homs y Floms, Juan
19
Homs y Pasquets, Nicolás
262
Hormaeche, Pedro
124, 126
FFughes-Zás
8
347
• José Máximo Carafí •
Idiarte Borda, Juan
Irazusta, Cándido
Irazusta, Monseñor
Isabel II de Borbón
Isola, Albérico
Iturriaga, Nereo
Izcua Barbat, Marcelino
122, 159, 222
207
176
16
XVIII, 137, 142, 222, 223, 225, 227, 293
126, 141, 178
130
J
Jacobsen, Gustavo
Jacquemet, Pierre-Michel
James, William
Jenner, Edward
Jiménez de Aréchaga, Justino
Jover y Marquet, Eusebio
Juhel-Rénoy, Jean-Edouard
Jurkowski, Julio
K
Kehrer, Adolf
Kemmerich, Eduardo
Kirmisson, Edouard.
Knapp, H.
Koch, Robert
Kocher, Theodor
9
29
157
166
158, 159
18
44
XI, 30,31,123, 124, 145
113
XIV
85
70, 84
65, 141, 165,293
53, 81, 82
L
Labesque, Adrien
Laborde, Louis
Lacordaire, Pére
Lacueva, Eléctor
Lafone-Quevedo
Lafourcade, M.-EI.
Lagrange, Félix
Lamas, Alfonso
Lamas, Diego
51
83
192
286
8
35,41,
84, 85
126, 213, 219, 222, 223, 225, 227, 237, 249
222
348
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Lamas, José Benito
Lannelonge, Odilon
Larghero Ybarz, Pedro
Larralde y Zavala, Manuel
Larrañaga, Damaso Antonio
Larravide-Zás
Lasagna, Luiggi
Laségue, Ernest-Charles
Latorre, Lorenzo
Latour, A.
Laugier, Stanislas
Laurand, Georges-Daniel
Laurent, Auguste-Eugéne
Lavin-García, Manuel
Lawrie, Tomás D.
Le Dentu, A.
Le Double, Félix-Anatole
Le Fort, Léon-Clément
Le Soudier, Henri
Ledoux-Lebard, Marie-Eugéne
Legoust, Juan
Léjars, Francois-Marie-Louis
Leloir, Fienri-Camille
Lenguas, Antonio
Lenguas, Luis P.
León XIII
Leopold, Guillermo
Letamendi y Manjarrés,
José de
Leúnda, Juan José
Leypoldt, F.
Lezama, Pedro
Lister, Joseph
Littré, Emile
Lleó y Moy, Guillermo
151, 187, 188, 221
63, 269
238
126
187
8
194, 245
105
135, 138, 188
87
55
45
44
45
177
81, 83
29, 30, 99, 255
45, 54, 55, 66, 69, 72, 74, 76, 79, 82, 85, 86,
95, 98, 105, 107, 109, 255, 273, 277, 278,
279, 280, 283,
83
44
160, 161, 162, 163
80
44
8
138, 175, 176, 178, 195, 201,205
192, 194, 198, 204, 207, 208, 304, 306, 359
XIV, 124, 126, 138, 177, 227, 244, 332
23, 24, 262,
68, 70, 72
198, 203
50, 165
46
18
349
• José Máximo Carafí •
Llobeteras, Santiago
12
Llorens i Barba, Francisco
Javier
23
Llorens y Rius, José
18
Loeffler, Friedrich
173, 309
López y Martí, Juan
18
Loviot, Louis-Ferdinand
113, 114
Lucas-Championniére, Just
45, 46, 50, 52,:
Lusk, William T.
90
M
Mac Burney, Charles
240
Mac Donnell, Robert
107
Magaz y Jaime, Juan
262
Mainginou, José
XII, 244, 338
Malgaigne, Joseph-Fran^ois
54
Mantey, Baptiste-Albert
100, 256
Margarit y Coll, Felipe
19
Marotta Mario
177
Márquez, Froilán M.
169, 171
Marsillach y Lleonart, Joaquín
18
Martel, Joannis
113, 114
Martí y Coll, José
18
Martínez Durán, Marcelino
8
Martínez y González, Antonio
18
Martínez, Miguel
306
Martirené, José René
332, 333
Martorell, Luis
18
Maseras, Elena
21
Masramón, Antonio
12
Massabuau, G.
83
Mata, Francisco
12
Mata, Pedro
23
Maygrier, Eugéne-Charles
113, 114
Melián Lafinur, Luis
158
Ménard, Pienri
83
Méndez, Gualberto
4, 57, 123, 168
350
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Mendilaharsu, Domingo 158
Mendoza y Rueda, Antonio 262
Mendoza, Gabriel 168
Mendoza, José Román 158
Menéndez y Pelayo, Marcelino 21
Mondino, José
Monod, Charles-Edmond
Montalambert, Charles de
Monteverde, Eduardo
Morelli, Juan B.
Morquio, Luis
Mullin, Alberto
Mun, Albert de
Muñoz y Romarate, José María 135, 138
Muñoz, Henrique 4
Munyo, Juan Carlos 332, 333
Murray Butler, Nicholas XIX
228
46, 47, 66
191, 199, 302, 303,
130, 159
XVIII, 128, 181, 205, 216, 217, 218, 219,
229, 236, 250, 308
44, 61, 148, 230, 336
177
191, 195
N
Navarro y Contreras, Antonio
Navarro, Alfredo
Netter, Arnold-Just
Nicola, Teodorico
Nicolás, Augusto
Nilsivoccia, Vicente
Noble, Isabel María
Nuel, Jean-Pierre
19
XVIII, 123
44
126
302
175
6
128
O
O’Neil, Juan
Obiol, Juan
Oddone, Juan Antonio
Oliveira Nery, Carlos de
Oliveira, Pedro de
Ors y Rosal, José
Ors, Eugenio D’
195, 197, 198, 306
171, 177
5
129
167, 168
19
19
351
• José Máximo Carafí •
Ortega y Espinos, José
18
Ortega y Gasset, José
1, 18, 153, 271
Ortega, Florentino
7, 33, 171
Otero, Gabriel
195
Ovion, Louis-Pierre
44
Ozanam, Antoine
192, 199, 302, 319
P
Pacheco, Alfonso
298
Pacheco, Manuel
332, 333
Paget, James
274
Paiva, Benigno
244
Pajot, Charles
113
Pampuki, Dimitri
309
Paré, Ambroise
69, 85, 106,
Pareja, Héctor
197, 236, 306
Paseyro, Tomás
168, 169
Pasteur, Louis
45, 46, 47, 51, 65, 141, 165, 166, 181
Pavía, Manuel
16
Pereira, Gabriel Antonio
188
Peretti, Adela
Pérez Castellano, José Manuel
6, 187
Pérez Fontana, Velarde
151,230
Pérez Gorgoroso, Eugenio
197, 203
Pérez Gorgoroso, Pantaleón
198
Pérez, Benita
6
Pérez, Diego
176
Petit, Michel
76, 77, 280, 281
Piaggio Garzón, Walter
X, 12, 31, 40, 121, 122, 126, 127, 128, 143,
147, 235, 236, 242, 258,
Piersol, F.A.
70
Pinard, Adolphe
113-117
Piñol y Perramón, Antonio
18
Pío IX
190
Pivel Devoto, Juan E.
205
Plans, Fructuoso
22
Poirier, Paul-Julien
45, 121
352
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Polaillon, Joseph-
Francois- B enj amin
45, 48, 49, 50, 101, 109
Pons y Pía, Baltasar
19
Pons, Lorenzo
196, 198,
Porak, Charles-Auguste
113, 114, 117
Porro, Edoardo
93
Pou Orilla, Juan
161
Pou y Cardoner, José
16
Pou y Cardoner, Juan
16
Pouey, Enrique
178, 181, 182, 214, 232, 236, 237, 239, 249, 333
Pozzi, Samuel
55
Pugnalin, José
XIV, 117, 138, 177, 249, 287, 288
Puig y Girau, Gustavo
18
Puig y Villasau, Enrique
18
Puppo, Santiago
126
Pusalgas y Guerris, Ignacio
262
Q
Quénu, Edouard
Quíntela, Ernesto
Quíntela, Manuel
R
Raige. A.
80
Ramírez, José Pedro
123, 129, 158
Ramos, Salvador
8
Rampolla, Cardenal
198, 204, 207, 304
Rappaz, Víctor
7, 171
Raputova, R.
81
Raymondaud, Gilbert
44
Réclus, Paul
81, 83
Reeve, John Charles
87
Regules, Elias
XI, XVIII, 124, 125, 130, 137, 138, 156, 159,
243, 248, 284, 296, 297, 299, 323, 327, 333
Regules, Pedro
169, 178, 179
Requena, Joaquín
196, 197, 198, 204
Ricaldoni, Américo
X, XVIII, 61, 127, 156, 157, 161, 213, 222, 223,
225, 235, 236, 242, 250, 296, 321, 323, 327, 328
46
129
XI, 126, 136, 214, 244, 257, 292, 333
353
• José Máximo Carafí •
Richet, Alfred-
Louis-Dominique
Rius, Antonio J.
Rivero y Maza, Ignacio
Robert, Paul-Adhémar
Robin, Albert
Rodó, José Enrique
Rodríguez, Antonio María
Rodríguez, Julio
Rodríguez-Arango, Marcelino
Roget, Jean-Charles
Rossier, Alain B.
Roux, Entile
Rouxeau, Alfred
Rull y Xuriach, Juan de
42, 63, 65, 66, 268, 269, 271
197, 198, 203
175
44
66, 121
157, 160
133
122, 168, 286
18
31
84
166, 173, 307
44
262
S
Sabatier, Paul-
Dieudoné-Armand
Saint-Germain,
Louis-Alexandre de
Salterain, Joaquín de
Samarán, José
Sánchez Comendador y
Pagnucci, Antonio
Sanguinetti, Agustín
Santos, Máximo
Sappey, Philibert-Constant
Saravia, Aparicio
Sastre y Abricio, Manuel
Schiaffino, José J.
Schiaffino, Juan B.
Schweich, Michel
Scoseria, José
Scremini, Pablo
29
112
123, 141, 178-182, 205, 210-213, 215, 218, 219,
222, 223, 225, 243, 250, 323, 329
171, 177, 213, 221-224, 235, 321,
22
332, 333
119, 120, 122, 123, 129, 130, 135, 138, 146,
181, 188, 195, 205
25, 126
120, 222
19
197, 198
195
113, 114
XI, XVIII, 137, 156, 159, 175, 181, 210, 212,
219, 222, 250, 296
146, 208, 236, 321-333
354
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Segura Villademoros, Germán
13
Semería, Arturo
325
Senat e Izquierdo, Francisco
18
Senator, Antonio
177
Serra y Bennasar, Guillermo
24
Serratosa, Antonio
XIV, 213, 214, 221, 227
Servetti Larraya, Juan
244, 334
Sicco, Antonio
236
Sierra, Jorge
324
Silóniz Ortiz, Carlos de
24, 25, 262
Simpson, James Young
87
Smith, Daniel
140
Snow, John
88
Soca, Francisco
XVIII, 22, 61, 123, 128, 150, 167, 181, 235,
236, 321
Soler, Casimiro
177
Soler, Mariano
134, 151, 159, 187-189, 193 -198, 200,
203, 204,206, 207, 208, 242, 304, 305, 327,
Stajano, Carlos V.
238, 239, 240
Stapfer, Horace-Jules
113
Stedman, Thomas L.
80
Stuart Mili, John
157
Suñer y Capdevila, Francisco
XI, XIV, 16, 145
Surraco, Luis
171
Susviela Guarch, Federico
140, 141, 171
T
Tagle, Vicente
176, 177
Tajes, Máximo
120, 173, 196
Tardío, Luis
179
Tarnier, Stéphane
233, 314, 315
Terra, Duvimioso
133
Terrier, Louis- Félix
47
Terrillon, Octave-Auguste
45-48
Testaseca, Juan
138
Tiberghien, Guillaume
189
Tillaux, Paul-Jules
56, 69, 74, 272
355
• José Máximo Carafí •
Tomé, Miguel A.
197, 198
Tomkinson-Navía
8
Tour du Pin, René de la
191
Touyá, Eduardo
208
Troisier, Emile-Charles
44, 105
Turenne, Augusto
XIII, XIV, XV, XVII, XVIII, 7, 61, 113, 116, 136,
137, 146, 147, 148, 149, 150, 163, 210, 211,
228,244, 248, 258, 336
Turnes, Antonio
167, 245
U
Ugaric, Miguel
198
Ugarte, Miguel
201
Urquinaona, José María
195
V
Valdez García, Ramón
7, 135
Valude, Julien
45
Varela Berro, José Pedro
202
Varela, José Pedro
202
Varela, Luis
195, 197, 198,
Vásquez Acevedo, Alfredo
XVII, 4, 129, 130, 131, 133, 135, 145, 155, 158,
159, 202, 247, 284, 285, 286, 296, 297
Vaz Ferreira, Carlos
157, 160
Vázquez y Vega, Prudencio
189
Vázquez, Tabaré
151
Velasco Lombardini, Roberto
236
Velasco, Federico de
235, 236
Vera y Durán, Jacinto
151, 188, 193, 194, 195
Vermeil, Jean-Baptiste
113
Verneuil, Stanislas
46
Verrier, Joseph-Charles
113
Victoria, Reina
88
Vidal y Auté, Lorenzo
262
Vidal y Fuentes, Alfredo
XVIII, 126, 219
Vidal, Francisco Antonino
7, 42, 66, 119, 150
Vilardebó, Teodoro Miguel
4, 15, 57, 168,
356
■ Ricardo Pou Ferrari • Fernando Mané Garzón •
Virchow, Rudolph
Visca Visca, Pedro
Visca, Pedro
Vivas Cerantes, Damián
Viza y Martí, Vicente
Vulnik, Rade B.
25, 65, 105, 141, 165,
258,261,316
XVIII, 3, 4, 15, 42, 109, 122, 137, 146, 168, 170,
171, 235, 236, 244, 321, 334
197
18
240, 241, 242
W
Winckel, F. 92
Wonner, Esteban 171
Y
Yéregui, Inocencio María de 195, 196, 197, 198, 204, 207
Z
Zás y Carbia, Buenaventura
Zás y de Villa, Gabriel
Zás y González,
José Encarnación
Zás y Pérez, José Encarnación
Zás-AUende
Zás-Paz
Zás-Penino
Zás-Thode
Zoa O’Neil, Eugenio
Zorrilla de San Martín, Juan
6
6
6
6
306
158, 159, 181, 189, 194, 196, 197, 198, 204,
205, 206
357
ÍNDICE GENERAL
Contenidos
Proemio .IX
Dedicatoria .5
Agradecimientos .7
Capítulo I Introducción.1
Capítulo II Orígenes familiares.5
Capítulo III Infancia y juventud.11
Capítulo IV Viaje a Barcelona y culminación del Bachillerato.15
Capítulo V Estudios de Medicina en la Facultad de Barcelona.21
Capítulo VI Continuación de los estudios médicos en Montpellier
Ayudante de Anatomía y de Medicina operatoria.27
Capítulo VII Establecimiento de Carafí en París
Externo e Interno Provisorio de los Hospitales.33
Capítulo VIII Interno Titular de los Hospitales y Hospicios
de la Asistencia Pública de París.43
Capítulo IX Trabaj os científico-médicos presentados por
Carafí durante su permanencia en París.59
Capítulo X Tesis de doctorado en París.105
Capítulo XI Concurso para Acconcheur des Hópitaux de París .111
Capítulo XII Retorno de Carafí a Montevideo. Miembro del
Consejo de Higiene Pública. Profesor de Anatomía .119
359
Capítulo XIII Decano de la Facultad de Medicina.133
Capítulo XIV Reelección frustrada de Carafí para el Decanato.145
Capítulo XV Integrante del Consejo de Enseñanza Secundaria
y Superior.155
Capítulo XVI Miembro y Presidente del Consejo de Higiene Pública . . . 165
Capítulo XVII Actuación de Carafí como integrante del
laicado católico uruguayo de entre-siglos.187
Capítulo XVIII Cofundador y primer Presidente de la Sociedad de
Medicina de Montevideo.209
Capítulo XIX Trabaj os científicos de Carafí en Montevideo.227
Capítulo XX Fallecimiento de José Máximo Carafí.235
Capítulo XXI Carafí en la Medicina del Uruguay.247
Capítulo XXII 2 Obra científica de José Máximo Carafí .253
Anexos Documentales.259
Anexo N° 1. Partida de Nacimiento de José Máximo Carafí.261
Anexo N° 2. Elenco profesoral de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Barcelona.262
Anexo N° 3 Foja de estudiante de José Máximo Carafí
en la Faculad de Medicina de Montpellier.263
Anexo N° 4 Foja de ingreso de José M. Carafí a la
Facultad de Medicina de Paris.264
Anexo N°5. Fojas de exámenes de José M. Carafí, en la
Facultad de Medicina de Paris.265
Anexo N° 6. Foja del examen de Tesis doctoral de José
Máximo Carafí, en la Facultad de Medicina de Paris.267
Anexo N° 7. Carafí, J.-M- Observation sur un cas de
stéatomes ganglionnaires par infection, a
la suite da traitement d’une loupe da ciar
chevelu par les caustiques .268
360
Anexo N° 8. Carafí, J.-M. Ligature de la verge a l’dge
de 7 ans. Section presque complete de l’organe ayant
intéressé l’urétre- Rétrécissement de l’urétre avec fistide.
Sclérose rénale. Mortpar urémie avec fistide. Sclérose
cérébrale. Mort par urémie dyspnéique .272
Anexo N° 9. Carafí, J. Des accidents du chloroforme chez les
femmes en travail .274
Anexo N° 10. Carafí, J.-M- Lihotricie rapidepar la méthode
de Bigelow. Calculphosphatique de 2 cent.
172 de diamétre broyé dans une seide séance
ayant duré vingt-trois minutes. Guérison .277
Anexo N°ll. Carafí, J.-M- Fracture indirecte de la neuviéme
vertebre dorsale: déformation , réduction. Mort le 8
jourpar hémorragie cérébrale traumatique. .280
Anexo N° 12. Designación interina de los Dres. José M. Carafí
y Elias Regules para desempeñar las Aulas de
Anatomía e Higiene y Medicina Legal,
respectivamente, 1884. 284
Anexo N° 13. Nota de la Comisión de Caridad y Beneficencia
Pública, por la que acepta que los estudiantes
de Medicina de quinto y sexto año accedan a la
sala de partos del Hospital de Caridad, 1886. 285
Anexo N° 14. Nota del Catedrático de Clínica Quirúrgica
y Medicina Operatoria, Dr. José Pugnalin, al
Decano Carafí, 1887. 287
Anexo N° 15. Nota del Decano de la Facultad de Medicina
al Rector de la Universidad, respecto a resoluciones
para el mejor servicio de dicho organismo, 1887. 289
Anexo N° 16. Discurso del Decano José Máximo Carafí
en ocasión de la inauguración de los cursos
correspondientes al año 1887. 292
Anexo N° 17. Carátula del expediente por el que se
concede prórroga a varios Profesores de la
Facultad de Medicina, 1892. 296
Anexo N° 18. Carátula del expediente por el que se
concede licencia al Dr. Piaggio, Catedrático
de 1er año de Anatomía y se designa a Carafí
como interino, 1893. 297
361
Anexo N° 19. Carátula del expediente del nombramiento
interino de Carafí en la Cátedra de primer
año de Anatomía mientras dure la licencia
del Dr. Piaggio, 1894. 298
Anexo N° 20. Carátula del expediente por el que
se concede prórroga de la licencia del Dr. Piaggio
y del interinato de Carafí, 1894. 299
Anexo N° 21 Discurso de José Máximo Carafí en
la ceremonia inaugural del Primer
Congreso Católico del Uruguay, Montevideo,
abril de 1889. 300
Anexo N° 22: Nota dirigida por laicos católicos
uruguayos a S. S. León XIII, 1893 . 304
Anexo N° 23. Trabajo presentado por J. M. Carafí
ante la Sociedad de Medicina, titulado
Etiología de la fiebre tifoidea, 1894. 307
Anexo N° 24. Trabajo presentado por J.M. Carafí
ante la Sociedad de Medicina, titulado
Muerte del feto en los primeros meses del
embarazo y su expidsión al término normal
del mismo, 1894. 311
Anexo N° 25. Partida de defunción y documento
de sepelio de José Máximo Carafí.316
Anexo N° 26. Retrato de José M. Carafí, publicado
con motivo de su fallecimiento, 1895. 317
Anexo N° 27. Artículos publicados con motivo del
deceso de José M. Carafí.318
Anexo N° 28. Acto de Homenaje al Dr. José M. Carafí,
realizado en el Cementerio Central, el primero
de setiembre de 1921, al cumplirse veintiséis años
de su fallecimiento.332
ÍNDICE ONOMÁSTICO.341
362
ISBN: 978-9974-1
RQQ74
Este libro, fruto de una larga y minuciosa investigación, presenta la vida y obra de José Máximo
Carafí, figura casi desconocida, pese a su trascendental importancia en la historia de la Medicina
uruguaya.
Formado en Europa, Interno y Doctor en Medicina en París, cumplió una destacada actuación,
en su breve afincamiento en Montevideo -entre el retorno en 1882 y su fallecimiento, a los 42
años, en 1895-.
Fue el octavo Decano de la Facultad de Medicina de Montevideo y el primero de nacionalidad
oriental, que reorganizó la Institución, otorgándole el rango que haría de ella una de las más
prestigiosas de América del Sur.
También tuvo destacada actuación en el Consejo de Enseñanza Secundaria y Superior, así como
en el Consejo de Higiene Pública. Fue cofundador y primer presidente de la Sociedad de
Medicina de Montevideo, benemérita institución de promoción científica.
En un medio intelectual y académico dominado por el positivismo, Carafí fue un militante del
laicado católico de su época.
Se da a conocer en esta biografía, su importante obra édita de investigación clínica, que hace de
Carafí el único uruguayo que, desde su etapa de estudiante en París, presentó y publicó
proficuamente trabajos originales citados, aún hoy, en la literatura internacional.
El presente libro es un homenaje -en el 160° aniversario de su nacimiento- a esta figura de nuestra
Medicina que había sido, hasta ahora, relegada a un enigmático olvido.
I